jueves, 31 de marzo de 2016

NUEVA POLÍTICA

Paseíllos, regalitos, poses, vacuidad… El tiempo nuevo.

Si la nueva política consiste en decirse julandronadas y melindres por el Twitter, dar estudiados paseíllos para las cámaras con pintones guardapolvos de primavera, aburrir durante tres meses con ruedas de prensa diarias a la mayor gloria del propio ombligo y hacerse regalitos tontorrones de libros de baloncesto o series de la HBO, entonces prefiero la vieja política.

Si la nueva política va de suplantar el resultado electoral, si se trata de marginar con un cordón sanitario de intolerancia al partido que ha sumado más votos para imponer una coalición cogida con papel de fumar y con el vapuleado Sánchez como presidente, entonces prefiero la vieja política.

Si la nueva política elude las cifras y no trae nuevas ideas, si se reduce a un salchichón cansino de topicazos empalagosos que no aportan nada concreto («demos paso a la mayoría del cambio», «toca abrir un tiempo nuevo», «llegó la hora de un giro social»), entonces prefiero la vieja política.

Si la nueva política supone que va a cogobernar España un partido neocomunista de ramalazos antidemocráticos, incapaz de sumarse a un acuerdo elemental contra el nihilismo yihadista, que pastelea con los herederos de ETA, que está dispuesto a rifar la propia existencia de España para arañar votos y que todo lo que dice en economía es directamente un disparate, entonces prefiero la vieja política.

Si la gran esperanza de la nueva política es una bisagra multiusos, que una mañana es de centroderecha y constitucionalista y a la siguiente de centro-izquierda y socia entregada del PSOE de la empanada federalista y la irresponsabilidad contable, entonces prefiero la vieja política.

Si en la nueva política no hace falta cuadrar las cuentas, si se presentan programas que se ponen por montera las posibilidades económicas del país y la situación real de las arcas públicas, si se puede engañar a los españoles con la promesa de subsidios sin cuento disparando con pólvora del rey, si se cree que el dinero crece en los melocotoneros y las quiebras de las naciones no existen, entonces prefiero la vieja política.

Si la nueva política tiene como única argamasa de unión un simplista e irritado «hay que echar a Rajoy», si la alternativa se construye solo sobre el desprecio absoluto al adversario, sin presentar propuestas viables para mejorar su gestión, prefiero la vieja política.

Si la nueva política va de pasarse la vida predicando y tertulieando en las teles de combate en lugar de preparar un edificio ideológico y programático consistente, prefiero la vieja política.

Si la nueva política se basa en demonizar a los millones de ciudadanos que no son de izquierda ni la votan, en reabrir heridas del siglo pasado, en avergonzarte de tu democracia y de tu país, en bajar la cabeza acomplejados ante un separatismo xenófobo que quiere hacer trizas el proyecto abierto y solidario que es España, entonces, por favor, que vuelva la vieja política.

LUIS VENTOSO – ABC – 31/03/16

domingo, 20 de marzo de 2016

OBAMA NO DEBE FORTALECER EL RÉGIMEN DE LOS HERMANOS CASTRO, PERO LO HACE

TRANSCURRIDO casi un año y medio desde el histórico anuncio que iniciaba el deshielo de las relaciones entre EEUU y Cuba, rotas en 1961, los habitantes de la isla siguen sin disfrutar de libertades democráticas. Es más, según la opositora Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN), liderada por el histórico disidente Elizardo Sánchez, en febrero se registraron 1.141 arrestos por motivos políticos, a los que habría que sumar otros 1.447 efectuados durante el pasado mes de enero. Y en 2015, el número de emigrantes ilegales volvió a alcanzar un nuevo y triste récord. 

Esto demuestra que la dictadura de los hermanos Castro no está dispuesta a rebajar la intensidad de la represión y que aspira a consolidar un régimen similar al chino o el vietnamita, en el que cierta forma de capitalismo financiero e industrial convive, no sin tensiones, con un férreo control militar de la población. Los cubanos, además, continúan padeciendo la escasez de alimentos y recursos básicos y se encuentran entre los habitantes más pobres de Latinoamérica. Y eso a pesar de que algunas empresas norteamericanas y europeas han comenzado ya a diseñar su desembarco en la isla para explotar las posibilidades de crecimiento económico que ofrece un país devastado por más de cinco décadas de dictadura. 

Son muchos en el país los que empiezan ya a sospechar que EEUU está dispuesto a tolerar los desmanes del régimen a cambio de ciertas garantías de inversión para algunas empresas estadounidenses. Es cierto que a los que pueden permitírselo y consiguen un visado adecuado se les concede autorización para viajar al extranjero, comprar teléfonos móviles y hacer uso de redes wifi, controladas y muy caras. 

Pero el régimen sigue sin consentir la creación de partidos políticos ni la posibilidad de que la disidencia exprese sus ideas a través de medios de comunicación independientes. La libertad de expresión sigue siendo un anatema y los disidentes, unos proscritos. Si la oposición mostró su decepción por haber sido ignorada cuando el secretario de Estado John Kerry visitó La Habana el pasado agosto para reabrir la embajada de EEUU, ahora teme que el presidente Barack Obama, que inicia hoy una visita a la isla, les trate con la misma displicencia.

Y es que el viaje de Obama, que tiene una enorme carga simbólica por ser el primero de un presidente norteamericano en 88 años, viene precedido de cierta polémica. La Casa Blanca anuló a principios de este mes otro viaje de John Kerry que tenía como finalidad fijar con sus homólogos cubanos ciertas líneas rojas en cuestión de derechos humanos y allanar la presencia de Obama, que acude con un séquito de 800 personas. Sin especificar con quién, el presidente norteamericano tiene fijado un encuentro privado el martes con miembros de la oposición, poco antes de lanzar un histórico mensaje a través de la televisión cubana. En ambos actos, Obama debe ser claro y dar garantías a los habitantes de la isla de que el apoyo estadounidense a Cuba en los foros internacionales no es a cambio de nada. Es una muestra de la determinación de Obama la voluntad que ha expresado de levantar el veto a la entrada de Cuba en el FMI, el Banco Mundial y, sobre todo, en el Banco Interamericano de Desarrollo. Pero a cambio, debe exigir a Raúl Castro que comience a introducir cambios irreversibles, tanto económicos como sociales y políticos, aprovechando el VIII Congreso del Partido Comunista que se celebrará el próximo mes de abril. Y dejarle claro que es incompatible con la nueva situación bilateral su alineamiento con el eje bolivariano, como acaba de anunciar Maduro desde La Habana. 

