viernes, 8 de enero de 2016

LA INVASIÓN DE LOS NECIOS EN INTERNET Y LAS REDES SOCIALES. EL EJÉRCITO DE PODEMOS.

Dice UMBERTO ECO que "Las redes sociales han generado una invasión de imbéciles que le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que antes hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los necios".  

Sacamos esto a colación tras la caza de brujas desatada por
los seguidores de Podemos en Twitter contra CAYETANA ÁLVAREZ DE TOLEDO. Ha publicado ésta una columna en el diario El Mundo, donde retoma el mismo asunto que Eco:


Jamás, jamás, jamás
Yo, siempre con Savater. 

Ayer publicaba un artículo en El País titulado Ni podemos ni debemos que acababa con una oportuna cita de L'art de conférer de Montaigne: «Me es imposible tratar de buena fe con un tonto, porque bajo su influjo no sólo se corrompe mi juicio, sino también mi conciencia». Salvando la distancia entre aquellos tontos y los actuales, lo mismo llevo pensando yo desde que la noche del 5 de enero escribí un tuit sobre la ridículacabalgata de Reyes organizada por el Ayuntamiento de Madrid. Más de 11.600 retuits a esta tierna hora de la tarde en la que escribo; más de 7.000 corazoncitos pulsados por deditos amables; no sé cuántos comentarios, chistes, insultos y memes; hashtag propio, vigoroso y viral; trending topic durante horas; comentarios en los principales programas de radio y televisión; referencias en varios telediarios; y, lo más asombroso, un eco transversal en la llamada prensa de calidad. 

A todos los que me han escrito o llamado para darme ánimos y apoyarme ante las hordas tuiteras de la dogmática y adánica alcaldesa madrileña, les he contestado de la misma manera: pero si esto está siendo interesantísimo, la experiencia perfecta para entender una de las verdades de nuestro tiempo: Twitter es un vertedero, la tumba de la inteligencia

No me refiero únicamente a los comandos organizados que alimentan los circuitos del odio durante horas sin descanso. Toda operación revolucionaria necesita soldados rasos suficientemente ignorantes y entregados como para perder la vida, que hoy es el tiempo, en estériles maniobras de acoso y derribo. Y nuestros chavistas ibéricos cuentan con un ejército. Esto es duro de reconocer para los que consideramos que España no es diferente ni los españoles especialmente cainistas, guerracivilistas o envidiosos. Hay un sector, reconcentrado y activo, que sí lo es. Y con él hay que lidiar. Es el que responde con automatismos a los estímulos más romos. El que lee «chica del PP» y entiende: corrupta, facha y pija. Odia a los pobres (quería estar en la tribuna VIP), detesta a los gais (de ahí sus críticas a la túnica rosa de Gaspar), aborrece a los negros (a los que nosotros, paradójicamente, ponemos a tocar una kora africana en plena Era Obama) y desprecia a las mujeres (porque el auto odio no es patrimonio exclusivo del constitucionalista catalán). Ah, y, por supuesto, es una integrista religiosa, porque para qué preguntar si cree mucho, poquito o nada, no vaya a ser que en esto también esté con Savater. Que lo estoy. 

Con estos tontos no hay nada que hacer. No interesan ni como objeto de bloqueo. 

Más relevante me parece lo que está ocurriendo fuera de los círculos del sectarismo podémico, en las cumbres de la política y el periodismo. Viejos y nuevos. La pérdida no ya de calidad sino de capacidad básica de comprensión e interpretación es asombrosa. Como si la restricción de caracteres impuesta por Twitter hubiera impuesto una restricción mental equivalente: la obligación de prescindir de la ironía, del humor y del matiz; de las referencias literarias, más o menos veladas, y de las figuras retóricas, incluidas las más evidentes como la hipérbole o la repetición. Jamás, jamás, jamás. Estos días me han preguntado, con toda seriedad, qué tal está mi hija y si algún día lograré perdonar a Carmena. También he leído que mi tuit forma parte, incluso encabeza, «una ofensiva del Partido Popular». Y esto en el mismo periódico que hace pocas semanas me calificaba, con amabilidad, de «heterodoxa» en su portada. Por no hablar del delirio al que han llegado algunos sabuesos digitales, que detectan una conspiración política de gran alcance orquestada desde Faes. ¡Uy, qué morbo! 

Sí, Twitter está arrasando con la política y el periodismo cultos, esforzados, incisivos e inteligentes. Y, sin embargo, no por ello vamos a dejar de usarlo. Que los tontos no corrompan nuestro juicio ni nuestra conciencia. Seguiremos dialogando. Como si del otro lado estuviera siempre Montaigne.




En el lado político contrario se puede encontrar esta opinión de ZYGMUNT BAUMAN, filósofo de izquierda defensor de los indignados, publicada en una entrevista concedida a Babelia-El País hace unos días:


P. Las redes sociales han cambiado la forma en que la gente protesta, o la exigencia de transparencia. Usted es escéptico sobre ese “activismo de sofá” y subraya que Internet también nos adormece con entretenimiento barato. En vez de un instrumento revolucionario como las ven algunos, ¿las redes son el nuevo opio del pueblo?
R. La cuestión de la identidad ha sido transformada de algo que viene dado a una tarea: tú tienes que crear tu propia comunidad. Pero no se crea una comunidad, la tienes o no; lo que las redes sociales pueden crear es un sustituto. La diferencia entre la comunidad y la red es que tú perteneces a la comunidad pero la red te pertenece a ti. Puedes añadir amigos y puedes borrarlos, controlas a la gente con la que te relacionadas. La gente se siente un poco mejor porque la soledad es la gran amenaza en estos tiempos de individualización. Pero en las redes es tan fácil añadir amigos o borrarlos que no necesitas habilidades sociales. Estas las desarrollas cuando estás en la calle, o vas a tu centro de trabajo, y te encuentras con gente con la que tienes que tener una interacción razonable. Ahí tienes que enfrentarte a las dificultades, involucrarte en un diálogo. El papa Francisco, que es un gran hombre, al ser elegido dio su primera entrevista a Eugenio Scalfari, un periodista italiano que es un autoproclamado ateísta. Fue una señal: el diálogo real no es hablar con gente que piensa lo mismo que tú. Las redes sociales no enseñan a dialogar porque es tan fácil evitar la controversia… Mucha gente usa las redes sociales no para unir, no para ampliar sus horizontes, sino al contrario, para encerrarse en lo que llamo zonas de confort, donde el único sonido que oyen es el eco de su voz, donde lo único que ven son los reflejos de su propia cara. Las redes son muy útiles, dan servicios muy placenteros, pero son una trampa.




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