Existe una arraigada creencia en España de que nuestros "hermanos" iberoamericanos aman a la Madre Patria y que los españoles sólo recibimos cariño cuando viajamos al otro lado del Atlántico.
No se puede ser categórico en casi nada, pero mi experiencia desmiente todo eso. Siempre he sido bien recibido cuando he ido a Iberoamérica, pero es que al turismo casi siempre se le trata bien en los países que viven de esa industria, y en mis visitas por trabajo siempre he sido tratado con respeto, pero es lo que imponen los negocios.
Sin embargo, he conocido muchos iberoamericanos fuera de esos dos contextos, en terceros países, y siempre he acabado sintiendo un odio latente hacia nosotros que se manifestaba en pequeños detalles en las conversaciones sobre historia, cultura, política, etc. He conocido la historia que les enseñan a los niños en algunos países, los mensajes que envían sus gobiernos y sus medios de comunicación, y las artimañas utilizadas para culpar a España de todos sus males.
Esta sensación ha sido confirmada en este Mundial de Fútbol por las declaraciones de personajes destacados como Maradona, el seleccionador de Honduras, los comentarios de los lectores de la prensa deportiva y de información general.
Siendo esto triste, peor ha sido escuchar a un comentarista deportivo en Onda Cero, catalán, tratar a nuestro país y a nuestra selección como algo ajeno, indiferente, una persona inmune a nuestros deseos de victoria deportiva, a nuestros anhelos de tener una gran alegría como país. Onda Cero es una empresa privada, puede contratar a quien quiera, pero no deja de ser sorprendente que en lo que es un proyecto deportivo ilusionante y común, que puede tener efectos balsámicos en tiempos de crisis y servir como catalizador de un sentimiento nacional, hayan introducido una cuña como ese individuo.
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