Obama tiene que demostrar no sólo a los cubanos, sino a todos los miembros de la oposición en el exilio que no viaja a Cuba sólo para hacerse una histórica foto junto al dictador. El anunciado encuentro con Raúl Casto en un partido de béisbol, deporte nacional en ambos países, ha despertado bastante malestar entre unos disidentes cuyo sufrimiento y el de sus familias se cuenta ya por décadas. Un abrazo con Castro en un escenario tan frívolo como un evento deportivo, si no va acompañado de una crítica explícita a la dictadura y una exigencia de democracia para continuar con el proceso de deshielo, harían fracasar un viaje en el que los cubanos tienen depositadas muchas esperanzas.

Editorial, El Mundo, 20.03,2016

sábado, 19 de marzo de 2016

PODEMOS Y LA ESTRATEGIA DEL 36: LA TENTACIÓN POPULISTA

Se intenta reeditar un Frente Popular, auspiciado por algunos poderes mediáticos, con el único objetivo de "sacar a la derecha del poder"

Ernesto Laclau lo define en su libro 'La razón populista', esa biblia de obligada lectura como manual de pensamiento propagandístico que todo dirigente de Podemos tiene por norma consultar a menudo. En sus páginas, se defiende la necesidad de usar todos los recursos discursivos posibles para construir definiciones (como la de pueblo, gente, casta, cambio, mayoría, etc.) que sirvan para colocar en la mente del receptor una realidad natural y no debatible, para más tarde utilizar una terminología figurativa que exceda de dicha realidad cuando esta ya no convenga ni obedezca a los fines propuestos. Es una manera de alcanzar lo que él denomina hegemonía, esto es, cuando de lo particular se llega a una conceptualización universal, abrazada y replicada por sus componentes.

Consciente de que el lenguaje es el principal aliado en la deconstrucción de la democracia, Laclau alecciona en sus páginas sobre la imperiosa obligatoriedad de nombrar lo innombrable, constituyendo un bloqueo del lenguaje que hace que todos pensemos en sus dogmas, hablemos desde sus marcos mentales o incluso entremos a debatir en su campo de programa y acción políticos. Sustituir lo figurativo por lo literal, la catacresis, término de la época clásica que ya explicaba y defendía Cicerón. En ese periodo estamos ahora.

Solo que ahora lo complementan con una repetición de lugares comunes, falacias y gestos catódicos que confunden al ciudadano, engañan a mentes indignadas con lo viejo sin pensar en las consecuencias de lo nuevo y posibilitan la conquista de cualquier forma de gobierno que no comulgue con su espíritu de revolución jerárquica y piramidal.

Es la confirmación de que un programa de vísceras puede funcionar como antesala de un futuro Gobierno de propuestas sin medida ni razón

De ahí que no extrañe su coherencia cuando solicitan controlar, en ese "Gobierno de progreso" que Pedro Sánchez se niega siquiera a considerar, el Ministerio de la Policía (Interior), del Ejército (Defensa) y las telecomunicaciones (CNI, BOE, RTVE, etc.). El autoproclamado 'Gobierno de la gente' rechaza encargarse de aquellos departamentos propios de la inquietud y preocupación ciudadana (Sanidad, Educación, Asuntos Sociales). Tampoco extraña que vendan como normal que la mayoría social quiere que gobierne la izquierda cuando los resultados del 20­D no dicen eso. La verdad en política sustituida por lo verosímil. Asaltar conciencias y establecerse en ellas es el paso previo al asalto al poder. De ahí a la discrepancia, antesala de la división interna, hay un paso. Lo estamos viendo, filmado en redes y en 'prime time' catódico, el espacio favorito de Podemos.

Porque el populismo, como ya he escrito en numerosas ocasiones, no entiende de fronteras ni etapas.

Tampoco de ideologías ni partidos, pues constituye como única fuente de conocimiento la de instaurar un sistema de representación basado en el consumo de emociones colectivas y orgullo individual. El populismo carece de toda referencia unitaria, pues se basa en una lógica social compuesta de diferentes fenómenos. Es, simplemente, un modo de construir lo político. Así, el edificio intelectual en el que la tribu de Iglesias, Errejón y Monedero basan sus creencias es, por tanto, irrelevante. Lo que importa es la conformación de ámbitos de descontento, la inquebrantable unidad frente al enemigo común y la salida salvífica que vendrá de la mano de los hacedores de la nueva patria igualitaria.

Representan la vuelta al binomio bueno­malo de toda la vida, la contrainstauración de nuevos axiomas que no hacen sino replicar lo que en otros lugares ya ha funcionado. El laboratorio fue Latinoamérica, el campo de experimentación, Europa del sur. Es la confirmación de que un programa de vísceras puede funcionar como antesala de un futuro Gobierno de propuestas sin medida ni razón. Así ha sucedido en Alemania con el ascenso (triunfo para muchos) de la extrema derecha. Los refugiados fueron allí la excusa para movilizar a un electorado preocupado por la avalancha social externa. Los castigados (por la crisis) son aquí el ariete que la
extrema izquierda usa para justificar su 'show' parlamentario constante. Dos rostros para una misma alarma.

Las primeras semanas en el Congreso han bastado para observar que la parafernalia obedece a dos tácticas perfectamente planificadas y llevadas a cabo Ahora, al igual que pasó en la previa de la contienda bélica, se intenta reeditar un Frente Popular, auspiciado por algunos poderes mediáticos, con el único objetivo de "sacar a la derecha del poder". Si cualquier interesado en la Historia consultara el diario de sesiones de aquellos años que van desde el inicio de siglo hasta la contienda fratricida, se encontraría con declaraciones de ilustres próceres de la izquierda que, en el intento de resituar su odio enfermizo a cualquier elemento conservador en el Congreso, se aventuraban con estas perlas dialécticas:

" (...) estaremos en la legalidad mientras la legalidad nos permita adquirir lo que necesitamos; fuera de la legalidad cuando ella no nos permita realizar nuestras aspiraciones. (…) Tal ha sido la indignación producida por la política del Gobierno presidido por el Sr. Maura, que los elementos proletarios (…) hemos llegado al extremo de considerar que antes que Su Señoría suba al poder debemos llegar al atentado personal”. (Pablo Iglesias, en el Congreso de los Diputados, el 7 de julio de 1910)

La lógica histórica aconseja soluciones más drásticas. Si el estado de alarma no puede someter a las derechas, venga, cuanto antes, la dictadura del Frente Popular. Dictadura por dictadura, la de izquierdas. ¿No quiere el Gobierno? Pues sustitúyale por un Gobierno dictatorial de izquierdas… ¿No quiere la paz civil? Pues sea la guerra civil a fondo. Todo menos el retorno de las derechas”. (Largo Caballero al diario socialista 'Claridad' el 16 de julio de 1936)

En algunos casos, la advertencia se convertía en amenaza real, como ilustra la siguiente noticia de 'El Siglo Futuro', que no deja en muy buen lugar al entonces ministro socialista Indalecio Prieto: 

Esto siempre lo han negado los apóstoles del cambio a la fuerza. Cuando en diferentes platós de televisión se repiten mantras como "la gente ya tiene a su partido en el Congreso", "hay que desalojar a la derecha del poder" o "los demócratas creemos que..." y no hay réplica ni argumentación solvente por la contraparte, es que han entendido a la perfección que la historia se repite si los actores replican guiones y patrones establecidos de conducta y verbo.

