domingo, 31 de enero de 2016

LO PEOR DE ESTE PSOE ES SU TERRIBLE INANIDAD PROGRAMÁTICA

Nuestro pertinaz Sánchez, al que le gusta más una frase hecha que a Flo cambiar de entrenador cuando todo va bien, explicó ayer a sus barones rampantes, al final mininos de garritas de seda, que para ser presidente al dictado de Podemos solo le importarán tres cosas: «Programa, programa y programa». En realidad ese programa es fácil de resumir: Yo, yo y luego otra vez yo. Sobrevivir. Como sea y a costa de lo que sea.

Lo más desolador del actual PSOE ya no es su carajal interno, ni su derrotismo más bien felón ante la realidad de España (un país que está creciendo al 3,2%, que ha creado medio millón de empleos en un año, una nación atractiva, que ha recibido 68 millones de turistas en 2015). Lo peor de este PSOE es su terrible inanidad programática. Con más moral que el Alcoyano, vas buscando atisbos de ideas sugerentes entre los supuestos cerebros socialistas, algo nuevo que suponga una oferta alternativa a la conservadora. Lo confieso: me he papado con detallada atención tribunas enteras de Jordi Sevilla, de Luena, hasta del gran Sánchez. Por supuesto, también la última y extensa entrevista con el oráculo de la calle Velázquez, González, en la que cantinflea con su acostumbrada maestría, siempre efectista, bonita por fuera, y a la postre, hueca como una centolla fuera de temporada. La sensación que me queda es siempre la misma: no me han dicho nada original. O peor: solo me han contado generalidades inviables. Jamás aflora un dato económico cuantificado, una solución detallada a un problema concreto. Prima la palabrería buenista, que nada arregla en la vida práctica. Como español, siento muchísimo decir que hasta un carcamal radical como el laborista Jeremy Corbyn y su equipo de marxistas reciclados trabajan con más rigor intelectual que nuestro partido socialista.

Todo en este PSOE, arrasado por la subcultura revanchista y débil del zapaterismo, semeja una estepa mental sustentada en seis clichés
1.- Rajoy es peor que Hannibal Lecter y los españoles quieren chimparlo de inmediato (aunque haya ganado las elecciones con 1,7 millones de votos más que Sánchez). 2.- Hay que reconstruir el Estado del bienestar (que nunca ha sido destruido). 3.- Hay que derogar la reforma laboral (cuando Bruselas ya exige otra). 4.- Hay que ofrecer más subvenciones sociales (en un país gravemente endeudado y que simplemente no tiene dinero). 5.- Hay que crear más empleo (claro, pero ¿qué proponen?).6.- El desafío separatista catalán se arregla con federalismo asimétrico (entelequia que no acaban de definir y que a los sediciosos les resbala, pues lo único que demandan ya de España es romperla).


Fruto de esta desoladora liviandad ideológica, el PSOE, algún día un partido socialdemócrata europeo serio y constructivo, ve normal aliarse con Podemos. Hasta traga ser humillado por una formación neocomunista de cariz totalitario y padrinazgos hediondos. ¿Alguien ve a Iglesias y Errejón haciendo frente a la amenaza de Daesh, frenando la sublevación separatista, convenciendo a los mercados internacionales de que inviertan en España, ajustando nuestra economía a las reglas de la UE? No lo ve ni Sánchez. Pero allá va. Superego. Ese es el programa.

sábado, 30 de enero de 2016

La Guerra Civil que provocó "El usurpador" cuando quiso quedarse con el trono

Desde las lindes del bosque, cerca de la Sierra de Urbasa, junto a los primeros árboles, el viento batía la hierba crecida en ondulaciones rítmicas y acompasadas. Era un viento del este, acompañando un hermoso día de la mediada primavera.

Algunos nidos de pájaros locales, los llamados txantxangorris –una especie de petirrojos–, estaban efervescentes de vida, y parecía aquello un trajín en hora punta ante la eclosión de vida propia de la estación. Mas, de pronto, se hizo un silencio sepulcral, un silencio anormal en un bosque tan bullicioso minutos antes.

A la entrada del valle, una gruesa columna de infantes y caballería con su impedimenta iban a reforzar la línea de fuertes fronterizos del Reino de Navarra con Castilla. Todo transcurría con normalidad. A la altura de un recodo muy virado, allá donde el espeso bajo bosque autóctono se hace impenetrable, cubiertos con sacos de arpillera y embarrados profusamente con una fuerte dotación de hierba adherida, docenas de observadores perfectamente mimetizados con el entorno seguían el lento caminar de la tropa. El camuflaje era perfecto.

Cuando el silencio se había hecho intensamente lacerante, trescientos arqueros, a una orden precisa y convenida de antemano, descargaron toda la furia de su habilidad sobre aquella tropa confiada. Una descarga tras otra, una lluvia ingente de precisas flechas, sin cesar, como un diluvio. La mortandad era escalofriante, era lo más parecido al tiro al blanco. Aquello solo duró un breve cuarto de hora. Al cabo de este tiempo, cerca de un millar de cadáveres yacían esparcidos en la traicionera vereda a la espera del Gran Tránsito. Un etéreo espectador intangible –El que Todo lo Ocupa–, sobrevolaba la carnicería desde un punto cada vez más elevado, hasta desvanecerse lentamente en lo infinito.

Para colmo de males, una lluvia pertinaz se había apoderado de los surcos de la tierra, por donde drenaba la sangre de los caídos. Parecía una escaramuza más, pero era una Guerra Civil en toda regla.

Una merienda de blancos
El enfrentamiento entre estas dos facciones navarras era de largo recorrido. Agramonteses y beamonteses venían litigando por unos derechos sucesorios enormemente complejos que ora yacían soterrados y latentes, ora se traducían en agrias disputas que normalmente desembocaban en copiosos derramamientos de sangre. Hasta la Corona de Aragón se había visto implicada y Castilla no era ajena a esta merienda de blancos, y en la tramoya también estaba al acecho la Francia temprana.

Este reino que en sus fundamentos fue, según los historiadores Estrabón y Plinio, el lugar en donde Roma en su momento álgido de expansión en la península arrinconó a los vascones en esa tupida red de malla pirenaica formada por sus mágicos bosques, tuvo un desarrollo sólido y sostenido bajo la dirección de reyes valientes y decididos. Encajonada entre la grandeza de Aragón y Castilla, tenía una proyección geográfica transpirenaica inserta en territorio franco, el llamado Bearne, al sur de Aquitania.

Su historia, la historia de Navarra, no necesita mistificaciones en beneficio de sentimentalismos ocasionales. Era un reino todopoderoso y bien asentado con una reputación de inexpugnable y un ejército de temer. Eran gente valiente y noble que no necesitaba mostrar la hoja más allá de la empuñadura.

