domingo, 14 de abril de 2013

LA CRISIS ECONÓMICA Y NUESTROS DERECHOS

Tengo un amigo que regenta un pequeño comercio tradicional en el centro antiguo de Madrid. Un barrio viejo, castizo, donde la crisis económica, como en todas partes, ha golpeado fuerte en los últimos años, dejando, como paisaje después de la batalla -una batalla que está lejos de terminar-, innumerables tiendas cerradas a modo de cadáveres. Jalonando así años de imbécil incompetencia oficial y también, a veces, de imbécil irresponsabilidad ciudadana particular. Como la mayor parte de sus colegas de la zona, mi amigo se lamenta cada vez que entro en su tienda y pregunto cómo van las cosas. A veces se limita a señalar la tienda vacía de clientes, los escaparates de los comercios vecinos que ofrecen saldos desesperados, o con el cartel Se traspasa muestran estantes vacíos y cristales polvorientos. 

Mi amigo, que era votante de izquierdas, acabó votando a la derecha en los últimos años del Pesoe y ahora ya no sabe a quién diablos votar. Son todos igual de hijos de puta, me dice. La totalidad del arco parlamentario y la madre que lo parió. Luego cuenta que hace tiempo que no puede pegar ojo por las noches. Tengo cincuenta y cuatro años, subraya. Mucha tela por delante. Y sólo esta tienda para vivir y dar de comer a mi familia. Y por primera vez en mi vida me preocupa la vejez. No sé cuánto tiempo podré aguantar así. Hoy sólo han entrado tres personas en la tienda y ninguna compró nada. Estoy asustado. Te lo juro. Tengo verdadero miedo.

Le comento que el sábado pasado vine a comprar algo para un regalo, y la tienda estaba cerrada. «Es que los sábados por la tarde cierro», dice. Le pregunto por qué lo hace, si precisamente ese día es cuando más gente se mueve por el centro de la ciudad. Cuando más público pasa por delante de su tienda. Y su respuesta me deja pensativo: «Es que yo también tengo derecho». Derecho a qué, pregunto tras unos segundos para digerirlo. «A descansar como todo el mundo -dice-. El mismo que tienes tú». Le respondo que, en primer lugar, yo trabajo de ocho a diez horas diarias todos los días de la semana, pero que ésa no es la cuestión. El asunto es que hay quienes pueden permitirse no trabajar día y medio a la semana, si quieren; pero ése no es su caso. No, desde luego, en la angustiosa situación que me describe cada vez que entro en la tienda. No con la crisis, la escasez de clientes, la necesidad urgente, en tiempos como éstos, de romperse los cuernos para arañar sustento a la vida.

Le digo todo eso, más o menos. Con términos adecuados para un amigo. Y añado que las palabras «tengo derecho» pueden ser engañosas. Uno tiene derecho a todo, naturalmente. Pero sólo cuando puede permitírselo. Cuando está a su alcance. Yo también tengo derecho a pasar un año leyendo y viendo pelis, navegar el Mediterráneo sin dar golpe, tener una villa en la Toscana o moverme por Madrid en un Rolls Royce con chófer. Pero no me lo puedo permitir, así que me olvido de ello. Todos tenemos derecho a pasar unas vacaciones en el Caribe, a una segunda casa en la playa, a una Harley Davidson, a cenar en Le Grand Véfour con George Clooney o Mónica Bellucci. Pero de ahí a poder media un trecho. Y en tu caso, le digo a mi amigo, tal y como están las cosas, tu derecho a cerrar la tienda los sábados por la tarde, en una calle peatonal y justo a quinientos metros del Corte Inglés, resulta más difícil de ejercer. «Pues abre tú la tienda», responde, algo picado. Yo no tengo tienda que abrir un sábado por la tarde, respondo. Pero tú sí la tienes, y vives de ella. Y ese día eliges descansar. Eres muy dueño. Pero en tal caso deberías matizar la queja. 

