Con aires de funeral y caras de preocupación los gobernantes y la cúpula de la clase política española -con la habitual ausencia de los partidos nacionalistas- celebraron en el Senado la fiesta de la Constitución Española. Un acto fallido y otra oportunidad perdida -como la del 200 aniversario de la Constitución de Cádiz- para anunciar un periodo constituyente -que la Constitución de 1978 nunca tuvo- para la reforma imprescindible y urgente de nuestra Carta Magna.
Una reforma en pos de una Democracia plena donde los ciudadanos elijan de manera directa a sus gobernantes y representantes y en la que la soberanía nacional -secuestrada por los aparatos de los partidos políticos- regrese a manos de los españoles, a fin de que exista una verdadera separación de los poderes del Estado y los correspondientes controles de los gobernantes que deben estar sometidos a la Ley para impedir los abusos de poder, el despilfarro y la corrupción. Y también una reforma que ordene el caótico y ruinoso aparato del Estado, empezando por el sistema autonómico que se ha convertido en el trampolín de la corrupción, la ruina y la centrifugación de la unidad de España.
De todo esto y de la exigencia al Gobierno de Rajoy de: políticas que no solo hablen de austeridad sino también el crecimiento; de reformas que no dividan los españoles mas de lo que están, como ocurre con la Educación, Sanidad y Justicia; y de un liderazgo firme y valiente que de la cara a los desafíos de España. De todo esto, y máxime en tan graves circunstancias españolas, debieron hablar los presidentes del Senado y el Congreso de los Diputados, Pío García Escudero y Jesús Posada. Pero fieles a su condición de sumisos representantes del Poder Legislativo, postrados ante el Ejecutivo, los presidentes de ambas Cámaras, convirtieron sus responsos en el funeral de la Constitución -que está en marcha por mas que lo nieguen- en reiteradas letanías plagadas de tópicos y cánticos a la unidad, el consenso y vigencia de la Constitución, siguiendo el dictado de su presidente Rajoy. Un gobernante taciturno, sin liderazgo ni agallas, que nos habla de la vigencia constitucional- lo que es solo un hecho circunstancial- como quien cita un talismán que ha perdido su magia, con el falso argumento de que en los tiempos de crisis económica -como esta que durará muchos años-no se pueden abrir otros debates. Cuando precisamente es la gran reforma constitucional lo que ha de permitir a España salir de la crisis, que no solo es económica sino además moral, democrática e institucional. Una situación en la que nos han metido esta misma clase política -y muchos de los que la precedieron- y que se muestra incapaz de sacarnos de ella, desde el fallido régimen partitocrático de poder en el que estamos y que ya no da mas de sí.
Eso sí, esta clase política española reunida en un patético retablo en el Senado -¿dónde estaban los líderes nacionales, los grandes tribunos y oradores de España, los pensadores y creadores y los profesionales de prestigio?- se agasajó así misma sin entender lo que ocurre en España y lo que va a pasar. Porque por la boca del cañón español se está cargando una mezcla explosiva que va desde: los millones de parados a los millones de ayudas a la banca; de los indultos a los corruptos y torturadores a la ruina familiar; de los privilegios políticos a los escándalos de la corrupción; del desafío a la unidad de España a la fuga cobarde del Gobierno; de las reformas ideológicas para favorecer a la clase dominante a los desahucios y desprecios a los mas desfavorecidos de la sociedad; etc. Y esa carga y mezcla explosiva es muy peligrosa y lo será mas si, como se vio en este funeral constitucional, alguien pretende tapar con el discurso de “la vigencia constitucional” la boca del cañón, mientras el grueso de la Sociedad se aleja de la clase política y explora otros derroteros. Y si esto sigue así ni la reforma constitucional será la solución, sino el fin del Régimen y del modelo del Estado, en pos de un cambio total y no solo parcial de la situación. No en vano, la mecha está encendida y el cañón acabará por tronar.
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