lunes, 29 de noviembre de 2010

LAS ELECCIONES EN CATALUÑA

Una vez celebradas las elecciones y ahora que se conocen ya los resultados definitivos se puede hacer una valoración rápida y corta. La extensa y minuciosa se queda para ser realizada por los medios de comunicación y por los políticos, y que estarán teñidos por el color político de cada uno de ellos por lo que habrá que leer entre líneas.

En primer lugar el incremento del índice de participación en un 4% no demuestra, a pesar de lo que dice la prensa, la necesidad de cambio en Cataluña. Si en una situación de crisis económica y social como la actual sólo acude a las urnas un 60% (aproximadamente) significa que la población catalana se siente muy alejada de la vida política de esa comunidad, y que su desidia y desdén les hacen merecedores de las consecuencias de la elección de un individuo como Artur Mas y de la entrada en el Parlamento de un partido independentista como el de Laporta.

La entrada de SI en el Parlamento catalán demuestra que 30 años de educación victimista y nacionalista, y que ocho años de socialismo nacionalista, han dirigido a la población a un independentismo que irá en aumento en los próximos años. Frase a huevo: cría cuervos y te sacarán los ojos.

¿Creían los socialistas que ser más nacionalistas que CiU y ERC no les acabaría pasando factura? ¿Creían los comunistas de ICV, bautizados ahora como ecosocialistas, que sus recetas económicas serían atractivas para salir de la crisis?

El PP sigue sin ilusionar lo suficiente, por su incapacidad para enviar un mensaje claro como hacía Vidal Quadras, y por la inmensa superioridad de los medios de comunicación anti españoles en esa comunidad, que han convertido al PP en un elemento extraño en el panorama político catalán.

La subida en votos de Ciudadanos le ha dejado en la misma posición, irrelevante, a pesar de que son la verdadera cara humana del socialismo en esa comunidad.

La tremenda caída de ERC sólo significa que su independentismo de cuchufleta no ha servido más que para ahuyentar a los nacionalistas, muchos de los cuales han decidido echarse en brazos de un tipo como Laporta al que los éxitos deportivos han proporcionado un aurea de efectividad.

La amplia victoria de CiU no es una buena noticia para cataluña, y es aún peor para España. Un independentista disfrazado de nacionalista y que sólo va a situar al gobierno central en dificultades cada vez que tenga ocasión. No podemos esperar de CiU un comportamiento honorable ni responsable para España, lo será para el indepedentismo catalán, pero no para el país.

Como resumen, Dios nos coja confesados.

Es momento de que España se plantee seriamente una posición de firmeza. O todos jugamos con las mismas reglas o los partidos políticos catalanes deben pedir la independencia.

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