Por otra parte, añado, no eres el único. Prueba a encontrar, por ejemplo, un quiosco de prensa abierto un domingo a partir de medio día. Verás qué risa. ¿Y sabes lo que te digo? Si esta infame crisis hubiera estallado en tiempos de nuestros padres, que ésa sí fue una generación lúcida, sacrificada y admirable, ellos habrían tardado poco en mandarnos a trabajar a la pescadería de la esquina, para llevar dinero a casa. Y por cierto -recuerdo, de pronto-. Tienes un hijo, ¿verdad? Un mocetón de veinticuatro tacos que aún no ha terminado la carrera, y que cuando la termine irá directamente al paro. Vive en tu casa, come y duerme en ella. ¿Por qué no le dices que venga los sábados por la tarde y se encargue de la tienda?... «La tienda no le gusta -responde mi amigo-. Además, si lo planteo, mi mujer me mata». Me lo quedo mirando, encojo los hombros y sonrío, convencido. Pues eso mismo, comento. Pues eso.

sábado, 13 de abril de 2013

RENACER NEOCOMUNISTA EN ESPAÑA


EL pensamiento Twitter domina la vida pública. Imperan los asertos volanderos, epidérmicos, indiferentes a los datos empíricos. Gana la partida quien grita más o es mejor actor, pues la sustancia de los asuntos no se estudia. Una docena de tertulianos, que cenan en una televisión y desayunan en otra, marcan el debate a golpe de clichés ideológicos y lugares comunes. Valga un ejemplo: se muere Margaret Thatcher y desde el espectro autodefinido como «progresista» se la despacha raudo como un oprobioso cáncer que destrozó el Reino Unido. La prensa de calidad, la poca que queda en un país infectado por el amarillismo, recuerda que cuando Thatcher llegó al poder el Reino Unido tenía la autoestima por los tobillos y ocupaba el puesto 19 en el ranking económico de la OCDE. Una década después, cuando se marchó, Gran Bretaña ocupaba el segundo lugar; la inflación había pasado del 20% al 5% y el paro había caído al 6%, casi pleno empleo. Da igual: Thatcher se cargó el Reino Unido y se cepilló su estado del bienestar. Una hipérbole harto discutible. Conocí a gente que emigró a Inglaterra a finales de los años 80, ya en la coda final del thatcherismo. Retornaban en verano pasmados por las bicocas en forma de subvenciones estatales que allá había. ¿Cómo podía ser eso si Atila Thatcher se había ventilado todo el estado del bienestar?

Escucho una radio conservadora. Comentan que la Junta de Andalucía pretende expropiar pisos a los bancos en casos de desahucio. Una bofetada a la propiedad privada, insólita en una democracia al uso; un guiño demagógico propio de una mañana revoltosa de Evo Morales. Pues bien, dos tertulianos de la cadena, el alcalde de una gran ciudad española y un supuesto experto en economía, se muestran comprensivos con el desbarre confiscatorio. La propiedad privada es el cimiento de nuestra civilización. La propuesta andaluza anima a una lógica perversa: si se expropian los pisos de la gente que no los paga para que sigan en ellos, ¿por qué tenemos el resto de los clientes que hacer el esfuerzo de abonar nuestras hipotecas? Si en Andalucía no rigen las leyes elementales de la economía de mercado, ¿dónde queda la seguridad jurídica en España?

