Estas dos últimas décadas nuestros políticos se han preocupado más de destacar las diferencias que existen entre nuestras comunidades autónomas que de resaltar la historia y la cultura común que nos une desde hace cinco siglos. Esa historia y esas similitudes se han visto despedazadas poco a poco, progresivamente, y han sido sustituidas por peculiaridades locales, muchas veces inventadas o magnificadas para que surtieran mayor efecto en un proceso político cuyo verdadero objetivo era la creación de reinos de Taifas que otorgaran a los políticos locales un poder cuasi omnímodo y permanente.
No merece la pena dedicar más tiempo a estas cuestiones porque son miles las líneas que se han dedicado a este tema tanto en la prensa como en los estudios de las universidades españolas, aunque lamentablemente en muchas ocasiones esas columnas de opinión y esos estudios estaban más centrados en respaldar las posturas políticas que la realidad de la calle, o se dedicaban a buscar fundamentos legales o principios filosóficos y políticos a lo que no es más que una dejación del sentido común.
Al respecto se puede hoy aportar lo que Christopher Hitchans ha escrito en The Australian sobre que "las pequeñas diferencias causan los conflictos más sangrientos". Según Hitchens, en numerosos casos de aparente conflicto étnico nacionalista, los odios más profundos se manifiestan entre pueblos que -según las apariencias más externas- muestran pocas diferencias significativas. Esta es una de las grandes contradicciones de la civilización y una de las mayores fuentes de descontento con ella, para lo que incluso Freud encontró un término descriptivo "El narcisismo de la pequeña diferencia". Como escribió Freud: "son precisamente las diferencias menores entre los pueblos, que de otro modo serían iguales, las que forman las bases de los sentimientos de hostilidad entre ellos" (traducción libre de Aussie).
Michael Ignatieff, líder de la oposición canadiense y del Partido Liberal de Canadá además de reconocido académico universitario, escribió en 1997 un libro sobre la guerra de los Balcanes, El Honor del Guerrero, en el que pone de manifiesto estas mínimas diferencias entre bosnios, servios y croatas, y su influencia en ese conflicto tan sangriento. En las guerras de la ex Yugoslavia con frecuencia ese odio por pequeñas diferencias se expresaba en forma de extrema rivalidad provincial o local, inflamada por las envidias sobre las supuestas pequeñas ventajas que en uno u otro aspecto poseían las otras comunidades. No se puede olvidar aquí la existencia previa y enquistada de enfrentamientos nacionalistas y religiosos, que no obstante se habían ido diluyendo lentamente tras cincuenta años de matrimonios mixtos y convivencia pacífica.
Pero uno de los principales factores del nacimiento y desarrollo de estas guerras fratricidas fue el uso y la amplificación de esas pequeñas diferencias en pro de unos objetivos políticos por parte de unos políticos sin escrúpulos como Milosevic, Tudjman e Itzebegovic.
No es probable que en España lleguemos nunca a ese nivel de odio y violencia, pero es evidente que la explotación de esas pequeñas diferencias por políticos locales y cortoplacistas está fomentando el odio entre regiones que antes nunca se manifestaron en ese sentido.
¿No me creen? Entonces lean los foros de internet y los comentarios en las noticias de los diarios digitales, sobre todo cuanto se tocan temas como el estatuto, el cauce de los ríos, el agua o la lengua.
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