Los beamonteses o partidarios del antiguo bando nobiliario de los Beaumont eran al parecer un linaje de trampantojo, creado por Carlos III el Noble con un pastiche de familiares ilegítimos, saltándose todas las leyes de la sangre y las líneas rojas hereditarias más convencionales. Detallar esto y sus entresijos daría para dejar a la Biblia a la altura de un libro de bolsillo.

Cuando Juan II de Aragón "el Usurpador" se quedó para sí el trono a la muerte de la reina Blanca I de Navarra en 1441, era rey 'jure uxoris' (por matrimonio) y tal como estaba establecido, debía ceder la corona a su hijo Carlos, príncipe de Viana. Los beamonteses inicialmente apoyaron al príncipe de Viana para recuperar la legitimidad perdida, pero años después, en un giro de 180º, en su ambición casi obsesiva por deshacerse de sus rivales a cualquier precio, se pondrían al lado de Fernando el Católico en la conquista de Navarra contra los agramonteses. La guerra continuaría tras la muerte de Carlos, Príncipe de Viana en 1461 y a la de Juan II en 1479, dado el enconamiento y la tremenda agarrada entre ambos bandos.

El pacto con el diablo
Los beamonteses, que no repararían en aliarse con el mismísimo diablo, tuvieron como aliados a la Corona de Castilla y a los oñacinos, una facción nobiliaria muy arraigada en la Vasconia oriental que estaba enfrentada a su vez con los gamboinos. Estos últimos,. por afinidad lingüística y cultural, conformaban “el núcleo duro” de las cada vez más arrinconadas tradiciones autóctonas, y se aliarían a su vez con los agramonteses. En el marco de esta alianza con los beamonteses, la Corona de Castilla llevaría finalmente a cabo la conquista del Reino de Navarra en 1512.

Entre las muchas contradicciones de esta guerra, la más surrealista fue que Fernando el Católico, regente de Castilla tras la muerte de Isabel la Católica, y un pieza de armas tomar (Maquiavelo dixit), era ni más ni menos que hijo de Juan II (con quien había comenzado todo el follón) y de su segundo matrimonio con Juana Enríquez. Pero el esperpento alcanza cotas de ópera bufa, si tomamos en cuenta que los que se alzaron contra el rey aragonés, defendiendo la independencia del Reino de Navarra, acabarían ayudando a los castellanos, que a su vez liquidarían la ancestral Navarra de las mil raíces.

Como dice el historiador Boissonnade a colación de los enfrentamientos civiles “la causa determinante para liarse bajo una u otra bandera, no era otra que los odios personales, las rivalidades locales y la política de campanario… y con pretexto de defender un derecho sucesorio, entre ambos bandos se combatía con frenético encarnizamiento y cólera implacable, por saciar sus odios de clan”.

Una época mágica
El Reino de Navarra heredero del Reino de Pamplona, que en sus inicios fue una Marca Carolingia (Estado tapón para amortiguar las razias musulmanas), en el momento de su mayor expansión territorial durante la Edad Media, abarcó partes de lo que hoy es Aragón, una pequeña parte de Cantabria, Castilla, La Rioja, País Vasco, y las antiguas provincias de Gascuña y Occitania en la gran Aquitania.

Este reino, al que antes de que Iñigo Arista le diera forma, ya era un lugar conformado por rituales de un sofisticado paganismo occidental y enormes dólmenes y menhires, que desde el silencio de la historia perdida y su anónima soledad, todavía hoy siguen hablando en voz alta de una época mágica, ya perdida ante el avance del cada vez más impersonal rodillo de la civilización expropiadora de cualquier tipo de identidad. Reino que se benefició de la construcción de calzadas, pesos y medidas, y del orden romano en las clásicas civitas o unidades organizadas autónomas. La vid y el olivo y el uso del arado romano dan fe de su riqueza agrícola, germen del actual, vanguardista y pujante agro navarro.

Muchos fueron los nombres vascones entre los integrantes de las legiones (Cohortes II Vasconum y Bronce de Ascoli) con inscripciones de su participación en Germania, Britania, Mali y Mauritania. En el caso del Bronce de Ascoli –placa inscrita en bronce del año 89 a. C.–, el cónsul Pompeyo Estrabón contó con una caballería extremadamente diestra en el ataque –por su peculiar forma de escamotear al adversario, jinete y equino–, compuesta de vascones del sur e Íberos del Alto Ebro, llamada Turma Salluitana.

Navarra, un gran reino que fue, y que perdura por su grandeza en la memoria de la historia.

ÁLVARO VAN DEN BRULE El Confidencial




La violenta epopeya de los hermanos Barbarroja, los corsarios «españoles» que arrasaron el Mediterráneo


Hasta la crisis de los refugiados del pasado verano, la Isla de Lesbos (Grecia) era casi únicamente conocida por ser un importante destino turístico y porque allí nacieron los atroces hermanos Barbarroja, los corsarios más sanguinarios del siglo XVI. Aruj Barbarroja, llamado así por su barba rojiza (aunque hay otra teoría que apunta era por una deformación de la palabra Babá, padre), fue el pionero de los hermanos. Nacido justo en las mismas fechas en las que la isla pasó de manos genovesas a manos turcas, fue en su origen un comerciante marítimo que se transformó en pocos años en un pirata brutal.

El padre de los Barbarroja fue un cristiano, de origen albanés, capturado por los turcos que, sirviendo a estos en la Isla de Lesbos, se casó con una cristiana viuda llamada Catalina, que el cronista Mármol señala como una española apresada en la mar por un corsario. De esta unión surgieron dos hijas, que conservaron la religión de la madre, y cuatro hijos, musulmanes: Aruj, Elías, Ishak y Jaredín. Decidido a lograr las simpatías del sultán Bayaceto, Aruj Barbarroja abandonó la actividad comercial de su padre y se unió a los ataques contra Rodas. Precisamente en un combate marítimo contra una escuadra cristiana, el joven fue hecho cautivo, posiblemente por una galera española, y su hermano Elías fue abatido. Aruj se pasó los siguientes dos años remando en una galera con un pie encadenado y prometiendo vengarse de los cristianos por la muerte de su hermano.

Aruj Barbarroja, el pionero «del brazo cortado»
El hermano mayor de los Barbarroja se libró de su cadena cortándose con un cuchillo el talón del pie y tirándose al agua. A continuación se enroló como timonel en una flotilla corsaria (el sultán se dedicaba a repartir patente de corso a todos los que armasen naves para atacar a los cristianos), formada por una galera y un bergantín. Pero como no era hombre nacido para obedecer sino para mandar, Barbarroja asesinó a uno de sus patrones y se hizo con los barcos. Sus hermanos Ishak y Jaredín, el segundo tan intrépido como él, se sumaron a la tripulación de Aruj

Como explica Fernando Martínez Laínez en «La Guerra del Turco» (EDAF, 2010), uno de los primeros golpes conjuntos de los tres hermanos fue un ataque en Lípari a una nave en la que iban 360 españoles, que el Gran Capitán enviaba a reforzar la localidad. La traición del contramaestre, un genovés que aceptó forzar el hundimiento de la nave a cambio de dinero, condenó a todo el barco al cautiverio e impulsó la carrera de los Barbarroja.