Ante la terca realidad de que la economía sigue en coma y ante la evidencia de que el catecismo de la austeridad por sí solo no nos sacará del agujero, surgen, y es lógico, movimientos de descontento. Con casi seis millones de parados, viviríamos en un país bobalicón si no hubiese quejas. Sin embargo la solución no vendrá del festival neocomunista en curso. Es cansino recordarlo, pero obligado: el comunismo fue una de las mayores calamidades del siglo XX. Allá donde se implantó solo trajo penuria y mutilación de las libertades personales. El comunismo simplemente no funciona. Por no hablar ya de que es la ideología que amparó dos de los tres grandes genocidios del siglo XX: los de Stalin y el Jemer Rojo (el tercero fue la salvajada nazi, obviamente). Pasma que nuestros ediles de IU, nuestros Willys Toledo y nuestros acosadores escrachistas no se hagan una reflexión tan pueril como esclarecedora: ¿por qué Corea del Norte es un lugar misérrimo mientras sus hermanos del sur, idénticos a ellos, habitan un país próspero? La respuesta está fácil: porque en el sur practican las recetas de Adam Smith y en el norte, las de Ada Colau.

Vuelve la burramia neocomunista, y lo hace con un inquietante deja vu: como en la convulsa Segunda República, el PSOE, un partido de gobierno hasta ayer mismo, se rebaja a ejercer de gregario de la vanguardia comunista radical. Pésima noticia para nuestra democracia que la felonía de Rubalcaba haya dejado solo al PP en el espacio del centro y la defensa de la unidad de España.

domingo, 7 de abril de 2013

EL PSOE SIGUE VENDIENDO GIBRALTAR A REINO UNIDO

El Partido Socialista ha dado un paso más en su política de defensa de un Gibraltar británico y no español. A la queja de Exteriores por el colaboracionismo de la alcaldesa de La Línea con el Peñón, ahora se suma el vicesecretario general del partido en Andalucía: acaba de apoyar que el Peñón siga bajo soberanía del Reino Unido.

En el Ministerio de Asuntos Exteriores no salen de su asombro. Se trata de unas declaraciones que consideran realmente graves pronunciadas por un alto representante del PSOE andaluz. Concretamente, por el considerado como número tres de la ejecutiva.

Todo comenzó hace una semana, cuando Mario Jiménez declaró lo siguiente:

-- “Hay que lanzar un mensaje de vinculación del PSOE con La Línea y la comarca para sacar adelante esta tierra, desde el diálogo, acuerdo y respeto mutuo, que está faltando en la derecha en este territorio […] La presencia del Peñón es un elemento fundamental de la idiosincrasia del Campo de Gibraltar, y el interés que tiene la existencia del Peñón. Más de 6.000 trabajadores se benefician del Peñón, y las relaciones políticas, económicas y sociales son muy importantes. Por eso no entendemos la postura irresponsable del PP, que ha decidido cuestiones que pone por delante del día a día y del pan que están buscando muchas personas en Gibraltar”.

Las fuentes consultadas por ECD aseguran que estas afirmaciones realizadas por un socialista sería incluso motivo de dimisión.

Una cortina de humo sobre los ERE

Fuentes de alto nivel en Exteriores a las que ha tenido acceso El Confidencial Digital solo tienen una explicación para estas palabras: creen que los socialistas andaluces quieren aprovechar el conflicto de Gibraltar para conformar “una cortina de humo sobre los ERE en la Junta”.

En Madrid hay constancia de un movimiento para defender la postura pro-gibraltareña, que se mira con preocupación. Se produjo la pasada semana en el Parlamento andaluz:

-- Propuesta de la comisión de Presidencia e Igualdad instando a la Junta, con el apoyo del PSOE-A e IULV-CA y el rechazo del PP-A, a reclamar al Gobierno central que “normalice las relaciones” con el Gobierno de Gibraltar que preside Fabián Picardo, y a su vez establezca los mecanismos oportunos para activar el Foro de Diálogo sobre Gibraltar en el ámbito de sus competencias”.

Desde el PSOE andaluz se critica también al PP por haber acabado con el llamado Foro Tripartito. En Exteriores lo califican como “un acto de demagogia y cinismo descarado”, ya que fue el ejecutivo de Peter Caruana quien puso fin a este foro a tres bandas.

Fue precisamente la ministra Trinidad Jiménez quien puso los primeros pilares de la actual política de España con respecto a Gibraltar. José Manuel García-Margallo se ha limitado a aplicar una política continuista, indican fuentes solventes.

