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sábado, 20 de julio de 2013

¿ESPAÑA ES UN ESTADO FEDERAL? PUES EL PSOE NO SE HA ENTERADO

Conviene dejarlo claro desde el mismo título: España es ya un Estado federal.

Es verdad que no es idéntico a ningún otro Estado federal, pero no hay que alarmarse por ello. Sencillamente, porque no hay dos Estados federales que sean idénticos. ¿En qué se parecen entonces EE UU o Brasil, Alemania o Suiza, por citar solo un par de ejemplos, a ambos lados del Atlántico, de Estados federales paradigmáticos? ¿Por qué todos estos Estados, siendo diferentes, son todos federales, de igual modo que también lo es el Estado español?

La clave que explica por qué todos esos Estados, pese a ser tan distintos, forman parte de la gran familia del federalismo no podemos encontrarla ya en la apelación a conceptos que hoy día han perdido gran parte del significado que tuvieron en el pasado. No es, en efecto, la soberanía la que da razón de ello. Los Estados integrantes de EE UU o de Brasil, los länderalemanes o los cantones suizos, por mucho que se diga, no son soberanos. O, desde luego, no lo son como lo es el correspondiente Estado global en que se integran todas esas unidades federadas (EE UU, Brasil, Alemania o Suiza). Es más, ni siquiera creo que se pueda decir con propiedad que hoy día existen Estados plenamente soberanos. En el siglo XXI la soberanía ha mudado su significado. Más aún cuando, como es el caso de los Estados miembros de la Unión Europea, los mismos han renunciado voluntariamente a ella en facetas tan importantes como la de la moneda. O, por ampliar la mirada, cuando el proceso de globalización, lejos de ser un mero espejismo intelectual, ha pasado a convertirse en una realidad con consecuencias directas en lo financiero, lo económico, lo laboral o lo social. O cuando, por terminar, hay Estados integrados en estructuras defensivas militares que son las que les garantizan, nada más y nada menos, que su seguridad exterior.

Si no es la soberanía la clave, ¿cuál es esta? Aun a riesgo de caer en el reduccionismo, inevitable en un escrito de estas características, me parece que la clave que explica por qué hay Estados que siendo muy diferentes son, sin embargo, todos federales, tiene que ver con el reparto efectivo del poder público entre las distintas instancias, centrales y federadas, que integran el correspondiente Estado federal. Reparto del poder público (autonomía política) que se traduce, jurídicamente, en el reparto de competencias, fundamentalmente, de carácter legislativo (las auténticamente políticas), pero también ejecutivo y administrativo y, en su caso, pero no imprescindiblemente, jurisdiccional.

Ese reparto del poder público, constitucionalmente garantizado, debe de ser, además, indisponible para una sola de las partes; lo que quiere decir que, en caso de que se desee alterarlo, trasladando competencias de una parte a otra, será preciso contar con la voluntad favorable de ambas.

El correlato necesario de la división del poder público entre las distintas partes que integran el Estado federal es el de la autonomía y suficiencia financiera de cada una de ellas, que les permita hacer frente, en debidas condiciones, al ejercicio de las competencias que tienen atribuidas. De nada sirve ser titular de competencias si no hay recursos económicos suficientes para hacerlas efectivas, de igual modo que tampoco sirve de mucho hablar de autonomía política si después se carece de autonomía para conseguir ingresos y efectuar gastos. Al igual que la distribución de competencias, los principios básicos de la autonomía y suficiencia financiera (y presupuestaria) debieran venir garantizados en la Constitución federal, y ser indisponibles para una sola de las partes, más allá de supuestos excepcionales, que, por ser tales, no merece ahora la pena tratar.

Otra de las características que suelen considerarse esenciales en un Estado que merezca denominarse federal (si bien, a este respecto, podríamos encontrar alguna singularidad no desdeñable) es la que tiene que ver con la posibilidad de que las unidades federadas participen en la formación de la voluntad federal en relación con aquellas cuestiones que más directamente les atañen. En efecto, es muy común que en los Estados federales, además de la cámara de representación popular (Parlamento, Congreso, etcétera), exista también una cámara de representación territorial (senado, Bundesrat, etcétera), competente para participar en la aprobación de leyes de gran relevancia para esas entidades estatales federadas.

Evidentemente, habría otras muchas cosas que añadir, características también de los Estados federales, o de la mayoría de ellos, pero me parece que estas son las fundamentales.

Pues bien, si sometemos el Estado español a examen comparativo a la vista de todas ellas, llegaremos a la conclusión de que, sin duda, las dos principales se cumplen: tanto el Estado central como las comunidades autónomas, por un lado, gozan de auténtico poder político, al disponer de importantes campos materiales sobre los que ejercen facultades de carácter legislativo y ejecutivo; y, por el otro, ambas partes disponen de recursos financieros suficientes y autonomía presupuestaria, por más que estas cuestiones precisen de matices en estos años de crisis económico-financiera tan acusada, y, sobre todo, a la luz de la última reforma constitucional (artículo 135) y de la consiguiente aprobación de la legislación orgánica que la desarrolla (Ley Orgánica de Estabilidad Presupuestaria y Sostenibilidad Financiera).

