jueves, 2 de septiembre de 2010

LOS MUSULMANES MODERADOS DEBEN LEVANTAR LA VOZ


Los últimos días hemos presenciado varias actitudes por parte de la comunidad musulmana que han llamado seriamente la atención en el mundo occidental. Una de ellas es la intención de construir una mezquita en la Zona Cero de Nueva York; otra es la condena a muerte por lapidación de Sakineh Mohammadi Ashtiani, una ciudadana iraní en ejecución de las leyes de la sharía (Irán a condenado a muerte a otras dos mujeres por adulterio); y la tercera es la serie de insultos lanzados por un alto cargo y por la prensa iraní contra Carla Bruni, la esposa del Presidente francés Sarkozy, y contra la mujer condenada a muerte (la prensa iraní afirma que ambas merecen la muerte).

En Europa los medios de comunicación y los intelectuales siempre recuerdan el error de equiparar a todos los musulmanes con los islamistas radicales, de poner en el mismo plano a la religión musulmana y a su variante más extrema practicada en muchos países, y en muchas comunidades de musulmanes residentes en Europa. Pero la realidad es que esos musulmanes moderados casi nunca hacen acto de presencia, son generalmente invisibles, no reaccionan ante las atrocidades de los musulmanes más radicales y permiten que el resto de ciudadanos identifiquemos religión con extremismo religioso.

El Wall Street Journal ha preguntado a seis personajes su opinión sobre la construcción de la mezquita de Nueva York. Uno de ellos es Anwar Ibrahim, el líder opositor malayo y del que ya hemos hablado en este blog. Otro es Bernard Lewis, el académico inglés del que también hemos hablado en el blog en referencia a un libro publicado no hace mucho. Los otros cuatro expertos son Ed Husain, Reuel Marc Gerecht, Tawfik Hamid y Akbar Ahmed.

Vamos a resumir aquí sólo la opinión de Anwar Ibrahim porque pone el acento precisamente en la necesidad de que los moderados adopten una postura pública. Su comentario se titula "la pelota está en nuestro tejado" y este es su contenido:

Skeptics and cynics alike have said that the quest for the moderate Muslim in the 21st century is akin to the search for the Holy Grail. It's not hard to understand why. Terrorist attacks, suicide bombings and the jihadist call for Muslims "to rise up against the oppression of the West" are widespread.

The radical fringe carrying out such actions has sought to dominate the discourse between Islam and the West. In order to do so, they've set out to foment anti-Americanism and anti-Semitism. They've also advocated indiscriminate violence as a political strategy. To cap their victory, this abysmal lot uses the cataclysm of 9/11 as a lesson for the so-called enemies of Islam.

These dastardly acts have not only been tragedies of untold proportions for those who have suffered or perished. They have also delivered a calamitous blow to followers of the Muslim faith.

These are the Muslims who go about their lives like ordinary people—earning their livings, raising their families, celebrating reunions and praying for security and peace. These are the Muslims who have never carried a pocketknife, let alone explosives intended to destroy buildings. These Muslims are there for us to see, if only we can lift the veil cast on them by the shadowy figures in bomb-laden jackets hell-bent on destruction.

These are mainstream Muslims—no different from the moderate Christians, Jews and those of other faiths—whose identities have been drowned by events beyond their control. The upshot is a composite picture of Muslims as inherently intolerant, antidemocratic, inward-looking and simply unable to coexist with other communities in the modern world. Some say there is only one solution: Discard your beliefs and your tradition, and embrace pluralism and modernity.

This prescription is deeply flawed. The vast majority of Muslims already see themselves as part of a civilization that is heir to a noble tradition of science, philosophy and spirituality that places paramount importance on the sanctity of human life. Holding fast to the principles of democracy, freedom and human rights, these hundreds of millions of Muslims fervently reject fanaticism in all its varied guises.

Yet Muslims must do more than just talk about their great intellectual and cultural heritage. We must be at the forefront of those who reject violence and terrorism. And our activism must not end there. The tyrants and oppressive regimes that have been the real impediment to peace and progress in the Muslim world must hear our unanimous condemnation. The ball is in our court.

Su último párrafo se traduce así:
Pero los musulmanes tenemos que hacer más que simplemente hablar de nuestra gran herencia cultural e intelectual. Debemos estar al frente de aquellos que rechazan la violencia y el terrorismo. Y nuestro activismo no tiene que acabar aquí. Los tiranos y sus regímenes opresivos que han sido el obstáculo real para la paz y el progreso en el mundo musulmán deben oír nuestra unánime condena. La pelota está en nuestro tejado.
Todavía estamos esperando que los líderes de las organizaciones musulmanas españolas, donde tenemos una más que numerosa colonia, eleven su voz ante hechos como los acaecidos estos días y manifiesten claramente su posición contraria a los asesinatos y los actos terroristas en cualquier parte del mundo, contra la lapidación de mujeres, contra los insultos y las condenas a las personas que piensan diferente, y también nos gustaría escuchar su firme postura a favor de la libertad religiosa y del resto de los derechos humanos.