El único marco de negociación que aceptará el Gobierno de Mariano Rajoy será el Foro Cuatripartito, introduciendo al Campo de Gibraltar en los contactos. A esta propuesta se nieva Gibraltar y, por extensión, la alcaldesa de La Línea.

Cierre de una emisora crítica

En Exteriores tampoco ha pasado inadvertido el cierre de una emisora de radio local muy crítica con la gestión de Gemma Araujo, la alcaldesa de La Línea. Hace unos días, Radio Atunara fue obligada a clausurar sus emisiones tras una denuncia y apercibimiento de multa de 100.000 euros.

¡¡¡SOCORRO, PAPÁ ESTADO!!! LOS ESPAÑOLES CADA VEZ MÁS DEPENDIENTES

La inmensa mayoría de españoles reclama que se mantenga e incluso incremente el actual modelo de Estado del Bienestar, aun a costa de tener que subir los impuestos, aboga por un papel muy activo del Gobierno en la economía y opta por incrementar el gasto público para salir de la crisis. Éstas son algunas de las conclusiones del Estudio Values and Worldviews que la Fundación BBVA presentó este jueves. La encuesta examina un amplio conjunto de percepciones, actitudes y valores de los ciudadanos de 10 países europeos, y el resultado es que la población española se declara abiertamente intervencionista, es decir, prefiere mucho más Estado y menos mercado, por encima del resto de europeos.

Mantener el Estado del Bienestar

El informe refleja que, en el actual contexto de crisis, la mayoría de europeos pide que se mantenga el Estado del Bienestar, aunque ello suponga pagar más impuestos (en un país donde todo el mundo evade, querrán decir que paguen los impuestos otros). Así, por ejemplo, predomina claramente la preferencia por contar con un amplio sistema de Seguridad Social, pero en España se acentúa esta preferencia de forma muy sustancial (81% frente al 66% en el promedio europeo).

 

Los españoles también quieren que se incremente el gasto público en sanidad (78%); en atención a discapacitados (75%), mayores (73%) y parados (69%); en educación (65%) y en investigación científica (62%), con mayorías muy por encima de la media europea ¿Y quién lo va a pagar cuando nos negamos al copago sanitario?

Más intervención estatal

Pero es que, además, defienden que el Estado debe jugar un papel más activo en la economía (qué miedo, vuelta ala socialismo y la miseria del intervencionismo), más allá incluso de la provisión de servicios públicos como la sanidad, la educación o las pensiones.

Así, a nivel europeo, entre el 55% y el 65% de la población cree que el Estado tiene "mucha" responsabilidad en asegurar la cobertura sanitaria, las pensiones y también controlar los beneficios de los bancos, pero en el caso de España este porcentaje oscila entre el 77% y el 86%. De igual modo, entre el 64% y el 77% de los españoles cree que el Gobierno tiene "mucha responsabilidad" en garantizar los depósitos bancarios, mantener los precios bajo control y proporcionar una vivienda "digna" a todos, una media muy superior a la del resto de Europa (entre el 44% y el 47% de la población).

Por último, también la mayoría de europeos, aunque de forma menos intensa cree que el Estado tiene "mucha" o "bastante" responsabilidad a la hora de asegurar un nivel de vida "digna" a los desempleados, controlar los beneficios de las empresas y controlar los salarios. Pero, una vez más, el porcentaje de españoles que se decanta por esta opción llega incluso a duplicar a la media europea.

Es muy escasa la proporción que no atribuye responsabilidad alguna al Estado en el conjunto de asuntos planteados. Sólo llega a ser significativa la proporción que cree que el Estado tiene "poca" o "ninguna" responsabilidad en el control de los beneficios de las empresas y de los salarios (aproximadamente 1 de cada 3 europeos), pero en ambos puntos el porcentaje de españoles que reclama más intervención estatal supera el 50%.

