lunes, 22 de mayo de 2017

SECESIONISMO Y NACIONALISMO ESPAÑOL

¿UN NUEVO NACIONALISMO VASCO?

EL DISCURSO DEL PNV SE HA VUELTO HACIA LA TRADICIÓN FUERISTA PARA ESCAPAR DE LA TRAMPA A LA QUE CONDUJO LA APELACIÓN A LA NACIÓN Y A LA INDEPENDENCIA.

Si algo llama la atención en el convulso panorama de la política española actual, en el que el empuje del nacionalismo catalán hacia la independencia se revela, seguramente, como su principal problema, es la moderación y discreción con que se comporta el Partido Nacionalista Vasco (PNV). Su gestión de la Comunidad Autónoma, en muchos aspectos modélica, carece de referencias victimistas con respecto al Estado -lo que no excluye que, en determinadas ocasiones, se apele a la ampliación del marco competencial o se reivindiquen mayores compensaciones en la liquidación del Cupo Vasco- y sus manifestaciones con respecto al autogobierno se apartan explícitamente del radicalismo catalán, hasta el punto de que tanto el presidente del partido, Andoni Ortuzar, como el lehendakari, Íñigo Urkullu, dejan de lado la cuestión de la independencia. Hay, entre los analistas políticos, quien cree que esto último es tan sólo una retirada táctica y que, una vez resuelto el asunto de Cataluña, el PNV levantará de nuevo la bandera de la separación de España. No es esa mi opinión, principalmente porque prescinde del hecho de que el PNV está, desde hace algunos años, en el camino de vuelta, después de haber hecho del independentismo su guía y haber fracasado estrepitosamente.

La experiencia de Juan José Ibarretxe en la conducción del proyecto nacionalista, desde su nombramiento como lehendakari en enero de 1999 hasta su fracaso electoral una década más tarde, fue traumática para el PNV, pues se saldó con la pérdida del poder, por una parte, y del cuestionamiento de su hegemonía en el nacionalismo, por otra. Recordemos los principales acontecimientos: Ibarretxe tomó posesión de la Presidencia del Gobierno Vasco tras la firma del Pacto de Lizarra entre los partidos nacionalistas y ETA con el fin de impulsar el proceso independentista. Ardanza, su predecesor, no había querido asumir tal compromiso y dejó el campo libre al radicalismo jeltzale que encarnaba quien había sido su segundo en el gobierno. Entretanto, ETA había declarado una tregua que despertó muchas esperanzas de paz en el País Vasco, aunque la rompió en enero de 2000. No obstante, el electorado premió la política del PNV en las elecciones autonómicas de 2001 -en las que concurrió coaligado con Eusko Alkartasuna (EA) y, con más de 600.000 votos, logró 33 escaños- y ello se consideró aval suficiente para emprender la ruta hacia la independencia mediante la redacción de un nuevo Estatuto Político de la Comunidad de Euskadi -más conocido como Plan Ibarretxe- que se aprobó en la Cámara de Vitoria, con el concurso de tres de los seis diputados de Euskal Herritarrok -el partido de ETA-, durante la última sesión parlamentaria de 2004. Dos meses más tarde sería rechazado por el Congreso de los Diputados en una sesión memorable durante la cual se evidenció la soledad de todos los nacionalistas -vascos, catalanes y gallegos- en su pretensión separatista. Sin embargo, esto no arredró a Ibarretxe, quien inmediatamente convocó unas elecciones autonómicas con el propósito de convertirlas en un plebiscito sobre su Estatuto. Su fracaso resultó notorio, de manera que la coalición PNV-EA perdió más de 135.000 votos, instalándose así en una tendencia descendente que sería confirmada en las elecciones municipales de 2007 y que culminaría en la pérdida del poder autonómico en 2009 cuando el socialista Patxi López, con la desinteresada ayuda del PP, logró instalarse en el Palacio de Ajuria Enea. Antes de ello, Ibarretxe había quemado su último cartucho al intentar en 2008 convocar un referéndum mediante una Ley de Consultas que, en septiembre de ese año, rechazó unánimemente el Tribunal Constitucional.

