martes, 26 de octubre de 2010

EL LEVIATÁN ESTATAL Y EL TEA PARTY

Cuanto más se recrudece la crisis económica más empeño ponen nuestros socialistas y nuestros izquierdistas en aumentar el tamaño y los poderes del Estado, para convertirlo en ese Leviatán de Hobbes que todo lo engulle bajo su autoritarismo.

Decenas de años de autoritarismo soviético en varios países del mundo han demostrado que la economía y la sociedad son algo muy precioso que no se pueden dejar en manos del Estado, con su natural tendencia a destruirlo todo ante la irresponsabilidad colectiva. Tampoco el PP parece estar haciendo ni proponiendo nada para evitar la colectivización del Estado, por el contrario, sigue con la misma tendencia de los socialistas y no hace nada para evitar las interferencias estatales en los aspectos más íntimos de nuestra vida diaria, en su empeño por modelarnos el pensamiento y las ideas.

En este escenario surge en Estados Unidos el Tea Party, esa mezcla de movimiento político y ciudadano al que los medios de comunicación españoles se empeñan en presentar como una pandilla de ultraderechistas, racistas, fascistas y cavernarios. Pero de un reciente artículo del Nobel Vargas Llosa en El País convendría destacar algunas afirmaciones para que nos fijemos en el fondo del asunto y no en las florituras que les gusta presentar a la prensa de izquierdas.

Como el artículo de El País no puedo abrirlo, cosas de la informática, les pongo el enlace con la magnífica página de prensa del blog Almendrón, y algunas de las frases de Vargas Llosa:
Su nacimiento fue espontáneo, una proliferación de grupos que, enarbolando como símbolo el de los colonos de la Revolución independentista ...... se reunían a protestar por el crecimiento desaforado del Estado que advertían en medidas como la reforma sanitaria y las descomunales ayudas fiscales a los bancos a raíz de la crisis financiera. Lo que parecía poco más que una manifestación intrascendente y pintoresca del folclor político de Estados Unidos creció como la pólvora y saltó de los márgenes a formar parte de la corriente principal del acontecer cívico del país.

.... Sin embargo, algo importante quedará de él y será absorbido por los grandes partidos y el quehacer político en esta sociedad, una de las más permeables y capaces de recrearse que conozco. Porque, por debajo de su semblante ultraconservador, reaccionario, populista y demagógico, y de los disparates que pueden proclamar algunos de sus dirigentes ..... hay en la entraña de este movimiento algo sano, realista, democrático y profundamente libertario. El temor al crecimiento desenfrenado del Estado y de la burocracia, cuyos tentáculos se infiltran cada vez más en la vida privada de los ciudadanos, recortando y asfixiando su libertad y sus iniciativas; la apropiación por parte del sector público de funciones o servicios que la sociedad civil podría asumir con más eficacia y menos derroche de recursos; la creación de sistemas llamativos de asistencia social que sólo podrán financiarse con subidas sistemáticas de impuestos, lo que se traducirá en caídas de los niveles de vida de las clases medias y populares.

Estos temores no son gratuitos, responden a una realidad de nuestro tiempo y se originan en problemas que se viven por igual en el Primer y el Tercer Mundo. Pero en Estados Unidos tienen una resonancia particular, pues tocan un nervio siempre vivo en un país donde el individualismo no tuvo jamás la mala prensa que tiene en Europa, en la que las doctrinas colectivistas han echado hondas raíces en su historia moderna. A Estados Unidos llegaron los peregrinos europeos en busca de libertad .... para defender el derecho del individuo a gozar de independencia, de elegir su vida sin otra limitación que el respeto de las formas de vida de los otros. En la tradición americana más acendrada no es el Estado sino el ciudadano el responsable primero de su fracaso o de su éxito. Aquél no debe interferir en la vida de éste sino garantizar igualdad de oportunidades, que se cumplan las leyes equitativas y justas que dan los representantes elegidos en comicios libérrimos. Durante mucho tiempo este designio ideal fue más o menos respetado y funcionó, con el extraordinario desarrollo y prosperidad del país como resultado.

En ese modelo había algo de irrealidad y muchas imperfecciones, sin duda, pero dio al grueso de la sociedad norteamericana unos niveles de vida muy por encima del resto del mundo durante mucho tiempo. Luego, en razón de las guerras, de las desigualdades económicas que multiplicó, de la acción política reformista, fue siendo enmendado, en muchas cosas para mejorarlo, pero en otras para empeorarlo. Y entre estas últimas, sin duda, figura esa elefantiásica inflación burocrática que, casi tanto como en Europa, ha ido reduciendo el espacio de libertad y de autonomía del individuo, con el consiguiente encogimiento de la sociedad civil y, por lo tanto, de la responsabilidad del ciudadano frente a sí mismo, su familia y el conjunto social.

En la sociedad moderna, donde el Estado es Dios, el individuo es cada vez menos responsable, porque la realidad apenas le permite serlo, lo empuja cada días más a ser un mero dependiente del Estado. Para casi todo: estudiar, curarse, obtener un trabajo, disfrutar de un seguro, participar y disfrutar de la vida cultural, jubilarse, cuenta con el Estado. La idea de que ése es el destino final de la evolución que viene siguiendo la realidad de su país es simplemente intolerable para un sector importante de Estados Unidos, donde la idea del individuo soberano que no debe dejarse arrollar ni instrumentalizar por el Estado, siempre un peligro latente para su libertad, es ingrediente esencial de su historia.

Ese es un sentimiento justo y que merece ser incorporado a la agenda política pues apunta a problemas reales que enfrenta la cultura democrática. Si el Estado no se descentraliza y adelgaza, si no devuelve a la sociedad civil, a los particulares, las muchas iniciativas y servicios que les ha ido arrebatando, el resultado final será el envilecimiento de la democracia, su conversión en una mera apariencia en la que el individuo ha dejado de ser libre y se ha convertido en un autómata, manipulado por burócratas invisibles y todopoderosos que, desde la sombra de sus despachos, toman todas las decisiones importantes que conciernen a su destino.

No es verdad que sólo el Estado puede ejercitar la solidaridad con el débil, la ayuda al que no puede valerse por sí mismo, responsabilizarse de la cultura, la salud, el trabajo de los ciudadanos. En muchísimos casos, éstos lo hacen mejor y gastando menos que los burócratas ..... Es verdad que hay incentivos tributarios que alientan esta generosidad, pero la razón principal es una tradición cultural, no desaparecida del todo, que induce a los ciudadanos a actuar, tomar iniciativas en invertir su dinero en aquello que creen justo y necesario. A diferencia de los otros, este mensaje del Tea Party merece ser tenido en cuenta.


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