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miércoles, 10 de julio de 2013

EL AVANCE DE LA EXTREMA DERECHA EN FRANCIA. LECCIONES PARA LOS CONSERVADORES ESPAÑOLES.

El Frente Nacional (Front National) de Marine Le Pen fue el partido más votado entre los obreros y los electores de 35 a 44 años, el segundo más votado entre los electores de 25 y 34 años, y el tercero más votado entre los jóvenes de 18 a 22 años, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesa de 2012.

Marine Le Pen comenzó expulsando del FN a los grupúsculos expresamente racistas y neo nazis con los que su padre «coqueteó» durante muchos años, abriendo la extrema derecha a nuevos electorados jóvenes y obreros. Matthieu Aignan, que lleva años estudiando la evolución de la extrema derecha, comenta: «Marine Le Pen ha conseguido seducir a una parte importante del electorado joven y desorientado que vive en la periferia de las grandes ciudades. Se trata de obreros poco o nada calificados. Jóvenes que terminaron el bachillerato a trancas y barrancas pero nunca han tenido ningún empleo. Hijos de familias obreras sin perspectivas. Pequeños agricultores amenazados por la crisis. Hijos de pequeños comerciantes que sufren la crisis, en los guetos donde la inmigración más pobre tampoco llega a integrarse» (la cobardía del PP y la asunción de la corrección política progre hace que nuestros conservadores se estén olvidando de esta franja de población española).

Durante los años 80 y 90 del siglo XX, los grandes desfiles de la extrema derecha terminaban con la aparición de grupúsculos extremistas, enarbolando banderas y pancartas neonazis y racistas. Marine Le Pen liquidó esa tradición. Y en las manifestaciones del FN de los últimos años han aparecido personajes de otro tipo: madres solteras que vienen con sus niños en brazos; jubilados pobres; mucho obrero poco o nada calificado; jóvenes bachilleres que no pueden prolongar los estudios; muchas parejas de hecho que viven en la periferia social más dura...

Pascal Perrineau, que ha realizado un estudio sociológico del «renacimiento» electoral de la extrema derecha, comenta: «El FN se convirtió en una potencia electoral a mediados de la década de los años 80 del siglo pasado. Aquella primera fase culminó en las presidenciales del 2002, cuando Jean Marie Le Pen eliminó al candidato socialista, Lionel Jospin. A partir de las legislativas del 2002, las regionales del 2004 y las cantonales del 2011 comienza un nuevo ciclo. Marine Le Pen se ha convertido en un personaje central del paisaje político».

Perrineau comenta el resultado de la primera vuelta de las presidenciales de este modo: «La cuestión de la extrema derecha es un problema político para la derecha y una cuestión social para la izquierda».

«Cuestión política» para Sarkozy: Los electores jóvenes que votaron a Marine Le Pen amenazaron la reelección del presidente conservador. Entre el 30 y el 50 % de los electores de extrema derecha, en la primera vuelta, votaron socialista en la segunda vuelta, el 6 de mayo. Los electores jóvenes que votan extrema derecha son mayoritariamente obreros, hijos de familias pobres, que antes votaban comunista y ahora votan extrema derecha.

Varios estudios sociológicos confirman que Francia está viviendo una mutación política de imprevisible calado, que tiene dos rostros emergentes: los musulmanes franceses (entre 5 y 6 millones), quienes se inclinan masivamente por los partidos de izquierda, y los trabajadores menos cualificados, los cuales prefieren a los partidos de derecha o extrema derecha. Se sabía que los musulmanes contribuyeron de manera quizá determinante a dar la victoria al presidente de la República Francesa, François Hollande, en la segunda vuelta de las presidenciales del 6 de mayo 2012.

Y la Fundación Jean-Jaurés publicó recientemente un estudio subrayando que los partidos de izquierda están dejando de representar a los obreros franceses, quienes ya votan mayoritariamente al Frente Nacional (la actitud del PSOE en España, digan lo que digan, es similar, en algún momento llegará el cambio a la extrema derecha) de Marine Le Pen. 