Tras la debacle electoral, Ibarretxe fue retirado del liderazgo del partido. Éste acabó siendo asumido por el tándem Urkullu-Ortuzar que, en las elecciones de 2012, logró desplazar a López de la lehendakaritza, aunque todavía el poder del PNV no se encontraba plenamente restaurado, pues los jeltzales estaban siendo cuestionados en su hegemonía del nacionalismo por los herederos de ETA -que en las municipales de 2011, pisándoles los talones, les habían desplazado a un segundo plano en Guipúzcoa-. Habría que esperar a la siguiente legislatura, municipal y autonómica, para que el PNV restableciera la posición de que había gozado desde la instauración de la autonomía en el País Vasco, ocupando el liderazgo en sus principales instituciones. En total, desde el impulso inicial del fracasado ciclo independentista, habían pasado dieciocho años.

En ese mismo período de tiempo, la opinión pública vasca experimentó también cambios relevantes con relación a la cuestión de la independencia. Para empezar, según muestran los resultados del Euskobarómetro -la encuesta de opinión que realiza periódicamente el departamento de ciencia política de la Universidad del País Vasco-, la adscripción de los vascos al nacionalismo permaneció prácticamente estancada en torno al 40% mientras Ibarretxe desarrolló su proyecto; y sólo cuando se evidenció su fracaso, tras las elecciones de 2005, recuperó un cierto empuje hasta llegar al 44% en el año en el que el PNV perdió el poder. Sin embargo, dentro del segmento nacionalista de la población, el Plan Ibarretxe despertó un cierto entusiasmo, de manera que, en el período de su formulación y debate -entre 2001 y 2005-, el porcentaje de los vascos que consideraba que la independencia era deseable para el país llegó a ascender hasta el 37 por ciento. Son, como se ve, proporciones minoritarias, aunque extensas, de la población que se mantuvieron limitadas, sin duda, porque la opinión contraria al independentismo -que, en aquél momento, era también radical y manifiestamente opuesta a ETA, a pesar del riesgo que ello conllevaba- se mantuvo muy activa de la mano de organizaciones de la sociedad civil como el Foro Ermua, Basta ya, la Fundación para la Libertad o Covite -la asociación que reunía a las víctimas vascas del terrorismo-. Pero después de 2005, mientras el independentismo se desinflaba, el nacionalismo recuperaba un cierto pulso, en especial desde 2009, cuando fue desplazado del gobierno regional.

Tras este último acontecimiento, en medio de la catástrofe, el PNV supo leer los datos de la realidad política y, sobre todo, de la opinión pública. Ya había renovado dos años antes la cúpula del partido, poniendo al frente a Íñigo Urkullu, y repudió al perdedor de la lehendakaritza -Juan José Ibarretxe, quien anunció su retirada durante la investidura de Patxi López-. Pero, sobre todo, atemperó el discurso independentista para centrar la acción del partido en el desgaste de la gestión socialista -y había motivos para ello, pues, lo mismo que en el conjunto de España, el PSOE no supo afrontar adecuadamente la crisis- mientras, paralelamente, recuperaba la idea de la superioridad jeltzale para entender las necesidades de la sociedad vasca. En el plano identitario, el PNV volvió sobre su vieja alma autonomista y sólo dejó entrever el independentismo en contados actos del partido, siempre como un objetivo lejano y utópico. Esta estrategia le permitió recuperar el poder autonómico en 2012 y la hegemonía del nacionalismo frente a los epígonos de ETA en 2015.

