domingo, 27 de enero de 2013

LAS CINCO FALSEDADES REPETIDAS POR LOS CATALANISTAS HASTA EL ABURRIMIENTO

CINCO FALSEDADES DEL PREÁMBULO
 
El catedrático de Historia Juan Carlos Losada analiza desde su conocimiento histórico la declaración de soberanía aprobada por el Parlamento de Cataluña esta semana

En esta semana hemos asistido a la aprobación por parte del parlamento catalán de su declaración de soberanía. Con el voto a favor de 85 diputados, representantes del 37,2% del censo de la Comunidad, el texto declara a Cataluña «sujeto de soberanía» e inicia el proceso hacia una futura independencia. Es evidente que en democracia es perfectamente legítimo ser independentista. Pero para ello no hace falta recurrir a excusas o una retahíla de razones. Cada uno tiene derecho a identificarse como quiera recurriendo a sus argumentos y a sus sentimientos personales, o simplemente porque sí, sin estar obligado a dar o a exponer motivos. Por ello la Historia y los historiadores no han de ser los suministradores de motivos políticos.
 
La Historia puede y debe explicar la realidad presente, pero es más discutible que deba contribuir a sancionar moralmente la corrección o no de tal o cual opción política. Por desgracia la Historia se ha convertido en un arma arrojadiza y los nacionalismos son las ideologías más dadas a su manoseo. Como ideología romántica y sentimental (irracional, al fin y al cabo), necesita de mitos, de mentiras, de leyendas, de héroes y batallas… Masada para Israel, Numancia o el Dos de Mayo de 1808 para España, el Álamo para Estados Unidos, el 11 de septiembre de 1714 para Cataluña, y un largo etcétera para todas las naciones.
 
Estas deformaciones vuelven a aparecer en el preámbulo del documento votado el miércoles, y se repiten las medias verdades o las abiertas mentiras destinadas a asumirse como verdades indiscutibles. Valgan cinco ejemplos, a partir de cinco extractos textuales del principio de la declaración de soberanía.

1.«El autogobierno de Cataluña se fundamenta también en los derechos históricos del pueblo catalán, en sus instituciones seculares y en la tradición jurídica catalana»

Primera gran falacia. ¿Qué significa esa apelación a algo tan etéreo como los derechos históricos? Los derechos son algo individual que los ciudadanos tienen en un momento concreto, que se ejercen en el presente, y no en la Historia ni a lo largo de ella. Pero los nacionalismos necesitan invocar conceptos irracionales, metafísicos, capaces de ser interpretados y utilizados a su antojo y a los que de paso se les insufla vida. Es muy fácil hablar en nombre de las patrias, de la historia, de la raza, de los muertos, del destino, de la sangre y de las banderas… simplemente porque estos conceptos no pueden rechistar y son ampliamente interpretables por sus voceros. Pero la historia de los pueblos no tiene derechos, como no los tiene la economía, la sociología o la política de un país.

Los derechos sólo los tienen las personas, lo mismo que la lengua. Porque un territorio, unos campos, unas montañas y la flora y la fauna no tienen lengua ni derechos propios e intrínsecos.

2.«La caída de Barcelona el 1714, a raíz de la Guerra de Sucesión, conlleva que Felipe V aboliese con el Decreto de Nueva Planta el derecho público catalán y las instituciones de autogobierno»

Como no podía ser de otra manera se vuelve a presentar la Guerra de Sucesión (una mera guerra dinástica que enfrentaba élites y enfoques diferentes en la concepción del Estado) como un acto de erradicación de las libertades de Cataluña y un ataque a su esencia. Se olvida, una vez más, que en todo caso se cercenaron las libertades y privilegios de cierta aristocracia y oligarquía partidaria de los Austria, en beneficio de otro sector de privilegiados que apoyaban a los Borbón. Pero al pueblo sencillo, a los humildes campesinos y a los trabajadores urbanos, poco les importaba en su dura vida cotidiana si mandaban tirios o troyanos. A ese pueblo sometido al Antiguo Régimen no le podían quitar las libertades porque no las tenían

Las «libertades de Cataluña» arrebatadas por Felipe V no eran precisamente las libertades de los catalanes en su totalidad, sino las de una minoría. Curiosamente en el siglo XVIII la economía catalana experimentó una importante mejora, sobre la que se cimentó posteriormente su industrialización.