Acostumbrados al foco mediático, las primeras semanas en el Congreso han bastado para observar que la parafernalia montada obedece a dos tácticas perfectamente planificadas y llevadas a cabo. Hacer de una excepción la normalidad a la que nos debemos acostumbrar, tanto en comportamientos (formas) como en lenguaje (fondo). Y obligar al resto a visualizar un paisaje que será imborrable en el futuro, y solo admitirán ciertas pinceladas y retoques bajo su tutela ética y factual.

Se verá como lógico lo que cualquier observador imparcial externo vería como aberrante. Se dirá que es razonable lo que todo pensador llamaría irracional en método y aplicación. Se dirá que es normal hacer lo que la propia naturaleza humana y política no considera como tal. Hoy, en España, estas formas neopolíticas quieren cogobernar representando a solo un 25% del total de la población. Es la política del 36. Es la razón populista.


El método infalible para tener hoy éxito en la política, en las tertulias y en Twitter

Un filósofo señala que la sociedad contemporánea es cada vez más homogénea, los mensajes más simples y las conversaciones casi inexistentes. Pero hay un motivo

La tesis es bien conocida: hemos pasado de un entorno en el que los viejos medios de masas, como la radio y la televisión, eran las fuentes principales de referencia, y por lo tanto condicionaban de un modo evidente la forma de pensar de los individuos, a otro escenario mucho más descentralizado, en que los receptores pueden ser también emisores, y donde la capacidad de influencia es bidireccional. En especial, internet y las redes sociales parecían ser el remedio para evitar la homogeneidad de pensamiento, abriendo nuevas alternativas para recibir información y opiniones diferentes. Pero no es así, afirma el filósofo holandés André Nusselder, en el estudio 'Twitter and the personalization of politics' porque la multiplicidad de mensajes no sólo no termina de ser real, sino que estos van cada vez más en direcciones similares.

En un contexto en que se desconfía de las autoridades, y mucho más de las que detentan cargos públicos, en el que la relación de confianza entre la población civil y el gobierno mengua, y en el que los medios son mucho más numerosos y tienen una mayor capacidad de llegada, la política pretende granjearse las simpatías de la gente a través de mensajes simples y directos, emocionales, sin desvíos, digresiones o complicaciones intelectuales. La forma breve y contundente se impone, también como forma de construcción de una imagen, la del líder, que se transmita con facilidad y que genere empatía. El problema, señala el investigador, es que los ciudadanos replican ese modelo en sus comunicaciones virtuales, a menudo limitadas a pocos caracteres,  y con un objetivo similar, el de hacerse visibles o, en sus palabras, de “personalizarse”.

“Dar a la gente lo que quiere” significa emitir los mensajes que se cree que van a ser bien encajados por el receptor o, al menos, que no le van a molestar Pero no sólo se trata de la forma, sino que también recogen los contenidos. Este deseo de participación con marca propia en el espacio público, concluye Nusselder, provoca que los mensajes sean mucho más homogéneos. El usuario de las redes, el político, el tertuliano y el comunicador se formulan siempre la misma pregunta: ¿qué puedo decir que genere interés en los demás? ¿Qué ideas puedo transmitir para que sean aceptadas? Personalizar nuestro discurso tiene que ver con saber a quiénes nos dirigimos y con pensar en cómo agradarles. En la comunicación, al igual que en la política, esta idea es formulada como “dar a la gente lo que quiere”, emitiendo los mensajes que se entiende que van a ser bien encajados por el receptor o, al menos, que no le van a molestar.

Los grupitos
Pero Nusselder dice que esto también se hace a nivel individual. Las redes son fundamentalmente grupales, y el nivel de circulación de los mensajes está relacionado con el encaje en las tribus, en los nichos o en los grupos de amistad o de interés con los que se tiene relación. En la medida en que es la representación la que nos constituye, y en que el nivel de aceptación de nuestros mensajes es lo que genera una personalidad reconocida, la mayoría de los emisores tratan de ganarse un espacio propio a partir de la coincidencia con esos otros que están ahí fuera y que sabemos qué tipo de ideas valoran.

La manera más rápida de hacerse un nombre consiste en ser atrevido contando las ideas que se sabe que un grupo determinado recibirá bien Esta es la razón principal de que las ideas transmitidas sean mucho más monolíticas. El nivel de producción cotidiano de informaciones, mensajes y tuits es enorme, pero habitualmente aquellos que coinciden con los receptores más activistas son los que terminan resultando más visibles, por lo que, aventura Nusselder, decidimos invertir en nuestra imagen y alimentar nuestro narcisismo contando lo que se sabe que va a ser bien acogido.

El giro de las tertulias
Este marco conceptual es también el que triunfa en los medios de comunicación. En la medida en que se sabe que una idea o una reflexión tiene público esperando, se expresa de la manera más rotunda posible. El giro de las tertulias (las políticas, pero no sólo) hacia un maremágnum de gente interrumpiéndose por decir la frase más llamativa, o la más feroz, o la más contundente, tiene que ver con esta retroalimentación entre los forofos y el portavoz. La manera más rápida de hacerse un nombre, sea en los grandes medios o en el espacio virtual, consiste en ser atrevido contando las ideas que se sabe que un grupo determinado recibirá bien. Por eso cada vez más el suelo público circula por canales que nunca se comunican, salvo para insultarse.

Cuanto más irriten tus tesis, más probable será que provoques reacciones airadas y más saldrán los tuyos a defenderte. Eso es lo que te da el éxito Pero este juego tiene una versión añadida, que suele ser también la más rentable, porque hoy los detractores son tan importantes o más que los seguidores. Lo saben los tertulianos: nada como defender tus posiciones en territorio hostil para ganar capital relacional. Cuanto más irriten tus tesis, más probable será que provoques reacciones airadas y más saldrán los tuyos a defenderte. La manera de ganar audiencia es conseguir ser atacado, en lanzar ideas que molesten a unos y activen a otros. Trump lo sabe, pero un par de tertulianos de 'La Sexta Noche' también. La insistencia en provocar animadversión es rentable, porque se les odia o se les ama y eso, siguiendo los términos de Nusselder, personaliza.


