El desprecio de Podemos a los votantes de PSOE y PP da fe de un talante "totalitario".
Verín, pueblo fronterizo en la raya de Orense y Portugal, es célebre por sus aguas minerales, su castillo y sus vinos de Monterrei, llamados a ser de los mejores de España (bueno, ya lo son). En estos días navideños, en sus calles han aparecido pegoteados unos carteles en los que la Marea, la franquicia gallega de Podemos, da las gracias a quienes los votaron el día 20. Resulta interesante, porque desde su modestia resumen un talante, una forma de ver el mundo. El cartel dice: «Gracias por votarnos. Gracias por ser valientes. Gracias por ser libres. Gracias a tod@s».
Al igual que sus líderes nacionales en la noche electoral, lo que están haciendo ahí es despreciar e insultar a los votantes cobardes que durante 30 años han elegido libérrimamente a PP y PSOE (o a PNV, ERC, BNG, Izquierda Unida…). Todos ellos serían acémilas sin libre albedrío, pastoreadas por la casta y que no han sabido ver que solo hay un credo correcto: el neocomunismo televisivo. Asoma así la entraña totalitaria de un partido que proclama la ridícula idea de que hasta que aparecieron ellos la democracia no había llegado a España.
Toda ideología ajena es declarada ilegítima con un rictus altivo y perdonavidas. Algo nada sorprendente en un movimiento que creció al calor del autoritarismo venezolano y que es incapaz de condenar sus crímenes contra la disidencia, incluido el encarcelamiento y tortura de estudiantes en prisiones de espanto. Un movimiento de queja perpetua y fantasías económicamente mendaces, cuyo empalagoso líder se rebaja a utilizar como púlpito una televisión de la teocracia iraní, uno de los regímenes más regresivos del mundo.
Luego el cartel explica los objetivos por los que van a «luchar». «Una sanidad y una educación gratuitas» (algo que ya existe y comparten todos los partidos). «Trabajos dignos para tod@s» (pero los empleos los crean las empresas y las recetas antieconómicas de Podemos son estricnina). «Pensiones más justas» (como siempre sin explicar cómo se financian). «Un país sin corruptos ni ladrones» (visión infantil y angélica de la condición humana, que es falible, como ya se vio en la alegre picaresca de Errejón con su beca no trabajada y de Monedero con sus monedas venezolanas despistadas al fisco).
En un país con cuatro millones de parados es comprensible un voto del puro enfado, la papeleta de la protesta, expresada mediante partidos populistas que venden cuentos irrealizables y viven del pataleo (no solo pasa en España, el ultraderechista Frente Nacional de Le Pen se parece al fenómeno Podemos mucho más de lo que pensamos). Comprendo que un cincuentón con hijos al cargo, arrasado por un ERE y que no encuentra empleo, elija a Iglesias como un puntapié al sistema, o que lo haga un chaval que se ha visto forzado a emigrar de camareta a Londres.
Pero Iglesias y las mareas no arreglarán ni el más mínimo de sus problemas, porque es charlatanería sectaria, alérgica a los números reales, con sobadísimos tics marxistas, que allá donde se aplican siempre traen lo mismo: pobreza y pisoteo de la libertad, algo que ya asoma en su asco hacia quienes no pensamos como ellos.
LUIS VENTOSO – ABC – 27/12/15
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