Caldwell es un periodista norteamericano que escribe habitualmente una columna en el Financial Times, y que ha escrito ahora un libro que puede considerarse como escasamente correcto desde el punto de vista político actual.
Reflections on the Revolution in Europe trata sobre las consecuencias de la inmigración musulmana en Europa y la actitud adoptada por los gobiernos europeos frente a esta invasión pacífica (se estiman en 16 millones el número de musulmanes residentes en el Viejo Continente). Bernard Lewis, el inventor de la conocida sentencia "choque de civilizaciones", afirmó en 2004 que a finales del siglo XXI Europa sería parte del Magreb, una extensión occidental de la comunidad musulmana.
Para Caldwell la inmigración musulmana no es un imperativo económico sino ideológico, cuyas consecuencias están erosionando los propios valores de las sociedades occidentales y de la Unión Europea, todavía en proceso de creación y consolidación. Según el autor, la inmigración musulmana ha desafiado los valores europeos en una magnitud mucho mayor de lo que la emigración iberoamericana ha desafiado a la estadounidense.
El precio de esta inmigración no se debe medir sólo en costes económicos, sino como un grave ataque a los niveles de libertad alcanzados en Europea, una sociedad avergonzada por su pasado colonial y que no cuenta con la voluntad necesaria para enfrentarse y defenderse de una religión ajena y que se considera muy superior al cristianismo europeo, y la única religión verdadera. Afirma Caldwell "When an insecure, malleable, relativistic culture" (Europe’s) "meets a culture that is anchored, confident, and strengthened by common doctrines" (Islam's), "it is generally the former that changes to suit the latter."
En este escenario, los partidos conservadores han contemplado esta inmigración como un conflicto potencial entre Europa y el Islam, donde los musulmanes podrían acabar convirtiéndose en una quinta columna social y religiosa de impredecibles consecuencias. Los partidos izquierdistas por el contrario tienden a argumentar que el problema no es la inmigración islámica sino los prejuicios antimusulmanes. De hecho, este argumento se ha hecho común en cualquier discusión sobre la presencia musulmana en Europa. Al respecto afirma Caldwell: "the debate over Muslim immigration in Europe is one that the continent can’t openly have, because anyone remotely critical of Islam is branded as Islamophobic. Europe’s citizens — as well as its leaders, its artists and, crucially, its satirists — are scared to speak because of a demonstrated willingness by Islam’s fanatics to commit violence against their perceived opponents. There exists, Mr. Caldwell writes, a kind of "standing fatwa" against Islam’s critics".
Para quien tenga más interés sobre este libro puede ampliar información en el New York Times y en El Cultural de El Mundo aquí y aquí. Y de todas las leídas, la mejor referencia y critica está en el Australian Literary Review.
Este libro, aunque no trata de ellos, nos recuerda algunos de los hechos más comentados estos días en España. El primero es la iniciativa legal de dos grupos de defensa de "los derechos de los musulmanes", la Asociación Watani para la Libertad y la Justicia y de la Asociación Islámica de Lérida y Provincia, para que se declaren nulas la decisiones de los ayuntamientos que prohibían el uso del burka en espacios públicos. Utilizando las armas legales que les ofrece la democracia, estos grupos quieren seguir utilizando públicamente lo que es una seña de sumisión, también de identidad religiosa, de la mujer.
El segundo es la coincidencia en el calendario de la celebración en pleno agosto del Ramadán, que impone un ayuno de agua y comida hasta el anochecer, en uno de los meses con mayor duración de luz diurna. Es decir, los trabajadores musulmanes, a veces con temperaturas de hasta 40º, deberán abstenerse de beber y comer hasta las nueve de la noche cuando trabajan a pleno sol en tareas muy duras, como recoger fruta o la construcción. Por ello solicitan que los empresarios modifiquen sus horarios de trabajo y sus condiciones laborales, para poder cumplir con este precepto religioso. Como reacción a estas peticiones, informa ABC, uno de los sindicatos, el de jóvenes agricultores (JARC), dejó caer que algunos empresarios preferían no contratar a musulmanes para evitar riesgos. En seguida asomaron UGT y CC.OO. para recordar que eso era ilegal. Y algunos apelaron a la Carta Magna para gritar justicia.
Parece que Caldwell no está equivocado cuando habla de las organizaciones de izquierda, no se les oyó protestar a los sindicatos cuando el paro iba ascendiendo camino del 20%, pero sí por este motivo. Y también parece evidente que los musulmanes van a intentar utilizar todas las herramientas legales necesarias y a su disposición, facilitadas por nuestras propias sociedades, para socavar los fundamentos liberales de Occidente.
La tercera y última cuestión de actualidad es la actual situación de tensión de España con Marruecos con la cuestión de la petición de liberación de Ceuta y Melilla como fondo. Sobre este asunto dice también ABC: Cuando Mohamed VI toma una decisión no tiene que rendir cuentas a nadie, lo que hace muy complicadas las equivalencias con la capacidad de maniobra de un Gobierno democrático y un Monarca sin facultades ejecutivas. Lo que no menciona el editorial de ABC es que Mohammed VI es también, según la tradición, descendiente de mahoma y por tanto máxima autoridad religiosa de Marruecos. Por ello, la dependencia de los súbditos marroquíes de su Rey no es sólo administrativa y nacional, sino también religiosa.
Hay que recordar que una de las cuestiones que han detonado los enfrentamientos en la frontera de Melilla es la falta de respeto de los marroquíes hacia las mujeres policías que controlan los pasos fronterizos.
En resumen, como afirma en ABC Rafael Bardají, ese experto en relaciones internacionales y terrorismo acusado de neoconservador (algo de lo que al parecer no reniega), "Mientras medio mundo andamos como locos buscando musulmanes moderados, otro medio mundo de radicales no ceja en sus intentos de acabar con cualquier moderado, musulmán o infiel. El último caso lo encontramos en Bélgica, el corazón de Europa. El socialista Elio Di Rupo que dirige las consultas para formar el nuevo gobierno belga acaba de ser amenazado de muerte mediante una carta en la que se vertían lindezas tales como «un homosexual no puede convertirse en primer ministro de una futura nación musulmana como Bélgica» y «el pecador Di Rupo morirá por la espada blanca en nombre de Alá".
Y siguiendo la tesis de Caldwell, enuncia Bardají "La esperanza del jihadismo es una rendición occidental conseguida a través de varios medios. Por un lado, la expansión numérica de los inmigrantes musulmanes en suelo europeo a los que indoctrinar de radicalismos y para los que hay que evitar una integración en los países de acogida. Por otro, la sangre y el fuego de sus atentados terroristas. En todo caso, siempre somos para ello una fruta madura".
Y sobre la actuación de nuestro Gobierno socialista de Zapatero en estas cuestiones no se va a tratar en este post. Pero como otras veces nos preguntamos ¿Qué opina de esto Zapatero?
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