La Isla de Los Gelves se convirtió en la base de avituallamiento de Aruj, proclamado bey de este territorio tras su alianza con Muley Mauset, rey de Túnez, al que ofreció parte de su botín capturado a los españoles. A pesar de sus modestos orígenes, los hermanos se enriquecieron en muy poco tiempo y se ganaron la estima del sultán por sembrar de terror las poblaciones del litoral mediterráneo. En el caso de la costa española, el éxito de los corsarios se vio favorecido por la inactividad de las galeras catalanas dedicadas al corso, que, por una decisión de los Reyes Católicos basada en lo inhumano de la vida de los galeotes, fueron desarmadas a principios del siglo XVI.

Desde Los Gelves, los hermanos devastaron las costas de Menorca, Valencia y Alicante sin que nadie saliera al paso de sus ataques furtivos. Dentro de los intentos de arrebatar de manos españolas la plaza de Beyaia murió el otro hermano menos conocido, Ishak, a manos de un artillero que también dejó sin brazo a Aruj. Lo que sí consiguió alejar definitivamente de la influencia española fue Argel, que pagaba un tributo anual a Fernando «El Católico» desde que en 1510 Pedro Navarro había tomado la ciudad. En 1517, Aruj cortó la cabeza en persona al rey de Argel y entregó la ciudad al sultán Selim I. Los españoles que permanecían guarneciendo el castillo del Peñón de Argel y los refuerzos que desde España se enviaron al conocer la caída de la ciudad fueron masacrados o capturados (1.500 fueron esclavizados).

Desde otra plaza española en África, Tremecén, los adversarios del rey afín a los españoles le ofrecieron la corona a Aruj. Allí se presentó. Mientras Barbarroja entraba triunfante en Tremecén y decapitaba a los que le habían ofrecido la corona (al fin y al cabo si habían traicionado a su soberano, ¿por qué no lo iban a hacer de nuevo?), el jefe militar de Orán, Martín de Argote, preparó la reconquista de la ciudad. Las dos fuerzas chocaron en un pueblo entre Argel y Tremecén llamado Callah. Los otomanos aguantaron el cerco español e incluso contraatacaron provocando más de 400 bajas y capturando a 600. Martín de Argote decidió ir al frente de 1.000 hombres a vengar la afrenta y recuperar Tremecén. En su huida, Aruj Barbarroja arrojó monedas de oro y plata para retrasar a sus perseguidores. Pero de nada le sirvió. Barbarroja fue alcanzado por la pica de un alférez asturiano, García Fernández de la Plaza, que cortó la cabeza de Aruj. Fue recompensado por el Emperador Carlos con el privilegio de nobleza. No obstante, la actividad de Aruj Barbarroja, conocido como «el del brazo cortado» (lo perdió en Beyaia), fue continuada por Jaredín sin que la empresa familiar registrara quiebro alguno.

El hermano pequeño toma el relevo
Jaredín Barbarroja no escatimó en violencia para vengar la muerte de su hermano. Nada más ser informado, estando en Argel, ordenó asesinar a la mayoría de cautivos cristianos que se mantenían presos en esta plaza y dedicó las siguientes décadas a malograr los avances cristianos en el Mediterráneo. La alianza de Francia con el sultán turco facilitó que Barbarroja tomara la ciudad de Túnez en 1534, en cuyo asalto se destacó el contingente de arcabuceros españoles que mantenía esclavizados. Desde Túnez, arrasó la costa napolitana y se atrevió a ir hasta la boca del Tíber, lo que causó tanta alarma que todas campanas de las iglesias de Roma tocaron a rebato.


En 1535, una fuerza hispano-italiana de 300 galeras reconquistó Túnez y Mehedía, a pesar de que Barbarroja interpuso un ejército de 80.000 hombres y 25.000 caballos, que fueron desbaratados por los cristianos al primer envite. 20.000 cautivos recobraron la libertad ese día, 100 naves turcas fueron capturadas y Jaredín fue forzado a huir hasta Argel. El marino genovés más ilustre al servicio de Carlos V, Andrea Doria, salió en persecución del pirata turco, con 40 galeras, pero fracasó. Su venganza, una vez más, fue terrible: conquistó Mahón, saqueó Menorca y se apoderó de miles de cautivos.

La ofensiva de Barbarroja contra las costas napolitanas, en ese momento bajo el control de la Corona española, y contra varias islas del Jónico y el Egeo pertenecientes a Venecia, convenció al Papa III de la necesidad de organizar una Santa Liga contra los turcos. La alianza entre Venecia, el Imperio español, la Orden de Malta y los Estados Pontificios tomó forma en 1538 y ese mismo año recibió un golpe casi mortal en la batalla de Prevenza, que dio a los turcos el dominio del Mediterráneo durante otros 30 años (hasta Lepanto). Así, frente a una enorme flota de 162 galeras, Barbarroja atacó por sorpresa con sus 140 galeras y sembró el caos entre la escuadra dirigida por Andrea Doria, que, cediendo a la tradicional rivalidad entre venecianos y genoveses, prefirió ver perdidos los barcos venecianos que exponer también los suyos. Visto los resultados de la Liga, Venecia firmó un tratado de paz con Solimán «El Magnífico» en 1540 por el cual aceptaba las conquistas turcas recientes y se comprometía a pagar un tributo anual a la Sublime Puerta.

Barbarroja llegó a suponer una amenaza tan grave para el Imperio español como para que Carlos V ordenara a agentes secretos ponerse en contacto con él, en 1540, para ofrecerle que se cambiara de bando a cambio del cargo de Almirante en Jefe y Gobernador General de todos los territorios españoles del Norte de África. No en vano, había pocos motivos por los que el almirante pirata estuviera interesado en abandonar al sultán, que le había colmado de riquezas. Por el contrario, Barbarroja contestó el fracaso español de Argel en 1540 con una nueva ofensiva contra las posesiones españolas en Italia y contra Niza, en poder del Duque de Saboya, aliado de Carlos. Recibido con gritos de júbilo por los franceses, Barbarroja se instaló ese invierno en el puerto francés de Tolón, mientras sus galeras asolaban el Levante español.

En 1545, Jaredín Barbarroja se retiró a Estambul, dejando a su hijo Hasas Pasha como su sucesor en Argel. En la capital turca falleció a los 63 años de «muy recias calenturas», siendo enormemente rico y una leyenda viviente.

Publicado en ABC

España: entre la pared del inmovilismo y la espada de la ruptura


Después de 40 años de franquismo y otros 40 de transición hacia una democracia que no ha terminado de llegar, ir a morir a esa orilla del comunismo que nos propone Iglesias sería, además de tremendo, injusto.