No podemos acabamos el post sin recomendar las lectura del resto de opiniones de la consulta realizada por el Wall Street Journal ya que los comentarios del resto de los participantes son igualmente interesantes.

Por otra parte, es también muy recomendable el artículo de José María Carrascal en La Tercera de ABC sobre la difícil integración de los musulmanes en occidente o de la convivencia pacífica de dos culturas y dos religiones tan dispares. Dice Carrascal:
........ Estados Unidos ha vuelto a caer en el error de creer que la democracia soluciona todos los problemas de este mundo. Cuando la cosa no es tan simple. .... Cosa muy distinta es el mundo islámico. El islamismo viene enfrentándose con el cristianismo occidental desde que nació. A la rivalidad religiosa se une la social. Ambos han creado sociedades tan opuestas que hacen difícil la ósmosis. El gran error norteamericano en esta Tercera Guerra Mundial que se está librando es creer que el musulmán desea nuestro way of life. No, el musulmán desea nuestra tecnología. Como estilo de vida, prefiere el suyo. La mejor prueba es que los musulmanes que vienen a occidente conservan su estilo de vida y quieren que sus hijos los conserven.

Del mismo modo, no sienten respeto por la democracia occidental, que consideran sinónimo de corrupción y decadencia. Consideran la suya mucho más sencilla, ordenada y directa. Partiendo del Corán como Constitución y de los intérpretes del mismo, los ulemás y ayatolás, como jueces y líderes, la democracia islámica no establece diferencia entre los distintos poderes del Estado, desapareciendo por tanto la sociedad civil, base de la democracia occidental. Si le añadimos los enormes privilegios que otorga a los hombres sobre las mujeres, se entiende el poco interés de la mayoría de los musulmanes por cambiar su democracia por cualquier otra.

El último factor de esta incompatibilidad es el histórico. Estamos hablando de pueblos orgullosos, con culturas tanto o más antiguas que la nuestra y periodos de esplendor incluso superiores. Para verse luego sometidos a la humillación del colonialismo occidental y tratados como ciudadanos de segunda en sus propios países. .... Todo ello sin contar con el «caso Israel», que el Oeste incrustó entre los musulmanes, para hacerles pagar los pecados que él había cometido contra los judíos. Algo que nunca nos perdonarán.

..... La «liberación» del mundo islámico sólo podrá venir desde dentro de él. Tiene que surgir de su Lutero que proclame la relación directa del individuo con Dios, que separe Iglesia y Estado, y que acabe con el sometimiento de la mujer al hombre, con la excusa de protegerla. Pero ese Lutero, esa reforma, no se ha visto ni se ve. Es más, las reformas islámicas han venido siempre en sentido contrario: cuando la sociedad se relajaba, surgen los integristas, los «puros», los almohades o los talibanes, para imponer de nuevo la norma estricta del Corán....

.... El mundo islámico nos ve como enemigos y como invasores, por más empeño y medios que movilicemos para instaurar una sociedad como la nuestra. Algo que no podrán alcanzar mientras sigan atrapados por una ley, un orden y una forma de vida que frena su desarrollo. Pero que tampoco podremos imponérselo desde fuera. Ese es el dilema en que estamos atrapados ellos y nosotros.....

.... La reforma del mundo islámico .... sólo podrá venir desde dentro de él y sólo hay dos vías para ello: el ejército y el «autócrata benevolente». El ejército turco, bajo Mustafá Kemal, fue el único que lanzó una laicización real del Estado, .... el ejército argelino fue quien impidió que el radicalismo islámico ocupase el poder en el suyo, tras ganar unas elecciones. .... Saddam Hussein, aparte de un brutal dictador, era un militar que encarcelaba ayatolás y se enfrentaba a un Irán regido por ellos.

....La «aproximación blanda», a la que pertenece la «alianza de civilizaciones», consiste en tratarles como amigos, y esperar que ellos se porten como tales. ....
Estoy seguro que estas afirmaciones parecerán muy extremistas a algunos lectores del artículo, y que Carrascal podría ser considerado un taliban de Occidente en sus acusaciones al modelo de vida social y político de los musulmanes, pero hasta ahora no hay nada en la actualidad ni en la realidad diaria que rechace sus argumentos. Quizás si los islamistas moderados que citábamos más arriba empezaran a movilizarse podríamos creer que Carrascal está equivocado, pero por ahora parece que la razón está de su parte.


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