Y en eso estamos. El discurso del PNV se ha vuelto hacia la tradición fuerista -que, por cierto, no es privativa de ese partido, pues toda la derecha y buena parte de la izquierda españolistas encuentran en ella su inspiración para defender el hecho diferencial vasco reconocido en la disposición adicional primera de la Constitución- para escapar de la trampa a la que condujo la apelación a la nación y su independencia. De este modo, Urkullu acuñó en septiembre de 2016 el término «nación foral» para referirse a Euskadi, significando con ello que es en los Fueros, en la Ley Vieja cuyo reconocimiento unía inseparablemente a las provincias vascongadas con la Corona de España, en donde se inspira la nueva orientación del nacionalismo vasco hegemónico. Nación foral es una expresión que reúne dos términos contradictorios, pues sólo se puede ser foral -es decir, portador de un tratamiento diferenciado y, en este caso, privilegiado- en el ámbito nacional de España y, por tanto, no cabe en lo foral una nación diferenciada de aquél. Pero tal oxímoron no parece inquietar a los dirigentes del PNV, toda vez que esa formulación les permite reconducir su política y alejarla de la fractura a la que condujo el independentismo. Y así, en declaraciones sucesivas les hemos visto señalar públicamente que no es posible un País Vasco independiente dentro de la Unión Europea, aceptando que las instituciones jurídicas de ésta no lo permitirían y que, además, tal pretensión acabaría dañando la economía y el bienestar de los vascos. Y también les hemos visto reconocer que el futuro del autogobierno vasco habrá de renovarse dentro del marco constitucional de España. Cómo haya de ser ese futuro no lo sabemos, pues las escasas apelaciones que se han hecho a él son más bien confusas, aunque apunten a algún desarrollo jurídico de la mencionada disposición adicional, tal vez a través de una reforma del Estatuto de Gernika. En todo caso, no es la formulación de un nuevo marco identitario lo que más preocupa a los jeltzales, pues, como se ha visto en el reciente debate de investidura de Rajoy, las principales reivindicaciones de la agenda vasca aluden a la renovación del Cupo, a las millonarias inversiones estatales que se reclaman para Euskadi, a una posible transferencia de las competencias de gestión de la Seguridad Social y a algún tipo de arreglo en la política penitenciaria aplicada a los presos de ETA. La voluntad pactista está en todas ellas y a su negociación con el gobierno español se han dispuesto, como siempre con discreción y tenacidad, los nacionalistas vascos. El contraste con la estridencia independentista del nacionalismo catalán es evidente.

MIKEL BUESA 15/04/2017 Mikel Buesa es catedrático de la Universidad Complutense de Madrid.


LA HORA DE LA POLÍTICA EN CATALUÑA

CASI CINCO AÑOS DESPUÉS DEL INICIO DEL LLAMADO "PROCESO DE TRANSICIÓN NACIONAL DE CATALUÑA" -CONOCIDO POPULARMENTE COMO "PROCESO"- CONVIENE PREGUNTARSE POR QUÉ HEMOS LLEGADO AQUÍ Y QUÉ PUEDE OCURRIR EN LOS PRÓXIMOS MESES CON EL DESAFÍO SECESIONISTA QUE EL NACIONALISMO CATALÁN PLANTEA AL ESTADO.

¿Por qué hemos llegado hasta aquí?

El proceso es la consecuencia de determinadas variables -históricas, ideológicas, políticas, económicas y sociales- perfectamente interrelacionadas.

1. El Ser de Cataluña según el nacionalismo. Desde sus orígenes -con el movimiento conocido como Renaixença, a mediados del siglo XIX: para entendernos, la versión catalana del Romanticismo alemán-, el catalanismo primero, y el nacionalismo catalán después, afirman que Cataluña es una nación y que, en consecuencia, tiene derecho a un Estado propio e independiente. En la estela de la definición propuesta por José Stalin (El marxismo y la cuestión nacional, 1913), Cataluña sería una nación al conformar "una comunidad humana estable, históricamente constituida, nacida sobre la base de una comunidad de lengua, de territorio, de vida económica y de formación psíquica que se traduce en una comunidad de cultura". Un paso más. De acuerdo con el principio de las nacionalidades del siglo XXI y principios del siglo XX -de Mancini a Wilson-, el nacionalismo catalán sostiene que, por definición, por derecho natural, toda nación tiene derecho a poseer su correspondiente Estado. El silogismo nacionalista es este: si Cataluña es una nación, si toda nación tiene derecho a constituirse en Estado, de estas premisas, se concluye que Cataluña tiene derecho a un Estado por el hecho de ser una nación. En definitiva, del Ser nacional al Estar como nación. Una cita del volumen colectivo ¿Qué le pasa a Cataluña? (edición bilingüe en inglés y castellano de Liz Castro, 2013): "Cataluña, nuestro país, es una nación. Una nación que, para mantener su identidad y poder avanzar, necesita instrumentos de estado. Esa nación ha existido desde hace siglos. Tiene su propia identidad, cultura, lengua e instituciones. Cataluña quiere seguir, y con seguridad se le debe permitir que siga, su propio camino" (Un nuevo camino para Cataluña, Artur Mas, expresidente de la Generalitat de Cataluña).