Fue John Stuart Mill quien dijo que, como fuerza social, un individuo con una idea vale por noventa y nueve con un solo interés. Y con esta frase hecha carne se han topado Mariano Rajoy y Pedro Sánchez y, claro está, toda la tropa que, sin decir esta boca es mía, les acompaña en su peregrinar hacia ninguna parte. Tan ocupados como estaban casando sus pequeños intereses con la tozuda realidad, intentando sobrevivir a su propia inanidad, se han visto desbordados por los acontecimientos y, sobre todo, por personajes que defienden ideas, viejas y tremendas, pero ideas al fin y al cabo. Tipos que, por comparación, se antojan a su lado gigantes, por más que lo que defiendan sea un espanto. Es la diferencia insalvable entre quienes tienen un discurso político y quienes carecen de él, entre quienes tienen convicciones  y voluntad de poder y quienes sólo entienden la política como una profesión vitalicia con derecho a reverencia, sobresueldo y traspaso del negocio. 

Que Pablo Iglesias, en la rueda de prensa del viernes, invitara a Pedro Sánchez a jugar a la ruleta rusa ofreciéndole un pacto envenenado, le ha servido de balón de oxígeno a Mariano, que ha visto la oportunidad de correr turno y ganar tiempo, dejando a Sánchez sólo ante el peligro. Pero a largo plazo las cosas siguen pintando igual de negras para el PP. Con Ciudadanos en medio de ninguna parte y Albert Rivera cada día más desdibujado, Rajoy debe marcharse para permitir que su partido intente refundarse a la carrera. De lo contrario, España podría terminar en manos de un puñado de apóstatas del marxismo que se ocultan oportunamente bajo la finísima piel de cordero socialdemócrata, lo advirtió Engels: “Lo peor que puede sucederle al jefe de un partido extremista es verse obligado a asumir el gobierno en una época en que el gobierno aún no está maduro para el dominio de la clase a la que él representa [...] entonces se ve forzado a representar no a su partido o a su clase, sino a la clase para cuyo dominio las condiciones están maduras”.

Que el agotamiento del periodo político iniciado en 1978 podría llevarnos a la venezuelización de España lo ve ya hasta el más lego en política

Un juego demasiado peligroso

No es una exageración sino un riesgo verdadero. Que el agotamiento del periodo político iniciado en 1978 podría llevarnos a la venezuelización de España lo ve ya hasta el más lego en política. Tener permanentemente a los españoles entre la espada de la ruptura y la pared del inmovilismo es un juego demasiado peligroso, incluso para un país tan apático como el nuestro. Bastantes, aunque no suficientes, ya han elegido espada. Y conviene recordar que Podemos no necesita mayorías absolutas, le basta una vanguardia lo suficientemente numerosa como para ser indispensable.

Después de 40 años de franquismo y otros 40 de transición hacia una democracia que no ha terminado de llegar, ir a morir a esa orilla del comunismo que nos propone Iglesias sería, además de tremendo, injusto. Y es que, por más que se le acuse al ciudadano raso de legitimar con sus votos tanto disparate, lo cierto es que la montaña de la Transición no ha hecho otra cosa que alumbrar ratones cada vez más diminutos. Pero, sobre todo, sería injusto porque nuestra crisis no es cosa del Capitalismo sino consecuencia del fallo multiorgánico de un modelo político singular y autóctono, que ha carecido desde el principio de controles y contrapesos, de verdadera representación, de igualdad ante la ley y, como consecuencia lógica de todo lo anterior, de partidos confiables y gobernantes competentes y honrados.

Desgraciadamente, la resistencia de los viejos corifeos a abandonar el ruedo político y dar paso a un tiempo distinto, impide a muchos descubrir que el problema de España es no haber transitado a un sistema de libre acceso, en lo político y en lo económico. Y esto no se resolverá con más inmovilismo. Pero tampoco con discursos marxistas. Recuerden esta advertencia, los que algunos llaman “derechos sociales” son el caballo de Troya del colectivismo: obligaciones para muchos, dependencia para otros y más poder para el político.

El bienestar no es de izquierdas

Lo cierto es que, cuando la izquierda apunta a sistemas de bienestar como el de Dinamarca, olvida oportunamente que estos se sostiene precisamente sobre democracias capitalistas, sociedades abiertas donde trabajar, hacer negocios y ganar dinero es mucho más fácil que en España. Y, por supuesto, infinitamente más que en Venezuela. Lo que debe preocuparnos no es que algunas personas ganen demasiado, sino que otras no ganen lo suficiente. Y esto sólo puede remediarse con profundas pero sencillas  reformas políticas, que devuelvan competencias a los ciudadanos -y no a los territorios- y con mayor libertad económica… para todos. No más reparto.

La relación entre marxismo y oportunismo es una relación intemporal, perpetua, que va más allá de Pablo Iglesias

Decía recientemente un conocido periodista que Iglesias es más oportunista que marxista. Y no se equivocaba. Pero la relación entre marxismo y oportunismo es una relación intemporal, perpetua, que va más allá de Pablo Iglesias. Ocurre que el marxismo propone una sociedad distópica, en la que si bien todos los individuos tendrán lo suficiente para vivir (es un suponer), ninguno podrá recibir más ni ser más que el resto. Y esta condición igualitaria, que es su santo y seña, resulta incompatible con la naturaleza humana. Las personas necesitan el reconocimiento, es decir, necesitan ser diferentes, desiguales. Y puesto que esta pulsión no puede erradicarse, el marxismo está condenado a ser oportunista o no ser; a necesitar las crisis, utilizarlas y, si es posible, exagerarlas.

Que este oportunismo tenga las patas cortas o largas dependerá de que quienes deben hagan de una puñetera vez lo correcto. Por ahora, todo apunta a que Pedro Sánchez y Mariano Rajoy a lo único que parecen estar dispuestos es a detestarse y a seguir en el puesto, como tapones que impiden el desagüe de las aguas estancadas del final de ciclo. Esperemos que su actitud no sea permanente, porque España, pese a tanto despropósito, sigue siendo una gran nación con enormes potencialidades y con mejor gente de lo que muchos piensan. Sería imperdonable que el egoísmo y la necedad de un par de nombres propios y la voluntad de poder de quien se cree ungido, la llevara al precipicio.



miércoles, 20 de enero de 2016

PEDRO SÁNCHEZ Y LOS ESTÚPIDOS MALICIOSOS

En su ensayo satírico sobre la estupidez humana, Carlo M. Cipolla clasificó a los individuos en varias categorías, una taxonomía muy útil para comprender el pelaje de los políticos en España. Los dirigentes públicos suelen ser básicamente egoístas, incluso egocéntricos, perseguidores de su propio beneficio. Pero existen matices que permiten distinguir tres subgrupos.
  • Los políticos inteligentes se preocupan también de favorecer a sus conciudadanos: hacen compatibles sus intereses con los de la mayoría.
  • Los inteligentes-maliciosos perjudican al ciudadano, pero, al menos, la pérdida que provocan a la sociedad es inferior a la ganancia que obtienen. 
  • Los más nefastos son, con diferencia, los políticos estúpidos-maliciosos, unos fulanos completamente dominados por la estulticia, capaces de causar gigantescos quebrantos a su país, irreparables estragos, con tal de alcanzar un beneficio particular relativamente pequeño. Desgraciadamente, el sistema institucional español generó demasiados dirigentes de esta última ralea. Y así nos va.