Más dudas caben en relación con la cámara de representación territorial, pues aunque formalmente disponemos de ella, el Senado, lo cierto es que por su composición y funciones no responde adecuadamente a ese propósito.

En definitiva, el Estado español, pese a sus peculiaridades, deficiencias y disfunciones, es ya, como se anunciaba al comienzo, un Estado federal. No lo era cuando se aprobó la Constitución en 1978, pero tras más de 30 años de vigencia y de desarrollo estatutario y legal de la misma, ha llegado a serlo.

Y, entonces —podría alguien preguntarse—, si el Estado español es ya un Estado federal, ¿por qué todo este ruido federal? ¿Por qué la palabra “federalismo” se nos mete hasta debajo de la manta, perturbando nuestros sueños y juegos? ¿Por qué no lo dejamos estar?

Cada uno tendrá sus respuestas, lógicamente. La que a mí me vale es esta: porque aunque nuestro Estado autónomo ya es un Estado federal, existen, sin embargo, deficiencias y disfunciones, como se señalaba con anterioridad, que merece la pena corregir. Y para hacerlo con base firme y criterio cierto nada mejor que acudir a las enseñanzas que nos ofrece el federalismo comparado.

Se trataría, en conclusión, de reformar nuestro Estado de las autonomías a la luz de la experiencia federal comparada, con el fin de hacerlo más eficiente, más previsible, menos sujeto a los vaivenes de la política partidista, más seguro desde un punto de vista competencial y financiero; en definitivas cuentas, para organizarlo mejor. ¿Hay alguien que se niegue a ello? Pues si es así, que, por favor, nos explique sus razones. Y obsérvese bien, se piden razones, no emociones o pasiones, tan perjudiciales cuando se trata de organizar un Estado.

Antonio Arroyo Gil es profesor de Derecho Constitucional de la UAM y autor de los libros El federalismo alemán en la encrucijaday La reforma constitucional del federalismo alemán. Miembro del colectivo Líneas Rojas.

viernes, 23 de noviembre de 2012

THE ECONOMIST; MEJOR HARÍA CATALUÑA TRABAJANDO POR SALIR DE LA CRISIS QUE ESFORZÁNDOSE EN ROMPER CON ESPAÑA


GEORGE ORWELL, a British writer, fought in the trenches in the Spanish civil war to defend Catalonia from General Franco. He would surely be saddened by what is going on in that beautiful, cultured corner of Spain. On November 25th Catalans will vote in a regional election called as an unofficial referendum on independence. Since Catalonia represents a big chunk of the euro zone’s fourth-largest economy, and since Spain is in the frontline of efforts to save the euro, the vote and its aftermath will be felt farther afield.

What could be wrong with 7.5m people with their own language and culture choosing to become a nation-state? At first blush, it is hard to object to what Catalan nationalists call the “right to decide”. In fact, there are many reasons why Catalans should not waste their energy trying to break away from Spain. Start by recalling Orwell’s definition of nationalism as “power-hunger tempered by self-deception”.

Under Spain’s constitution of 1978, Catalonia enjoys more selfgovernment than almost any other corner of Europe. It runs its own schools, hospitals, police, prisons and cultural institutions. It lacks only tax-raising powers and the Ruritanian trappings of statehood, which nationalist politicians appear to be hungry for. As for the selfdeception, this is sometimes farcical: Catalan public television offers a weather forecast that includes provinces that have been part of France since 1659, but no meteorological information for Zaragoza or Madrid.

And most Catalans still seem happy to be both Catalans and Spaniards. Support for independence has risen mainly because Catalans think it would offer relief from recession. It would not. An independent Catalonia would have more fiscal revenues, but it would also have a higher debt burden than Spain. The argument that Catalans should not subsidise feckless Andalusians is a dangerous one: apply that more widely and the euro zone would fall apart. Indeed, far from welcoming Catalonia as an independent member, the euro zone’s leaders hardly yearn for an extra nation-state.

Spilling the Spanish beans 

All that said, the Catalan problem cannot be wished away. Roughly three-quarters of the next Catalan parliament is likely to vote for the right to decide. The constitution says only the Spanish parliament can approve a referendum—and it will not do so. The constitution has in general served both Spain and Catalonia well—but there is a case for updating it.