Jérôme Fourquet, director del departamento de opinión del instituto IFOP ha publicado un estudio compilando todos los votos de las presidenciales de 2012, las elecciones parciales que se han sucedido desde entonces, y los sondeos y estudios de opinión sobre intenciones de voto. De ese estudio se desprende un dato significativo: los musulmanes franceses se inclinan masivamente por los partidos de izquierda, Partido socialista (PS), Frente de Izquierda (FdI) y Partido Comunistra Francés (PCF) -se entiende así que el PSOE e IU estén como locos por concederlos el derecho de voto a los emigrantes-. Se trata de un dato sociológico capital, ya que los 5 o 6 millones de musulmanes franceses son una comunidad culturalmente unida y muy convencida de sus valores. Se trata, en su inmensa mayoría, de hijos o nietos de inmigrantes. Pero son y se consideran franceses perfectamente integrados. En las grandes manifestaciones populares de los últimos años ya era muy visible la presencia de mujeres con velo, jóvenes musulmanas que comenzaban a militar en partidos de izquierda y extrema izquierda.

El estudio de Jérôme Fourquet subraya que Francia está viviendo una mutación sociológica de fondo y gran calado, que bien ilustra este titular de Le Figaro a toda página: «Los musulmanes de Francia votan a la izquierda». Fourquet resume su trabajo de este modo: «Según nuestros estudios, los franceses musulmanes fueron la categoría social que votó más masivamente a favor de Hollande, hace un año, bien por adhesión a su persona, bien por rechazo de Nicolas Sarkozy. Un año después, esa tendencia de fondo se está confirmando a través de muchos indicadores».


domingo, 24 de octubre de 2010

LOS POPULISMOS EN EUROPA, O ¿LOS CIUDADANOS ABANDONADOS?

También en ABC se publican una serie de artículos sonre el crecimiento de los partidos populistas en Europa, de los que conviene leer con atención el firmado por Enrique Serbeto en el que un politólogo afirma que:

Deserción de la izquierda Todos los expertos coinciden en diagnosticar que la crisis económica favorece la aparición de estos temores en la sociedad, Sin embargo, otra de las razones por las que se produce este fenómeno es que la mayoría de los partidos políticos tradicionales se han mantenido en los límites de lo políticamente correcto, ignorando lo que pensaba una parte de la sociedad a la que no han dado respuestas.

El politólogo y profesor de la ULB Jean-Benoit Pilet sostiene que durante los últimos años los partidos han dejado un espacio vacío, y señala sobre todo a la izquierda socialdemócrata «que en su proceso de modernización no se ha dado cuenta que abandonaba a los sectores obreros tradicionales». ....

Aunque puedan percibirse como tendencias simétricas, resulta cada vez más complicado catalogar a estas nuevas fuerzas dentro de la división tradicional entre la derecha y la izquierda. Algunos de los partidos que han puesto la cuestión de los problemas la integración de los inmigrantes sobre la mesa fueron definidos como de extrema derecha, pero ni Wilders en Holanda ni Akesson en Suecia ponen en duda los cambios de las costumbres sociales que se han llevado a cabo en sus respectivos países sobre el reconocimiento de derechos a los homosexuales, la introducción de la eutanasia y otros fenómenos «progresistas», a pesar de que tienen un discurso equivalente al del Frente Nacional francés en lo que se refiere al conflicto con los inmigrantes musulmanes y la defensa de la identidad nacional.

Para identificar a esos nuevos partidos hay que echar un vistazo también a este otro artículo.

martes, 19 de octubre de 2010

LOS POLÍTICOS EUROPEOS Y LA INMIGRACIÓN, EL FANTASMA DE LA EXTREMA DERECHA

Tras la llegada al poder de partidos y políticos considerados populistas y de extrema derecha en Suecia, Dinamarca y Holanda, y tras la expulsión de gitanos de Francia, la Canciller alemana Ángela Merkel se ha atrevido a afirmar algo que ya sabíamos, que la multiculturalidad es una milonga vendida por políticos e intelectuales de izquierda, un mito promocionado por ellos y que miles de siglos de historia habían demostrado como un imposible.

El magnífico libro de Sartori sobre el tema (La sociedad multiétnica: pluralismo, multiculturalismo y extranjeros, Taurus Ediciones, 2001. ISBN 84-306-0416-2) ya puso las cosas claras, pero Sartori es considerado como un intelectual de derechas y por tanto es mejor ignorar sus afirmaciones y seguir fomentando la llegada masiva e irregular de emigrantes.

Las declaraciones de Merkel están siendo consideradas como una deriva populista de la Canciller ante el declive de su popularidad, y puede que eso sea verdad, pero no por ello es menos verdad que la llegada masiva de emigrantes ilegales que son mantenidos por los impuestos de los ciudadanos comunitarios, y que se niegan en un alto porcentaje a integrarse en las comunidades de acogida, es una bomba de relojería que no para de hacer tic-tac y que puede acabar con el surgimiento de disturbios populares y étnicos.

