domingo, 20 de marzo de 2016

OBAMA NO DEBE FORTALECER EL RÉGIMEN DE LOS HERMANOS CASTRO, PERO LO HACE

TRANSCURRIDO casi un año y medio desde el histórico anuncio que iniciaba el deshielo de las relaciones entre EEUU y Cuba, rotas en 1961, los habitantes de la isla siguen sin disfrutar de libertades democráticas. Es más, según la opositora Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN), liderada por el histórico disidente Elizardo Sánchez, en febrero se registraron 1.141 arrestos por motivos políticos, a los que habría que sumar otros 1.447 efectuados durante el pasado mes de enero. Y en 2015, el número de emigrantes ilegales volvió a alcanzar un nuevo y triste récord. 

Esto demuestra que la dictadura de los hermanos Castro no está dispuesta a rebajar la intensidad de la represión y que aspira a consolidar un régimen similar al chino o el vietnamita, en el que cierta forma de capitalismo financiero e industrial convive, no sin tensiones, con un férreo control militar de la población. Los cubanos, además, continúan padeciendo la escasez de alimentos y recursos básicos y se encuentran entre los habitantes más pobres de Latinoamérica. Y eso a pesar de que algunas empresas norteamericanas y europeas han comenzado ya a diseñar su desembarco en la isla para explotar las posibilidades de crecimiento económico que ofrece un país devastado por más de cinco décadas de dictadura. 

Son muchos en el país los que empiezan ya a sospechar que EEUU está dispuesto a tolerar los desmanes del régimen a cambio de ciertas garantías de inversión para algunas empresas estadounidenses. Es cierto que a los que pueden permitírselo y consiguen un visado adecuado se les concede autorización para viajar al extranjero, comprar teléfonos móviles y hacer uso de redes wifi, controladas y muy caras. 

Pero el régimen sigue sin consentir la creación de partidos políticos ni la posibilidad de que la disidencia exprese sus ideas a través de medios de comunicación independientes. La libertad de expresión sigue siendo un anatema y los disidentes, unos proscritos. Si la oposición mostró su decepción por haber sido ignorada cuando el secretario de Estado John Kerry visitó La Habana el pasado agosto para reabrir la embajada de EEUU, ahora teme que el presidente Barack Obama, que inicia hoy una visita a la isla, les trate con la misma displicencia.

Y es que el viaje de Obama, que tiene una enorme carga simbólica por ser el primero de un presidente norteamericano en 88 años, viene precedido de cierta polémica. La Casa Blanca anuló a principios de este mes otro viaje de John Kerry que tenía como finalidad fijar con sus homólogos cubanos ciertas líneas rojas en cuestión de derechos humanos y allanar la presencia de Obama, que acude con un séquito de 800 personas. Sin especificar con quién, el presidente norteamericano tiene fijado un encuentro privado el martes con miembros de la oposición, poco antes de lanzar un histórico mensaje a través de la televisión cubana. En ambos actos, Obama debe ser claro y dar garantías a los habitantes de la isla de que el apoyo estadounidense a Cuba en los foros internacionales no es a cambio de nada. Es una muestra de la determinación de Obama la voluntad que ha expresado de levantar el veto a la entrada de Cuba en el FMI, el Banco Mundial y, sobre todo, en el Banco Interamericano de Desarrollo. Pero a cambio, debe exigir a Raúl Castro que comience a introducir cambios irreversibles, tanto económicos como sociales y políticos, aprovechando el VIII Congreso del Partido Comunista que se celebrará el próximo mes de abril. Y dejarle claro que es incompatible con la nueva situación bilateral su alineamiento con el eje bolivariano, como acaba de anunciar Maduro desde La Habana. 

Obama tiene que demostrar no sólo a los cubanos, sino a todos los miembros de la oposición en el exilio que no viaja a Cuba sólo para hacerse una histórica foto junto al dictador. El anunciado encuentro con Raúl Casto en un partido de béisbol, deporte nacional en ambos países, ha despertado bastante malestar entre unos disidentes cuyo sufrimiento y el de sus familias se cuenta ya por décadas. Un abrazo con Castro en un escenario tan frívolo como un evento deportivo, si no va acompañado de una crítica explícita a la dictadura y una exigencia de democracia para continuar con el proceso de deshielo, harían fracasar un viaje en el que los cubanos tienen depositadas muchas esperanzas.

Editorial, El Mundo, 20.03,2016

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