Con frecuencia se escucha a los nacionalistas catalanes y vascos, acompañados en ocasiones de acomplejados socialistas de otras latitudes, denunciar al patriotismo español como culpable de todos los males que sufren sus comunidades autónomas. Mismo discurso mantienen marroquíes y sudamericanos para escudarse de las críticas de la prensa española cuando sus dirigentes cometen atropellos en sus países.
En España encontramos a los socialistas españoles que acusan de nacionalistas al PP siempre que piensa que este argumento les puede conceder una pequeña ventaja política, mientras ellos recurren al patriotismo para acallar las críticas de la oposición (aquí, aquí y aquí).
La cuestión está en saber si realmente existe ese nacionalismo español que se denuncia habitualmente o ese patriotismo al que se recuerre obscenamente.
Según informa El Confidencial, el historiador Henry Kamen, reconocido hispanista británico: "España no es un país, no tiene ni un sólo héroe", afirma Henry Kamen, quien lamenta que sigan existiendo los dos bandos surgidos hace dos siglos y que defiendan sus ideas con la misma "ferocidad" y "visceralidad". Kamen hace esta reflexión en una entrevista al hilo la publicación de su nuevo libro, "Poder y Gloria. Los héroes de la España Imperial" (España), y lo hace con "tristeza" ante la evidencia de que "ni unos ni otros quieren cambiar su enfoque en la manera de ver la historia de su propio país".
El problema que subyace, en su opinión, es "una falta de patriotismo": "Si compartieran los mismos ideales, la misma bandera y el mismo himno, los españoles aceptarían sus divisiones como ocurre en las familias. España no es una familia". España adolece de una "ética del patriotismo", dice, y, por eso, al héroe, añade, se le ha negado "un papel reconocible". Los españoles se han sentido más atraídos por las ficciones ideológicas, como El Cid, o los personajes salidos de la literatura antiheroica, como el archifamoso Don Quijote de la Mancha, señala.
El problema que subyace, en su opinión, es "una falta de patriotismo": "Si compartieran los mismos ideales, la misma bandera y el mismo himno, los españoles aceptarían sus divisiones como ocurre en las familias. España no es una familia". España adolece de una "ética del patriotismo", dice, y, por eso, al héroe, añade, se le ha negado "un papel reconocible". Los españoles se han sentido más atraídos por las ficciones ideológicas, como El Cid, o los personajes salidos de la literatura antiheroica, como el archifamoso Don Quijote de la Mancha, señala.
Otro interesante artículo de El Confidencial incide sobre la cuestión:
"En España, todo lo nuestro es malo y todo lo que viene de fuera está bien considerado. Necesitaríamos promover una campaña de orgullo nacional, que resaltase nuestras diferencias positivas, para darnos cuenta de que hacemos muchas cosas bien”, nos valoramos muy poco dice Raúl Peralba, presidente de Positioning y autor de El posicionamiento de la marca España y su competitividad internacional (Ed. Pirámide). En épocas pasadas, tuvimos mala imagen internacional, ya que se consideraba que íbamos varios pasos por detrás de Europa, pero lo compensábamos con una fuerte autoestima; hoy nuestra imagen exterior no es buena y tampoco lo es la consideración que tenemos de nosotros mismos.
Y este es el primer factor al que debemos dar la vuelta, asegura Peralba. “Sería importante que empezáramos por informar a los españoles de que hay muchos terrenos en los que destacamos: somos el primer productor mundial de biocombustible, somos el país que está en cabeza en energías renovables, somos el tercer fabricante de automóviles de Europa (es cierto que no tenemos una marca propia, pero SEAT es percibida en el exterior como si lo fuera) y hemos desarrollado la primera industria auxiliar del automóvil de Europa, entre otras cosas. Si los españoles conocieran datos de este tipo se transformarían, tendrían algo más de orgullo nacional y se podría convertir en promotores de la marca España”. Sin embargo, hemos optado por evitar este tipo de acciones y, en su lugar, “hacemos campañas internacionales que no sirven para nada porque no cuentan con los presupuestos necesarios”.
Pero lo peor .... es que caemos en una dinámica derrotista muy perjudicial. Se trata de una tendencia, asegura Pablo Moreno, profesor de Hacienda Pública y Economía Política de la Universidad CEU San Pablo, que se deja sentir en toda la sociedad pero que se manifiesta especialmente en los jóvenes. “Perciben una situación complicada, no saben si van a tener salida cuando terminen los estudios, y reaccionan de un modo apático. Parecen que no tienen inquietud, lo que es preocupante, porque son una generación bien preparada, que está bien considerada fuera, pero parece que muchos de ellos no tienen motivación ni autoestima”.