2. La competición por los recursos. Si en el siglo XIX el nacionalismo catalán, encarnado en la burguesía catalana, quería apropiarse del mercado español por la vía del proteccionismo, en el siglo XX y XXI desafía al Estado para conseguir determinadas ventajas de índole política, económica, simbólica y psicológica. La invención de una identidad nacional propia, a la cual le correspondería de forma natural un Estado propio e independiente, justificaría la apropiación y disfrute de los más variados recursos propios. Una cita del volumen ya mencionado: "El conflicto entre Cataluña y España no es solo una cuestión económica. Sin embargo, la cuestión económica es sintomática del resto de la relación, caracterizada por la dominación, el engaño y la falta de respeto de la nación dominante hacia la que fue conquistada hace trescientos años" (Una asfixia premeditada, Elisenda Paluzie, profesora titular de Economía en la Universidad de Barcelona y decana de la facultad de Economía y Empresa).

3. La conservación del poder y la impunidad administrativa y penal. El "proceso" como proyecto para mantenerse en el poder. Por eso, en septiembre de 2012, al día siguiente de una Diada promovida por la Asamblea Nacional Catalana (ANC) y orquestada por las terminales mediáticas al servicio del nacionalismo, el gobierno de la Generalitat, presidido por Artur Mas -que lee la manifestación como si de un sondeo electoral se tratara-, se sube a la ola independentista e impulsa una dinámica reivindicativa con la intención de obtener réditos electorales. Para ello, usa y abusa del victimismo y del llamado "derecho a decidir". Con estos mimbres, después de recibir el ansiado "no" de Mariano Rajoy al concierto económico para Cataluña, Artur Mas da el portazo al Estado y regresa a Cataluña como líder y guía de un "proceso" que le permite ocultar su responsabilidad en el desgobierno de la Generalitat y neutralizar la protesta ciudadana -¿habrá que recordar que Artur Mas llegó al Parlament en helicóptero en junio de 2011?- en contra de la política de austeridad y de los recortes sociales. Una manera de consolidar el poder. Y una manera de eludir -en la hipotética República Catalana Independiente- cualquier responsabilidad administrativa o penal derivada de los presuntos casos de corrupción que podrían salpicar al nacionalismo catalán.

4. El peronismo mediterráneo, la espiral del silencio y el mimetismo de la masa. Si ustedes consultan la página web de Juan Domingo Perón, podrán leer lo siguiente "La verdadera democracia es aquella donde el gobierno se ajusta a lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés: el del pueblo... El peronismo es esencialmente popular... La política no es para nosotros un fin, sino solo el medio para el bien de la Patria que es la felicidad de sus hijos y la grandeza nacional... Queremos una Argentina socialmente justa, económicamente libre, y políticamente soberana... En esta tierra lo mejor que tenemos es el Pueblo". Si ustedes sustituyen "peronismo" por "independentismo" y "Argentina" por "Cataluña", si ustedes hacen eso, percibirán que el nacionalismo catalán es una variante mediterránea del peronismo. Un peronismo que encuentra su aliado en la llamada "espiral del silencio": ese no expresar lo que uno piensa cuando va a contracorriente de lo publicado y publicitado; ese no significarse por miedo a lo que puedan pensar los otros o por temor a poner en peligro los intereses particulares, sociales o profesionales. A ello, añadamos el mimetismo de las masas y el oportunismo de quien sube al carro del caballo que cree ganador. Así se constituye un pensamiento único que condiciona, que presiona y abruma, que favorece la autocensura, que da carta de naturaleza a determinadas ideas inconsistentes y socialmente discutibles.

