España perderá hasta el nombre, según vaticinan los gurús de la aventura soberanista del Gobierno de Artur Mas. No se trata de un guión de ciencia ficción, sino del escenario que contempla la Generalitat y que pretende vender en el exterior. El Ejecutivo catalán equipara el futuro de España a los casos de la antigua Unión Soviética y la extinta Yugoslavia y afirma que, consumada la separación de Cataluña, el territorio español pasaría a ser un nuevo Estado, con himno, bandera y escudo diferentes de los actuales. Al disolverse, subraya, el "Estado español tendría que entregar a Cataluña toda la obra de Salvador Dalí en sus manos”.
“Hispania delenda est” (Hispania debe ser destruida). Así se titula en su edición catalana (“Escucha Sefarad. Los motivos que llevaron a la independencia de Cataluña”, es el encabezado en español), el manual que utiliza el Gobierno de Artur Mas para formar a sus diplomáticos amateurs o aficionados. El equipo de funcionarios de la Generalitat que cursa en estos momentos el máster sobre relaciones internacionales del Consell de Diplomàcia Pública de Catalunya, el conocido como Diplocat. El libro, presentado ayer en la sede de la Generalitat en Madrid, la misma que fue asaltada por un grupo de ultraderecha durante la celebración de la última Diada, dibuja un escenario post-consulta y marca unas pautas a seguir en el día después de la independencia. Considera que en el proceso secesionista iniciado ya no hay marcha atrás. Al acto asistieron parlamentarios de CiU, ERC y PNV como el diputado Jordi Xuclá (CiU) o la senadoraEster Capella (ERC).
Alcanzada la independencia, augura el manual, los “territorios españoles no emancipados no podrán considerarse continuadores del Estado español. En caso de querer preservar su unidad -continúa- tendrían que crear un nuevo Estado, eso sí, fuera de su actual ordenamiento constitucional, puesto que este no lo permite”. Y destaca: “Este Estado no podría heredar ni la personalidad ni la subjetividad internacional del Estado español. Tampoco podrá usar en beneficio propio los símbolos del Estado predecesor, ni siquiera el nombre de España”.
El libro también alberga otras perlas ideológicas cuando profundiza en la “anexión del Principado de Cataluña”. Aquí señala que “la España actual no merece denominarse España, por mucho que ocupe buena parte del territorio peninsular. España no existe más que en la imaginación de un pueblo políticamente adoctrinado”. Y recalca: “El actual Estado español se hace llamar España, de mismo modo que Francia se podría hacer llamar Galia, o Irlanda se podría hacer llamar Hibernia, sin que esto comportara la existencia de una cierta continuidad histórica entre estas entidades”.
Una reflexión que va acompañada de otra argumentación sin desperdicio: “Desde 1714 no estamos bajo la soberanía de España, sino de Castilla. El nombre no debe confundirnos. Desde entonces, dejamos se ser catalanes para convertirnos exclusivamente en castellanos. La historia, la censura, la producción jurídica, el pensamiento dominante se han encargado de confundir los términos español y castellano”.
Elaborado por el Cercle Català de Negocis (CCN), el lobby secesionista de las pymes catalanas, el libro ahonda, una vez lograda la separación, en “una restitución de la soberanía del Principado de Cataluña, la disolución del Estado español, el reconocimiento internacional del Estado catalán y el reparto de los bienes del Estado”. En este último punto, el manual justifica cómo las obras del genio del surrealismo, natural de Figueras (Gerona), en poder de Patrimonio Nacional deberían pasar a titularidad de la Generalitat: “El Estado fue el heredero universal, pero ante la extinción de su personalidad jurídica se tiene que aplicar el criterio de mayor referencia y de procedencia del autor”. Y añade: “Siguiendo este mismo criterio, la obra de Goya tendría que volver a Aragón”.
El episodio del taxista
El libro ha vendido más de 20.000 ejemplares en catalán desde septiembre de 2012 (la versión en español y otro libro-adenda en catalán se presentan ahora). Su autor es Albert Pont, presidente del Cercle Català de Negocis y profesor de Relaciones Internacionales en el máster de la Generalitat para diplomáticos aficionados.
Pont, que tampoco consiguió entrar en la carrera diplomática tras 10 años de estudio, señaló ayer en rueda de prensa que existe una “segregación racial o identitaria” hacia los catalanes, según lo que entiende Naciones Unidad como “distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en motivos de raza, linaje o identidad".
"Sigue habiendo un sector de la sociedad española que desprecia lo catalán y lo que tiene que ver con Cataluña. Si este tipo de cosas sucedieran con una persona de raza negra, nadie tendría dudas de que se trata de un acto de segregación", sostiene Pont. El presidente del CCN ilustró esta percepción con un episodio que le había ocurrido nada más aterrizar en Madrid. Contó que el taxista que le recogió en el aeropuerto junto a otro compañero subió el volumen de la radio al escucharlos hablar en catalán y que luego nos les ayudó en descargar las maletas.
Asimismo, Pont hizo hincapié en que sólo 12 grandes empresas de Cataluña "consideran el mercado español como su mercado natural" y aseguró que sus dueños se van a erigir en mediadores cuando el proceso soberanista esté más avanzado. “Se van a comprometer -enfatizó-, porque una cosa es lo que nos dicen en público y otra en privado”. "Nos nos queremos independizar de nuestros primos, sino del Palco del Bernabéu", concluyó.
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