DESMONTANDO A PODEMOS

El politólogo Víctor Lapuente destaca que para Pablo Iglesias la política no es el arte de la persuasión, sino “una guerra de ganadores y perdedores”

El politólogo Víctor Lapuente, profesor en el Instituto para la Calidad de Gobierno en la Universidad de Gotemburgo, publicó en 2015 un ensayo intitulado 'El retorno de los chamanes' (Península) en el que desmonta Podemos y disecciona su estrategia para “tomar el cielo por asalto”.

Los partidos como el de Pablo Iglesias, “no han nacido para reclamar propuestas maduradas a lo largo del tiempo, sino para protagonizar un cambio rápido. Son el fast food de la política. Del Frente Nacional [Francia] a Syriza [Grecia], los partidos del fantasma [populista] que recorre Europa perciben la política como un juego necesariamente de suma cero o negativa: lo que otros ganan, nosotros lo perdemos… y viceversa. La política es una guerra de ganadores y perdedores, donde el arte de la persuasión, del convencimiento del adversario para alcanzar consensos en políticas determinadas, ocupa un valor subordinado. (…) Sin duda, muchos de esos partidos acaban pactando. Por ejemplo, para asegurarse las alcaldías de Madrid y Barcelona, pero no están en la política para pactar políticas públicas”.

Su primera opción es plantear la política “como una batalla épica entre el bien y el mal” y “esperar a que el sistema político implosione para postularse ellos como los purificadores”. De ahí que no pueda extrañar que Iglesias reclame el control de las políticas para “pasar la escoba” contra la corrupción con una Secretaría de Estado que dependa directamente de él. Su creatividad “no son sus políticas, sino sus eslóganes, como corresponde a un partido nacido en las tertulias televisivas.

Desde los tiempos de la cruzadas, nada ha resultado tan exitoso para aunar voluntades colectivas en tiempos de crisis como señalar a unos responsables

Lapuente afirma que “los partidos de la nueva política triunfaron porque entendieron la lección de la historia mejor que nadie. En lugar de ser constructivos y perderse con los detalles de políticas concretas, utilizaron la estrategia negativa: señalar a los culpables. A corto plazo, la ira motiva más que la reflexión”.

El politólogo explica que “desde los tiempos de la cruzadas hasta los fascismos de entreguerras, nada ha resultado tan exitoso para aunar voluntades colectivas en tiempos de crisis como señalar con el dedo a unos responsables: los infieles, los herejes, los protestantes, los judíos, los catalanes (o “Madrit”), la casta… (…) Para aunar apoyos, los dirigentes de estos movimientos deben ser artistas capaces de pintar una gran mayoría muy blanca y una pequeña minoría muy negra. (…) Personificar las causas de nuestros males en grupos estratégicamente escogidos por su pequeño tamaño y su gran visibilidad es electoralmente más rentable en tiempos de crisis que presentar programas concretos”.

Los partidos como Podemos proyectan “su preferencia por el poder fuerte y centralizado no solo de forma externa, sino también interna. Los partidos del fantasma [populista], con muy pocas excepciones, se estructuran de forma muy vertical, con el poder concentrado en unos líderes entre carismáticos y mesiánicos. Marine Le Pen, Tsipras, Farage, Akesson, Iglesias: todos jóvenes pero sobradamente telegénicos. Prometen devolver al pueblo el poder que una casta ha secuestrado. Para conseguirlo, necesitan un amplio margen de maniobra. No se enfrentan a otros partidos políticos parecidos, sino a los intereses fácticos que controlan la política”.

Podemos apuesta por un poder centralizado, con “líderes entre carismáticos y mesiánicos, sobradamente telegénicos

Además, “tejen un discurso patriótico” en el que lo más llamativo “no es solo que usen la palabra patria, sino el énfasis con que lo hacen”, aprovechando que “patria” es una “palabra políticamente mágica” porque puede llenarse de cualquier contenido. No son internacionalistas, como ha sido la izquierda tradicional, sino que profesan un fuerte “nacionalismo antieuropeísta”.

A la postre, y de ahí su éxito, “el charlatán es un asidero firme en la tempestad: tranquilos, nosotros arreglamos esto”. “En sus distintos disfraces, es tremendamente seductor. Su discurso enamora porque satisface dos necesidades humanas muy básicas: la sed de verdad y la de justicia”.

Pero, para no sesgar el análisis y atender a sus propios errores, los partidos tradicionales debieran tener claro el contexto: “Los terremotos en los sistemas de partidos suelen venir precedidos de cambios en las estructuras económicas que, a menudo, pasan inadvertidos. Es bien sabido que, mientras ocurría la mayor conmoción económica de la historia, la Revolución Industrial, una gran parte de la ciudadanía británica no se daba cuenta. (…) Algo parecido está ocurriendo con la Revolución Tecnológica”. Los partidos como Podemos se nutren electoralmente de los descolgados de los beneficios de la globalización, pero “estas formaciones no habrían prosperado si sus simpatizantes más activos hubiesen carecido de los recursos, tanto económicos como de capital humano, necesarios para convertir un grupo de opinión en un partido político con implantación territorial”.


Gonzalo López Alba en El Confidencial

domingo, 13 de marzo de 2016

EL TALENTO DE LAS NACIONES

Talento es el buen uso de la inteligencia. Una persona o una sociedad puede ser muy inteligente, manejar muchos conocimientos, tener gran capacidad tecnológica, instituciones sabias, y hacer muy mal uso de todas esas competencias. Siempre me ha interesado el fenómeno de la estupidez, tanto de los individuos como de las colectividades. El sistema democrático es una institución muy inteligente. Eso no quiere decir que se use siempre con talento. Es un buen momento para hablar de este tema en España. 

No tenemos una larga tradición de talento político. Hemos sido hábiles en cronificar los problemas, y en plantear más conflictos de los que sabíamos resolver. Talento es la capacidad de elegir bien las metas y de manejar la información adecuada, gestionar las emociones y poner en práctica las virtudes de la acción necesarias para alcanzarlas. La democracia, en su versión parlamentaria o asamblearia, se basa en la idea de que la inteligencia colectiva es más poderosa que la individual. Esto sólo es verdad cuando los colectivos piensan de una manera determinada: escuchando, sometiéndose a autocrítica y estando dispuestos a rendirse al argumento más poderoso. Entonces la inteligencia puede convertirse en talento

José Antonio Marina, Crónica, El Mundo, 13.03.2016

sábado, 12 de marzo de 2016

LA GRAN ESTAFA LEGISLATIVA QUE IMPIDE A LA GENTE GANARSE LA VIDA

Bodegas en mitad del campo que han de cumplir el “reglamento para la protección de la calidad del cielo nocturno”, permisos que se han de solicitar en ventanillas que no existen, obras de insonorización por importe de miles de euros para diminutas escuelas de yoga, instrucciones para declarar impuestos que parecen jeroglíficos...

