Hay muchas clases de amor y maneras de amar. El amor a España adquiere en ocasiones formas peligrosas para la tolerancia y la convivencia, pero las expresiones constructivas son, por fortuna, mayoritarias. La del vigués José Manuel Otero Novas reviste un interés singular en al menos cinco de los libros que ha escrito y editado desde 1987.
El último, Mitos del pensamiento dominante, Paz, Democracia y Razón, fue publicado recientemente. El primero, "Nuestra democracia puede morir", analizaba el riesgo de que una constitución democrática llegue a encubrir una realidad autoritaria ("o, peor aún, totalitaria"). Su voluminosa "Defensa de la Nación española" (1998, 650 paginas) se preguntaba qué va a ser de este país dentro de veinte años, con el subtítulo Frente a la exacerbación de los nacionalismos y ante la duda europea. En otras palabras, estudiaba como realidad y necesidad lo que algunos catalanes, vascos y gallegos llaman peyorativamente "nacionalismo español". Poco falta para que expire el plazo.
Aunque extienda la mirada al resto del mundo, como es el caso de su más reciente obra y otras como "Fundamentalismos enmascarados" (2001) o "El retorno de los césares" (2007), siempre centra en España el núcleo reflexivo. A quien no los conozca, estos títulos pueden parecerle propios de un autor de derechas. Si los lee advertirá que las designativas "derecha" e "izquierda" pierden en su pensamiento los perfiles contingentes -es decir, políticos- al igual que en el famoso ensayo de Norberto Bobbio y en el Bueno reciente. La diferencia subsistente puede ser la percepción de la igualdad, territorio en el que Otero queda fuera de toda sospecha. Abogado del Estado, inspector de Hacienda y ex-ministro de la Presidencia y Educación en los gobiernos de Adolfo Suárez, ha puesto su conocimiento de la historia y profunda experiencia del ser social al servicio del presente y el futuro de los españoles.
La rigurosa exégesis histórica, la indagación de las fuentes, la lucidez del análisis, la frecuentación de filósofos y tratadistas políticos, la controlada pasión y la independencia de criterio hacen de la suya una "doctrina de la realidad" a la altura de las más dignas de confianza. Ignoro el eco que sus libros tienen o han tenido en la clase dirigente, pero merecen tenerlo, y muy hondo, en quienes recelan de las ideas amañadas y de su funcionalidad en la conquista o la práctica del poder. La ideología de Otero Novas es la del amor a España -por muy simplista que suene- como lo fue la de Joaquín Costa, Unamuno, Américo Castro o Claudio Sánchez Albornoz, cuya tipificación en izquierdas o derechas no es más que un exabrupto intelectual.
Cuando vemos cuestionada la estructura constitucional de España y los políticos de unas comunidades ofenden a otras mientras se tambalea la casi utópica unidad europea, releer a Otero, que ha sabido anticipar tantas cosas, es, entre otros, un ejercicio de prevención ante lo que aún nos espera.
Aunque extienda la mirada al resto del mundo, como es el caso de su más reciente obra y otras como "Fundamentalismos enmascarados" (2001) o "El retorno de los césares" (2007), siempre centra en España el núcleo reflexivo. A quien no los conozca, estos títulos pueden parecerle propios de un autor de derechas. Si los lee advertirá que las designativas "derecha" e "izquierda" pierden en su pensamiento los perfiles contingentes -es decir, políticos- al igual que en el famoso ensayo de Norberto Bobbio y en el Bueno reciente. La diferencia subsistente puede ser la percepción de la igualdad, territorio en el que Otero queda fuera de toda sospecha. Abogado del Estado, inspector de Hacienda y ex-ministro de la Presidencia y Educación en los gobiernos de Adolfo Suárez, ha puesto su conocimiento de la historia y profunda experiencia del ser social al servicio del presente y el futuro de los españoles.
La rigurosa exégesis histórica, la indagación de las fuentes, la lucidez del análisis, la frecuentación de filósofos y tratadistas políticos, la controlada pasión y la independencia de criterio hacen de la suya una "doctrina de la realidad" a la altura de las más dignas de confianza. Ignoro el eco que sus libros tienen o han tenido en la clase dirigente, pero merecen tenerlo, y muy hondo, en quienes recelan de las ideas amañadas y de su funcionalidad en la conquista o la práctica del poder. La ideología de Otero Novas es la del amor a España -por muy simplista que suene- como lo fue la de Joaquín Costa, Unamuno, Américo Castro o Claudio Sánchez Albornoz, cuya tipificación en izquierdas o derechas no es más que un exabrupto intelectual.
