En estos seis años hemos visto como el socialismo de Zapatero, no sólo él sino todo su partido, ha decidido que más valía echar a la papelera el concepto de España como nación que defenderlo ante los nacionalistas a los que Zapatero debía su puesto como Secretario General del PSOE y como Presidente del Gobierno.
Esta situación nos llevó a situaciones esperpénticas como aquella en la que Aragón y Cataluña enfrentaron a aragoneses y catalanes contra murcianos y valencianos, pelea a la que se sumó con gusto y arrojo el manchego Barreda. Los socialistas catalanes se sumaron a esta serie de peleas territoriales insultando diariamente al resto de españoles y acusando a Madrid (sin diferenciar nunca entre el Gobierno central y los habitantes de esa CCAA) de robarles descaradamente, con lo que consiguieron que los ciudadanos catalanes incrementaran su nivel de rechazo a los madrileños en particular y a España en general.
Durante la tramitación parlamentaria y los trámites judiciales del Estatuto de Cataluña fuimos testigos de toda clase de ataques a España como nación, y bajadas de pantalones de insignes socialistas como Alfonso Guerra, que acabó tragando con el Estatuto y fue incapaz de elevar su voz ante semejante disparate.
Respecto a cuestiones internacionales no hay más que recordar como España ha sido el hazmerreir del mundo en sus relaciones bilaterales con algunos de los dictadorzuelos caribeños o sátrapas africanos, perdiendo cada vez más peso tanto en la Unión Europea como en la escena internacional.
Finalmente, como colofón, basta recordar que Zapatero afirmó que "España como nación es un concepto discutido y discutible".
Después de todo eso, y especialmente después del descalabro socialista en las elecciones autonómicas catalanas obteniendo el peor resultado desde que se celebran esos comicios, Alfonso Guerra reclama ahora un partido socialista con un discurso nacional. Guerra afirmó durante una conferencia que: "se ha mostrado crítico con los diferentes discursos que mantiene el PSOE en diferentes comunidades a propósito del carbón o de la política hidrográfica. También ha mostrado sus reparos a que este partido haga suyos los planteamientos defendidos desde formaciones nacionalistas, citando el concepto de “España plurinacional” o “catalanismo federal”. En su opinión, tanto la Declaración del PSOE en Santillana del Mar como el Pacto de Tinell, ambos en 2003, sitúan al partido en “una órbita diferente”.
Guerra se ha negado durante años a enfrentarse ni política ni moralmente a los desmanes de sus compañeros de partido y ahora, tras un batacazo electoral, reclama coherencia nacional. Esta es la demostración de lo que a los socialistas españoles les importa el país al que deben defender, administrar y gestionar.
Y en esto estamos cuando Bono, el Presidente del Congreso, el nacionalista del PSOE, el que ha hecho una fortuna sin que haya quedado muy claro cómo, el que ha permanecido callado sin decir una palabra mientras todo lo anterior se ha venido desarrollando, el que ordenó detener a dos militantes del PP y falsificar documentos oficiales para incriminarlos, se presenta como la alternativa española del PSOE para suceder a Zapatero.
Guerra, Bono y Zapatero, estos son los miembres para salir de la crisis, que no sólo es económica, sino también social, política y como nación.
Estos son los miembres con los que España tiene que gestionar situaciones de crisis con países como Marruecos, que nuevamente amenaza la soberanía española de Ceuta y Melilla, y ante el que en el pasado hemos tenido que arrodillarnos y rendir pleitesía.
Estos son los miembres con los que España tiene que gestionar situaciones de crisis con países como Marruecos, que nuevamente amenaza la soberanía española de Ceuta y Melilla, y ante el que en el pasado hemos tenido que arrodillarnos y rendir pleitesía.
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