Ramón Iglesias, ingeniero y promotor español, necesitó tres años de gestiones, 10.000 euros en licencias, centenares de papeles y complejos trámites con más de 30 funcionarios de 11 departamentos pertenecientes a cuatro Administraciones diferentes, antes de poder abrir su bodega ecológica. Tuvo que pagar 1.300 euros por un estudio de impacto acústico a pesar de que sus instalaciones eran silenciosas y se encontraban muy alejadas del lugar habitado más cercano. Le exigieron una certificación de “innecesariedad” de realizar actividad arqueológica y, también, un informe sobre iluminación por si incumplía el “reglamento para la protección de la calidad del cielo nocturno”. En resumen, Ramón sufrió innumerables zancadillas administrativas a pesar de que iba a generar puestos de trabajo en una de las zonas más deprimidas de España.

El caso de Ramón es el del típico emprendedor solvente a punto de naufragar en el mar de los Sargazos de esas trabas burocráticas a la actividad económica creadora de empleo, que más parecen provenir de la calentura de mentes desquiciadas que de una labor legislativa y reguladora responsable. Hay casos aún más inauditos, como el de un empresario mexicano que, tras un año de trámites y gestiones en España, tuvo que tirar la toalla al descubrir que uno de los permisos exigidos sólo se expedía en una ventanilla que ni siquiera existía. O, a una escala más modesta, la pequeña escuela de yoga, con aforo para apenas 14 personas, a la que se exigió acometer obras de insonorización por importe de 14.000 euros (más IVA) pues, como es bien sabido, el yoga es una actividad extremadamente ruidosa.

Acosados por las trabas administrativas, perseguidos por Hacienda, la Seguridad Social y los bancos, muchos regresan arruinados a la cola del paro o la economía sumergida

Exorcizando el espíritu emprendedor

Ramón no desistió en su empeño. Afortunadamente contaba con financiación suficiente y un proyecto bien planificado. A trancas y barrancas, descapitalizándose, llegó braceando a la orilla. Otros, con proyectos más modestos, como muchos autónomos, terminan desistiendo. Tras años de esfuerzos, angustias y estrecheces, acosados por las trabas administrativas, perseguidos por Hacienda, la Seguridad Social y los bancos, regresan completamente arruinados al lugar del que provenían: la cola del paro o la economía sumergida. En adelante, la mayoría de ellos preferirán malvivir de un triste subsidio que volver a pasar por ese infierno: comerán mal, pero al menos dormirán tranquilos. ¡Que el espíritu emprendedor se encarne en otro cuerpo!

En España, a cada intento de realizar una actividad económica corresponde una interminable lista de disparates administrativos. El delirio ha alcanzado tales cotas que, a la sombra de las prolijas normativas municipales, han florecido empresas concertadas que, por un buen dinero, “ayudan” al atribulado emprendedor a desenmarañar la madeja normativa, a conocer cómo y cuándo -y a qué coste administrativo- podrá abrir su peluquería, panadería, taller, tienda, despacho o garito. Nada mejor que el desglose de las tarifas de estos conseguidores para hacerse idea del absurdo. Algún malpensado podría llegar a la conclusión de que se ha legalizado aquello que antaño llamaban “mordida”. Para el legislador no hay peces pequeños, incluso la actividad lucrativa realizada en la propia vivienda está sujeta a inescrutables normativas. Y qué decir del “práctico” manual de Hacienda para cumplimentar la declaración de IVA: 12 páginas de retorcida jerigonza leguleya que deprimirían al más entusiasta aficionado a la hermenéutica o a la resolución de jeroglíficos.

¿A qué se debe tanto despropósito?, ¿acaso los legisladores se la tienen jurada a los emprendedores, autónomos y diminutos empresarios?, ¿nos encontramos a merced de sádicos que disfrutan mortificando a quien sólo aspira a ganarse la vida dignamente?, ¿o es simple y pura incompetencia? De ningún modo. Los políticos y los burócratas no son psicópatas ni estúpidos: su comportamiento es coherente con sus propios objetivos.

Regulación del Mercado. Índice escala de 0 a 6 de menos a más restrictivo. España (en color rojo) siempre a la cabeza en barreras, trabas, licencias y permisos.

Fuente: OCDE 2013.

Los oscuros propósitos de la hiperregulación

En los años 80 del pasado siglo, un economista peruano, Hernando de Soto, analizó un curioso fenómeno. En las grandes ciudades del Perú, como en las de otros países, existían grandes masas de población que subsistían llevando a cabo labores artesanales, industriales o de servicios, pero siempre sumergidas, aun cuando sus actividades eran lícitas. ¿Por qué nadie se regularizaba? De Soto sospechó rápidamente que el exceso de regulación, la multiplicidad de permisos y la dificultad para obtenerlos podían ser la causa. Comprobó que para abrir un mero taller textil hacían falta permisos de 11 organismos distintos, que requerían 289 días completos de trámites burocráticos, con un coste final de 1.231 dólares de la época (32 veces el salario mínimo en Perú). Y en algunos casos era imposible conseguir la licencia sin recurrir a sobornos. Este estudio dio origen al ya clásico libro El otro sendero.

Las complejísimas regulaciones no aparecen de manera inocente. Son establecidas deliberadamente

Tal despropósito condenaba a muchas personas a vivir en la precariedad. Podían ganarse el sustento pero siempre bajo la espada de Damocles de la suspensión y el cierre y, no menos importante, imposibilitados para hacer crecer su negocio y prosperar, porque el acceso al crédito estaba vedado a las empresas irregulares. Lo sorprendente era que, aun siendo las consecuencias tan graves, pocos gobiernos estaban dispuestos a acometer una simplificación legislativa. El motivo era simple: en muchos países, entre ellos el nuestro, los dirigentes políticos no persiguen el bien común; están al servicio de sus propios intereses. No se dedican a la política para servir a la sociedad sino para servirse de ella. Las complejísimas regulaciones no aparecen de manera inocente. Son establecidas deliberadamente por gobernantes sin escrúpulos como subterfugio para otorgar favores a sus aliados y asegurarse nuevas oportunidades de enriquecimiento ilícito. Esas barreras son los meandros administrativos donde se embalsa la corrupción.