Así pues, los españoles destacan por una intervención más extendida e intensa del Estado frente al promedio europeo: la amplia mayoría cree que el Estado debe tener "mucha" responsabilidad en servicios vinculados al Estado de Bienestar, pero también en otros que los desbordan, como el control de beneficios, los precios o los salarios.

De hecho, aunque todos los europeos atribuyen un papel central al Estado en el control de la economía, las opiniones se dividen respecto a quién tiene la responsabilidad principal de asegurar un nivel de vida "digno" a los ciudadanos: España, junto a Italia, son los países en donde una muy amplia mayoría cree que el Estado debe tener esa responsabilidad. Por el contrario, en Reino Unido y Países Bajos la mayoría cree que cada persona tiene la responsabilidad principal en asegurar su nivel de vida.

Poco capitalistas

Por otro lado, el estudio revela que la media de acuerdo con la idea de que "la economía de mercado es el sistema más conveniente para el país" supera los 6 puntos en una escala de 0 a 10. Aun así, la mayoría también percibe que "la economía de mercado es la causa de las desigualdades sociales", alcanzando 6 puntos de media en el promedio europeo.

Una vez más, España se coloca en una posición más crítica respecto a la economía de mercado: las opiniones están más divididas en torno a si es el sistema más conveniente (media de acuerdo de 5,2), al tiempo que expresan un mayor acuerdo respecto a que la misma es la causa de las desigualdades sociales (6,6).

Un punto relevante en este ámbito es que los europeos apoyan la diferenciación de los ingresos a partir del esfuerzo individual (quien más y mejor trabaja más gana). En casi todos los países, la mayoría cree que las diferencias en los niveles de ingresos son necesarias para que quienes se esfuerzan más tengan ingresos más altos que quienes se esfuerzan menos, percepción que se acentúa en Dinamarca y Países Bajos.

España, sin embargo, se aleja de la posición europea, con una mayoría (55%) que aboga por ingresos más equilibrados con independencia del esfuerzo personal frente al 42% que cree que los ingresos deberían diferenciarse en función del esfuerzo).

Cómo solventar la crisis

Por último, mientras que el 39% de los europeos se inclina por hacer ajustes con el fin de cuadrar las cuentas públicas, el 40% cree que es mejor mantener o aumentar el gasto para estimular el crecimiento, manteniéndose así muy igualadas ambas posiciones.

Pero de nuevo en España predomina especialmente la preferencia por mantener o aumentar el gasto público para estimular el crecimiento, con un 59% de los encuestados frente al 2,1% que defiende los recortes de gasto público (políticas de austeridad) para reducir el déficit y la deuda. En este sentido, los españoles son los que menos se decantan por hacer ajustes para combatir la crisis.

De media, los españoles son más partidarios de que los gobiernos intervengan en diversos ámbitos de la economía para superar la crisis, desde limitar los ingresos de los ejecutivos de los bancos, hasta regular más a los bancos, incentivar la contratación laboral de los jóvenes o aumentar los impuestos a quienes más ganan por sus rendimientos de capital.
Los españoles destacan, además, por apoyar de forma mucho más intensa un mayor control sobre los bancos y el aumento de impuestos a quienes más ganen y, en cambio, por un menor apoyo a medidas como la flexibilización del mercado de trabajo o el aumento de impuestos al consumo, siendo muy bajo el apoyo a inyectar capital a entidades financieras con problemas.
¿Conclusión? La inmensa mayoría de españoles apoya el Estado de Bienestar, aunque suponga impuestos más altos, e incluso aboga por intensificarlo; defiende un mayor grado de intervención del Gobierno en la economía, expresando una fuerte adhesión a medidas de regulación (control de beneficios, regulación de bancos) y de estímulo (subvencionar la contratación de jóvenes, aumentar la inversión pública); y, además, se prefiere aumentar el gasto para estimular el crecimiento antes que implementar recortes para cuadrar las cuentas públicas.