domingo, 14 de julio de 2013

IMPRESCINDIBLE REGENERACIÓN DE ESPAÑA

Hace tiempo que las élites profesionales e intelectuales claman en vano por una regeneración que salve el sistema

SI no quieren escuchar no será por falta de voces de advertencia. Hace tiempo que eso que ahora se llama «sociedad civil» —como si la política no lo fuese, o mejor dicho, porque la política ha dejado de serlo— se está moviendo para reclamar un proceso de regeneración institucional, una terapia urgente contra la esclerosis de nuestra vida pública, que amenaza ya de forma alarmante con el colapso. No es sólo la wiki izquierda de la agitación callejera o de las redes sociales, ni las plataformas más o menos radicales desgajadas como spins off del 15-M; se trata de foros cívicos, de círculos de estudios, de entidades de pensamiento, de fundaciones académicas. Las élites profesionales e intelectuales españolas demandan cada vez con mayor frecuencia una reflexión activa sobre el bloqueo que atenaza a un régimen desgastado en el que está a punto de romperse el vínculo esencial de la cohesión democrática: el que une a los ciudadanos con sus agentes representativos, llámense partidos, parlamentos, instituciones o sindicatos.

Los últimos en alzar la voz han sido los jesuitas, símbolo de la vanguardia intelectual de la Iglesia, a través de su federación universitaria. La masa crítica de la Compañía se ha unido al coro de bacantes cívicas que denuncian el envilecimiento moral y político que se ha apoderado de la vida española hasta dar lugar a una crisis de régimen. El diagnóstico es exacto y coincide con el de la mayoría de documentos publicados en los últimos meses por diversos clubes de opinión: se han podrido las bases de la convivencia, no funciona el sistema de separación de poderes, la partitocracia está desarticulada por la corrupción, el fraude fiscal destruye la justicia redistributiva y la administración se ha vuelto un aparato autónomo al margen de los intereses generales. Y o la dirigencia del país asume el compromiso de unas reformas regenerativas o toda la estructura de libertades construida desde la Transición se vendrá abajo.

Pero la nomenclatura oficial no escucha. Anda absorbida por su bronca autodestructiva sin entender que se está aniquilando a sí misma. Falta impulso de liderazgo y visión larga. Los responsables políticos se consideran ungidos de autosuficiencia y desprecian las advertencias y los consejos sin entender que se les escapa la legitimidad a chorros por su propia degradación ética y funcional. Han perdido la capacidad de prescribir conductas porque han malversado su autoridad moral, y ahora circulan a rebufo de los instintos cainitas de una opinión pública dominada por el espectáculo. El último de sus errores consiste en dilapidar este capital crítico humanista que clama por una reconstrucción nacional. No saben salir de su burbuja, obcecados en la pasión del poder. Como si en estas condiciones de desafección y desconfianza pudiesen mantener el poder mucho tiempo.

 IGNACIO CAMACHO EN ABC

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