No estuvo fina la jefa de la oposición en el Ayuntamiento de Madrid al bromear sobre la «ocurrencia» de Podemos, Ahora Madrid y demás marcas asociadas, de organizar en ciertos distritos unas Cabalgatas de Reyes Magos con la participación de «reinas magas» este año. Y con mágicas reinonas el próximo, no lo duden. Esperanza Aguirre dijo que le «gusta la paridad pero no las paridas». Ingenioso pero desafortunado juego de palabras. Porque se trata de algo mucho más grave. Se trata de convertir el acto de tradición religiosa en una bufonada. Y tiene la misma intención que tenían las profanaciones de tumbas en los conventos madrileños ya en 1931, la mofa y la ridiculización de las creencias e ideas de los sectores sociales a destruir. Después se pusieron las cosas peor.
Esto ahora acaba de empezar. Las faltas de respeto van a llover. También cosas peores. Llueven desde hace tiempo y se aceptan y toleran como una fatalidad más de las manías inevitables de una izquierda que necesita reafirmarse en lo mucho que desprecia y odia al discrepante y las ideas, creencias y tradiciones ajenas. Convirtiendo la Cabalgata en un sucedáneo de Gay Parade, Carnaval o Halloween se quiere matar identidad. Como con el veto al recuerdo de todos los escritores no marxistas del siglo XX, como con la toponimia que pretende que el español jamás estuvo presente en regiones como la vasca y la catalana. Y la transformación de lugares históricos, la «memoria histórica» y la cultura religiosa. Se trata de borrar pasado para inventarlo. Se quiere que las nuevas generaciones no conozcan nada que ponga en peligro el relato leninista de la historia, la larga retahíla de mentiras en consignas que forman la «Weltanschauung» que la izquierda quiere imponer sin rival, contraste ni alternativa. Jamás se habrían convertido en semejante amenaza sin la campaña mediática en favor del proyecto extremista totalitario de Podemos. Que fue liderada por la cadena que, mientras otras se hundían, era salvada de la quiebra gracias a las afinidades electivas de la vicepresidenta del Gobierno del PP en el siniestro y voraz sanedrín de ese grupo. El resultado de todo ello es que España se halla ahora en una situación de peligro extremo para su estabilidad, seguridad y convivencia. Y se debe en gran medida a que los enemigos del Estado han contado con un apoyo televisivo para su lanzamiento y lucha política como en Europa solo ha gozado Silvio Berlusconi.
Este triunfó gracias a unas televisiones que eran de su propiedad. En España lo ha hecho Podemos con medios que puso a su disposición el Gobierno del PP. El inmenso daño está hecho y el proceso golpista de extrema izquierda y separatismo entra ahora en fase intensa de guerra ideológica. Y que solo puede concluir de dos formas. Una es que la izquierda rupturista y revanchista, que hoy es la izquierda mayoritaria en España, entierre la Constitución de 1978 en un proceso constituyente controlado por ellos, que dejará prácticamente fuera de la ley a todas las fuerzas consideradas «no progresistas». Ya veremos después adónde nos lleva la incompatibilidad absoluta de la política nacional con una Unión Europea cada vez más inestable e incapaz de lidiar con todos los focos internos de conflicto. La otra es que esa ofensiva golpista sea derrotada por fuerzas democráticas que, en una reacción de unidad improbable, sofocan esa ruptura hacia el proceso constituyente de corte chavista. El PSOE tiene el corazón partido. Le gustaría estar, como siempre, en ambas aventuras, en la legalidad institucional y en el frenesí revolucionario. En los salones de gobierno y en las brigadas del amanecer. No se puede. Pero Pedro Sánchez, el hombre de la autoestima dislocada, lo va a intentar.
HERMANN TERTSCH en ABC
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