Aquel hombre de origen vasco, pero nacido en Medina del Campo en 1514, se gastó media vida, y más que media, una vida entera, setenta años luchando por España, despachando calvinistas y protestantes en los Países Bajos, donde su bravura y su bonhomía (se guardaba la sangre solo para el campo de batalla), su valor y su genio militar le valieran un gentil sobrenombre, El Coronel.
Y lo fue, y antes soldado, alférez, capitán, maestre de campo, gobernador de villas conquistadas y reconquistadas. Experto en el vadeo de ríos y mares, fue también un militar que siempre supo de la importancia del espionaje y de los servicios secretos como una baza decisiva para obtener la victoria. Se llamaba Cristóbal de Mondragón y fue otro de los grandes héroes de nuestros Tercios.
En 1532, siendo un mozalbete de 18 años se alista en el ejército, bajo el reinado del emperador Carlos V y luego, con los años, demostraría su coraje en los campos de batalla de Italia, Túnez, Provenza, Alemania y Flandes.
Primeras heroicidades
Sus ejemplos de bravura empezaron pronto. Por ejemplo, en la batalla de Mühlberg, hoy en Brandeburgo, contra los luteranos de la Liga de Esmascalda. Allí andaban los germanos dándonos guerra por todas partes, y en estando acampados a orillas del Elba habían cortado todos los puentes lo que suponía un impedimento enorme para las tropas del Emperador.
Pero en estas que el tal Mondragón se echó la espada a la boca y con el agua al cuello y bajo un intenso fuego de moquete, acompañado de otros nueve de los nuestros consiguió recuperar varios pontones y así facilitar un paso para el ejército imperial, dirigido en persona por Carlos V y el Duque de Alba. Echado pie a tierra, y en vista del éxito, el Emperador nombró alférez ipso facto al bueno de Mondragón. Más adelante, nuestro volvería a demostrar que era un experto en operaciones anfibias, realizadas con el agua hasta la barba y los arcabuces sobre la cabeza.
Siempre luchando
Pero Cristóbal de Mondragón no iba a parar. En abril de 1559 fue nombrado gobernador de Damvillers en el Ducado de Luxemburgo y coronel de valones de los Tercios de España. Pronto empezaron los altercados de los protestantes en Flandes, liderados por Guillermo de Orange, y Mondragón tuvo que defender las villas de Lieja y Deventer, atacadas por los mendigos del mar, nombre con el que se conocía a los piratas holandeses. Empezada la Guerra de los Ochenta Años, en 1570, el Duque de Alba le encarga a Cristóbal de Mondragón la defensa de Amberes, Middelburg y Goes, en la provincia de Zelanda, donde una vez más Mondragón iba a tirar de coraje, sobredosis de agallas e imaginación para derrotar al enemigo.
Goes había sido sitiada por los calvinistas que habían cerrado las dos bocas del río Escalda. Mondragón y su jefe, Sancho Dávila, decidieron vadear el río en la bajamar a pesar de las fortísimas corrientes. Cristóbal de Mondragón, acompañado en la empresa por otros tres mil valientes, vadeó los quince kilómetros de mar con el agua remojándoles las barbas. Los siete mil holandeses que mantenían el sitio cayeron en brazos del espanto cuando vieron salir de las aguas a los nuestros con unas pintas salvajes y unas caras de matar que inspiraban terror. Cuentan las crónicas que los siete mil holandeses prefirieron poner pies en polvorosa. Era el 20 de octubre de 1572.
Nuestro coronel, sin embargo, no se da respiro. Nueve meses después recupera la cabeza del canal de la isla de Tholen, en 1575 contiene un levantamiento en Amberes y es nombrado Gobernador de Gante. Ese mismo año, recupera, tras otro espectacular vadeo, la isla de Schouwen. En 1576, tras nueve meses de sitio, rendía la ciudad de Zierikzee.
En 1578 tomaba Limburgo y el castillo de Dalhem. En junio, Maastricht fue tomada por las tropas de Alejandro Farnesio después de cuatro meses de asedio en los que tuvo una importante participación el coronel Mondragón.
En 1582 era nombrado maestre de campo del Tercio Viejo, que con el tiempo llevaría su nombre, Tercio de Mondragón. Los años siguientes, a pesar de su avanzada edad continúa guerreando con tanto coraje como éxito en tierras de Flandes. Casi octogenario, es nombrado capitán general y maestre de campo general del ejército de Flandes y siguen sus victorias como la conseguida ante las tropas de Mauricio de Nassau a orillas del río Lippe.
Por fin, en diciembre de 1595 Cristóbal de Mondragón se retiró al Castillo de Amberes, donde moría el 4 de enero de 1596, después de sesenta y cuatro años de heroico servicio en los Tercios.
Valor sin premio
A pesar del gran aprecio que le tenían sus esforzados camaradas de los Tercios, a pesar de la gran admiración que suscitó entre sus mandos, como Luis de Requesens, Alejandro Farnesio, el Duque de Alba y Juan de Austria, y el denuedo con el que luchó para sus reyes Carlos V y Felipe II, jamás consiguió que se le otorgara título de nobleza, ni consiguió tampoco (la envidia española, siempre presente) el hábito de ninguna orden militar (hasta se le inventaron antepasados judíos).
Pero en buena medida se le recuerda como uno de nuestros más bravos militares, de nuestros más peculiares héroes, en aquel tiempo en el que en España no se ponía el sol. P