Según informa El País "una encuesta de la fundación Friedrich Ebert, cercana al Partido Socialdemócrata (SPD), recogía esta semana que casi el 60% de los alemanes son partidarios de "restringir sustancialmente las prácticas religiosas" de los musulmanes. Si bien con un planteamiento bastante impreciso, la encuesta demuestra lo revueltas que están las aguas que gustan a los pescadores de votos. Sin embargo, los democristianos están dejando de nuevo que el debate derive en cacofonía".

Como es costumbre en nuestra izquierda, en esta ocasión El País se centra en las actitudes de los democristianos alemanes y obvia las hipotéticas consecuencias sociales que nos anuncian los resultados de la encuesta. Es decir, el problema para la izquierda es la mera existencia o desarrollo del debate sobre la emigración, para ellos el problema no se encuentra en que la sociedad en la que viven está cada vez más dividida y hastiada de la presencia de emigrantes, legales o ilegales, que ponen en peligro la propia viabilidad de la sociedad que los alemanes (o europeos en general) han venido creando desde hace dos mil años y que ha desembocado en un estado del bienestar y de protección de los derechos.

Los socialistas europeos ya empiezan a reclamar un "cordón sanitario" contra la extrema derecha; se echa mucho de menos la misma petición contra la extrema izquierda, que ha costado decenas de millones de muertos en todo el mundo, pero eso es sólo un wishful thinking. Según informa Euobserver: The leadership of the Party of European Socialists, the pan-European political party that brings together all European social democratic outfits, on Friday (15 October) adopted new five-point code of conduct on how to act around extreme right parties, which have seen a sharp rise in support in many countries in the wake of the economic crisis....."Regarding this threat ... all European parties should sign up to our plan to refuse to work with the extreme-right," the party's president and former Danish prime minister Poul Nyrup Rasmussen..... Specifically, the party is calling on mainstream left, right and centre parties to reject any ruling coalitions, electoral alliances or any "implicit support" with far-right parties and to isolate members who break the cordon sanitaire.

Es decir, hay que aislar políticamente y en las instituciones a los partidos de extrema derecha . Primero, habría que aclarar qué es extrema derecha y qué no lo es, porque no todas las opiniones políticas que no son del agrado de los socialistas y los comunistas son posiciones extremistas; algunas son declaraciones de simple sentido común. Por otra parte:

- ¿Por qué no se incluyen entre esos apestados políticos a las organizaciones de extrema izquierda?

- ¿Por qué se sigue gobernando en algunas comunidades españolas junto a extremistas de izquierda y ultranacionalistas con toques racistas.

- ¿Por qué se negocian unos presupuestos generales con ultranacionalistas católicos y racistas que basan su ideología en los escritos de un enfermo mental como Sabino Arana?

No voy a defender a los partidos de extrema derecha, que merecen tanto desprecio como el resto de extremistas, pero los socialistas europeos vuelven a recaer en la tentación de clasificar como extremistas de derecha a organizaciones que propugnan cuestiones y problemas que se encuentran en las calles, esas que los partidos de izquierda dicen conocer mejor que nadie. Ignorar las consecuencias de una emigración masiva, descontrolada y que defiende unos valores enfrentados a los europeos (de raíz cristiana, guste o no a los izquierdistas) no puedo más que conducirnos a futuros problemas sociales.

Nuestros políticos, y sus intelectuales orgánicos, deben empezar a considerar que la emigración debe tener una regulación mucho más estricta y controlada, y que su integración debe cumplir ciertos requisitos legales y administrativos, sin dejarla a la simple voluntad de los inmigrantes.

Aquí, en Australia, es así y nadie se sorprende por ello. Es cierto que las condiciones geográficas propias facilitan esa labor de control, pero lo que de verdad es importante en este ámbito es la voluntad política, y aquí se tiene y nadie la pone en solfa cada vez que llega a la costa un barco con inmigrantes. Es difícil ponerle coto, y cada día se presentan dificultades, pero la imagen de dureza que arrojan las autoridades en esta esfera ya tiene un alto efecto disuasorio del que carecemos en Europa.

Nuestros políticos deberían tomar buena nota del discurso sobre la inmigración del ministro liberal australiano Peter Costello en el Sydney Institute en febrero de 2006, y que en España atribuyen al ex Primer Ministro laborista Kevin Rudd. No en vano, posiblemente sea uno de los discursos más difundidos en España en los últimos años, a través de correo electrónico y en versión reducida, y no sólo entre gentes de extrema derecha o de conservadores, yo lo he recibido varias veces y procedente de gentes de diversas tendencias.