¿Qué importa acabar de hundir un país comparado con el placer de ser llamado "presidente", de recibir reverencias de una nube de pelotas y aduladores?


En estos días ha sido Pedro Sánchez el abanderado de este enfoque, el encargado de demostrar que, en la política española, la estupidez constituye una tentación demasiado irresistible como para no sucumbir a ella. Si para alcanzar la presidencia es necesario contar con el voto de los partidos secesionistas, aquellos que niegan la propia esencia de la legalidad española... se cede ante sus exigencias y santas pascuas. Si hace falta conceder una independencia de facto, por la puerta de atrás, un quebranto que imposibilitaría al propio jefe del ejecutivo gobernar en una parte de España... se consuela pensando que queda la otra parte. ¿Qué importa acabar de hundir un país comparado con el placer de ser llamado "presidente", de recibir reverencias de una nube de pelotas y aduladores? El estrecho fin justifica los medios. Para Sánchez, y para una abundante patulea de políticos actuales, los intereses de España importan un comino si se comparan con la inmensa satisfacción de asentar las posaderas en una mullida poltrona, el placer de repartir prebendas a sus paniaguados o, llegado el caso, el deleite de recoger algún sobre despistado por ahí.

Egoístas, tontos y maliciosos

Pero sería injusto atribuir al secretario general del PSOE la exclusiva de estas inclinaciones. Sánchez es sólo un ejemplo paradigmático, el sujeto que se encontraba en la escena del crimen el día de autos, quien tenía el motivo, el medio, el arma y la oportunidad. Y, según su criterio, el ángulo de tiro adecuado y la puntería suficiente como para cometer el crimen. Sin olvidar unos reflejos pavlovianos que le llevan a apretar automáticamente el gatillo cuando se abre cualquier vía para acrecentar su poder. El comportamiento estúpido-malicioso se encuentra demasiado arraigado en la élite gobernante española, para la que el aprovechamiento de lo público para fines privados, la ausencia de responsabilidad o la numantina resistencia a abandonar cargos que proporcionan inmunidad, constituyen la tónica general. Si dispusiera de esa misma opción, seguramente Mariano Rajoy, y muchos otros, explorarían un nuevo pacto con los secesionistas, o con el diablo de ser necesario, como vía para permanecer en el cargo. La letal combinación de maldad y estupidez asemeja los políticos españoles a esos burdos ladrones que, para robar una determinada cantidad, causan un destrozo de incalculable valor. Con tal de figurar, gozar de coche oficial, mangonear profusamente, presumir de cargo rimbombante o embolsarse discretamente unos millones de euros, nuestra clase política genera costes sociales inmensamente superiores. 


No hay que caer en la ingenuidad de esperar dirigentes generosos y altruistas, personajes que se limiten a velar por el bien común: la clase política es interesada en todas las latitudes. Pero existen algunas diferencias. En países más asentados, el egoísmo queda atemperado por un entorno de valores, ideales y visiones del mundo; los intereses particulares constreñidos por un estricto marco legal. Los políticos de democracias con apropiados controles, suelen perseguir su propio interés, por supuesto, pero también otros objetivos más nobles. Miran por ellos mismos sin renunciar a una visión de futuro. Intentan beneficiar a su patria al tiempo que obtienen los réditos. Y muy pocos se permiten perjudicar desproporcionadamente a su país tan sólo para obtener una magra ganancia. No así en España, donde la política es un mercadillo donde todo está en almoneda. Sin ideas profundas o aspiraciones elevadas, las leyes y valores se retuercen en beneficio particular;  y el bien común importa un comino.

Rajoy y Sánchez... a subir cafés

¿Por qué no surgen en la política española principios y valores capaces de atemperar el egoísmo más pedestre? ¿Por qué padecemos la plaga bíblica de los tontos-maliciosos en lugar de males menores como políticos tontos-bondadosos o listos-malvados? No es nuestra mala estrella sino el resultado inevitable de un diseño institucional pensado con los pies, de unos inadecuados procesos de selección de las élites que, combinados con la ineficacia de los controles sobre poder, producen una degradación extrema de la política. 

En un sistema medianamente sano, espíritus tan estrechos, tan cortos de miras como Pedro Sánchez o Mariano Rajoy, no habrían pasado de meros oficinistas de partido, o de chicos para subir los cafés. Pero nuestro perverso sistema tiende a promover a quienes carecen de criterio, de ideales, a los más desprovistos de escrúpulos, a los veletas, a los más inclinados a cambiar de posición según sopla el viento de los cargos. E impone enormes costes a los militantes con principios, saber, inteligencia, generosidad y visión de futuro. Nuestra partitocracia constituye un campo abonado para esos tontos-maliciosos que, finalmente, toman decisiones por todos, promueven la arbitrariedad, la ausencia de reglas, impulsan una política que margina el bien común. Y fomentan un desmoralizador relativismo que se extiende por toda la sociedad. La estupidez y la malicia se muestran públicamente como las características más valoradas, aquéllas que permiten medrar, alcanzar los puestos de mayor responsabilidad. Ése es el ejemplo, el mensaje que recibe la juventud.

martes, 19 de enero de 2016

REQUISITOS PARA CREAR UN GRUPO PARLAMENTARIO

¿Cuántos diputados hacen falta para tener grupo?
El Reglamento establece que para formar grupo hay que tener al menos 15 diputados, o como mínimo 5 y lograr un 15 por ciento de votos en cada circunscripción donde se presentan, o el 5 por ciento en el conjunto de la Nación.

¿Qué ventajas tiene?
El Reglamento del Congreso también concede subvenciones. Por cada grupo, se otorgan 28.597,08 euros mensuales, y por cada diputado, 1.645,49 al mes.

¿Qué límites existen?
Según el artículo 23.2 del reglamento del Congreso de los Diputados en ningún caso pueden constituir Grupo Parlamentario separado Diputados que pertenezcan a un mismo partido. Tampoco podrán formar Grupo Parlamentario separado los Diputados que, al tiempo de las elecciones, pertenecieran a formaciones políticas que no se hayan enfrentado ante el electorado

¿Se pueden ceder diputados?
Es una costumbre parlamentaria habitual que los partidos «cedan» temporalmente algún diputado a las formaciones que no han logrado el mínimo exigido por el reglamento para que puedan constituirse en grupo parlamentario. El único límite que existe a este respecto es que estos partidos hayan competido entre sí.

¿Tiene sentido la propuesta de Oltra al PSOE?
El problema de las confluencias de Podemos para formar grupo parlamentario no se soluciona con una cesión de diputados. Ese no es el problema, sino que éste radica en que Podemos no puede dividirse en cuatro grupos porque éstos no han competido entre sí, como señala el artículo 23.2

¿Quién está en contra?
Ciudadanos ha propuesto modificar el reglamento del Congreso para impedir cualquier cesión de diputados porque lo considera «fraude de ley».

