Por Felipe Fernández-Armesto, historiador y titular de la cátedra William P. Reynolds de Artes y Letras de la Universidad de Notre Dame (EL MUNDO, 25/02/11)
Digamos que Cataluña es un país soberano. ¿Y qué más daría? La retórica actual de Artur Mas es típica de un vicio político característicamente español: el de gastar tiempo discutiendo sobre conceptos vagos, vacuos y vanagloriosos. ...... Ya hemos aguantado la vacuidad de las disputas en torno a si tal o cual grupo es o no es una nación, lo cual es otra insensatez porque las naciones son comunidades imaginadas que no tienen existencia fuera de las mentes de quienes sienten pertenecer a ellas.
Lo que ahora tenemos que escuchar ............ es al aburrido señor Mas ..... hablar sobre su programa de aproximación «sin límites» hacia la soberanía catalana. ....el presidente de la Generalitat no sabe lo que es la soberanía, ni se da cuenta de que ser soberano no confiere, desde el punto de vista ni jurídico ni histórico, ningún derecho ni privilegio especial. Ni siquiera parece que el señor Mas esté al día de la inutilidad del concepto de soberanía en el mundo de hoy, ya que vivimos en un mundo globalizador donde las funciones tradicionalmente soberanas de jurisdicción, legislación y policía se comparten entre instituciones interestatales, tales como las Naciones Unidas, la Unión Europea y los tribunales internacionales.
Etimológicamente, la palabra soberano no tiene nada que ver con el poder estatal absoluto, sino que viene del latín tardío superanus, que equivale ... que a una persona de autoridad superior..... Cuando se empezó -en Francia, hacia fines del siglo XIII- a llamar souverain al rey fue, en parte, como consecuencia de un malentendido, interpretando erróneamente la tercera sílaba como una derivación del latín regnum, que quiere decir reino.
En la jurisprudencia del siglo XIV la palabra vino a adquirir un significado técnico, con la noción de que al rey pertenecía la supremacía jurisdiccional en su reino. El contexto del cambio etimológico hay que ubicarlo en una época de rechazo o desafío de los reyes a la supuesta autoridad del Papa y del emperador del llamado sacro imperio, que pretendía haber heredado la jurisdicción universal del Imperio Romano. Pero ..... todas las monarquías católicas seguían compartiendo la soberanía, en sentido estricto, con la Iglesia. Para recuperar la jurisdicción absoluta hacía falta convertirse en hereje o unirse, ya en el siglo XVI, a la Reforma Protestante....
El concepto de soberanía en aquel entonces aparecía siempre vinculado al de jurisdicción: pronunciar la justicia era la función primordial del Estado. Las potestades legislativas eran de una importancia mucho menor, pues las leyes se consideraban como una colección de tradiciones, a veces codificadas, heredadas de los antepasados. Se podían ajustar o modificar o reinterpretar, y en circunstancias excepcionales añadirles algunas reglas nuevas. Pero no se entendía la legislación como el campo propio de las iniciativas desenfrenadas que experimentamos en el día de hoy.
El concepto moderno de soberanía como la supremacía legislativa, ejercida por las instituciones representativas de los distintos países, se fue desarrollando poco a poco en la Baja Edad Media y a principios de la Edad Moderna, debido al crecimiento de nuevos estatutos exigidos por los tremendos y profundos cambios sociales de aquellos tiempos. Ya hacia fines del siglo XVI el filósofo francés Jean Bodin definió la soberanía en términos legislativos, y la Constitución de Lituania se convirtió en la primera en reconocer la legislación como la función suprema y fundamental del Estado.
Pero tampoco entonces resultaba fácil ejercer la soberanía absoluta, ni siquiera en los estados protestantes. En casos de conflicto entre las leyes estatales y las naturales o divinas o .... las internacionales, el consenso .... establecía que prevaleciesen estas últimas sobre las primeras. Los acuerdos entre pueblos, comunidades, países y estados constituían un código que las distintas legislaciones estatales no podían cambiar por su propia voluntad. .......
