Tras la llegada al poder de partidos y políticos considerados populistas y de extrema derecha en Suecia, Dinamarca y Holanda, y tras la expulsión de gitanos de Francia, la Canciller alemana Ángela Merkel se ha atrevido a afirmar algo que ya sabíamos, que la multiculturalidad es una milonga vendida por políticos e intelectuales de izquierda, un mito promocionado por ellos y que miles de siglos de historia habían demostrado como un imposible.
El magnífico libro de Sartori sobre el tema (La sociedad multiétnica: pluralismo, multiculturalismo y extranjeros, Taurus Ediciones, 2001. ISBN 84-306-0416-2) ya puso las cosas claras, pero Sartori es considerado como un intelectual de derechas y por tanto es mejor ignorar sus afirmaciones y seguir fomentando la llegada masiva e irregular de emigrantes.
Las declaraciones de Merkel están siendo consideradas como una deriva populista de la Canciller ante el declive de su popularidad, y puede que eso sea verdad, pero no por ello es menos verdad que la llegada masiva de emigrantes ilegales que son mantenidos por los impuestos de los ciudadanos comunitarios, y que se niegan en un alto porcentaje a integrarse en las comunidades de acogida, es una bomba de relojería que no para de hacer tic-tac y que puede acabar con el surgimiento de disturbios populares y étnicos.
Según informa El País "una encuesta de la fundación Friedrich Ebert, cercana al Partido Socialdemócrata (SPD), recogía esta semana que casi el 60% de los alemanes son partidarios de "restringir sustancialmente las prácticas religiosas" de los musulmanes. Si bien con un planteamiento bastante impreciso, la encuesta demuestra lo revueltas que están las aguas que gustan a los pescadores de votos. Sin embargo, los democristianos están dejando de nuevo que el debate derive en cacofonía".
Como es costumbre en nuestra izquierda, en esta ocasión El País se centra en las actitudes de los democristianos alemanes y obvia las hipotéticas consecuencias sociales que nos anuncian los resultados de la encuesta. Es decir, el problema para la izquierda es la mera existencia o desarrollo del debate sobre la emigración, para ellos el problema no se encuentra en que la sociedad en la que viven está cada vez más dividida y hastiada de la presencia de emigrantes, legales o ilegales, que ponen en peligro la propia viabilidad de la sociedad que los alemanes (o europeos en general) han venido creando desde hace dos mil años y que ha desembocado en un estado del bienestar y de protección de los derechos.
Los socialistas europeos ya empiezan a reclamar un "cordón sanitario" contra la extrema derecha; se echa mucho de menos la misma petición contra la extrema izquierda, que ha costado decenas de millones de muertos en todo el mundo, pero eso es sólo un wishful thinking. Según informa Euobserver: The leadership of the Party of European Socialists, the pan-European political party that brings together all European social democratic outfits, on Friday (15 October) adopted new five-point code of conduct on how to act around extreme right parties, which have seen a sharp rise in support in many countries in the wake of the economic crisis....."Regarding this threat ... all European parties should sign up to our plan to refuse to work with the extreme-right," the party's president and former Danish prime minister Poul Nyrup Rasmussen..... Specifically, the party is calling on mainstream left, right and centre parties to reject any ruling coalitions, electoral alliances or any "implicit support" with far-right parties and to isolate members who break the cordon sanitaire.
Es decir, hay que aislar políticamente y en las instituciones a los partidos de extrema derecha . Primero, habría que aclarar qué es extrema derecha y qué no lo es, porque no todas las opiniones políticas que no son del agrado de los socialistas y los comunistas son posiciones extremistas; algunas son declaraciones de simple sentido común. Por otra parte:
- ¿Por qué no se incluyen entre esos apestados políticos a las organizaciones de extrema izquierda?
- ¿Por qué se sigue gobernando en algunas comunidades españolas junto a extremistas de izquierda y ultranacionalistas con toques racistas.
- ¿Por qué se negocian unos presupuestos generales con ultranacionalistas católicos y racistas que basan su ideología en los escritos de un enfermo mental como Sabino Arana?
No voy a defender a los partidos de extrema derecha, que merecen tanto desprecio como el resto de extremistas, pero los socialistas europeos vuelven a recaer en la tentación de clasificar como extremistas de derecha a organizaciones que propugnan cuestiones y problemas que se encuentran en las calles, esas que los partidos de izquierda dicen conocer mejor que nadie. Ignorar las consecuencias de una emigración masiva, descontrolada y que defiende unos valores enfrentados a los europeos (de raíz cristiana, guste o no a los izquierdistas) no puedo más que conducirnos a futuros problemas sociales.
Nuestros políticos, y sus intelectuales orgánicos, deben empezar a considerar que la emigración debe tener una regulación mucho más estricta y controlada, y que su integración debe cumplir ciertos requisitos legales y administrativos, sin dejarla a la simple voluntad de los inmigrantes.
Aquí, en Australia, es así y nadie se sorprende por ello. Es cierto que las condiciones geográficas propias facilitan esa labor de control, pero lo que de verdad es importante en este ámbito es la voluntad política, y aquí se tiene y nadie la pone en solfa cada vez que llega a la costa un barco con inmigrantes. Es difícil ponerle coto, y cada día se presentan dificultades, pero la imagen de dureza que arrojan las autoridades en esta esfera ya tiene un alto efecto disuasorio del que carecemos en Europa.
Nuestros políticos deberían tomar buena nota del discurso sobre la inmigración del ministro liberal australiano Peter Costello en el Sydney Institute en febrero de 2006, y que en España atribuyen al ex Primer Ministro laborista Kevin Rudd. No en vano, posiblemente sea uno de los discursos más difundidos en España en los últimos años, a través de correo electrónico y en versión reducida, y no sólo entre gentes de extrema derecha o de conservadores, yo lo he recibido varias veces y procedente de gentes de diversas tendencias.
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