La hiperregulación restringe la libre entrada a la actividad económica para que unos pocos privilegiados puedan operar sin apenas competencia, obteniendo enormes beneficios de mercados cautivos que comparten con los políticos a través de comisiones, regalos, puestos en el consejo de administración. Las normas o requisitos deben ser enrevesados y ambiguos para permitir cierto grado de discrecionalidad a la hora de conceder permisos y licencias. El fenómeno es tan antiguo que ya fue señalado por el historiador romano Cornelio Tácito: "Corruptissima re-publica, plurimae leges" (cuanto más corrupto es un país más leyes tiene).

Desgraciadamente, esta estrategia está muy extendida por todas las administraciones españolas. Mientras la oligarquía política y económica se enriquece, la gente corriente experimenta enormes dificultades para encontrar trabajo o desarrollar una actividad económica. Muchos conciudadanos quedan atrapados en el círculo de la pobreza; condenados a vivir del subsidio o trampear en la economía sumergida. Cada vez que los costes de entrada en el mercado se incrementan un 10%, la densidad de empresas desciende un 1%,  con efectos devastadores  para la competencia, la productividad, la innovación y, sobre todo, el empleo. Las consecuencias son todavía más graves en el caso español por la cantidad y disparidad de disposiciones: más de cien mil leyes, normas y regulaciones que ocupan… ¡1.250.000 páginas en el BOE y otras 800.000 en los boletines de las Comunidades Autónomas!*

La hiperregulación maliciosa es, con mucho, el principal problema, la máquina infernal del desempleo, la pobreza y la frustración

Ni la formación ni la tecnología ni la globalización

Ciertos gurús insisten en la falta de formación, el atraso tecnológico y la presión de la globalización como principales causas del elevadísimo paro estructural que padecemos. Se equivocan. La hiperregulación maliciosa es, con mucho, el principal problema, la máquina infernal del desempleo, la pobreza y la frustración. ¿De qué nos servirá poseer la mejor formación si el legislador, sea nacional, autonómico o local, determina caprichosamente quién puede ejercer una actividad y quién no? ¿Cómo aprovecharemos la más portentosa tecnología, si los gobernantes pueden favorecer a sus amigos y partidarios, negando el pan y la sal al ciudadano innovador que quiere ganarse la vida honradamente? ¿Para qué valdrá la mayor capacidad de adaptación si los políticos generan infinidad de complejas y contradictorias normas con el fin de ejercer la discriminación, enriquecerse, y pasarse la igualdad ante la ley por el forro de sus sillones?

Resulta fascinante que muchos dirigentes políticos, alguno con sus posaderas recientemente asentadas en el Congreso, distraigan al común con la lacra del fraude fiscal y apelen a su civilidad para ordeñarle como si fuera una vaca, cuando el verdadero fraude, el más oneroso, el más colosal es el fraude legislativo: ese del que todos ellos son cómplices necesarios.

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(*) Las cifras de páginas no es el total sino sólo las publicadas entre 2009 y 2014.

Javier Benegas y Juan M Blanco en Vozpopuli.com

viernes, 11 de marzo de 2016

LA IGNORANCIA DE LA IZQUIERDA POPULISTA

El insulto gratuito de Colau al Ejército forma parte de esa arrogancia intelectual que se atribuye la izquierda, creyéndose depositaria de los mejores valores de la cultura y la educación

A la alcaldesa de Barcelona se le puede aplicar la máxima popular de que «no ofende quien quiere, sino quien puede». Su desconsideración personal hacia los oficiales del Ejército presentes en el Salón de la Enseñanza, que se celebra en la capital catalana, no fue otra cosa que la doble manifestación de la hipocresía de su ideología ultraizquierdista y de la profunda ignorancia de la regidora sobre las Fuerzas Armadas. Hipocresía, porque Ada Colau pertenece a esa izquierda que es antimilitarista en las democracias occidentales, pero que babea con las dictaduras militarizadas como la chavista o la castrista

Tampoco faltan ejemplos en la historia para demostrar cómo la izquierda sustituye con entusiasmo lo militar por lo paramilitar, con trágicas consecuencias para las libertades. Ignorancia también, porque Colau ha exhibido con osadía su desconocimiento sobre la implicación del Ejército con la educación de los jóvenes, que encuentran en la milicia una formación superior homologable a la civil, no solo en lo puramente castrense. Ahí están, si quiere informarse, los Cuerpos Comunes jurídico, médico e ingeniero, por citar solo unos ejemplos. Además, el Ejército facilita a los que lo desean formación profesional superior, idónea también para la vida civil. Sería demasiado pedir que Colau se ilustrara sobre los grandes personajes de la literatura española que eran, al mismo tiempo, soldados, o la contribución militar a algunas de las grandes expediciones científicas de nuestra historia.

El insulto gratuito de Colau al Ejército forma parte de esa arrogancia intelectual que se atribuye la izquierda, creyéndose depositaria de los mejores valores de la cultura y la educación. Cultura es lo que falta a quien es capaz de contraponer los valores del Ejército con los de cualquier sistema educativo, muy necesitado de esos principios de sacrificio, perseverancia y esfuerzo que vertebran la formación militar. Y no es solo Colau la que encarna esa fobia, sino también esa masa informe de izquierdas ultras cuyo furor antimilitarista cuenta con la disculpa del ex-Jemad, Julio José Rodríguez, vivo ejemplo de cómo una ideología sectaria puede ser degradante. 

Esta es la izquierda extremista con la que Pedro Sánchez quiere gobernar España para formar un gobierno de cambio. Mientras las democracias occidentales están embarcadas en oponerse a los innumerables frentes abiertos a la seguridad colectiva y combaten a las organizaciones terroristas que aspiran a destruirlas, desde España ofrecemos al mundo el espectáculo de una alcaldesa que falta al respeto, respaldada por unas formaciones que se miran en el espejo del chavismo y de la teocracia iraní. Sin embargo, la buena educación mostrada por los oficiales ante el desplante grosero de Colau ha medido la distancia que los separa.

ABC 11/03/16 EDITORIAL

PODEMOS: ILUSIÓN O ILUSIONISMO

El inspirador del programa económico de Podemos para una expansión fiscal de 96.000 millones, Nacho Álvarez, ha ofrecido explicaciones complementarias, corteses y que contribuyen al debate público (Las cuentas sí cuadran, EL PAÍS, 23 de febrero). Pero no despejan dudas muy severas (Las cuentas de Podemos no cuadran, EL PAÍS, 18 de febrero). Las agrandan. La factibilidad de ese enorme mayor gasto (e ingreso que lo financie) se fía a un ritmo de crecimiento del PIB “similar al que experimentó nuestra economía entre 2000 y 2008”.