Así que es perfectamente correcto hablar de la soberanía catalana o, por ejemplo, escocesa, si se reconoce que el concepto no tiene ningún sentido práctico, ya que en realidad esas soberanías se trasladaron respectivamente a España y al Reino Unido, y las instituciones catalanas y escocesas no podrán ejercer sino los derechos residuales reconocidos por las constituciones de las uniones.
Por supuesto, la soberanía enajenada podría recuperarse por decisión de los nuevos estados, apoyada, ..... por la voluntad popular. Cualquier Estado es capaz de reformar sus propias instituciones y devolver poderes a sus comunidades constituyentes y aun concederles la independencia .... Reclamar la soberanía no influye en absoluto en tales circunstancias. Los reajustes constitucionales se logran por la buena voluntad, el respeto democrático y el sentido común.
Por si acaso el señor Mas sigue pensando que la soberanía cuenta para algo, le remito al modelo de.....Estados Unidos, (que) según su propia Constitución, se compone de 50 estados soberanos que, pese a mantener su soberanía, forman entre sí un Estado fuerte y, en aspectos claves, muy centralizado, que les niega el ejercicio de su derecho histórico a la supremacía legislativa y jurisdiccional. Los estados tienen sus propias legislaturas, pero las leyes federales se les anteponen. Tienen sus propios tribunales, pero el Tribunal Supremo Federal los desautoriza. Una tradición cantonalista se opone tanto a las instituciones estatales como a las federales: cada condado y cada población tiene reglamentos particulares y a veces esperpénticamente excéntricos. ...... lo importante es que es el Estado Federal el que tiene derecho a investigar crímenes serios, imponer toda clase de impuestos, reclutar gente de servicio, construir carreteras, apropiar terrenos y ejercer todas las tiranías y toda la benevolencia que quiera.
Efectivamente, los límites prácticos a la soberanía de los estados que conforman EEUU quedan claros por dos circunstancias. La primera es que todos los estados dependen, más o menos, de las subvenciones presupuestarias federales; como norma general, cobran como impuestos directos entre el 0 y el 5% de los ingresos de sus ciudadanos, mientras que el Estado Federal recauda el 30%. Y en segundo lugar, los estados no pueden escindirse del Estado Federal; ...... Según el juicio del Tribunal Supremo estadounidense en 1869, reforzado por muchos casos posteriores, la soberanía de los estados no conlleva ningún derecho a separarse de EEUU. La separación puede ser concedida por el Gobierno federal, tanto en el caso de un territorio no soberano -Puerto Rico o Guam, por ejemplo- como en el de un estado soberano.
Así que, señor Mas, ¿quiere usted de veras esa soberanía insípida? ¿Es que no sabe que es una fruslería vana que no vale para nada? ¿Es posible que usted desee apostar tanto por algo que significa tan poco? ¿O es que se entera perfectamente pero le interesa armar un lío y proseguir una superchería para confundir al electorado y oscurecer la verdad?
Pues sí, claro que Mas la quiere, y entre él y otros como él han convencido también a cientos de miles de catalanes de que la soberanía es la única solución a sus problemas, dificultades creadas por él y otros como él. Pero, ¿la soberanía es su verdadero objetivo? Yo creo que no, que su único objetivo es el poder, el uso del poder, los privilegios y prebendas que concede a los políticos, aunque para ello tengan que ampliar diariamente la brecha entre españoles, aunque para ello tengan que acabar hartando con sus lloros al resto de los españoles . Por ejemplo, hace un par de días el Sr Trias, candidato de CiU a la alcaldía de Barcelona, lloraba en Onda Cero con motivo de las inversiones de España en Cataluña en 1992, cuando esa ciudad fue reconstruida con el dinero de toda España mientras se abandonaba a su suerte a otras capitales. Pues bien este lloro sobre las inversiones de España en Cataluña era la respuesta a una pregunta sobre financiación municipal. Qué pesadez de políticos catalanes.
Ante este ataque diario a los españoles quizás haya que concederles a los catalanes lo que tanto piden, la independencia y la soberanía. Ya saben el dicho, no pidas lo que no deseas, no sea que te sea concedido, como la independencia a los políticos catalanes, que llevaría a sus empresarios a colgarlos de las farolas de la Plaza de Cataluña. Pero no, ya sabemos que sus intereses son otros, seguir mandando y marcando la línea política y económica en España.