5. El chovinismo del bienestar. En la edición Online International de Der Spiegel del 9 de octubre de 2012 -un mes después de la Diada del 11 de septiembre-, Fiona Ehlers, Hans Hoyng, Christoph Schult y Helene Zuber publican un reportaje titulado 'La hora de los egoístas'. La ilustración: una fotografía de la manifestación de la Diada con las banderas esteladas ondeando en las calles de Barcelona. El pie de foto: "Movimentos separatistas en Europa". En el artículo, los autores del reportaje hablan de las "regiones adineradas" que en España, Gran Bretaña, Bélgica e Italia no sienten "la solidaridad con los pobres que forman parte de su propio país". En definitiva, el populismo egoísta.

6. La debilidad del Estado. Un Estado escasamente jacobino, incapaz de nacionalizar el conjunto del territorio, conseguir la unidad de caja, uniformar el derecho civil o reunificar las diversas áreas económicas. Ese Estado débil ha facilitado el desarrollo del nacionalismo. Y de eso -como de la debilidad del Estado durante la crisis de 2008- se aprovecha el independentismo en su proceso de construcción "nacional" de Cataluña.

7. La batalla mediática. En Cataluña, el nacionalismo secesionista está ganando la batalla mediática. Agit prop en estado puro. El resultado: una parte importante de la ciudadanía y de los medios de comunicación ha asumido las ideas de la Cataluña nación europea, del expolio fiscal, del derecho a decidir: En suma, la Cataluña democrática frente a la España autoritaria.

El referéndum secesionista -pactado, legal, vinculante, efectivo y reconocido por la comunidad internacional- es inviable, porque carece de apoyo legal, político, social e internacional. ¿Qué puede ocurrir? 

Diversas hipótesis.

1. El anuncio de un referéndum diferido en el tiempo. Podría anunciarse la futura convocatoria de una consulta, disfrazada de referéndum, sin concretar la fecha de su convocatoria y celebración. Una manera de evadir el recurso de inconstitucionalidad, de encubrir el fracaso del "proceso", de apaciguar los ánimos de las bases independentistas, de buscar un mayor apoyo social, de no avanzar unas elecciones autonómicas que supondrían un serio varapalo para el PDECat con la consiguiente victoria de ERC. Y una oportunidad para un "diálogo" con el Estado que difícilmente se celebrará. ¿Cómo dialogar con quien exige "o referéndum o referéndum" y se caracteriza por la práctica de la deslealtad institucional y constitucional?

2. La convocatoria de un referéndum unilateral a corto o medio plazo. Si la tensión y confrontación entre el Generalitat y el Estado aumenta -inhabilitación de la presidenta del Parlament, del ex presidente Artur Mas, de las ex consejeras Joana Ortega e Irene Rigau y del diputado Francesc Homs, a lo que habría que añadir el fracaso del "diálogo"-, el nacionalismo catalán, o una parte del mismo, tendría la excusa/justificación que busca para convocar un referéndum unilateral de autodeterminación que sería suspendido por el Tribunal Constitucional. Un referéndum que necesitaría la complicidad de unos funcionarios y empresas que deberían realizar unas microdesobediencias indispensables para su celebración. Un referéndum que no se celebraría -el Estado, escarmentado por el 9-N, lo impediría- y que, muy probablemente -ni Carles Puigdemont, ni Oriol Junqueras, ni Ada Colau, ni Xavier Domènech, ni Albano Dante Fachín quieren ser inhabilitados-, conduciría a un adelanto electoral autonómico. A favor de la convocatoria más o menos inmediata del referéndum, juega la desconfianza de una CUP -no se fía del PDECat: en Cataluña los partidos independentista se miran de reojo- que podría exigir la convocatoria de dicho referéndum bajo amenaza de ruptura del pacto de estabilidad parlamentaria.