The Catalans’ complaints come down to two things. First they feel that Mariano Rajoy’s conservative government in Madrid refuses to recognise that Spain is a plurinational and pluri-linguistic country. Second, they think that, set beside the other 16 regions, they pay too much. The neatest answer to these grievances would be for Spain formally to embrace federalism, with a federal senate and clear rules about who collects which taxes. Federalism would mean each region was equal, with the same rights and obligations. But it has been a dirty word in Spain since a failed federal government in 1873-74. A messier, but more feasible, alternative would be to accept that some regions— Catalonia, the Basque country and perhaps Galicia—should have more autonomy than the rest and be recognised as cultural nations within Spain. Doing this would require a national pact to revise the constitution. After the Catalan vote, Mr Rajoy would be wise to set that process in motion. 


YO NO ESTOY DE ACUERDO EN DOS COSAS. PRIMERO, PREFIERO QUE CATALUÑA SE INDEPENDICE, Y "LIBERE" A ESPAÑA DE UNA VEZ POR TODAS. SEGUNDO, SI CATALUÑA SIGUIERA EN ESPAÑA, DEBERÍA SER UNA MÁS Y COMO LAS DEMÁS.


Una encuesta del diario 'The Guardian', preparada por la empresa Sigma Dos, asegura que CiU podría perder entre 3 y 5 escaños en las elecciones catalanas de este 25-N. Con este resultado, el partido de Mas se estancaría entre los 57 y 59 escaños, de los 135 que completan el Parlament, frente a los 62 que tiene en la actualidad y por debajo de los necesarios 68 escaños para gobernar sin llegar a acuerdos con otros partidos. El sondeo, publicado este viernes el diario británico, otorga entre 21 y 22 escaños en el PP y el PSC, y sitúa ERC en 16. Esta encuesta pronostica la previsible debacle de los socialistas catalanes, al perder entre seis y siete escaños de los 28 que tiene actualmente, quedando con 21 o 22.

Tanto PP como ERC se verían beneficiados con el adelanto electoral, ya que el primero pasaría de los 18 escaños actuales a 21 o 22 y ERC de 10 a 16.

Un 50,9% de los encuestados asegura que si Cataluña se independizase le gustaría tener la doble nacionalidad, española y catalana, mientras que sólo el 25,2% querría únicamente ser catalán y un 17,9% es partidario de permanecer en Cataluña como residentes extranjeros manteniendo su nacionalidad española.

Un 66,3% se muestra partidario de que el castellano tenga el mismo estatus oficial que el catalán y un 8% rechaza que el castellano siga siendo una lengua oficial en una Cataluña independiente.

Un 38,1% quiere que el Barça siga jugando en la Liga española mientras que un 22,7% desearía la creación de una nueva Liga catalana.

A pesar de que en España está prohibido por ley publicar nuevas encuestas electorales desde el pasado lunes 19 de noviembre, el ‘The Guardian’ no está sujeto a dicha norma por ser un rotativo extranjero, a pesar de que la encuesta ha sido encargada a una empresa española: Sigma Dos.

La encuesta no refleja datos datos del resto de los partidos con representación en el Parlament de Catalunya y el director de Sigma Dos, José Miguel de Elías, asegura al rotativo que la popularidad de CiU ha caído “sostenidamente” desde que el presidente Artur Mas convocó las elecciones. “La gente ha visto que la independencia tiene muchos problemas”, asegura De Elías al diario británico

AL FINAL ESTOS COBARDES SE ECHARÁN ATRÁS. LOS QUE SON CONTRARIOS A LA INDEPENDENCIA SE QUEDARÁN EN CASA EN LUGAR DE IR A VOTAR CONTRA LOS NACIONALISTAS, LOS INDEPENDENTISTAS ACUDIRÁN EN MASA, Y LOS NACIONALISTAS NADARÁN ENTRE DOS AGUAS, QUERRÍAN SER INDEPENDENTISTAS PERO SE VEN OBLIGADOS A PERMANECER EN ESPAÑA POR LA "PELA".

INDEPENDENCIA UNILATEAL DE CATALUÑA YA, POR FAVOR, NO SE ACOBARDEN.



jueves, 22 de noviembre de 2012

LOS ROSTROS DEL FEDERALISMO


“Una sociedad de sociedades”: así definía Montesquieu el federalismo, un sistema bajo el que viven en la actualidad cientos de millones de personas. Sin embargo, su indiscutible preponderancia va unida a una enorme disparidad. Para arrojar luz sobre la naturaleza constitucional de los federalismos realmente existentes, Roberto Blanco centra su obra, la primera de este género que se escribe en español, en los sistemas paradigmáticos de Estados Unidos, Suiza, Australia, Canadá, Argentina, México, Brasil, Rusia, Alemania, Austria, Bélgica y España. Tras conceptualizar el federalismo y examinar su nacimiento y expansión, aborda los elementos definidores del Estado federal: la naturaleza de sus Constituciones, la organización de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, la distribución de competencias entre federación y entes federados, y la evolución del federalismo desde el dualismo hasta la cooperación. El libro se cierra con un epílogo en donde, de la mano de la contraposición entre federalismo y nacionalismo, se analizan algunas de las peculiaridades del caso español.

