El historial de los triunfos de Sánchez se cuenta por las veces que ha desalojado del poder al PP sin ganarle las elecciones
El resultado electoral del domingo sólo haría posible una mayoría absoluta formada por una coalición de izquierda radical con independentistas catalanes. El historial de los triunfos políticos de Pedro Sánchez se cuenta por el número de veces que ha desalojado del poder al PP sin haberle ganado las elecciones correspondientes. Y para ello se ha aliado con partidos de extrema izquierda e independentistas sin importarle en qué coincidían ideológicamente con el PSOE. Lo que importaba era si sintonizaban sus vísceras. En ese contexto, sería fácil para Sánchez armar una coalición en torno al PSOE en la que Podemos tuviese casi cualquier cartera y los partido de «Junts pel Sí» obtendrían lo que pidieran. Podemos imaginarnos a «los Picapiedra» –Pedro y Pablo– hablando de la necesidad de escuchar a Mas y Junqueras, de la construcción de la España federal –que los mismos Mas y Junqueras querrían destruir– y de las bondades del diálogo con quien ya ha dejado claro que sólo busca la ruptura.
El problema radica en que el afán de desalojar al PP a toda costa cada vez resulta más caro para el PSOE. Hay ejemplos de larga data, como Cantabria, donde el PSOE ha hecho tres veces presidente al regionalista Revilla, que nunca ha ganado unas elecciones. Y ello a cambio de que en todas las elecciones desde 2003 el PSOE haya reducido su número de escaños, de 13 en aquella fecha a 5 en la actualidad. Y, no contentos con ello, en esta elección del pasado domingo su socio Revilla ha conseguido dar un escaño en Cantabria a Podemos a costa del PSOE. Gran negocio. Véase igualmente el ejemplo de Madrid, donde la gran idea de dar la alcaldía a Manuela Carmena ha servido para que el PSOE obtenga seis míseros diputados y sea superado por Podemos y por Ciudadanos. Y todavía sonreían el domingo por la noche.
No sería de extrañar que dentro del PSOE se produzca una reacción. No es fácil, porque el control del aparato otorga un poder difícil de combatir. Pero cuesta imaginar a Susana Díaz o a Guillermo Fernández Vara aceptando un Gobierno colmando de concesiones a los que quieren romper España o a la vieja guardia de los Guerra o González aceptando compartir el poder con los alumnos de Maduro y Hugo Chávez. Una de las imágenes más reveladoras del domingo por la noche, en la celebración de Podemos frente al Museo Reina Sofía de Madrid, fue que no sólo estaba en el estrado Juan Carlos Monedero, sino que hasta le dieron la palabra. No sólo no han renunciado a la Venezuela chavista. Es que superadas las incómodas citas electorales –problemas técnicos que hay que sobrellevar en el camino hacia el poder– se vuelve a enseñar la verdadera cara de Podemos. Aquella que Pablo Iglesias empezó a ocultar el día que declaró a Carlos Herrera que él estaba «en la centralidad política».
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