3. La Constitución entra en juego. Si el desafío secesionista pro referéndum deviene en movimiento sedicioso, el Estado podría implementar el artículo 155 de la Constitución Española.

4. El avance de las elecciones autonómicas. Unas elecciones -disfrazadas o no de constituyentes- que, probablemente, ganaría ERC y darían lugar a un gobierno bipartito o tripartito en Catalunya -ERC, los Comunes colauistas y podemitas y quizá alguna otra fuerza política- que podría demorar, posponer o suspender temporalmente el "proceso" para entrar en una fase de acumulación de fuerzas soberanistas y/o negociar con el Estado cuestiones como el concierto económico, la inversión del Estado en infraestructuras o el reconocimiento de la realidad nacional catalana y la singularidad efectiva de la lengua catalana con todo lo que ello comportaría. ¿Un referéndum legal sobre los acuerdos que pudieran alcanzarse?

5. Elecciones autonómicas y referéndum ilegal. No cabe descartar la convocatoria y celebración, en la misma fecha, de las elecciones autonómicas y el referéndum ilegal. Objetivo: confundir al electorado, aprovechar la sinergia movilizadora de las elecciones autonómicas en beneficio del referéndum, y dificultar la respuesta del Estado y los Altos Tribunales al desafío ilegal refrendario.

CERTEZAS E INCERTIDUMBRES
A partir de ahí, algunas certezas y muchas incertidumbres.

Certezas: la crisis institucional en Cataluña, la pérdida de la afectio societatis, la división y resquebrajamiento de la sociedad catalana, la substitución de las elites políticas gobernantes en Cataluña (de la mesocracia burguesa urbana de Convergència a la mesocracia comarcal de Esquerra y el movimiento antisistema de los Comunes), la reconfiguración del mapa de los partidos políticos (desaparición de CDC y UDC y dilución de PSC e ICV), el final de un ciclo político en Cataluña, la emigración de empresas y la huida de capitales e inversiones.

Incertidumbres: ¿cómo superar el "síndrome de la nación elegida" y de la "víctima inocente" (John Elliott) que padece el nacionalismo catalán? ¿Cómo lograr que el nacionalismo se adhiera a la legalidad democrática y el Estado de derecho? ¿Cómo aplicar el artículo 155 de la Constitución si resulta preciso hacerlo? ¿Cómo sobreponerse y administrar la frustración que aquejará a buena parte de los catalanes que comulgaron con la ficción de una República Catalana Independiente? ¿Cómo evitar que la frustración derive en odio? ¿Cómo revertir el "nacionalismo banal" (Michael Billig) que se percibe en Cataluña en los símbolos, la política lingüística, la información, la terminología, la rotulación callejera, la Administración, la escuela, la cultura, la información meteorológica, los mapas, el deporte o el ocio? ¿Cómo recuperar el tiempo y el prestigio dilapidados? ¿La vuelta -antes o después- del "proceso" con nuevos o viejos bríos?

MIQUEL PORTA PERALES 01/05/2017 



POR QUÉ SER ESPAÑOL SIN COMPLEJOS

Se atribuye tanto al lugarteniente de la propaganda comunista al servicio de Lenin y de Stalin, Willi Muzenberg, como al ministro de propaganda de Hitler, Paul Joseph Goebbels, la conocida y terrible frase: "Una mentira mil veces repetida se convierte en verdad", algo que más tarde corroboraría la ciencia neurobiológica y que incluso los nacionalistas españoles utilizan sin rubor. Aquí hemos padecido durante siglos un mentiroso descrédito, que a fuerza de ser repetido ha terminado por ser asumido no solo por nuestros enemigos exteriores y gentes malinformadas sino por nosotros mismos, incluidos muchos intelectuales tan poco rigurosos como mal pensados. Pero lenta, seria y progresivamente comenzamos a disponer de un verdadero arsenal de argumentos (en gran parte, recientes y de origen extranjero) que es hora de exhibir y utilizar, no solo para desmentir las falsedades que nos atribuyen, sino sobre todo para reivindicar la extraordinaria grandeza de nuestra nación (y sus contribuciones sin igual a la forja de la civilización occidental), como patria cultural de los grandes logros sociales y económicos de la humanidad.

