Hoy se cumplen 99 años de las Tesis de abril, una serie de puntos expuestos por Vladimir Ilich Ulianov, alias Lenin, en un discurso pronunciado en el Palacio Táuride, sede del gobierno provisional ruso, el 4 de abril de 1917. En ellas Lenin propone su plan de gobierno.
Las tesis trataron diferentes áreas, pero lo más importante fue que se estableció cómo Rusia debería ser gobernada en su futuro. Lenin tuvo éxito al persuadir a todos con los argumentos presentados en las tesis y puso los fundamentos ideológicos de la actuación de los bolcheviques, tras su ascenso al poder durante la revolución de octubre.
De modo que hoy se cumplen 99 años de la primera promulgación de lo que luego sería el plan de gobierno de la primera aplicación del socialismo real, en la historia de la humanidad. El lector dirá que hablar del fracaso del socialismo real, en este contexto, no tiene sentido, porque es evidente que el socialismo fracasó. El asunto es que todavía existe quien dice que el problema no es el socialismo teórico, sino su implementación, y que es mera casualidad que todas las puestas en práctica han fracasado. Es decir, por muy increíble que le parezca al lector, el socialismo todavía tiene defensores.
La imposibilidad del socialismo teórico y práctico se documentó en una fecha tan temprana como 1920, es decir tan solo tres años luego del triunfo de la revolución de octubre, de modo que si hubieran prestado atención a Ludwig von Mises, la humanidad se hubiera ahorrado los más de 100 millones de muertos que el comunismo causó durante el siglo XX.
El debate sobre la imposibilidad del socialismo nació con el artículo de Von Mises El cálculo económico en la comunidad socialista, escrito en 1920. El asunto central de la imposibilidad del socialismo consiste en que la propiedad privada y el comercio permiten crear oportunidades de ganancia en el mercado porque existe una necesidad: hay algo que los consumidores desean y no obtienen. El empresario ofrecerá ese producto, gracias a que tiene libertad y medios para lograrlo, y le pondrá un precio que le permita obtener ganancias. Esos precios actúan como señales: otros empresarios se darán cuenta de esas ganancias y competirán por obtenerlas, bajando los precios y beneficiando a todos, cuando en realidad solo querían beneficiarse a sí mismos, debido al conocido mecanismo de la mano invisible.
Esto tiene otra consecuencia: los medios de producción también son propiedad privada. Los recursos, la maquinaria, los trabajadores y, en definitiva, lo necesario para la producción, se trasladará hacia aquellos negocios más lucrativos y, por tanto, más necesarios, puesto que pagarán más por ellos. El uso racional de los recursos y el capital es lo que se denomina cálculo económico: la propiedad privada ha generado la información necesaria, a través del sistema de precios, que permite transmitir las preferencias de los consumidores a los productores.
Mediante la abolición de la propiedad privada y el comercio libre llevada a cabo cuando se implementa el socialismo, desaparece todo incentivo para producir y vender. Sin esos productos a la venta, no existe oferta ni, por tanto, intercambio en el mercado. Sin ese intercambio, no se crean precios en el mercado libre. Sin esos precios, no existe la información que permite conocer los intereses de los consumidores y la forma más eficiente de producir los bienes que consumimos. El socialismo, entendido como propiedad pública de los medios de producción, elimina la posibilidad de generar el conocimiento necesario para que la economía funcione. De hecho, en la antigua URSS los precios oficiales consistían en la aplicación de múltiples fórmulas que tomaban como base los precios de mercado de los “malvados” países capitalistas. Incluso su incapacidad hubiera sido mayor si el capitalismo no le hubiera prestado una de sus mayores creaciones: el conocimiento que produce el mercado. El resultado es la pobreza y la hambruna, mayores cuanto más lejos se lleva el paradigma socialista, como sucedió en la Rusia de Lenin.
De modo que hoy más que nunca debemos recordar, no que el socialismo ha fracasado, sino que siempre fracasará porque es imposible de implementar en la práctica
José Ramón Acosta | 04 abr 2016
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