domingo, 7 de febrero de 2016

EL SECTARISMO DE PODEMOS Y EL PSOE EN LAS INSTITUCIONES LOCALES


Las elecciones municipales de mayo del año pasado rubricaron un viraje político de calado en algunos de los principales ayuntamientos de España. Manuela Carmena y Joan Ribó reconquistaron para la izquierda las alcaldías de Madrid y de Valencia, tras 24 años de hegemonía del PP, mientras Ada Colau y su partido instrumental se impusieron por la mínima en Barcelona. A ellos se sumaron Pedro Santisteve, quien se convirtió en primer edil de Zaragoza con una marca similar a la de sus homólogas madrileña y barcelonesa; José María González, Kichi, alcalde de Cádiz; y los ediles de las denominadas 'mareas' gallegas en La Coruña, Santiago y Ferrol. 

Medio año después, las promesas de cambio y de regeneración que auparon al poder a estos dirigentes han devenido en una gestión ineficaz, huera y marcada por el sectarismo de quien antepone la imposición de sus parámetros ideológicos a un municipalismo basado en dar solución a los problemas de los ciudadanos

Una incongruencia especialmente lacerante en quienes agarraron el bastón de mando bajo el mantra populista y falaz del empoderamiento del pueblo. El desgaste del bipartidismo, los efectos de la crisis y el éxito político de armar las candidaturas alrededor de la confluencia de varios partidos de izquierda -siempre pastoreados por Podemos- son algunas de las principales razones que explican la entronización de los nuevos alcaldes. En cambio, su prioridad no están siendo «las personas», tal como pregonaban, sino recuperar la supremacía cultural, lo que inevitablemente acarrea concentrar la acción política en los símbolos, los gestos, las frases hechas o el exhibicionismo en las redes sociales. Esta estulticia, unida al amateurismo y la falta de seriedad en la dirección política, se hallan en la raíz de espectáculos bochornosos como el del pasado viernes en Madrid, con motivo de la obra infantil de títeres programada por el Ayuntamiento de la capital durante las fiestas de Carnaval. A cargo de la compañía Títeres desde Abajo, la función incluía escenas en las que un personaje acuchillaba a una monja, ahorcaba a un juez y pegaba a un policía y a una embarazada, y concluía con la exhibición de una pancarta en la que se leía «Gora Alka-ETA». Varios padres presentes en la representación denunciaron los hechos y la Policía detuvo a dos actores, acusados de enaltecimiento del terrorismo. 

Ayer, el juez de la Audiencia Nacional Ismael Moreno ordenó prisión provisional sin fianza para los dos arrestados, después de que el ministro del Interior calificara de «repugnante» el número de los titiriteros. La gravedad del delito que se les imputa a éstos tendría que haber provocado una reacción contundente del Ayuntamiento de Madrid. Sin embargo, la concejal de Cultura, Celia Mayer, se limitó a destituir a los programadores que contrataron la obra, tras escudarse en que la sinopsis recibida con anterioridad no se correspondía con lo que se puso en escena. Mayer debería dimitir o bien Carmena debería destituirla. Y no sólo por este episodio, sino por su responsabilidad en el error reciente en la retirada de una placa de homenaje a frailes carmelitas -aplicando torticeramente la Ley de Memoria Histórica- y en la polémica alrededor de la Cabalgata de Reyes. 

La obsesión de los alcaldes de Podemos por instrumentalizar la cultura se ha convertido en un axioma entre estos munícipes. Un exponente nítido de ello es Kichi, alcalde de Cádiz, con el que EL MUNDO inicia hoy una serie sobre los ayuntamientos que controla la formación de Pablo Iglesias. Rehén de Izquierda Anticapitalista, una de las corrientes internas de Podemos más radicales, el regidor morado ha decidido explotar la popularidad como paroxismo del poder abandonando sus promesas a los colectivos más vulnerables -incluida la plataforma antidesahucios-, contratando asesores a dedo y paralizando grandes proyectos para la ciudad gaditana. La práctica no es exclusiva de Kichi. Revela la ausencia de modelo de ciudad de los ayuntamientos de Podemos y puede extrapolarse a Carmena, quien no ha podido evitar la renuncia del grupo Wanda a rehabilitar el Edificio España; o a Colau, cuyos titubeos a la hora de amarrar la ubicación del Mobile World Congress en la capital catalana se sumaron a la decisión tajante de suspender las licencias hoteleras. 

El filósofo Tzvetan Todorov, en una entrevista con 'El Cultural' el pasado viernes, azotaba la profesionalización de la clase dirigente en Francia y simpatizaba «con esa búsqueda española» de nuevos actores políticos. «Claro que soy consciente de que, cuando uno busca, no tiene la seguridad de encontrar algo mejor», apostillaba. El aserto sirve para consignar la frustración generada por los autoproclamados «ayuntamientos del cambio». Porque, en caso de que se hubiera notado tal cambio, pocos dudan ya a estas alturas que ha sido a peor.

El Mundo 07.02.2016

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