Aunque el catálogo de publicaciones es ya muy amplio me referiré a aquellas que considero esenciales y suficientes para despertar el interés y el orgullo de ser españoles, que como veremos son muy convincentes. La mejor antología en defensa de la civilización española (por su amplitud y profundidad) salió a la luz recientemente con el descriptivo título Imperiofobia y leyenda negra (2016), escrita por María Elvira Roca, de la que extraemos la mayor parte de los desmentidos y logros que se describen a continuación. Comenzando por la expulsión de los judíos de España, que fue más tardía y en mejores condiciones que en el resto de países europeos, porque aquí podían quedarse previa conversión, y si se iban tenían derecho de enajenación de sus bienes, con la conclusión final de que su marcha apenas impactó a la economía española. El renombrado y prestigioso Renacimiento fue posible gracias al Imperio español, no a pesar de nuestro país. La Italia española se desarrolló (crecimiento de la población y de las infraestructuras) mucho más que Venecia o Florencia. El protestantismo dinamitó la unidad europea, inventó la propaganda mediante libelos mentirosos y zafios, expolió la propiedad privada de los católicos mediante la violencia y las armas, y creó la monarquía absoluta política y religiosa. Para el gran historiador del pensamiento M. N. Rothbard, "frente a tal concepción política que prescindió del derecho natural que permitía criticar las actuaciones despóticas del Estado, el pensamiento escolástico español defendía la limitación del poder real y la división de poderes". La supuesta tolerancia protestante se explica mal cuando sabemos que hasta 1860 en Inglaterra, Suecia, Dinamarca y Noruega los católicos y otras confesiones eran objeto de la confiscación de sus bienes y el exilio forzoso. El fracaso de la Armada Invencible fue seguido de otros intentos ingleses de derrotar a España, con muchos más recursos, en la península ibérica, Cartagena de Indias, México y Argentina. En todos ellos España venció brillantemente con mucha más destreza militar que medios, siempre inferiores a los de los británicos.

Sobre Shakespeare se sabe muy poco (a diferencia de sobre Cervantes) quizás porque era católico en una Inglaterra donde los seguidores de esta fe estaban perseguidos. Nunca pudo "salir del armario" y, a diferencia de sus colegas europeos, jamás asumió la leyenda negra, llegando a crear un personaje para criticar al traidor Antonio Pérez, uno de sus padres.

La famosa hambruna irlandesa, que tantos muertos causó, no fue debida a una mala cosecha de patatas, sino a una deliberada y trágicamente exitosa política de la anglicana Inglaterra contra la católica Irlanda. La Inquisición fue creada en Francia, para mucho tiempo después llegar a España. Con datos fidedignos de todos los casos juzgados en España entre 1540 y 1700, hubo 1.346 condenas (no ejecuciones) a muerte y en toda Europa (incluida España) no llegaron a las 3.000. En cualquier país protestante estas cifras son irrisorias comparadas con sus ejecuciones al margen de la ley. Galileo no fue torturado por la Inquisición y "Eppur si muove" es una frase inventada en Londres en 1757. Sin embargo, Lavoisier (padre de la ciencia química) fue guillotinado en Francia porque, según su sentencia, "la Revolución no necesita químicos ni científicos". Los últimos estudios registran la quema de 500.000 brujas en Europa, de las que a España corresponden 27. La leyenda negra, que tuvo diversos frentes propagandísticos (Italia, Alemania, Holanda, Inglaterra, Francia) utilizó los mismos métodos y medios que Willi Müzenberg cuando organizó (con éxito hasta hoy) el monopolio de "la cultura" al servicio del comunismo.

