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Con todo, nuestra posición geográfica no es el rasgo más importante a la hora de definir la situación especial de España ante esta amenaza. Uno de ellos es la gigantesca colonia de creyentes musulmanes que residen en España, que están sujetos a las tradicionalmente inestables condiciones económicas de España. En las crítica situación que estamos atravesando, informa ABC, "los marroquíes, la principal nacionalidad que vive entre nosotros (775.054 tienen tarjeta de residencia) y cuya tasa de desempleo alcanza ya el 42,4 % (en torno a 350.000) cuando a finales de 2006 estaba en el 16,2 %".
Cuando más de un 40% de esos 775.054 residentes legales se encuentran en paro, hay al menos unas decenas de miles más residiendo ilegalmente, y muchas familias están sufriendo dificultades para mantener el nivel de subsistencia, se crea un caldo de cultivo especialmente apto para que las palabras de cualquier imam radical o captador de grupos terroristas islamistas encuentre jóvenes dispuestos a creer en sus promesas de redención y paraíso eterno.
Otro de los factores es que la llegada masiva y descontrolada de emigrantes musulmanes, cada vez menos moderados y cada vez más wahabistas, nos está llevando a un choque cultural que se manifiesta, por ejemplo, en los casos de prohibión municipal del uso del burka en espacios
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Y tras las mociones aprobadas en los ayuntamientos y con el salto cualitativo que se produjo el 23 de junio cuando el PP logró que el Senado aprobara su propuesta para prohibir el «burka» y el «niqab» en todos los espacios públicos, incluida la calle, es probable que la ira fundamentalista haya crecido.
No hay que olvidar que los terroristas islamistas, según han demostrado los últimos atentados (el 7-J de Londres, las redes desactivadas en Australia, etc.) no son individuos llegados de tierras lejanas ni desiertos inhóspitos, sino del edificio de al lado, de la mezquita del barrio y de la agrupación cultural islámica que lleva trabajando entre nosotros muchos años. Los próximos terrorists islamistas que actúen en nuestro país serán generalmente hijos de emigrantes que han sido criados en España y por tanto no se sienten ni bastante españoles ni bastante africanos o asiáticos, viviendo en un limbo donde carecen de un sentimiento de pertenencia nacional, vacío que es rellenado con el sentimiento de pertenencia religiosa que les ofrecen los imames radicales y los líderes de los grupos terroristas.
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Sólo hay que esperar que nuestros políticos empiecen a considerar la amenaza islamista no como un hecho aislado y concreto, algo coyuntural, un atentado como reacción ante una decisión política nacional, sino algo que es como un virus que se va formando poco a poco, que se va inoculando en la población más apropiada para recibir el mensaje del odio, y que la vacuna para contrarrestarlo está en manos de los políticos y no en manos de los ciudadanos o de la propia Policía. Pero quizás la corrección política sea más fuerte que su responsabilidad.
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