ERC, IU y Bildu presentaron este lunes en el registro del Congreso su propuesta para formar un grupo parlamentario conjunto, una iniciativa que favorece a la formación de Alberto Garzón y al partido abertzale que ganan visibilidad y recursos. En la propuesta, que ahora tendrá que ser avalada por la Mesa del Congreso, se recuerda que los tres partidos superan el límite mínimo de cinco diputados y alcanzan el 6,93% de los votos en todo el territorio nacional, por encima del 5% que exige el reglamento del Congreso. En el escrito se designa como portavoz al diputado de ERC Joan Tardá, y como portavoz adjunto a Gabriel Rufián, también del partido republicano que encabezaba la candidatura al Congreso.

No es la primera vez que ERC e IU forman un grupo conjunto, ya que en 2008, con Gaspar Llamazares, configuraron un grupo técnico similar al acordado ahora. 



El «préstamo» de diputados, una práctica pendiente de regularEl Reglamento del Congreso no recoge ninguna disposición para limitar el préstamo de diputados entre partidos.

El táctica del préstamo de diputados entre partidos para permitir que formaciones más pequeñas puedan crear grupo parlamentario cuando no alcanzan el mínimo de escaños exigidos, está pendiente de regular. El Reglamento del Congreso no recoge disposición alguna al respecto de manera que los partidos pueden prestarse entre sí todos los diputados que consideren adecuado para su estrategia política.

Lo más usual, es prestarse diputados entre formaciones políticamente afines, para lograr más visibilidad en una postura política. Pero el ejemplo más criticado estos días ha sido el préstamo del PSOE en el Senado a las formaciones catalanas independentistas Democracia i Libertad (la antigua Convergencia) y ERC para que puedan formar grupo parlamentario en la Cámara Alta, pese a que Ferraz ha declarado estar en contra de la secesión de Cataluña.

Formar grupo supone acceder a presupuesto, portavoces y tiempo de interpelación propios por lo que ningún partido quiere renunciar a ello, si puede evitarlo. No formar grupo parlamentario supone quedar integrado en el Grupo Mixto donde el presupuesto, los portavoces y el tiempo de interpelación son compartidos. El único límite que el Reglamento impone de manera indirecta al préstamo de diputados son las tres condiciones que marca a la hora de formar grupo parlamentario.

Esto es, el préstamo de diputados entre partidos debe permitir alcanzar un mínimo de quince diputados o, al menos, cinco escaños siempre y cuando sumen el quince por ciento de los votos correspondientes a las circunscripciones en que hubieren presentado candidatura o el cinco por ciento de los votos emitidos en el conjunto de la nación. Asimismo, será necesario que la cesión de diputados se realice entre formaciones políticas que se hayan enfrentado ante el electorado.

Podemos también está barajando esta opción para intentar conseguir dividirse en cuatro grupos parlamentarios pese a que el Reglamento del Congreso y las otras tres grandes formaciones -PP, PSOE y Ciudadanos- ya han advertido que no lo aprobarán. Una vez acabado el plazo, los partidos que no tengan asignado grupo parlamentario pasan a quedar integrados en el Grupo Mixto, pero tienen posibilidad de recurrir ante la Mesa y pedirle que reconsidere su decisión tras escuchar a la Junta de Portavoces y tras solicitar un informe jurídico a los letrados de la Cámara baja.

A primeros de la semana que viene la Mesa volverá a reunirse para emitir su dictamen definitivo y de manera extraordinaria comenzará el plazo de gracia de tres días, concedido por el presidente del Congreso, Patxi López, a los partidos antes de adjudicar al Grupo Mixto a aquellos que no hayan logrado formar grupo. Se trata de una «segunda oportunidad» para que Podemos, que ya ha dicho que va a mantener su petición de dividirse en cuatro grupos hasta el último minuto, pueda repensar su estrategia.


SOBRERREPRESENTACIÓN DE FUNCIONARIOS EN EL NUEVO CONGRESO

El partido de los funcionarios ganó las elecciones, John Müller, El Español.com18.01.2016
     
Al menos un 39,4% de los nuevos diputados del Congreso -es decir cuatro de cada 10- son funcionarios o forman parte del personal estatutario de los Servicios de Salud, pese a que éstos sólo suponen el 3,4% de la población española. Al menos 138 de los 350 diputados son parte de los 1.562.407 funcionarios que hay en las distintas administraciones, según el análisis de las fichas personales de los miembros del Congreso.

La sobrerrepresentación de los funcionarios en el Congreso ha aumentado en esta XI Legislatura. Al comenzar la legislatura anterior, en diciembre de 2011, había 126 funcionarios que eran diputados, 12 menos que en la cámara que se constituyó el miércoles pasado.

La tipología de estos 138 funcionarios-diputados incluye desde los cuerpos de élite de la administración que forman los abogados y los técnicos comerciales del Estado, hasta los maestros de primaria o los agentes de los cuerpos de seguridad. Entre ambos extremos hay diputados que son diplomáticos, letrados, inspectores de Hacienda, magistrados, funcionarios de carrera de las distintas administraciones, profesores titulares de universidad, médicos, enfermeros o catedráticos de instituto.


La cifra puede ser superior, pero no menor. Quizá algún diputado no haya concretado en su ficha su condición de funcionario. Los que sí han sido excluidos de este cálculo son aquellos diputados que se han desempeñado en algún momento como personal laboral de la Administración (un universo de 620.178 personas) o que se encuadrarían en la categoría de “otro personal” del Estado (360.202 personas) en la que figuran los eventuales y los interinos.

La razón para separarlos es que a ellos no se les reserva el puesto como a los funcionarios. Éste fue el caso, por ejemplo, de Pablo Iglesias Turrión, que era profesor titular interino en la Universidad Complutense y perdió su empleo cuando fue elegido eurodiputado. Si se consideran estos dos grupos, el personal de la Administración asciende a 2.542.787 personas (el 5,5% de la población), según el Boletín Estadístico del Personal al Servicio de las Administraciones Públicas de julio de 2015.

Las formaciones del bipartidismo son las que mayor densidad de funcionarios presentan. El PSOE es el partido que más funcionarios tiene, un 47,8% de sus diputados reúnen esta condición (43 de 90). Le sigue el Partido Popular, con un 44,7% de sus diputados. Las formaciones emergentes tienen porcentajes menores. Podemos, considerado globalmente, tiene un 29% de funcionarios (20 de 69) mientras que Ciudadanos tiene un 27,5% (11 de 40).

Hay partidos con un número menor de diputados donde la sobrerrepresentación del “partido de los funcionarios” suele pesar más. Es el caso de Coalición Canaria (CC) con un 100% ya que su única diputada es funcionaria en excedencia. Y en el PNV donde son el 50% de sus representantes  (3 de 6 diputados), o de EH-Bildu (1 de 2) y UPN-PP (también 1 de 2).

