El programa común de la izquierda está escrito antes de las elecciones y sólo tiene tres palabras: echar al PP.
La única posibilidad real de que Pedro Sánchez no sea presidente del Gobierno en febrero consiste en que Pablo Iglesias prefiera elecciones anticipadas. En ese caso mantendrá alzado el listón del referéndum de autodeterminación en Cataluña y el PSOE no podrá saltarlo. Como previamente habrá fracasado la investidura de Rajoy, las urnas tendrían que abrirse de nuevo en mayo.
Pero si el líder de Podemos considera que le conviene una legislatura corta en la que pueda mantener a los socialistas como rehenes, los apoyará para formar un Gabinete, más probable en minoría que en coalición; pactará con ellos leyes de su iniciativa y los dejará caer cuando estime que estén maduras las condiciones del asalto definitivo. Los soberanistas no votarán en contra porque les favorece cualquier solución que desaloje del poder a la derecha.
El programa común de la izquierda está escrito antes de las elecciones y tiene tres palabras: echar al PP. A partir de ahí pueden encontrar fórmulas de entendimiento como sucedió en las capitales y las autonomías. Las reticencias de los barones territoriales del PSOE tienen más de postureo que de realidad; quieren evitar que Sánchez capitalice el acceso al poder poniéndole condiciones para consentirlo. Pero salvo Susana Díaz, todos han pactado con los populistas.
La renuncia a la consulta catalana es el arancel simbólico que han de cobrar a Podemos para no parecer humillados, y Podemos lo pagará a cambio de otras exigencias. A menos que Iglesias decida tumbar el tablero y volver a iniciar la partida. Él tiene la llave. No encontrará un aliado más débil y bizcochable que un Sánchez con 90 diputados y serios problemas internos para sostener su liderazgo.
Las negociaciones de las próximas semanas van a ser puro formalismo: la resolución del confuso veredicto del 20-D está en manos de la extrema izquierda. A Rajoy no le cuadran las cuentas, ni aun con el concurso de Ciudadanos y el PNV. El PP sólo podría mantener el Gobierno ofreciendo la cabeza del presidente o negociando ¡¡con Artur Mas!! un quid pro quo de mutuas abstenciones en las respectivas investiduras. Ambas opciones son más que improbables, casi disparatadas. Un acuerdo del PSOE con C’s necesita el visto bueno de Podemos y eso liquidaría a Rivera, cuyos votos proceden en su mayoría del centro-derecha.
La salida más estable y sensata, la de un pacto reformista de tres fuerzas moderadas, tropieza con la criminalización ideológica del PP que ha decretado la izquierda. Ése es el verdadero hecho diferencial de nuestra política: un insólito estigma estampado no sobre una organización antisistema, sino sobre un partido democrático. Al aceptar ese marco de sectarismo cainita, los socialistas van a quedar condenados a la elección diabólica que pronosticó Alfonso Guerra: si pacta con la derecha se hunden ellos y si lo hacen con Podemos se hunde España. Con ellos dentro, claro.
IGNACIO CAMACHO – ABC – 27/12/15
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