El CulturalEl problema que se plantea desde el principio afecta no ya sólo al plano metodológico sino al núcleo del fenómeno, su propia conceptuación: qué entendemos por federalismo, dónde está su especificidad, cuáles son sus rasgos esenciales. Si consideramos, como se dice en las páginas iniciales, que federales son los países más extensos del globo -de Rusia a Australia, pasando por la India-, algunos de los más prósperos -de Alemania a Estados Unidos-, algunas de las potencias emergentes (Brasil), pero también muchos de los países más atrasados o conflictivos (de Irak a Etiopía), no tenemos más remedio que concluir que el federalismo es un fenómeno plural hasta el punto de que buscar un auténtico nexo común entre todos los Estados que se acogen a esa denominación no es más que un ejercicio estéril. Tanto es así que, con buen criterio, Blanco reduce a doce países su foco de atención, para realizar un cuidadoso estudio comparado de la teoría y la práctica federal, principalmente en América y en Europa, los continentes que albergan las naciones más maduras, políticamente hablando, y por tanto las que resultan más relevantes en un análisis constitucionalista. 

El examen teórico parte de Montesquieu, un autor que adjudicaba al principio federal la compatibilidad armoniosa entre unión política y respeto a la pluralidad, usando la fórmula de société de sociétés. En terminología más actual, se concede que el federalismo se distingue por conjugar autogobierno y gobierno compartido (Elazar). Por decirlo con claridad, el Estado federal trata de combinar unidad y diversidad. El problema estriba en el modo concreto en que esto se lleva a cabo en Estados no sólo diferentes en su nivel de desarrollo, sino en su historia, su cultura y composición étnica. Ésta es la razón por la que Blanco desciende rápidamente de los principios teóricos al reconocimiento de los Estados federales realmente existentes, para desmenuzar y comparar los más variados aspectos, desde los orígenes mismos del proceso federal (con grandes diferencias según las latitudes) hasta el modo en que se reparten y comparten poderes, deteniéndose en ese periplo en el impacto federal en los ejecutivos nacionales, el bicameralismo, los sistemas de distribución competencial, las asimetrías o los elementos de financiación, por citar tan sólo algunos de los epígrafes que integran los seis densos capítulos de la obra. 

En el epílogo, como antes adelantábamos, se confirma el protagonismo de España, considerada por el autor un Estado federal “en todo menos en el nombre”. Mientras que los países federales más exitosos han respetado la diversidad para fortalecer su unidad -sus instituciones centrales-, Blanco considera que el proceso político español ha circulado en sentido contrario, debilitando al Estado común en beneficio de unos partidos y grupos de presión que sólo contemplan sus intereses particularistas. Como Canadá y Bélgica, concluye Blanco, España tiene un problema que el federalismo sensu stricto no puede resolver, porque es un problema de deslealtad de nacionalismos disgregadores

«Cuanto más se da de comer al nacionalismo, más hambre tiene»
-¿Existen nexos comunes a todo federalismo?
-Bajo la denominación general de federalismo se esconden realidades plurales y que son distintas. Todos tienen un elemento fundamental, ya que todos cuentan con autogobierno más gobierno compartido. Pero cuando uno acerca la lupa a los Estados federales comprueba que son productos de la historia de cada país, de las características geográficas o de la población. Hay un elemento común y diferencias sustanciales. La preocupación que me lleva a escribir el libro es situar a España dentro de este mapa. Partimos de que es un sistema federal y justificamos esa tesis.

-¿Funciona mejor un sistema federal por agregación o por desagregación?
-En sentido estricto los Estados federales lo son por agregación. Es una técnica para construir Estados, no para descentralizarlos. En el caso de los federalismos por desagregación, cuyos paradigmas son España y Bélgica, es una técnica que se utiliza para descentralizar un Estado que existe. En estos federalismos hay una diferencia importante, la preocupación por esta descentralización.

-¿Nacionalismo y federalismo son antagónicos?
-Son antitéticos. El federalismo trata de hacer compatible la diversidad con la unidad. Es decir, tenemos diferencias pero queremos permanecer unidos. El nacionalismo aspira a otra cosa, a tener un Estado. No hay ningún nacionalismo que no aspire a eso. Aspira a lo contrario del federalismo, a romper ese Estado y crear otros nuevos. En España reina una confusión que es conveniente desvelar, porque oímos la reivindicación federal en boca de personas que utilizan este nombre en vano. El plan Ibarretxe no tenía nada de federal.

-Recoge en el libro que el Consejo de Estado alertó de que el traspaso de competencias a las autonomías ha llegado a su límite.
-Y lo hizo antes de que se llevase a cabo el Estatuto de Cataluña en un dictamen de una extraordinaria rigurosidad. En él se dice que hemos llegado probablemente al límite de la descentralización competencial, y todo lo que sea pasar de aquí, posiblemente va a suponer una ruptura del modelo constitucional. Y eso es lo que ocurre en Cataluña, con un Estatuto que es un disparate político.

