O para no votar, que es una forma de hacerlo.
Las campañas electorales, lejos de aclarar las ideas a la gente, las oscurecen. Hasta el más listo de la clase se queda perplejo al oír las mismas cosas dichas por líderes políticos que acusan a los otros líderes de decir cosas diferentes y piden el voto para un partido, el suyo, cuyo ideario es prácticamente igual al del partido opuesto.
Primera instrucción... Cobren conciencia de que en España todos los partidos, menos uno, son socialdemócratas (o fingen que lo son), esto es, partidarios de la intromisión de lo público en lo privado y del predominio de los intereses de ese Leviatán (Hobbes) u ogro filantrópico (Octavio Paz) que es el Estado sobre los intereses de ese Cándido (Voltaire), labriego de la propia huerta, que es la persona entendida como individuo. Quien no sea socialdemócrata, y tan legítimo es serlo como no serlo (aunque a mí me parezca más digno lo segundo que lo primero), sólo dispone de una opción a la que acudir sin violentarse a sí mismo: la de Vox y Santi Abascal.
Segunda instrucción... Lo más juicioso, ahora y siempre, aquí y en todas partes, es apostar por el sentido común. No se puede decir que éste brille por su presencia en ningún partido, pero carecen por completo de él todos los que ignoran (o fingen ignorar) que cualquier subida de impuestos frena la prosperidad, en el mejor de los casos, y conduce a la bancarrota, en el peor. Voten a quien prometa bajar los impuestos, aun a sabiendas de que probablemente no lo hará. Cabe, al menos, confiar en que no los subirá.
Tercera instrucción... No voten pensando en Europa y en el euro. El uno y la otra, con Brexit o sin él, no tienen más destino que el marcado por la segunda ley de la termodinámica.
Cuarta instrucción... El populismo siempre es demagogia, pero cuando se suma al nacionalismo conduce al totalitarismo. Me da igual la bandera que se esgrima. Voten por ese rebaño de porras y de churros conducido por lobos si les gusta sentir sobre el cogote el peso de las botas claveteadas. Estas elecciones son plebiscitarias. Lo que en ellas cuenta es cerrar el paso a los tribunos de la plebe.
Dicho lo cual, me lavo las manos con aguarrás en el lavabo de Pilatos. Las jornadas electorales casi siempre me pillan en lugares muy distantes de las urnas. ¿Por qué será?
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