Cuando vemos cuestionada la estructura constitucional de España y los políticos de unas comunidades ofenden a otras mientras se tambalea la casi utópica unidad europea, releer a Otero, que ha sabido anticipar tantas cosas, es, entre otros, un ejercicio de prevención ante lo que aún nos espera.
"La guerra es un mal, el mayor que el hombre puede encontrar, y peor aún verse arrastrado a una y perderla, pero tiene virtudes. A veces libera a los pueblos y hombres de la opresión y, nos guste o no, es uno de los principales factores que propician el progreso del hombre". Esta es una de las afirmaciones que hace Otero Novas.
Otero refuta el mito según el cual las sociedades occidentales han alcanzado un estado permanente de paz, democracia y razón. Según el ex ministro ninguna de las tres está asegurada y aún añade: "Existen realidades que no sólo las amenazan, sino que efectivamente ya las están debilitando o desvirtuando". Y empezó por la paz.
"La guerra es algo recurrente y las gentes se transforman muy poco antes de que estallen de modo increíble –dijo– y solo hay que leer entre otros muchos a Portela Valladares, asentado en Cataluña aunque tanto tuvo que ver con Vigo, cuando en sus memorias escribe que el 18 de julio del 36 el "seny" tradicional de la sociedad catalana fue sustituido en días por el odio y las ansias de matar".
Otero Novas, que observa tendencias belicistas en Europa, cita la frase de Hegel "La guerra es la que evita la putrefacción de las sociedades". Afirma que muchas personas del máximo nivel creyeron que la paz estaba para siempre asegurada y al poco estallaron guerras terribles, concretamente las del último siglo XX precedidas siempre de grandes declaraciones pacifistas.
Otero Novas, que observa tendencias belicistas en Europa, cita la frase de Hegel "La guerra es la que evita la putrefacción de las sociedades". Afirma que muchas personas del máximo nivel creyeron que la paz estaba para siempre asegurada y al poco estallaron guerras terribles, concretamente las del último siglo XX precedidas siempre de grandes declaraciones pacifistas.
Habla de tensiones latentes que pueden dar origen a conflictos de diferente magnitud. Conflictos por interés económico, en primer lugar pero también, en el plano internacional, habló de "resortes psicológicos comprimidos" que tienen que ver con la hegemonía de la naciones. como el "espíritu francés", que "vive desde hace más de medio siglo comprimido por la fuerza americana". Otero analiza también cómo las crisis económicas puede ser el germen de tensiones que desemboquen en un conflicto de gran dimensión, estableciendo un paralelismo con la crisis del 29, que generó "grandes masas marginales y desesperadas". La historia demostró después, según él, que "Wall Street inició su recuperación efectiva tras el inicio de la Segunda Guerra Mundial" . Y observa en los políticos las mismas "reacciones alocadas" que se vieron en el ´crash´ del 29. "Las autoridades no quieren decir que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades". Y es que, para él, las cosas no podrán volver a ser como antes de la crisis y considera que los que intentan que así sea no están más que "dando una patada hacia delante".
Entre las causas internas de las guerras, considera una de ellas "el grave proceso de desintegración de España" pero señala otra muy peculiar: el aburrimiento, especialmente el de los jóvenes. "Yo observo –afirma– que en la España actual hay fenómenos concretos de explosión juvenil que pueden desbordarse hacia lo bélico cuando concurran otros factores".
En su opinión del movimiento de los "indignados hay que esperar algunas cosas: "Muchas de su reivindicaciones son lógicas y todo depende que los grandes partidos sepan absorberlas pero aviso de que hubo revoluciones que comenzaron con movimientos parecidos".
En su opinión del movimiento de los "indignados hay que esperar algunas cosas: "Muchas de su reivindicaciones son lógicas y todo depende que los grandes partidos sepan absorberlas pero aviso de que hubo revoluciones que comenzaron con movimientos parecidos".
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