viernes, 28 de diciembre de 2012

POR AQUÍ EMPIEZA LA RUINA DE CATALUÑA


Por su propio Gobierno, no porque "España les robe", sino que sus cargos electos les roban. Es el Gobierno catalán más separatista de la democracia, cuyo principal cometido es preparar un referéndum independentista en 2014. Pero también el más caro. Porque, en plena recesión y tras una legislatura en la que Cataluña pidió el rescate, Artur Mas ha ampliado su plantilla de consejeros de once a doce, con el consiguiente gasto en altos cargos.

El propio Mas cobra el doble que el presidente del Gobierno nacional, Mariano Rajoy, un total de 144.030 euros brutos al año. Una cifra que supera el sueldo base de Su Majestad el Rey. El sueldo de sus doce consejeros catalanes también es sustancioso: 108.576 euros anuales, más que el del Presidente del Gobierno de España y el de cualquier ministro del Gobierno español. Y todo ello sin contar secretario generales o sectoriales (84.078 euros), los directores generales (80.589 euros) y demás cargos de confianza, asesores, etc. Hasta ahora, el número de altos cargos, eventuales y personal directivo de la Generalitat ascendía a 523 (incluye entidades del sector público). Andalucía tiene once consejerías, y País Vasco, Madrid, Galicia y Comunidad Valenciana, ocho. Baleares y Castilla-La Mancha, siete.

No obstante, el Ejecutivo catalán será el encargado de aplicar en esta legislatura unos recortes que superan los 4.000 millones de euros, que Artur Mas, en aras a su acuerdo de legislatura con ERC, intenta compensar con la creación de nueve impuestos nuevos -precisamente ayer, el nuevo gobierno aprobó en su primera reunión pasar de 700.000 a 500.000 euros el límite exento del impuesto de patrimonio, y prorrogó los presupuestos de 2012-.

Unos sueldos salvajes para unos políticos catalanes desvergonzados mientras estos aumentan la sangría de los impuestos a los ciudadanos a la vez que acusan a Madrid de robarles. Si así fuera, "el que roba a un ladrón tiene cien años de perdón".


Dada su composición, del nuevo Gobierno catalán sólo cabe esperar malquerencia, victimismo y las habituales mentiras. Si quisiéramos definir el nuevo gobierno de Cataluña con una sola palabra, ninguna mejor que «radical». Artur Mas ha elegido a los más soberanistas de sus colaboradores para acompañarle en su segundo mandato, lo que unido al extremismo de Esquerra Republicana convierte su gobierno en un «Frente Nacional Catalán». En eso ha quedado la oferta de diálogo y entendimiento hecha al gobierno central por el president. Como tantas otras proclamas suyas, cabe añadir, tornadas falsedades.

No voy a decir, como Samuel Johnson en su famosa definición, que «el nacionalismo es el último refugio de los bribones», al haber también en él gente de buena fe, aunque por lo general equivocada. Pero que su espina dorsal la forman una sarta de mentiras no lo puede negar nadie a la vista de lo que dice y de lo que hace. El nacionalismo se inventa la historia, se fabrica enemigos, finge agravios ajenos y oculta felonías propias con un descaro sólo superado por su codicia. Los españoles estamos teniendo últimamente una buena muestra de todo ello. ¿Quién es el que está ofendiendo a Cataluña desde el resto de España en los últimos treinta años? ¿Quién es el que la está robando? ¿Quién es el que quema banderas catalanas o retratos de los más altos dignatarios? ¿No es más bien al contrario, que las ofensas, los chantajes, los agravios vienen desde allí hacia España, siendo el último de ellos el ocultar el retrato del Rey en la reciente toma de posesión del presidente de la Generalitat? ¿Es esa la Barcelona «archivo de cortesía» que conocíamos o una Barcelona regida por gentes que, tras haberla empobrecido, ensuciado, hecho retroceder frente a otras capitales españolas, han prescindido de las que eran grandes virtudes catalanas, empezando por las buenas formas y el respeto a los demás?

Más importante todavía: ¿es esto lo que quieren hacer de Cataluña, adónde quieren llevarla, a que quieren reducirla? Pues, como ya advertía Goethe en su conversaciones con Eckermann, «el odio nacionalista es tanto más grande y violento cuanto más baja es la cultura de un pueblo». Esperemos que el pueblo catalán se dé cuenta a tiempo de ello.

Dispongámonos, en cualquier caso, a recibir un fuego graneado desde la Plaça de Sant Jaume, junto a los habituales gritos victimistas y las mentiras de reglamento. Se dan cuenta de que ésta es su última oportunidad, el canto de cisne de un nacionalismo arrollados por la globalización, y van a echar mano de todas las armas a su alcance y de todas las mañas, incluidas las más sucias. Buscarán aliados dentro y fuera, sin que les falten, al abundar en ambos sitios los que odian a España. Mal deben de verse cuando actúan así. Claro que no luchan sólo contra España. Luchan también contra la historia, ésa que no quieren reconocer e intentan falsear.

Tras los escándalos que se van descubriendo sobre la familia Pujol, la última muestra de la desvergüenza de estos políticos profesionales nacionalistas: que el nuevo consejero de Justicia de la Generalitat, Germà Gordó, aparezca citado en documentos de la Agencia Tributaria que obran en la causa que se sigue por el escándalo de las ITV, donde Oriol Pujol es señalado como principal protagonista. El viaje soberanista de Convergencia y su paulatino alejamiento del Estado de Derecho, con el fin de crear uno propio, también parecen estar estrechamente relacionados con que se vayan conociendo las dimensiones de la enorme fosa séptica que subyace sobre los asuntos turbios de la coalición nacionalista. No es casual que la sede central convergente haya sido embargada por los tribunales para poder afrontar la fianza impuesta por el juez al partido de Mas en el caso Palau. Y no es de ahora, aún resuenan los nombres de Prenafeta, de Alavedra, de Estevill, del caso Casinos, de la operación Pretoria... El currículo de CiU y sus aledaños en los tribunales da para escribir varios tratados y para concluir que aquel oasis de prosperidad y modernidad ocultaba una cara B oscura, que ahora se trata de tapar a los sones de «Els Segadors».



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