Esa autopercepción negativa, asegura Fernando Vallespín, catedrático de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Madrid, tiene dos causas principales. “Nos hemos creído más importantes de lo que éramos. Desde el año 96 no hemos hecho más que subir y el sorpasso a Italia hizo que la moral se nos pusiera por las nubes. Ahora nos miramos en el espejo, nos damos cuenta de que no éramos tan guapos como creíamos y acabamos deprimiéndonos. Somos como esa persona que va al médico pensando que tiene una salud de hierro y se da cuenta de que es mucho más vulnerable de lo que pensaba”.
Un país por construir
El segundo factor tiene que ver con que no nos sentimos cómodos como nación. ... es una situación que se complica a causa de los problemas catalán y vasco, que nos hacen vernos como un país por construir.... y ese sentimiento nacional dañado nos provoca mucha inestabilidad”.
Para Vallespín, no tenemos la identidad nacional suficiente como para decir que estamos todos juntos en el mismo barco, y eso resulta altamente perjudicial. “Un país es como una familia, que cobra seguridad cuando se sabe unida. Aquí,.... tenemos una sociedad civil divorciada de la clase política, a la que ve como un problema más que como una solución”. Según Vallespín, la clave para superar los momentos complicados es la unión, que es justo de lo que ahora carecemos. .....
Por estas u otras razones, lo cierto es que, asegura Peralba, la marca España flaquea justo en el lugar donde debería ser más fuerte. Y eso es un grave problema, ya que nos han cambiado el terreno de juego, y hemos ido a parar a otro mucho más competitivo. .... “No nos hemos ocupado de agradar como país”
En ese contexto hipercompetitivo, la nación que tenga una autoestima débil tendrá muchas menos posibilidades de posicionarse adecuadamente, ya que el factor determinante para el éxito es la imagen de sí que se transmite a los clientes. “..... asegura Peralba, España tiene mala imagen porque “nadie se ha ocupado de dársela. No nos hemos ocupado de agradar como país. Los españoles somos apreciados fuera, pero España no lo es. Y en un mundo tan competitivo, donde todos tratan de ocupar un espacio en la mente de los clientes, este posicionamiento es esencial”.
Para ganar esa guerra que se juega en la cabeza de posibles clientes e inversores, es clave que seamos conscientes del problema, que nos organicemos mejor internamente para potenciar nuestras fortalezas y que sepamos transmitirlas al exterior. Para ser competitivos..., asegura Peralba, .... hemos de crear la imagen de una marca que haga que el cliente nos prefiera. ... “hemos de reforzar nuestra vinculación con Europa, porque en algunos países como EEUU no lo tienen tan claro. Esa idea de que, al hablar español somos latinoamericanos persiste en algunos contextos, por lo que deberíamos hacer un esfuerzo para que nos identifiquen claramente como europeos”.
En segundo lugar, ... deberíamos aprovechar ....cualidades, que no son habituales en países de nuestro entorno. Según Peralba, lo idóneo para atraer inversores sería que supiésemos hacernos ver “como la mejor gente de Europa..... transmitiríamos que cumplimos las mismas normas de calidad que alemanes o franceses,.... pero ofreciendo una mayor calidad de vida y un carácter más servicial y amable”.
"En España, todo lo nuestro es malo y todo lo que viene de fuera está bien considerado. Necesitaríamos promover una campaña de orgullo nacional, que resaltase nuestras diferencias positivas, para darnos cuenta de que hacemos muchas cosas bien”, nos valoramos muy poco dice Raúl Peralba, presidente de Positioning y autor de El posicionamiento de la marca España y su competitividad internacional (Ed. Pirámide). En épocas pasadas, tuvimos mala imagen internacional, ya que se consideraba que íbamos varios pasos por detrás de Europa, pero lo compensábamos con una fuerte autoestima; hoy nuestra imagen exterior no es buena y tampoco lo es la consideración que tenemos de nosotros mismos.
Y este es el primer factor al que debemos dar la vuelta, asegura Peralba. “Sería importante que empezáramos por informar a los españoles de que hay muchos terrenos en los que destacamos: somos el primer productor mundial de biocombustible, somos el país que está en cabeza en energías renovables, somos el tercer fabricante de automóviles de Europa (es cierto que no tenemos una marca propia, pero SEAT es percibida en el exterior como si lo fuera) y hemos desarrollado la primera industria auxiliar del automóvil de Europa, entre otras cosas. Si los españoles conocieran datos de este tipo se transformarían, tendrían algo más de orgullo nacional y se podría convertir en promotores de la marca España”. Sin embargo, hemos optado por evitar este tipo de acciones y, en su lugar, “hacemos campañas internacionales que no sirven para nada porque no cuentan con los presupuestos necesarios”.