-¿Hay que devolver competencias?
-Es difícil pensar en una devolución de competencias sin una reforma general del Estado. El problema no es tanto la devolución de competencias sino tener una cartera de derechos fundamentales que sea igual en todo el territorio. No es razonable que haya distintas carteras sanitarias y en temas fundamentales como educación deberíamos redefinir el modelo.

-Afirma que el problema nacional se complica cada vez más. ¿Hasta qué punto?
-Es como el monstruo al que cuanto más se le da de comer, más le crece la barriga y más hambre tiene. Países como Italia admiran profundamente el caso español, pero no entienden algo. Y es que a medida que hemos ido descentralizando los nacionalistas no solo no están contentos, sino que el umbral de reivindicación aumenta.

-¿Y cómo acabará?
-De no girar el Partido Socialista de Cataluña, antes o después tendremos un problema serio. El PSOE ha pasado de ser uno de los partidos fundamentales en la construcción del Estado autonómico, con Felipe González, a uno de los partidos fundamentales en la demolición del Estado autonómico.

-¿En qué situación se queda el nacionalismo gallego?
-La fragmentación es para el nacionalismo gallego una catástrofe, que ha sido fruto, de una parte, de quien controla el Bloque, para entender los cambios del país. De manera inmediata van a tener un problema, porque si se presentan separados será un desastre electoral.


lunes, 5 de noviembre de 2012

DIFERENCIAS ESTADO AUTONÓMICO ESTADO FEDERAL, MÁS COMENTARIOS


Tanto oír hablar del estado federal como remedio de todos nuestros males territoriales, pero nadie ha explicado aún de qué se trata, especialmente nuestros queridos socialistas, por los que sólo conocemos el nombre esta propuesta milagrosa pero nada sobre su contenido. Leamos esta aproximación que hace el diario ABC el 05.11.12 tras la que realizamos en una entrada anterior sobre este mismo tema.

El presidente de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas, quiere conseguir para la región que gobierna los atributos propios de un Estado soberano. Ante la bravata, el Ejecutivo español y el Partido Popular han fijado su postura: «Vamos a defender la unidad de España». Pero desde el PSOE se plantea otra alternativa. Tanto el secretario general de los socialistas, Alfredo Pérez Rubalcaba, como el presidente del partido, José Antonio Griñán, proponen la vertebración del país de acuerdo a un sistema federal como respuesta al desafío secesionista del nacionalismo catalán. Pero, ¿qué cambios conllevaría tal reforma? ¿Qué traería consigo la implantación del modelo federal? España ya es una federación de territorios autónomos unidos en una misma nación.

Antes de entrar en la cuestión hay que distinguir el sistema federal del confederal. En la confederación las partes entregan competencias al «gobierno central» conservando la soberanía y por lo tanto el derecho a abandonar el conjunto en cualquier momento. Es el caso de la Unión Europea, que es una confederación de estados soberanos. En un sistema federal los territorios se juntan en un agregado al que entregan su soberanía. Se pacta un reparto de competencias y se renuncia al derecho a la secesión a menos que este sea concedido por la unión. Los Estados Unidos de América son un ejemplo de federación.

Según explica Manuel Sánchez de Diego, experto constitucionalista de la Universidad Complutense de Madrid, «las confederaciones surgen por la integración de estados, y las federaciones por evolución de una confederación, caso de Canadá, o por una constitución que así lo defienda, como la Ley Fundamental de Bonn para Alemania».

Es cierto que en España los estatutos de autonomía son leyes orgánicas aprobadas por las Cortes Generales y no constituciones redactadas y aprobadas por las regiones, como es propio de un sistema federal, pero en opinión de muchos autores la instauración en nuestro país de este modelo no tendría por qué conllevar ningún cambio importante. España ya está vertebrada como una federación de territorios autónomos unidos en una misma nación, de manera que el cambio de sistema podría no servir para nada. Una monarquía federal asimétrica como Canadá, donde reina Isabel II y sus 10 «provincias» tienen más competencias que sus tres «territorios», no difiere mucho del heterogéneo Estado de las Autonomías español.

En cualquier caso, según María Eugenia Rodríguez Palop, titular de Filosofía del Derecho de la Universidad Carlos III de Madrid, «para que España fuese un Estado federal auténtico tendría que disfrutar de un Senado que cumpliera el papel de una verdadera cámara territorial». Actualmente sólo una quinta parte de los miembros de nuestra Cámara Alta -58 de 266- ha sido elegida por los parlamentos autonómicos. Además de la necesaria reforma constitucional «sería ineludible el pacto fiscal o, cuando menos, una modificación sustancial del régimen de financiación de las actuales comunidades autónomas, y seguramente tendría que cambiar el modo en que tenemos articulada la Administración de Justicia», afirma Palop.