Pero también hay excepciones: los catalanes de Democracia y Libertad (DL) sólo tienen un 12,5% de funcionarios (1 de 8 diputados) y es el partido que menos densidad presenta si se excluye a Izquierda Unida que tiene dos diputados y ninguno es funcionario. Y si se desgaja del PSOE el grupo de diputados del PSC, estos apenas tienen un 14,3% (1 de 7). Los demás grupos catalanes están más próximos a la media nacional: ERC tiene un 33,4% de funcionarios (3 de 9) y En Común Podemos es la franquicia de Podemos que más funcionarios tiene, un 41,7% (5 de 12).

Este nivel de sobrerrepresentación de los funcionarios en el Congreso es una singularidad española que no se da en otras democracias desarrolladas. Es fruto de la costumbre y de nuestro diseño institucional. En los países anglosajones y nórdicos, la política y el funcionariado están nítidamente separados y hay fuertes incompatibilidades. En España, por el contrario, prácticamente se favorece, ya que a los funcionarios se les reserva la plaza mientras son diputados. Además, las redes de contactos que les facilita la política les permite acceder más rápidamente a puestos superiores del escalafón.

El mercado laboral también contribuye. Al ser difícil consolidar una carrera, son pocas las personas que interrumpen su actividad en España para dedicarse a la política. Esta relación tan estrecha entre la política y el funcionariado contamina ambos lados de la ecuación con efectos duraderos sobre la vida institucional.

Por un lado, politiza la función pública. Víctor Lapuente Giné, profesor en el Instituto para la Calidad de Gobierno de la Universidad de Gotemburgo, escribía en 2012: “Un ejército de individuos -que deben su cargo sobre todo al cultivo de relaciones personales y políticas- ha ido ocupando las capas superiores de nuestras instituciones públicas (…) Pero ¿por qué los gestores de entidades públicas no pueden ser directamente dependientes de aquellos que legítimamente han ganado las elecciones? ¿No forma parte la gestión pública del sano intercambio democrático? No sólo no forma parte, sino que la politización del sector público es uno de los factores que más claramente puede socavar la legitimidad de un sistema democrático”.

Por otro lado, la política se ve contagiada del espíritu de los funcionarios. Los expertos del grupo Politikón, autores del libro La urna rota (Ed. Debate, 2014), lo resumían con acierto: “El problema es que esto genera un sesgo en los representantes que elegimos, al menos en dos aspectos. Primero, que son más reglamentistas y juristas, lo que explica en parte la obsesión por regular, pero la escasa atención a la ejecución de las políticas. Y segundo, que son esencialmente más conservadores, en especial en todo lo tocante al sector público. Al fin y al cabo, si las reformas de la administración en España son tan escasas es en parte porque tenemos el lobby dentro”.


LA TENTACIÓN CAUDILLISTA DE PODEMOS Y PABLO IGLESIAS

Para Pablo Iglesias, la acción no tiene otro objetivo que la victoria.

La elección racional en beneficio del conjunto de la sociedad no tiene lugar en su presentación militarizada de la política, de impronta leninista.



"Pedro, mandas poco en tu partido", le espetó Pablo Iglesias al secretario general del PSOE en uno de los debates preelectorales. El incidente hacía recordar una visita del periodista cubano Carlos Franqui a Fidel Castro y al Che, que estaban encarcelados en una prisión mexicana. Franqui se atrevió a hacer una crítica a Stalin, para encontrarse con una terminante réplica de Fidel: “Sin un jefe único, aunque sea un mal jefe, la revolución es una causa perdida”. Viene asimismo al caso un párrafo de Disputar la democracia, libro-programa donde Iglesias cita, como no, Juego de tronos,y en concreto la escena en que la reina condena a muerte de inmediato a un consejero por atreverse a afirmar que “conocimiento es poder”. “El poder es el poder”, replica airada la reina. Pablo Iglesias lo anticipa: “el poder nace de la boca de los fusiles”. Toda una profesión de fe democrática.

No es que las consideraciones doctrinales de Iglesias merezcan excesiva atención, pero sí sirven como útiles indicadores de lo que puede hacer si llega a gobernar. Ahí está su alusión introductoria a Maquiavelo, donde se limita a subrayar la dimensión técnica de un poder ejercido de modo implacable en los principados, lo cual le convierte en el padre de las tiranías modernas. Es el Maquiavelo emparentado con Carl Schmitt, y maestro de dictadores, de Napoleón a Mobutu, pasando por Mussolini, y que al parecer inspira a Iglesias. Olvida que Maquiavelo nunca pensó que esa concepción política fuese deseable, habiendo sido firme defensor del vivere libero en la República de Florencia.

Porque Pablo Iglesias, aun cuando se llene la boca de la palabra una y otra vez, rechaza la democracia, entendida como procedimiento mediante el cual se alcanzan las decisiones políticas. La “disputa”. Por supuesto, considera insuficiente la democracia como espacio pluralista en el cual varios partidos compiten por el voto. Su democracia responde a un criterio finalista: hay democracia si se incrementa el poder de la mayoría y se logra “que desaparezcan los privilegios de los menos”. Resulta claro que si “los menos” controlan las instituciones y vencen en el voto, es que ejercen la manipulación y la democracia no existe. En línea con lo que les dijo a los eurodiputados en su despedida, ante una distribución del poder desfavorable para los más, la contrarrevolución —entonces la destrucción de Europa— triunfa. Lo explicó Monedero: la prioridad corresponde al empoderamiento del “pueblo”, guiado por un jefe carismático, frente a “los menos”, “los privilegiados”, el no-pueblo. Vuelve la apolillada distinción entre democracia formal y democracia real.

Estamos ante una visión maniquea, muy simple, de pueblo frente a poderosos a desalojar de su primacía. De ahí que la violencia sea palanca imprescindible para acabar con las injustas relaciones de poder vigentes. El vocabulario militar es omnipresente. La de Iglesias es una Machtpolitik donde el Estado de derecho consiste en “la voluntad política racionalizada de los vencedores”. Su ejemplo es la Ley de Partidos que ilegalizó al brazo político de ETA: Iglesias menosprecia el detalle de que se trataba de oponer la ley a la impunidad de una organización terrorista. Para él, la acción política no tiene otro objetivo que la victoria, con dosis de ajedrez y sobre todo de boxeo. La elección racional en beneficio del conjunto de la sociedad no tiene lugar en su presentación militarizada de la política, de impronta leninista.

Pablo Iglesias es un político actuante en la democracia, en rigor no un demócrata. Por eso, en la estela de Lenin, las alianzas carecen de valor en sí mismas, y otro tanto sucede con los fines sociales o económicos que persigan, si no permiten aprovechar la convergencia para imponerse al aliado transitorio. Monedero acertó al calificarlo de leninismo amable”. La táctica de desbordamiento del PSOE es un óptimo ejemplo, respecto de partidos próximos, igual que la voluntad de servirse de las instituciones para alterar su contenido. Si de veras quería aliarse con el PSOE, sobraban las “líneas rojas” anunciadas de inmediato, con el referéndum catalán, que sigue siendo el obstáculo para la alianza anti-PP si el ansia de poder de Pedro Sánchez no lo hace olvidar.