El crecimiento medio de esos nueve ejercicios fue del 3,48%. Y todo el cálculo del plan se infiere de un crecimiento futuro del 5% anual hasta 2019. Veamos.

En su programa electoral y en el documento Un país para la gente, Podemos da por bueno (página 28) el cuadro macroeconómico del Gobierno hasta 2018, con alzas del PIB del 2,9% este año y el 3% en los dos siguientes.

Cifra a la que le añaden dos puntos anuales, por la aceleración que generaría el mayor gasto: “Esta política fiscal puede llevarnos a un incremento acumulado del PIB real del 6% en 2018 comparado con el Programa de Estabilidad (PE)”, según el estudio base de Álvarez/Jorge Uxó Is the end of fiscal austerity feasible in Spain? (UCLM, DT, 2016-2).

Analicemos el primer tramo, del 3%. Mantener ese crecimiento base proyectado por el PP, ¿es el escenario más probable, el más realista, el más optimista?

Esa previsión se plasmó en la actualización del PE aprobada por el Gobierno de Rajoy en abril de 2015, hace casi un año. Ahora algunos de los vientos exteriores de cola que impulsaban (e impulsan) el crecimiento español (petróleo y euro baratos, flexibilidad sobre la reducción del déficit en Bruselas) disminuyen su intensidad y pueden decaer mucho más.

Así lo advierte la Autoridad Fiscal Independiente al enjuiciar el PE: “Estos riesgos se acentúan con el paso del tiempo y hacen que el escenario macroeconómico pueda ser menos expansivo de lo previsto por el Gobierno, particularmente en los años 2017-2018” (www.airef.es).

Y también la Comisión Europea: “Existen riesgos de sobreestimación de estas perspectivas de crecimiento, derivados especialmente del sector exterior (…) por una ralentización más pronunciada de lo previsto en algunas grandes economías emergentes”, Informe sobre España 2016, SWD, (2016) 78 final.

Además, reactivarse al 3% es menos que expandirse al 3,48% del pasado. Algunos estudios referenciales de Álvarez (Has austerity worked in Spain?, Rosnick y Weisbrot, CEPR, 2015) subrayan que aquellos ritmos de PIB y de empleo eran tributarios del efecto positivo del flujo inmigratorio y de la burbuja inmobiliaria. Pinchados ambos, ¿quién los sustituirá como tractor de la economía española? Hay ideas avispadas de este y otros partidos para cambiar el modelo productivo, pero requieren maduración y tiempo.

Un buen marco presupuestario jamás consiste en cuadrar las cuentas desde un abajo prefijado (el beneficio final deseado) hacia un arriba elástico (los ingresos): lo que queremos antes de lo que, paradoja, Podemos.

Con proyecciones superoptimistas —luego incumplibles— de ese género fracasó un plan (de intención inversa) como el primer rescate griego de 2010. Y, ojo al de Chipre de 2013, que presumía crecimientos futuros del 4,5% (como en —solo— los tres mejores ejercicios de la década 2000), cuando la isla no dispone ya de sus viejas ventajas comparativas: ni fiscalidad desleal (impuesto de sociedades al 10%), ni banca avezada a lavar el dinero negro ruso y de Oriente Próximo. Chipre crece por vez primera desde entonces: pero al 1,6% (en 2015)… y se da con un canto en los dientes.

La selección de las referencias más halagüeñas se repite para calcular el segundo tramo, el 2% anual de crecimiento adicional. Álvarez emplea los multiplicadores fiscales (impacto de cada punto de mayor o menor gasto en unidades de PIB) más favorables. Pero Las matemáticas no engañan (Conde-Ruiz y Rubio-Ramírez, EL PAÍS, 25 de febrero), pues esos multiplicadores pueden también provocar decrecimiento.

Algunos trabajos (Martínez/Zubiri, Papeles de economía española, 139) avalarían la hipótesis podémica. Otros (Hernández de Cos/Moral, Documentos de trabajo, 1309, Banco de España) alertan de que, a diferencia de lo que ocurre con el alza del gasto en las recesiones (siempre acelera la economía), su efecto en el “incremento del PIB es más bajo o incluso negativo” en fases expansivas. Pero los de Podemos enfatizan los estudios más complacientes y minimizan los más agnósticos. Por eso, más que (sana) ilusión pueden generar (peligroso) ilusionismo.

Xavier Vidal-Folch

jueves, 10 de marzo de 2016

LA IZQUIERDA REGRESIVA

Existe una tendencia dentro de la izquierda que defiende valores como la laicidad, el feminismo, los derechos del colectivo LGBT… pero solo para occidentales, puesto que evita criticar a aquellos que los rechazan en nombre de una especificidad cultural determinada, en particular la religión. Se caracteriza, además, por llevar la crítica de los países que propugnan dichos valores al absurdo y apoyar a regímenes represivos que los rechazan. Es la que ya se empieza a conocer como “izquierda regresiva”.

La izquierda regresiva tiene una visión binaria de la geopolítica: todos los males del mundo están causados por EE UU y sus aliados y, por tanto, cualquiera que se enfrenta a ellos es digno de apoyo. Aunque violen los derechos humanos u opriman a las mujeres y a las minorías religiosas, étnicas o sexuales. Su antioccidentalismo les da carta blanca. 

Practica la indignación selectiva: la intervención occidental contra Daesh es “imperialista”; la rusa, en apoyo de Bachar el Asad, “necesaria”. El bombardeo estadounidense de un hospital en Afganistán se condena hasta la saciedad; los repetidos bombardeos rusos de hospitales en Siria no figuran en su radar. Las ejecuciones públicas en Arabia Saudí son una atrocidad; las que lleva a cabo Irán ni siquiera merecen una mención.

La izquierda regresiva desconfía de los medios de comunicación “burgueses” y sigue con fruición la cadena rusa en español RT o la iraní HispanTV. No le importa que el primero sea el órgano de propaganda de un Estado caracterizado por el capitalismo salvaje, la corrupción y el autoritarismo, y el segundo, de un régimen que realiza más ejecuciones per capita que ningún otro y donde los “crímenes” que pueden llevar al patíbulo incluyen el adulterio, la homosexualidad, la blasfemia y la apostasía.

La izquierda regresiva es aficionada a las teorías conspirativas. Cuando grupos antioccidentales como Al-Qaeda o Daesh cometen atrocidades, elabora explicaciones enrevesadas según las cuales dichos grupos son, en realidad, criaturas de EE UU concebidas con fines maquiavélicos. Cita los mismos ejemplos del pasado una y otra vez, sin importarle el contexto, y elige ignorar la crucial diferencia entre financiar a x porque los intereses coinciden, o haber contribuido a las condiciones que propician la aparición de x, con crear a x directamente.