«Derecho a decidir»

Uno de los malentendidos que existen acerca del sistema federal es que en él las partes gozan del derecho de autodeterminación que permitiría a uno de los territorios federados abandonar la unión cuando así lo decidiese, algo sólo propio de las confederaciones. Como afirma Luis Gordillo, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Deusto, «una vez se crea el Estado federal, la unión es irrevocable». Gordillo pone como ejemplo la Guerra de Secesión de los EE.UU., que estalló cuando los estados del Sur, que se autoproclamaron «confederados», decidieron romper unilateralmente la Unión. En el modelo federal la soberanía reside en la federación, en el conjunto, que podrá permitir o no a una de sus partes decidir si quiere permanecer en él o abandonarlo.

«El derecho de autodeterminación, un concepto que se creó para permitir la emancipación de las colonias, no es propio de un sistema federal. El único caso que recuerdo de un sistema federal que, en teoría, permitía la autodeterminación de sus partes integrantes es el de la URSS. Pero en cualquier caso la cuestión que habría que plantearse ante la posibilidad de instaurar un modelo así es: ¿para qué iba a querer alguien un sistema federal que recogiese el derecho de autodeterminación si no es porque, en realidad, quiere separarse?», explica Gordillo.

Según entiende, «cuando el PSOE plantea el federalismo está proponiendo una reforma constitucional que aclare y ordene el reparto de competencias entre Estado y Comunidades Autónomas. Se perseguiría, básicamente, racionalizar el modelo. Pero cuando se habla de federalismo desde el PSC parece que se quiere replantear la naturaleza propia del Estado, se cuestiona la esencia, el origen mismo del sistema que tenemos ahora, que ya es federal».

Posibles ventajas

¿Serviría para algo la instauración de un sistema federal en España? No, si tenemos en cuenta que este modelo difiere muy poco del autonómico con el que nuestro país se vertebra en la actualidad. Pero en cualquier caso, según el profesor Gordillo la implantación del federalismo podría suponer una oportunidad para aclarar el «desorden competencial» que recoge la Constitución Española y así luchar mejor contra la crisis. «Aumentaría la transparencia y contribuiría a clarificar las responsabilidades de cada parte», afirma.

El cambio de sistema también podría servir para evitar las duplicidades en la gestión de las administraciones nacionales y regionales. «En Alemania, que es una federación, existe un principio llamado “lealtad federal” que permite que un sólo funcionario trabaje en nombre de distintas administraciones. Es la “ventanilla única”, pero en España el problema es que falta confianza entre las administraciones estatal y autonómicas», explica Gordillo.




jueves, 11 de octubre de 2012

ESTADO AUTONÓMICO Y ESTADO FEDERAL, SEMEJANZAS Y DIFERENCIAS


Ahora que los separatistas de España piden la separación, y que los torpes socialistas  españoles proponen un estado federal como solución, basta echar un ojo a este artículo del catedrático Jorge de Esteban, en el periódico El Mundo, para ver que nuestros socialistas no saben ni de lo que hablan, porque el federalismo real recortaría esta libertina autonomía asimétrica de la que gozan catalanes y vascos actualmente.
El federalismo no solo no es una solución, sino que no sería aceptado por los separatistas catalanes y vascos. Para los segundos probablemente sólo valga la independencia. Para los primeros, sólo valdrá un nuevo formato de relación, el planteado en el Estatuto, en el que España se convertía poco menos que en un Protectorado dirigido por Cataluña.

El secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, ha declarado, ante la crisis institucional en que España está inmersa, y motivado asimismo por la indecisión «identitaria» que afecta al PSC, que es partidario de ir avanzando hacia un modelo federal de nuestro Estado. Es más: añadió que, si hubiese el consenso adecuado para ello, estaría dispuesto incluso a reformar la Constitución.
Ahora bien, su propuesta no es válida, como la ha planteado, porque parece ignorar que el Estado de las Autonomías, es un tipo sui generis de Estado Federal. En consecuencia, no se puede adoptar lo que ya existe. Supongo, por tanto, que lo que ha debido querer expresar es que nuestro Estado actual ya no es válido, porque la situación caótica que atraviesa España exige ineludiblemente afrontar cuanto antes su necesaria reforma. En tal sentido, conviene tener las ideas claras, para no confundir las cosas. 
En primer lugar, no existe un modelo único de Estado federal. En el mundo hay cerca de 30 Estados federales, entre los casi 200 Estados representados en la ONU. Es necesario aclarar que los Estados federales pueden nacer de dos formas diferentes. Unos, como Estados Unidos, que fue quien inventó la fórmula, surgieron por asociación de Estados o entidades preestatales ya existentes. Y otros se crearon por disociación de un Estado unitario, que se divide, sin separarse, en diversas partes. El Estado federal nace bien para unir lo fragmentado (EEUU, Canadá, Suiza), bien para desanudar lo que está demasiado unido (Argentina, México, Brasil o Bélgica). Ni por su origen, ni por su desarrollo, ni por su funcionamiento, existe un modelo único de Estado federal. 
Claro está, que, a pesar de todo, dicha categoría posee unos rasgos propios, que son los que permiten hablar de este concepto de Estado. Por tanto, podemos afirmar que esos caracteres derivan fundamentalmente de la idea de una dualidad, que impregna toda su naturaleza. Se parte así de dos ámbitos de poder: el propio del Estado global, y el de cada uno de los miembros que lo componen. En definitiva, se trata de descentralizar el poder territorialmente hablando, lo que implica igualmente que en cada uno de los tres poderes clásicos del Estado se puede ver también esa dualidad típica de todos los Estados federales
  • Dualidad en el Poder Ejecutivo, puesto que hay un Gobierno común para todos y el propio de cada uno de los Estados miembros. 
  • Dualidad en el Poder Legislativo, porque existe un Parlamento federal y un Parlamento en cada una de las partes que integran el Estado. 
  • Dualidad también en el Poder Judicial, donde un Tribunal Supremo es el órgano judicial máximo de la Federación, y unos Tribunales propios de cada miembro del Estado federal. 

De las tres dualidades, la que caracteriza con más fuerza al Estado federal es la que se refiere a la dualidad del Poder Legislativo. Ciertamente, se reconoce tanto la existencia de un Parlamento para toda la Federación, como la de cada uno de los Parlamentos de los Estados miembros. Lo cual significa que tiene que haber un reparto de competencias entre el primero y los segundos, partiendo de la idea de que las competencias cedidas no tienen por qué ser homogéneas para todos los Estados miembros, aunque siempre se evita que no sean asimétricas, ya que aquí se encuentra el meollo del funcionamiento igualitario de los Estados federales. De ahí que se exijan dos condiciones para la mejor eficacia en su actividad: 
  • que el reparto de competencias se halle claramente establecido en la Constitución federal y 
  • que los derechos fundamentales sean iguales en todo el territorio federal.

Por lo demás, los Estados miembros deben disponer de su propia Constitución, que se dan por sí mismos, sin intervención del Estado global. Sin embargo, deben redactarse sin contradecir la Constitución federal, porque es en esta en dónde únicamente se haya reconocida la soberanía nacional. De ahí se desprende, la llamada «cláusula de la supremacía federal», que consiste en que, en caso de conflicto entre una norma federal y otra de un Parlamento de un Estado miembro, debe prevalecer siempre la primera
Hay otros dos rasgos comunes en prácticamente todos los Estados federales
  • En primer lugar, los Estados miembros participan en el Gobierno común a través, aunque no sea la única vía, de una Segunda Cámara o Senado. Y, por otra parte, también intervienen en la reforma de la Constitución federal
  • Por último, tanto el Estado global como los Estados miembros poseen respectivamente una capacidad tributaria directa para recaudar impuestos y para financiar los gastos de sus competencias respectivas.

La cuestión que se plantea entonces, ante la sugerencia de Rubalcaba, consiste en aclarar si nuestro Estado de las Autonomías posee esos rasgos enunciados. Podemos afirmar que aun perteneciendo al género de los países descentralizados, el Estado actual español es parcialmente federal. Es posible ver en él la mayor parte de los rasgos señalados, pero existen otros que lo desvirtúan, que lo alejan del esquema dibujado, y que últimamente lo convierten en una caricatura de Estado federal. 
  1. En primer lugar, a diferencia de los Estados federales, no se especifica en la Constitución cuáles son las partes que lo componen, reconociendo únicamente un principio dispositivo que permite a las diferentes regiones convertirse en comunidades autónomas. 
  2. En segundo lugar, las competencias de cada comunidad autónoma no se regulan en una Constitución inacabada, sino en los diferentes Estatutos
  3. En tercero, no guarda una simetría de todas las partes que lo componen, incluso es la propia Constitución la que diferencia a unas comunidades autónomas, como, por ejemplo, Navarra y el País Vasco, que gozan de privilegios fiscales. 
  4. En cuarto, podemos hablar también de una asimetría sobrevenida, puesto que la existencia de partidos nacionalistas ha comportado, en las comunidades autónomas en que son mayoritarios, que hayan conseguido mayores competencias que las demás. Esta peculiaridad es la que ha llevado a la máxima asimetría que existe en nuestro Estado de las Autonomías, esto es, la causada por la aprobación del Estatuto de Cataluña, que a pesar de su rebaja, primero en las Cortes y, después, insuficientemente, en el Tribunal Constitucional, ha dado lugar a un Estado adosado al Estado español
  5. En quinto lugar, el Senado no cumple con las funciones propias de los Estados federales, por lo que es absolutamente inoperante. 
  6. Y, por último, las comunidades autónomas no han tenido pudor en incrementar cargos y entes que han hecho insoportable los gastos del Estado, en una época en que la situación económica se degrada. Así, han transformado la dualidad típica de los Estados federales en la duplicidad de órganos y funciones de un Estado derrochador.