No se extiende demasiado Iglesias sobre el contenido de su “nueva transición”: en el libro recién publicado con ese título concede al tema tres páginas. Ahora bien, los “objetivos imprescindibles” fijados para toda alianza son ya ilustrativos. Importa ganar; lo que resulte de los medios empleados es irrelevante. Así con “el derecho a decisión” generalizado, listo para sacar votos en las nacionalidades y anexos, más la ruleta rusa de la autodeterminación de obligado cumplimiento en Cataluña, saldrá porque lo dice su bola mágica un “Estado plurinacional”. Todas son naciones con su “derecho a decidir”. La revocabilidad de cargos de la Constitución venezolana también tiene su sitio, facilitando así librarse de opositores elegidos mediante la democracia representativa a la cual se opone el referéndum plebiscitario. Y pensando en los resultados monolíticos de la organización de Podemos partido, listo para asaltar el cielo desde un centralismo autocrático, cabe augurar que su ley electoral responderá a análogo propósito. No hace falta seguir alarmando con el proceso constituyente y con la condena de la Constitución del 78: con “cambiar la Constitución”, el objetivo es el mismo.

El culto a la personalidad, y la permanente exaltación de la figura de Iglesias, así como la deformación finalista de la idea de democracia —una democracia plebeya— nos sitúan en el terreno de un caudillismo populista, con bien conocido antecedente, aunque ello no guste al interesado. El silencio de Podemos sobre la tragedia que es la situación venezolana bajo Maduro ahorra todo comentario. Los condicionamientos jurídicos y económicos no cuentan, siendo sustituidos por la promesa de reformas igualitarias. La justicia social sirve así de máscara a la demagogia, amparando de momento la rentable operación de denuncia, tanto del Gobierno conservador que bien lo merece, como del rival/aliado socialista, si no suscribe sus propuestas. El hábil manejo del discurso en Iglesias le permite funcionar a la perfección con falsas evidencias. La factura ya vendrá luego y se cargará en la cuenta de la los malos de la película, tanto internos como de la UE. Lástima que la cita a Tsipras ya no sirva. Y por fin, como en Chávez, ahí están los medios de comunicación, con la televisión en primer plano, para crear en los ciudadanos la ilusión participativa bajo el mando del Líder. Y es que tanto su inspirador, antes, como Iglesias, ahora, son animales televisivos, mucho más avezados en “seducir”, palabra clave para el segundo, que en proponer una gobernación racional. A Pedro Sánchez no parece preocuparle. Nada salvo su victoria pírrica parece preocuparle.


domingo, 17 de enero de 2016

La Yihad anti-PP. El PSOE prefiere el extremismo y el independentismo.

Es posible que haya nuevas elecciones antes de que los socialistas se atrevan a violar la fatwa ideológica contra el PP

La principal anormalidad política española consiste en que un partido democrático mayoritario y de carácter estructural, similar en ideología y composición sociológica al gaullismo francés, al socialcristianismo alemán o a los tories británicos, sea objeto de repudio en un arco parlamentario donde figuran desde independentistas que desean romper el país hasta populistas revolucionarios dispuestos a liquidar el sistema

Y casi más chocante aún resulta que esa estigmatización formulada por las élites dirigentes de la izquierda y el nacionalismo sea aceptada y/o compartida por gran parte de sus votantes, que tienden a considerar un anatema cualquier tipo de acuerdo con el centro-derecha. El problema de gobernabilidad planteado por el resultado electoral de diciembre estaría resuelto en cualquier país del entorno europeo con un pacto de estabilidad transversal perfectamente normalizado; es posible, sin embargo, que en España haya que recurrir a nuevas elecciones antes de que la socialdemocracia se atreva a romper ese inquietante «cordón sanitario» que no rodea sólo a una fuerza política, sino a varios millones de ciudadanos tercamente empeñados en votarla.

Esa insólita voluntad de aislamiento es la que mueve a Pedro Sánchez a vincular la supervivencia de su liderazgo a una especie de yihad anti-PP articulada mediante una coalición multipartita que puede poner en peligro la cohesión del PSOE, muchos de cuyos votantes no acaban de entender la permeabilidad hacia el nacionalismo. Sánchez sabe, sin embargo, que sus bases sociales tampoco le perdonarían que permitiese, por activa o por pasiva, la continuidad en el poder de una derecha criminalizada. Lo sorprendente es que al mismo tiempo los socialistas, en su mayoría, se muestren complacientes con Podemos, una fuerza que aspira a reducirlos a la irrelevancia y que sostiene unos postulados extremistas y de ruptura que sí merecerían el rechazo general en cualquier estándar democrático. Lejos de cuestionar la actitud insurgente y antisistema de quienes les disputan la hegemonía de la izquierda, la socialdemocracia los considera una suerte de hermanos separados con los que a fin de cuentas se puede caminar hacia objetivos compartidos bajo la hostilidad al adversario común.

En esta dialéctica radical, Ciudadanos desempeña un papel clave de equilibrio más allá de su escasa masa crítica parlamentaria, insuficiente para determinar mayorías de gobierno. Alimentado electoralmente con votos moderados, C’s es la única fuerza que puede actuar de puente ideológico y moral para evitar la fatwa contra la representación política de siete millones de españoles. Ocurre que a veces su voluntad de marcar territorio propio y un cierto complejo progresista tienden a conducir a Rivera al lado seguro de la valla invisible de exclusión. Ninguna yihad admite componendas: lo que no es oposición es complicidad.

ABC  17/01/16 IGNACIO CAMACHO

Libre te quiero, la eterna mentira de la extrema izquierda

El gobierno municipal de Madrid, en manos podemitas por obra de Pedro Sánchez, está paralizando iniciativas empresariales de la construcción, lo que supone condenar a miles de personas a no encontrar trabajo. La última crisis económica –porque está a punto de llegar otra– se llevó por delante, entre otras cosas, un millón de puestos de trabajo en el sector de la construcción. La mayoría de los afectados bordean los 50 años. Es difícil convertirlos ahora en ingenieros informáticos. Su futuro depende de reactivar la parcela en la que ellos tienen habilidades profesionales. Entre el edificio España, la operación Chamartín y Campamento, se podrían generar decenas de miles de empleos. Y ya sabemos que sin trabajo no hay dignidad ni integración posible

Pero a los podemitas no parece interesarles mucho la creación de empleo. Prefieren pagar subsidios antes que generar ocupación. De esta manera se agrava el descontento y, sobre todo, se gobierna para ciudadanos menos libres

Nada nuevo bajo el sol. Es la eterna receta de la extrema izquierda, ya fracasada. No quieren ciudadanos libres, sino subvencionados y dependientes.