lunes, 16 de agosto de 2010

MULTICULTURALISMO, NACIONALISMO, CULTURA

Leyendo un interesante artículo sobre "culturalismo" publicado en Open Democracy, titulado Culturalism: culture as political ideology, he recordado un libro de Giovanni Sartori publicado en 2001 sobre el multiculturalismo titulado La sociedad multiétnica. Pluralismo, multiculturalismo y extranjeros, que tuvo una buena acogida por los sectores conservadores pero que recabó bastantes críticas por los sectores políticos e ideológicos de izquierda.


El artículo de Open Democracy ha sido redactado por dos investigadores daneses y se centra en la situación de Dinamarca, pero realiza proposiciones que son asumibles o trasladables a cualquiera de los países occidentales.


Según los autores, la controversia sobre el multiculturalismo ha cambiado los frentes políticos. La izquierda defiende el respeto por las minorías culturales, afirmando que se pueden conjugar y armonizar el multiculturalismo y las ideas liberales de la sociedad (derechos fundamentales, sistemas políticos, etc.). Mientras que la derecha está en guardia en la defensa de la cultura nacional, y en su extremo aporta el concepto del etnopluralismo, la idea de que toda cultura tiene derecho a su autonomía y a su existencia siempre que permanezca circunscrita a su propio territorio, de modo que los inmigrantes deben asumir que deben ser asimilados a la cultura del territorio de acogida o regresar a sus países de origen.

Culturalismo, por su parte, es la idea de que los individuos están determinados por su propia cultura, culturas que forman ámbitos cerrados donde el individuo no solo es incapaz de dejar de lado su cultura propia sino que sólo puede realizarse personalmente a través de ella. El culturalismo también mantiene que esas culturas reclaman poseer unos especiales intereses y requieren una protección también especial, incluso aunque para ello se deban violar los derechos fundamentales de los individuos.

El nacionalismo sería una variante del culturalismo, según la cual una única cultura facilita las bases para la existencia del Estado, como demuestra el renacimiento del nacionalismo en España en el que se hace uso de la cultura propia como base justificadora de toda la política local.

En base a estos conceptos, la izquierda tradicional pelea para que se reconozcan como elementos culturales prácticas sociales y religiosas que son antiliberales (liberalismo como concepto y base de una sociedad ilustrada democrática y que respeta los derechos fundamentales), mientras que la extrema derecha y los nacionalistas locales de derecha e izquierda hacen renacer un nacionalismo cultural excluyente.

Éste sería un sumario del artículo de Open Democracy, y no vamos aquí a traducir el artículo completo, pero se recomienda su lectura y la extrapolación de algunas conclusiones y afirmaciones a la actual situación política española, donde podemos contemplar como premisas izquierdistas son abandonadas por los nacional socialistas locales haciendo un extraño seguidismo de los nacionalistas, abandonando lo que deberían ser sus principios ideológicos.

En cuanto a Sartori y su libro citado, en éste afirma que a diferencia del pluralismo político, que incluye a los partidos, asociaciones y grupos existentes sin condenarles al aislamiento ni tratar de multiplicarlos, el multiculturalismo es una fábrica productora de diversidad dedicada de forma obsesiva a hacer visibles las diferencias o a inventárselas con propósitos de separación o de rebelión: la creación de subcomunidades que se comportan como contracomunidades significa el fin del pluralismo, por ello "El multiculturalismo lleva a Bosnia y a la balcanización".

Las identidades de adscripción (nacionalidad, lengua, raza, religión o sexo) del multiculturalismo, pegadas a la espalda de sus titulares desde el nacimiento, crean guetos cerrados e impiden a sus pobladores atravesar fronteras interculturales. Las políticas públicas de affirmative action o de discriminación positiva en favor de grupos desfavorecidos refuerzan esas tendencias a fabricar la diversidad, aunque no tengan una fundamentación teórica multicultural.

