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jueves, 24 de noviembre de 2011
EL COMUNISMO Y EL MITO DEMÓCRATA
Muere Javier Pradera y los obituarios recuerdan con admiración y con ternura su paso por el Partido Comunista. El País dice de él que fue el gran intelectual de la Transición. Me pregunto si se recordaría con tanta ternura y con tanta admiración su paso por el Partido Nazi, en caso de haberse producido. No logro entender por qué extraño motivo el comunismo nos parece mítico cuando ha sido el totalitarismo más sanguinario de la historia de la Humanidad.
No sé qué ternura nos puede provocar una ideología al amparo de la que se han asesinado a más de 60 millones de personas, y no entiendo por qué motivo si la propaganda nazi se considera acertadamente apología de genocidio y está penada con años de cárcel, puede uno tan guapamente reivindicar el comunismo con adoración y nostalgia sin que le pase absolutamente nada. Es inadmisible esta permisividad con los que se empecinan en ser entrañables con el crimen; es nauseabunda su propaganda y una terrible ofensa a las familias de los millones de personas que cayeron abatidas por el régimen más siniestro y mortífero que jamás haya puesto en práctica el hombre.
La izquierda tiene que desvincularse de su tenebroso pasado, tiene que condenarlo y tiene que disculparse por haber justificado, en tantas ocasiones y con tanta arrogancia, los atropellos y las matanzas que el comunismo ha perpetrado. La apología de esta ideología y de estos regímenes tendría que estar perseguida y los que la practicaran tendrían que ser ejemplarmente castigados. (Basta con recordar con cuanto ahínco se sigue defendiendo al comunismo criminal castrista desde las huestes de la izquierda española.)
Si la izquierda quiere vivir plenamente incorporada a la democracia y al sistema de libertades no puede enorgullecerse de ser la heredera ideológica de aquellos criminales. Hasta que no se desmarque de ellos, estará en falso y será sombría, no tendrá ninguna autoridad moral para hablar de libertad ni de nada que tenga que ver con el progreso de la Humanidad. No se puede ser indulgente con tanto odio y con tanta muerte. Hay que rebelarse contra los que con su frivolidad escarnecen el dolor de tantas víctimas y de sus familiares(no solo no se desmarcanahora del comunismo, es que no lo harán nunca, su naturaleza se lo impide) Llama también la atención que El País dijera de Javier Pradera que fue el gran intelectual de la Transición, cuando todo el mundo sabe que lo que fue es el gran intectual sectario. La intelectualidad se basa en pensar, no en un desfile militar. El éxito de la Transición fue posible precisamente gracias a que los pragmáticos y los posibilistas se supieron zafar de tanto sectario incapaz del riesgo cultural de intentar comprender las razones del adversario. Considerar que Pradera fue un intelectual es como celebrar su militancia comunista: se trata de la misma indecencia. De lo poco que la izquierda espera de la libertad, y de la inteligencia.
No sé qué ternura nos puede provocar una ideología al amparo de la que se han asesinado a más de 60 millones de personas, y no entiendo por qué motivo si la propaganda nazi se considera acertadamente apología de genocidio y está penada con años de cárcel, puede uno tan guapamente reivindicar el comunismo con adoración y nostalgia sin que le pase absolutamente nada. Es inadmisible esta permisividad con los que se empecinan en ser entrañables con el crimen; es nauseabunda su propaganda y una terrible ofensa a las familias de los millones de personas que cayeron abatidas por el régimen más siniestro y mortífero que jamás haya puesto en práctica el hombre.
La izquierda tiene que desvincularse de su tenebroso pasado, tiene que condenarlo y tiene que disculparse por haber justificado, en tantas ocasiones y con tanta arrogancia, los atropellos y las matanzas que el comunismo ha perpetrado. La apología de esta ideología y de estos regímenes tendría que estar perseguida y los que la practicaran tendrían que ser ejemplarmente castigados. (Basta con recordar con cuanto ahínco se sigue defendiendo al comunismo criminal castrista desde las huestes de la izquierda española.)
Si la izquierda quiere vivir plenamente incorporada a la democracia y al sistema de libertades no puede enorgullecerse de ser la heredera ideológica de aquellos criminales. Hasta que no se desmarque de ellos, estará en falso y será sombría, no tendrá ninguna autoridad moral para hablar de libertad ni de nada que tenga que ver con el progreso de la Humanidad. No se puede ser indulgente con tanto odio y con tanta muerte. Hay que rebelarse contra los que con su frivolidad escarnecen el dolor de tantas víctimas y de sus familiares (no solo no se desmarcan ahora del comunismo, es que no lo harán nunca, su naturaleza se lo impide)
Llama también la atención que El País dijera de Javier Pradera que fue el gran intelectual de la Transición, cuando todo el mundo sabe que lo que fue es el gran intectual sectario. La intelectualidad se basa en pensar, no en un desfile militar. El éxito de la Transición fue posible precisamente gracias a que los pragmáticos y los posibilistas se supieron zafar de tanto sectario incapaz del riesgo cultural de intentar comprender las razones del adversario. Considerar que Pradera fue un intelectual es como celebrar su militancia comunista: se trata de la misma indecencia. De lo poco que la izquierda espera de la libertad, y de la inteligencia.