La izquierda regresiva ignora a quienes se enfrentan a regímenes antioccidentales sobre el terreno, a menudo a un gran coste personal: activistas, feministas, artistas, minorías, ateos… En su lugar, toma partido por dictaduras como el régimen sirio, supuestamente “socialista y laico”; o por fundamentalistas a los que alaba como demócratas porque buscan llegar al poder a través de las urnas, aunque rechacen valores democráticos como la igualdad, la tolerancia o el compromiso. Es condescendiente y, en el fondo, algo racista. Considera que los no occidentales son siempre víctimas o títeres de las potencias occidentales. Que son incapaces de concebir ideologías movilizadoras como el islamismo y discursos sofisticados para el consumo occidental (¡como que el velo simboliza el rechazo a la cosificación de la mujer!). Que no son responsables de sus actos, puesto que sus atrocidades son una mera reacción a la agresión occidental, nunca una despiadada estrategia que obedece a una agenda propia.

La izquierda regresiva favorece a la extrema derecha, porque rehúsa denunciar lo más controvertido de ciertas culturas, como la opresión de la mujer o la persecución de las minorías, y condena como xenófobo al que lo hace. Acepta implícitamente los presupuestos de los sectores más conservadores de esas culturas, para los que el respeto a las tradiciones está por encima de los derechos individuales. Así, impide un debate franco sobre esos aspectos dentro de la izquierda y deja la cuestión en manos de los xenófobos.

Finalmente, la izquierda regresiva socava a la verdadera izquierda, la que defiende la libertad, la igualdad, la justicia y los derechos y libertades para todos. Porque convierte la legítima y necesaria crítica de ciertas políticas occidentales en una caricatura, mermando la credibilidad de la izquierda en general. Porque sistemáticamente tacha de “pro-yanquis” a quienes disputan sus postulados para evitar responder a sus argumentos. Porque menosprecia a la izquierda no occidental que combate la opresión que se ejerce en nombre del antioccidentalismo o las tradiciones.

Ha llegado el momento de denunciar a la izquierda regresiva como lo que es: una traición a los valores de la izquierda.

Ana Soage es analista especializada en Oriente Próximo y el islam político. El País

lunes, 7 de marzo de 2016

EL AMOR DE LA IZQUIERDA RADICAL ESPAÑOLA A ETA Y A LA VIOLENCIA PARA ACABAR CON LA DEMOCRACIA

El pasado martes, dirigentes de las CUP y de la coalición nacionalista Junts pel Sí acudían a Logroño para esperar la salida de prisión de Arnaldo Otegi tras cumplir una pena de seis años por su intento de reconstruir la ilegalizada Batasuna. Al mismo tiempo, el líder de Podemos, Pablo Iglesias, se felicitaba porque quedara en libertad quien consideraba que había sido encarcelado "por sus ideas".


El recibimiento a Otegi era la plasmación visible de ese continuo acto de homenaje al relato de ETA en que la extrema izquierda ha convertido sus discursos políticos tanto en su versión populista como independentista. Es el relato de la ETA que ataca la democracia y pone toda su saña en hacer descarrilar la Transición. De la ETA que niega el valor democrático de la Constitución y que deslegitima el autogobierno, empezando por el del País Vasco. El de la ETA que en 1977 se acoge a la amnistía para beneficiarse del esfuerzo de conciliación que hacía una democracia naciente pero que, acto seguido, presenta el sistema constitucional como una prolongación mendaz del franquismo y la conciliación entre españoles como impunidad y olvido.

Sacar a pasear al franquismo no es más que un truco de trilero. No se engañen, Otegi no secuestró a Franco sino a un demócrata indefenso como Javier Rupérez. Esa ETA a la que pertenecía intentó matar a Gabriel Cisneros, ponente constitucional y firme convencido de la necesidad del tránsito pacífico hacia la democracia. En el País Vasco eran asesinados militantes de UCD y Alianza Popular. Años después, ETA volvía a intentar el exterminio de los constitucionalistas, socialistas y populares, con Otegi actuando como glosador de los crímenes y ejecutor político de la estrategia de "socialización del sufrimiento". Allí estaba porque cuando algunos de sus antiguos camaradas de ETA político-militar decidieron su disolución, Otegi volvió a optar por el terrorismo y se unió a la otra ETA, a la que le sobraba lo de "político".

Hay que leer lo que dice a propósito de Robespierre una de las figuras del pensamiento de la "nueva izquierda", Slavoj Zizek, para reparar hasta qué punto la violencia sigue ejerciendo una fascinación ideológica irresistible en esos territorios políticos. Para los que sufren esa fascinación, ETA representa la realización más cercana al sueño del totalitarismo revolucionario que se afirma en el vaciamiento de la individualidad y el sometimiento por el miedo.

En la salida de la cárcel de Logroño como símbolo se hizo visible esta simbiosis histórica. La extrema izquierda reconoce a Otegi como icono de ETA; de esa banda, terrorista sí, pero precursora, con su teoría y su práctica, de la voladura del sistema constitucional. Haciendo de Otegi un preso político, encarcelado por sus ideas, fabrica la prueba de la falta de autenticidad democrática de lo que despectivamente llama "el régimen de la Transición" y legitima como víctima la trayectoria del personaje.

En justa recompensa por semejante aportación, el populismo ha proporcionado a la denominada izquierda abertzale los materiales discursivos con los que blanquearse en estos tiempos. Y ahí tenemos a Otegi hablando de la "casta" y explicando a los suyos que su lucha (sic) "ha sido siempre contra el Estado español dominado por élites oligárquicas que niegan la libertad de los pueblos y la dignidad de los trabajadores". Aparte de que Otegi se identifique sin reservas con la trayectoria criminal de ETA ("nuestra lucha"), ese giro hacia el terrorismo "social" es tan grotesco como revelador de la comunidad de discurso y de estrategia que está cuajando entre los oficiantes de la celebración de Logroño.

"La Constitución que se instaura en este país no instaura una suerte de reglas del juego democráticas, sino que de alguna manera mantiene una serie de poderes que, de una forma muy lampedusiana -cambiarlo todo para que todo siga igual- permitieron la permanencia de una serie de élites económicas en los principales mecanismos y dispositivos del poder del Estado español (....). Me gusta contar esto aquí, porque quien se dio cuenta de eso desde el principio fue la izquierda vasca y ETA. Por mucho procedimiento democrático que haya, hay determinados derechos que no se pueden ejercer en el marco de la legalidad española, por muchas cosas que diga la legalidad española". Esto lo decía Pablo Iglesias en Pamplona el 6 de junio de 2013.

JAVIER ZARZALEJOS 05/03/2016