Por consiguiente, aunque haya algún autor que sostiene que el Estado español es realmente federal, salvo en su nombre, creo que no es así, porque para que fuese un Estado federal pleno, y no parcialmente, como lo es ahora, es indispensable la reforma de la Constitución para suprimir esas anomalías y adelgazar el Estado de las Autonomías. El problema que se plantearía es si ese Estado federal clásico lo podrían admitir los nacionalistas vascos y catalanes, no siendo asimétrico, como ellos desean, lo cual es difícil sin una lealtad constitucional. 
La propuesta de Rubalcaba no la comparte el PP, quien absurdamente no desea ninguna reforma constitucional, mientras que los nacionalistas catalanes hablan de autodeterminación o de imitar a Puerto Rico, en una espiral de paranoia colectiva
En consecuencia, España se seguirá deslizando por un desfiladero que conduce al abismo, pues no hay futuro sin reformar lo antes posible la Constitución. En definitiva, ante la que se nos viene encima, que cada palo aguante su vela.

Jorge de Esteban es catedrático de Derecho Constitucional y presidente del Consejo Editorial de EL MUNDO.


jueves, 29 de julio de 2010

DEBATE SOBRE EL SECESIONISMO O EL FEDERALISMO EUROPEO

Recomendamos hoy dos artículos publicados en Project Syndicate redactados a consecuencia de la sentencia del Tribunal Internacional de La Haya (TIJ) sobre la independencia de Kosovo.

El primero está escrito por dos profesores de Derecho Internacional de la Universidad de Nueva York, Robert Howse y Ruti Teitel, y se titula ¿De verdad somos secesionistas ahora?. El artículo finaliza con la siguiente opinión: "Conforme a los procedimientos vigentes, la formulación de preguntas al Tribunal Internacional es una prerrogativa exclusiva de los Estados, ya sea como partes en un debate o, como en el caso del dictamen sobre Kosovo, por mediación de las Naciones Unidas, pero los derechos de las personas y de los pueblos, y no sólo los intereses de los Estados, están en juego en controversias como ésa. Para impartir justicia internacional actualmente, necesitamos un nuevo tipo de Tribunal Mundial, al que puedan recurrir todas las voces".

Howse y Teitel ponen el dedo en la llaga al recordar que las preguntas al TIJ no se plantean teniendo en cuenta los intereses de las poblaciones o la situación real de los países, sino que son redactadas para dirigir las sentencias hacia un objetivo concreto, y ya sabemos como se las gastan los nacionalistas en cuestiones de manipulación del lenguaje.

El segundo artículo está firmado por Jean Pisani-Ferry, director de Bruegel, grupo de estudio de las políticas y la economía de la UE radicado en Bruselas, profesor de Economía en la Université París-Dauphine y miembro del Consejo de Análisis Económico del Primer Ministro francés.

El artículo se titula Resurge el debate sobre el federalismo de Europa, y no se trata de la situación interna de los estados Miembros de la Unión Europea, sino de la forma de organización política de la propia UE con la finalidad de alcanzar con mayor éxito sus objetivos. De este modo el artículo empieza con la pregunta "¿puede sobrevivir una unión monetaria sin alguna forma de federalismo fiscal?".

Con motivo de este debate, Pisani-Ferry hace un recordatorio de las transferencias financieras internas de la UE dirigidas a mejorar la situación de las regiones más desfavorecidas, lo que en el lenguaje diario se conoce como solidaridad. Según el autor, "esas transferencias han acelerado la convergencia, cuando se han aprovechado bien (por ejemplo, en varias provincias españolas), pero han resultado ineficaces cuando se han despilfarrado (como en Grecia), lo que infunde dudas sobre la utilidad de la solidaridad".

La solidaridad europea, las transferencias de fondos de los países más desarrollados en favor de los menos con la finalidad de alcanzar la convergencia entre las naciones europeas de modo que el mercado interno se dinamice y distribuya sus beneficios (y evite las tensiones nacionales, ya que ese fue uno de los objetivos políticos y filosóficos en los que se basó la creación de las Comunidades Europeas), se mantiene pese a todos los problemas financieros de la actual crisis y pese a que algunos gobiernos que empiezan a dudar de su eficacia (Alemania especialmente).

Sin embargo, mientras esa solidaridad internacional y europea parece resistir los embates, la solidaridad española se encuentra en riesgo de desaparición o de fragmentación. Ese es uno de los objetivos del Estatuto catalán y de los políticos catalanes.