3.«Este itinerario histórico ha sido compartido con otros territorios, hecho que ha configurado un espacio común lingüístico, cultural, social y económico, con vocación de reforzarlo y promoverlo desde el reconocimiento mutuo»

Esta es una subliminal alusión a los llamados Países Catalanes, introducida para satisfacer a los radicales de la CUP. Pero ¿quién se puede creer que entre Cataluña, las Baleares y zonas de Valencia, hay hoy alguna identidad en común más allá que la de compartir una misma lengua en sus variedades, fruto de los repoblamientos durante la Reconquista? Los resultados electorales de Baleares y Valencia hablan por sí solos. ¿Existen acaso los Países Españoles formados por los estados hispanoamericanos? Si iluso nos puede parecer crear una nueva nación catalana independiente, es quimérico la idea de una nueva entidad política basada únicamente en una lengua y de un pasado parcialmente común. Simples ensoñaciones románticas de un pasado glorioso que nunca existió, de muchos que también comparten otros delirios como el que Cristóbal Colón era catalán por los cuatro costados, o que incluso también el mismo Cervantes, que según una cómica página de internet se llamaría Miquel de Sirvent, habría escrito el Quijote en catalán siendo su edición original destruida por la Inquisición.

4.«La dictadura contó con una resistencia activa del pueblo y el Gobierno de Cataluña»

Un conveniente autoengaño. Por desgracia el franquismo contó con poca oposición y es absurdo calificarlo de activa. La dictadura de Franco, como en el resto de España, aniquiló a la oposición tras la Guerra Civil y tardó décadas en surgir un movimiento opositor más o menos vertebrado (la propia declaración habla de la Asamblea de Cataluña surgida en 1971), que si bien fue importante, no logró movilizar mayoritariamente a la población. La dura represión combinada con la propaganda, unido a las mejoras de vida que gran parte de la población experimentó en la década de los sesenta, sirvió para atenuar las críticas al régimen y que éstas no tuviesen un gran impacto social. Lo cierto es que la mayor parte de la peligrosa tarea opositora clandestina recayó casi exclusivamente en los comunistas movilizados en los núcleos obreros, los barrios del cinturón industrial, la universidad y en las entidades vecinales y profesionales. Por su parte la burguesía catalana y las clases medias, esas que hoy dice representar CiU, se beneficiaban abiertamente del régimen, siendo antifranquistas únicamente, y a lo sumo, en las tertulias de sobremesa animados por Aromas de Montserrat, importándoles bien poco que Franco hubiese relegado el catalán a lengua de segunda categoría. Es evidente que la mayor parte de su electorado y de su personal político, cuando llegó la democracia, eran los mismos que habían apoyado activa o pasivamente al franquismo, mirando hacia otro lado cuando la verdadera oposición, la que se jugaba el cuello, lanzaba octavillas o promovía huelgas. Por último es simplemente cómico hablar de que el Gobierno catalán en el exilio, que presidió en su último periodo Josep Tarradellas, encabezase algún tipo de resistencia. Lo cierto es que a ese gobierno no le hacía caso nadie y pocos sabían que siquiera existiese.

5.«Las dificultades y negativas por parte de las instituciones del Estado español, entre las que es necesario destacar la Sentencia del Tribunal Constitucional 31/2010, conllevan una negativa radical a la evolución democrática de las voluntades colectivas del pueblo catalán»

La última deformación histórica reciente, según la cual el tribunal actuó contra la democracia porque, al parecer, sólo era democrático si refrendaba en todos los puntos un estatuto que, por otra parte, sólo había sido votado por una minoría del censo electoral. Obviamente se vuelve a hablar del pueblo catalán como sujeto político, sin contemplar que la sentencia (que muchas protestas levantó pero que casi nadie leyó) también estaba destinada a salvaguardar los derechos de ese mismo pueblo catalán que podía verse violentado por un estatuto inconstitucional.

Sin embargo los nacionalistas se han empeñado en presentar la sentencia como un ataque a Cataluña y a los catalanes y como la última gran agresión que el sano pueblo catalán viene sufriendo desde siglos por esa madrastra egoísta llamada España. Una vez más el mito de la agresión externa, de los malos invasores que quieren perturbar la arcadia feliz que es Cataluña… y es que para el nacionalismo catalán la agresión española ha perdurado constantemente en el tiempo hasta la actualidad
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