La América hispana disfrutó de un virtuoso desarrollo: vías de comunicación que vertebraron el continente, ejemplar ordenamiento urbano de las ciudades y amplio despliegue de hospitales. En Lima, uno por cada 101 habitantes, una cifra mejor que las actuales de Estados Unidos. Se fundaron en América más de 20 centros de educación superior y, hasta la independencia, salieron de ellos 150.000 licenciados de todos los colores, castas y mezclas. Ni portugueses ni holandeses abrieron nunca universidad alguna en sus imperios. Hay que sumar la totalidad de las universidades creadas por Bélgica, Inglaterra, Alemania, Francia e Italia en la expansión colonial de los siglos XIX y XX para acercarse a la cifra de las universidades hispanoamericanas durante la época imperial. El tristemente famoso fray Bartolomé de las Casas tuvo poca experiencia y era poco leído, pero inventó barbaridades al gusto de los enemigos de España. Estaba a favor de los sacrificios humanos de los aztecas y de la esclavitud de los negros. Su libro carece del más elemental rigor histórico. Fue Antonio de Montesinos un personaje grandioso. Sermoneó con éxito en Santo Domingo y por suscripción popular pudo viajar en 1511 a la Corte española y hablar con Fernando el Católico (¡colándose en sus aposentos y siendo atendido!) para convencerle de que los indios eran seres humanos con los mismos derechos que los españoles. Casi dos siglos después, los ilustrados Montesquieu y Jefferson se atribuyeron (en virtud de un ridículo adanismo) lo que España había sancionado legalmente con tanta antelación.

La frenología (puro racismo científico creado en la segunda mitad del siglo XVIII por Franz Joseph Gall y adoptada con trágico éxito por Hitler contra los judíos) sirvió de base para establecer que España era un país de "degenerados" por razones genéticas, lo que justificaba su decadencia. Joaquín Costa y José Ortega y Gasset fueron activos seguidores de esta siniestra escuela de pensamiento... ¡junto con la generación del 98! En su Historia Natural, el conde de Buffon (1707-1788) consideraba que América es un continente degenerado. La teoría de la degeneración no es una nota a pie de página de la Ilustración, sino uno de sus pilares. Sostenía Montesquieu en El espíritu de las leyes como "natural y beneficiosa la servidumbre natural de los indios y otras razas inferiores que habitan las zonas cálidas del planeta". Voltaire ataca con saña el catolicismo y el judaísmo con criterios racistas "científicos" y sus ideas campaban universalmente por escuelas, universidades, tertulias y salones.

Los padres escolásticos (principalmente salmantinos) "fueron los precursores de la ciencia económica contemporánea, anticipándose casi dos siglos a Adam Smith, e incluso superándolo doctrinalmente", según Joseph Alois Schumpeter, que calificó de "fundadores de la economía científica" a los teólogos de la Escuela de Salamanca. Para Friedrich Hayek, "los escolásticos españoles del siglo XVI fueron unos notables anticipadores" de la llamada ciencia lúgubre, y además, "elaboraron las primeras teorías modernas de la sociedad, luego sepultadas por la marea racionalista del siglo siguiente". Para Robert Goodwin en su España, centro del mundo 1519-1682 (2015), el mayor imperio de la historia supuso una gran colisión entre lo viejo y lo nuevo, de descubrimientos intelectuales y espirituales, de grandes experimentos políticos y sociales que culminaron en el siglo de Oro. Arndt Brendecke, en Imperio e información (2009), glosa la "entera noticia", lema que encabezó las reformas políticas españolas en tiempos de Felipe II orientadas a recabar y organizar la informació'n y el conocimiento de los dominios hispanos. ¿Alguna nación a lo largo de la historia puede presumir de un archivo como el de Las Indias?

Es hora de despertar de nuestro letargo y abandonar para siempre injustificados complejos de inferioridad mientras asumimos nuestro incuestionable genio histórico, que está lleno de aventuras, conquistas y descubrimientos civilizadores que son imprescindibles para entender el mundo tal cual es hoy.

JESÚS BANEGAS 16/05/2017 Jesús Banegas es presidente del Foro de la Sociedad Civil.


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