Dice Germán Yanke en el ABC: "el problema principal no es, como algunos piensan, la supervivencia del débil Gobierno mediante apaños y cesiones, aunque sean meras estratagemas, sino el concepto de la arquitectura constitucional que el señor Rodríguez Zapatero tiene en la cabeza. Si piensa que se puede dar carta de naturaleza a la «bilateralidad» entre el Estado y algunas comunidades autónomas, si cree que se pueden compartimentar los poderes del Estado o que los poderes regionales pueden decidir sobre competencias estatales, si está convencido de que la formulación de autonomías como nación les otorga un cierto poder constituyente, si piensa que España es una suma heterogénea y coyuntural en vez de un Estado organizado autonómicamente, estaremos verdaderamente apañados".
También en ABC, Manuel Martín Ferrand, a cuanta de la próxima prohibición de las corridas de toros en Cataluña, afirma: "lo que se pretende es dar un paso más para marcar distancias con (el resto de) España. Esa es la esencia de un nacionalismo que, con el esforzado apoyo del PSC, le va arrancando pétalos a la margarita catalana en renuncia de elementos que, durante siglos, han formado parte de los usos y costumbres de los catalanes, forzosos o voluntarios: nacidos en Cataluña o emigrantes que allí buscaron un futuro mejor. Una Cataluña que, de tanto mirarse el ombligo en busca de sus más profundas raíces, se va acatetando y que, curiosa y paradójicamente, proscribirá la fiesta de los toros cuando ocupa la presidencia de la Generalitatun catalán nacido en Iznájar, Cordoba, a orillas del Genil".
Para finalizar con ABC, Ignacio Camacho hace referencia no a Cataluña sino a la situación del país en conjunto: "mientras en Cataluña estalla la irritación sobreactuada y el lamento ventajista de su montaraz dirigencia pública, en el resto de España falta representación política del malestar por la desigualdad que representa un modelo asimétrico del mapa de las autonomías. Ni el Gobierno por egoísmo, ni el PSOE por obediencia, ni el PP por vergonzante conveniencia oportunista, son capaces de asumir la voz —mayoritaria según las encuestas— de los españoles que creen que el Constitucional ha sido benévolo con el Estatuto al consagrar sus principales premisas desigualitarias. Españoles que por cierto siguen constituyendo, a día de hoy y mientras no se reforme la Constitución, el único sujeto posible de soberanía nacional..... El resultado de esa brillante gestión zapaterista es que el problema catalán sigue más abierto que nunca después de un Estatuto de máximos que revienta las débiles costuras del Estado. Y que el presidente de España permite que sólo se oiga la expresión del malestar de Cataluña, concediéndole de facto el rango de nación que ha venido a negarle la sentencia. Esto no se había visto nunca: un Gobierno volcado de parte de quienes pretenden achicarle su propia soberanía".
Cambiando de medio, Jesús Cacho en El Confidencial advierte que "Zapatero ha abierto en canal, sin la menor idea sobre cómo cerrarlos, melones de importancia capital en la estructura territorial del Estado, graves puñaladas a la Constitución del 78 por la puerta de atrás de los Estatutos de autonomía. Su “omnipresente esperanza fue pasar a la historia como el gran Pacificador” (Churchill sobre el incauto de Chamberlain), le llevó a intentar pactar con ETA, y con idéntica desenvoltura regaló al nacionalismo catalán un Estatut que una mayoría de catalanes sensatos ni reclamaban ni necesitaban. El resultado de tanta frivolidad a la vista está".
En las últimas semanas se viene repitiendo en Cataluña un nuevo calificativo que sumar al tradicional de "mesetarios", y es el de "españolista separador". En su ejercicio diario de perversión del lenguaje no es que los españoles seamos centralistas y ellos separatistas, posiciones naturales desde hace casi 30 años, sino que ahora los españoles somos "separadores" y se supone que ellos "plurinacionales".
Y ahora Zapatero sigue prometiendo que aprobará por leyes prgánicas lo que el Tribunal Constitucional declaró ilegal. No tenemos un país, sino una pandereta para que jueguen nuestros políticos.
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