El Cultural de El Mundo publica una crítica sobre un libro que trata la figura del escritor inglés George Orwell, el famoso autor de 1984 y de Rebelión en la Granja. Por su interés, tanto del libro como de la crítica, vamos a destacar unas breves afirmaciones:
En España nos encontramos con un panorama desolador en cuanto a intelectuales independientes que defiendan sus propias ideas. Hoy en día todos aquellos considerados como intelectuales, calificación que generalmente sólo se concede a personajes de ideología izquierdista, no son sino seguidores imperturbables de dos partidos políticos, el PSOE y el PCE, a los que sirven como coartada racional e intelectual, a los que nutren todos los argumentos necesarios para mantener la ficción de que su verdadera preocupación es el bienestar del pueblo que dirigen.
Lo que nunca recuerdan estos intelectuales españoles es que han alcanzado con estos partidos una sociedad comercial por la que ellos ofrecen su servicios laborales como coartada política mientras reciben subvenciones, contratos, cátedras, y colaboración en medios de comunicación que si fueran independientes nunca obtendrían.
La verdadera labor política de los intelectuales en una sociedad democrática y moderna es convertirse en la voz de la población, en un referente ético que preserve la validez y la eficacia del sistema político vigente a través de una continua exigencia de honradez a los políticos profesionales. Su posición natural debe ser estar siempre frente al poder, en el punto medio entre éste y la población, a la que también debe recordarle sus deberes y no sólo sus derechos, procurando que como país siempre estemos en el punto de equilibrio entre los abusos de poder y la idiocia de la masa, a la que deben educar y dirigir para que actúe de forma responsable, tanto en el disfrute de sus derechos como en el ejercicio de sus deberes políticos, sociales e individuales.
Orwell nunca repudió el socialismo. Su experiencia como combatiente en la guerra civil española casi le cuesta la vida, pero le abrió los ojos sobre el totalitarismo soviético.Se presenta así un escritor independiente, demasiado para los perfiles de los escritores actuales, que mezclaba una ideología política de un lado del espectro político (socialismo) con un carácter y una personalidad que actualmente se identifica con el otro lado de ese espectro (belicismo).
Nunca se identificó con el liberalismo que atribuye el progreso y la justicia a la economía de mercado.
Panfletista inmisericorde, Orwell nunca abjuró de sus convicciones esenciales, como la justificación de violencia para oponerse a la tiranía. En su célebre artículo sobre Gandhi, mostró su desconfianza hacia los hombres que exaltan el pacifismo: “Si alguien deja caer una bomba sobre vuestra madre, dejad caer dos bombas sobre la suya”
Tenía una profunda repugnancia hacia cualquier forma de autoridad. Sufrir el abuso de poder le ayudó a comprender el desamparo del individuo en las sociedades totalitarias.
Con su desprecio hacia las instituciones, Orwell es un “anarquista conservador”, que no exalta la guerra, pero sí se encuentra a gusto en el campo de batalla. Orwell apreciaba mucho el valor físico, la camaradería masculina y la belleza de las armas.
Odiaba la política, pero escribía sobre ella. Orwell sigue ocupando un puesto de tirador, con el arma preparada para combatir por la libertad, la justicia y la igualdad.
Lo que nunca recuerdan estos intelectuales españoles es que han alcanzado con estos partidos una sociedad comercial por la que ellos ofrecen su servicios laborales como coartada política mientras reciben subvenciones, contratos, cátedras, y colaboración en medios de comunicación que si fueran independientes nunca obtendrían.
La verdadera labor política de los intelectuales en una sociedad democrática y moderna es convertirse en la voz de la población, en un referente ético que preserve la validez y la eficacia del sistema político vigente a través de una continua exigencia de honradez a los políticos profesionales. Su posición natural debe ser estar siempre frente al poder, en el punto medio entre éste y la población, a la que también debe recordarle sus deberes y no sólo sus derechos, procurando que como país siempre estemos en el punto de equilibrio entre los abusos de poder y la idiocia de la masa, a la que deben educar y dirigir para que actúe de forma responsable, tanto en el disfrute de sus derechos como en el ejercicio de sus deberes políticos, sociales e individuales.
5 comentarios:
solo me gustaria añadir, que el nunca se considero anarquista, más bien abogo por la social democracia, y mantuvo la idea de un gobierno igualitario de todos los hombres, sin tener que llegar necesariamente al anarquismo.
Gracias por el comentario
Yo lo considero ácrata en un amplio sentido, pues sus ideas y acciones que lo definieron en sus últimos años coincidían con la esencia del anarquismo.
Muy de acuerdo en gran parte del artículo, pero nada en que necesitemos de intelectuales "honestos", pues debemos ser personas adultas que pensemos por nosotros mismos, y mucho menos en que éstos hagan de mediadores entre nosotros y un poder, que si no emana de nuestras asambleas, de aquellas que nos robaron cuando nos desposeyeron del concejo abierto, es siempre ilegítimo.
Un saludo
Estoy de acuerdo en lo que dices.
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