Pero lo peor .... es que caemos en una dinámica derrotista muy perjudicial. Se trata de una tendencia, asegura Pablo Moreno, profesor de Hacienda Pública y Economía Política de la Universidad CEU San Pablo, que se deja sentir en toda la sociedad pero que se manifiesta especialmente en los jóvenes. “Perciben una situación complicada, no saben si van a tener salida cuando terminen los estudios, y reaccionan de un modo apático. Parecen que no tienen inquietud, lo que es preocupante, porque son una generación bien preparada, que está bien considerada fuera, pero parece que muchos de ellos no tienen motivación ni autoestima”.
Esa autopercepción negativa, asegura Fernando Vallespín, catedrático de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Madrid, tiene dos causas principales. “Nos hemos creído más importantes de lo que éramos. Desde el año 96 no hemos hecho más que subir y el sorpasso a Italia hizo que la moral se nos pusiera por las nubes. Ahora nos miramos en el espejo, nos damos cuenta de que no éramos tan guapos como creíamos y acabamos deprimiéndonos. Somos como esa persona que va al médico pensando que tiene una salud de hierro y se da cuenta de que es mucho más vulnerable de lo que pensaba”.
Un país por construir
El segundo factor tiene que ver con que no nos sentimos cómodos como nación. ... es una situación que se complica a causa de los problemas catalán y vasco, que nos hacen vernos como un país por construir.... y ese sentimiento nacional dañado nos provoca mucha inestabilidad”.
Para Vallespín, no tenemos la identidad nacional suficiente como para decir que estamos todos juntos en el mismo barco, y eso resulta altamente perjudicial. “Un país es como una familia, que cobra seguridad cuando se sabe unida. Aquí,.... tenemos una sociedad civil divorciada de la clase política, a la que ve como un problema más que como una solución”. Según Vallespín, la clave para superar los momentos complicados es la unión, que es justo de lo que ahora carecemos. .....
Por estas u otras razones, lo cierto es que, asegura Peralba, la marca España flaquea justo en el lugar donde debería ser más fuerte. Y eso es un grave problema, ya que nos han cambiado el terreno de juego, y hemos ido a parar a otro mucho más competitivo. .... “No nos hemos ocupado de agradar como país”
En ese contexto hipercompetitivo, la nación que tenga una autoestima débil tendrá muchas menos posibilidades de posicionarse adecuadamente, ya que el factor determinante para el éxito es la imagen de sí que se transmite a los clientes. “..... asegura Peralba, España tiene mala imagen porque “nadie se ha ocupado de dársela. No nos hemos ocupado de agradar como país. Los españoles somos apreciados fuera, pero España no lo es. Y en un mundo tan competitivo, donde todos tratan de ocupar un espacio en la mente de los clientes, este posicionamiento es esencial”.
Para ganar esa guerra que se juega en la cabeza de posibles clientes e inversores, es clave que seamos conscientes del problema, que nos organicemos mejor internamente para potenciar nuestras fortalezas y que sepamos transmitirlas al exterior. Para ser competitivos..., asegura Peralba, .... hemos de crear la imagen de una marca que haga que el cliente nos prefiera. ... “hemos de reforzar nuestra vinculación con Europa, porque en algunos países como EEUU no lo tienen tan claro. Esa idea de que, al hablar español somos latinoamericanos persiste en algunos contextos, por lo que deberíamos hacer un esfuerzo para que nos identifiquen claramente como europeos”.
En segundo lugar, ... deberíamos aprovechar ....cualidades, que no son habituales en países de nuestro entorno. Según Peralba, lo idóneo para atraer inversores sería que supiésemos hacernos ver “como la mejor gente de Europa..... transmitiríamos que cumplimos las mismas normas de calidad que alemanes o franceses,.... pero ofreciendo una mayor calidad de vida y un carácter más servicial y amable”.
Kamen y Vallespín recuerdan y resaltan que un país se debe comportar como una familia en la que los intereses generales se sobrepongan a los particulares, la superviviencia y el bienestar general frente al particular, la unión y el sentimiento de pertenencia a una familia, a una nación, la colaboración a un proyecto común de mejora y modernidad.
¿Y porqué carecemos de este sentimiento? Una de las razones es el rechazo catalán y vasco, en parte también gallego, fomentado por los nacionalistas desde la escuela, apoyado por los medios de comunicación y compartido por los socialistas de esas comunidades en una dictadura silenciosa que impone el rechazo a España y la construcción nacional de esas comunidades.
En esta situación, ¿no sería más deseable para España que Cataluña y País Vasco abandonaran España y pudiéramos recuperar ese sentimiento de nación que según los expertos es imprescindible en cuestión comercial?
Como hemos dicho en otras ocasiones, por otras razones, la independencia de Cataluña es beneficiosa económicamente para España. Esta es una razón más para reclamarla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario