Adiós, España es una magnífica obra de deslegitimación de los nacionalismos. Aunque sin duda su estudio se centra en el caso vasco, también se ocupa en menor medida de Cataluña y Galicia.
La tesis central del libro es que España es una nación forjada espontáneamente en la Historia a través de la acción continuada y común de los habitantes de la península ibérica. Según el autor, no hay más nación que la española. Y como tal afirmación debe ser demostrada si no se quiere caer en el error de la ideología, Adiós, España se convierte así en un exhaustivo tratado de Historia de España.
Una Historia de España relatada con el fin de que el lector entienda que la gran entrometida y enemiga de los nacionalismos –así llama Laínz a la Historia– ha conformado a lo largo de los siglos el carácter nacional de los españoles. Y que todo lo que sea reivindicar la existencia de otras naciones dentro de España es un invento sin fundamentos históricos. Porque, recuerda Laínz, el País Vasco y Cataluña, como tales, nunca han sido territorios soberanos. La falsa historia inoculada a los niños en dichas Comunidades gracias a las competencias de educación transferidas ha traído en una generación el odio infundado a España. Sólo el conocimiento de la verdadera historia puede combatir esto, aunque sea de extrema dificultad.
Para ello, explica Laínz que la española es la nación más antigua de Europa, puesto que se conforma como identidad histórica a partir de la Reconquista. La repoblación de los terrenos ganados a los moros se hizo con gente de los primeros reinos cristianos del norte: cántabros, astures y vascos. Así nace Castilla, fruto de la Reconquista y fusión de varios pueblos que lucharon juntos por un objetivo común: reivindicar la pertenencia al Cristianismo de lo que se iba conformando como la nación española. Según Sánchez Albornoz, Castilla es el resultado de la fusión de lo vasco, lo cántabro y lo godo.
Veamos algunos ejemplos bélicos. La de Sucesión fue una guerra dinástica, en la que catalanes y vascos estuvieron en bandos enfrentados. Pero los dos bandos reivindicaban el trono de España, no la independencia de ninguna nación diferente de la española. En la guerra de la Convención contra nuestra siempre aliada Francia, los catalanes y los vascos luchaban por su rey, el rey de España, y se llamaban a sí mismos españoles. La guerra de la Independencia también fue liderada por vascos y catalanes, que contenían la entrada de franceses en la península luchando por España. Y la guerra civil no fue un conflicto entre la nación española y la vasca y catalana. Fue una batalla ideológica, en que tantos catalanes y vascos hubo en un bando como en otro.
En el Museo Naval de San Sebastián se narran las aventuras de muchos vascos que en la época de la España imperial fueron a conquistar América. En ningún momento aparecen las referencias de por quién luchaban estos marineros: por el rey de España. Muchos documentos que Laínz transcribe en el libro nos acercan al sentimiento de pertenencia a la nación española de vascos y catalanes hasta el siglo XIX. Y es que los vascos siempre se han sentido parte de una nación que les ha concedido una gran participación en el poder político, como territorio integrante de Castilla y España. Larga es la lista de ministros, virreyes y generales vascos a lo largo de nuestra historia.
Vayamos por más. El pueblo vasco que Arzalluz reivindica como existente desde tiempos prehistóricos no es más que la fusión de varios pueblos (vascones, várdulos, caristos y autrigones) que con la invasión árabe se unieron al resto de pueblos norteños para reconquistar el territorio español. La expresión Domuit vascones (subyugó a los vascones), tan aducida por los nacionalistas, no existe en ninguna fuente germánica. Por eso, nos parece muy bien que Sabino Arana tenga una calle en Barcelona, como la tienen tantos otros inventores célebres. Arana falseó la historia a partir de su ignorancia, creó una ficción (Euzkadi, etimológicamente bosque de euzkos) que puso en boca de vascos que luchaban por España, e incluso se sacó de la chistera un abecedario. Nos parecerían divertidos sus inventos si a raíz de ellos no hubieran muerto mil personas.
La «esquizofrenia política» se plantea, dice Jesús Lainz, en siete puntos:
- La emigración interna de los años cuarenta y sesenta del siglo XX en España, que es interpretada por los nacionalistas fraccionarios, como una maniobra propagandista de Franco contra el país vasco y Cataluña, ya que así se invadía de españoles las tierras vascas y catalanas.
- En el «cuartel de la Guardia Civil» en Euskadi que es percibido como «cuartel de ocupación».
- Y, sobre todo, en la Historia, en la interpretación de la Historia como arma de legitimación del separatismo. La justificación del derecho de secesión de las autonomías es básicamente una cuestión de Historia. Y tal cosa solamente pasa en España. En Francia, de la existencia de reinos durante más de 1.000 años a nadie se le ocurre hacer plebiscito independentista. Tampoco en Alemania. En 1815 todavía en Italia existían ocho estados. En cambio, la Nación española es la primera en unificarse en 1492. Hace solamente 140 años se unifica Italia, y Alemania sólo hace unos años que logra su segunda reunificación.
- En la obsesión de hacer una nación política de toda lengua hablada en España. Es absurdo, dice el autor, que lengua sea igual a Nación. Habría que recordar a Mas, Junqueras y otros, por ejemplo, que en Cataluña hay tres lenguas habladas (el español, el catalán y el aranés en el Valle de Arán).
- En la reinterpretación interesada de las guerras carlistas y de sucesión españolas.
- En una manipulación de la Guerra Civil por motivos ideológicos y nacionalistas. Así se interpreta la Guerra civil española como una ocupación española o de «Madrid».
- Y en el racismo o argumento de la raza. La raza vasca, según Sabino Arana, y otros estudiosos de lo vasco, es muy diferente de la española. En 1991 se publican libros «científicos» sobre el RH negativo de la raza.
En definitiva, y como dice Pascual Tamburri, "Adiós, España" es una Summa contra nacionalistas, estructurada en muchos epígrafes de fácil lectura. Porque demuestra cómo el régimen franquista ha hecho perder la legitimidad del patriotismo español para instaurar otros patriotismos imposibles de naciones que nunca lo han sido, basados en la manipulación interesada de la verdad histórica y en el odio perpetuo y ahistórico a algo que sólo durante cuarenta años existió. Y todo ello sin partidismos y reconociendo que Cataluña y el País Vasco son identidades históricas diferenciadas, pero que sólo pueden ser entendidas y reivindicadas en su totalidad como pertenecientes a España.
Jesús Laínz dice, en una de las 823 páginas de su obra, que a una persona que ha llegado a una postura sin argumentos es muy difícil hacerla cambiar de opinión con la razón. Estamos de acuerdo: el sentimiento es irracional. Por eso, creemos necesario que el autor haga un esfuerzo de síntesis, para poder llegar a un libro de dimensiones más accesibles a la gran mayoría de personas. Nos parece que es posible, porque la segunda mitad del libro está llena de reiteraciones y síntesis de lo dicho anteriormente, que si no entorpecen la lectura por lo menos sí la ralentizan. A pesar de esta crítica, ¡gracias Jesús Laínz por este útil instrumento para comprender nuestra historia!
Adiós, España. Verdad y mentira de los nacionalismos
Ediciones Encuentro
Jesús Laínz
823 págs.