En Europa encontramos que los riesgos para la estabilidad y la supervivencia del sistema pluralista, entre otros factores, están creados por la inmigración incontrolada y la concesión de derechos de ciudadanía a extranjeros de difícil o imposible integración. A diferencia de Estados Unidos, un país construido por los inmigrantes, Europa se ha convertido de la noche a la mañana en tierra de acogida sin la menor experiencia previa. La sociedad multiétnica describe cómo la superpoblación y la urbanización han agravado los efectos de la miseria tradicional africana y han puesto en marcha un proceso migratorio imparable, crecido por los afluentes llegados de las regiones más pobres de América Latina, Europa Oriental y Asia; las peculiaridades del fundamentalismo islámico y las resistencias a la integración ofrecidas por las "extrañezas radicales" de religión y etnia constituyen otro motivo de preocupación.


Dada esa pesimista combinación de diagnósticos y pronósticos, las severas críticas de Sartori a la excesiva tolerancia de la política de extranjería en Italia (podríamos añadir a Francia y España como partidarios de esta actitud) y sus desalentadores augurios sobre la desestabilización y desintegración de la democracia a menos de que se regularice y se limite la entrada de 
inmigrantes, resultan insuficientes; si la emigración hacia Europa impulsada por el hambre y la desesperación es incontenible, no basta con desaconsejar las estrategias actuales: más allá de cerrar herméticamente las puertas a los ilegales (¿de qué manera?) y de recortar los derechos o el acceso a la ciudadanía de los inmigrantes legales (¿hasta qué punto?), se necesitan alternativas de acción positiva inspiradas precisamente en los valores del pluralismo político.


Huyendo de lo políticamente correcto, Sartori tacha a los defensores de la multicultura y la acción afirmativa de falsos liberales que desean acabar con el pluralismo y la tolerancia. Sartori trata de conservar, frente a la agresión del extranjero que no se somete al imperio de la ley, las conquistas de la civilización occidentual: la democracia, el valor de la diversidad, el Estado de derecho, la libertad, la tolerancia y el pluralismo de los partidos. Sartori busca una "buena sociedad", una sociedad abierta. Afirma que la presión de los flujos migratorios en Europa y la doctrina multiculturalista están poniendo en peligro esa sociedad.

Según él, los multiculturalistas, "de origen marxista", no persiguen una integración diferenciada del otro, sino una desintegración multiétnica, una balcanización, una tribalización de la sociedad en la que todos sean iguales ante la ley siendo, en realidad, absolutamente distintos entre sí.

La cuerda de la tolerancia, añade, puede romperse y el racismo puede surgir y está empezando a surgir (el libro lo escribió en 2001, desde entonces en Holanda, Dinamarca y Gran Bretaña los partidos nacionalistas ha tenido un fuerte resurgimiento) si Occidente permite que en sus países haya grupos étnicos y religiosos como los árabes, sociedades teocráticas que viven a su manera, consideran infiel al que los acoge y no respetan las reglas ni la cultura occidentales, manteniendo atavismos "como el uso del chador, la ablación de clítoris o la oración del viernes": "cuanto más grande es la diferencia cultural, más difícil es la integración. No todos los inmigrantes son iguales y, además, Europa está muy dividida en diferentes posturas".

Sartori cree que los europeos deben aceptar la integración de los inmigrantes "siempre que ésta implique una reciprocidad y que no derive en subculturas aisladas. Porque si no se comparten los valores culturales, surgen los conflictos".

Centrándonos en el caso de la "pacífica invasión musulmana de Europa" la página www.webislam.com, donde se publican artículos en defensa de las comunidades musulmanas en España y Europa así como se publican artículos de carácter social y religioso, afirma en uno de sus artículos titulado Musulmanes en Europa, integrados pero diferentes: "Así, resulta que ese mismo laicismo occidental que ha sido tan agresivo para secularizar la sociedad cristiana que había heredado, se está transformando en una ideología más dialogante y comprensiva con el credo mahometano. Irónicamente, los musulmanes están abriendo brecha en el laicismo occidental, en parte por firmeza en las propias creencias y en parte por el miedo del gobernante occidental a una respuesta agresiva, en vista de algunas experiencias con el fundamentalismo islámico". Reconoce así el artículo que el multiculturalismo, tan agresivo con el cristianismo, está abriendo la puerta a una comunidad musulmana que conseguirá sus objetivos por dejación de los políticos de sus propias responsabilidades.

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