viernes, 29 de marzo de 2013

CUBA, PAYA, CARROMERO Y LA COBARDÍA DEL PP-RAJOY

OCHO senadores de los Estados Unidos de América han enviado una carta a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en la que piden una investigación internacional que determine las verdaderas circunstancias de la muerte de los disidentes cubanos Oswaldo Payá y Harold Cepero. Los senadores exigen una investigación por serias sospechas de que fueran víctimas de un acoso orquestado por la policía política de la dictadura cubana. Reaccionan así a la entrevista hecha por el Washington Post a Ángel Carromero, el político de las juventudes del Partido Popular que conducía el coche. Que declaró que un vehículo que les iba siguiendo arremetió contra ellos causando el accidente que costó la vida a Payá y Cepedo. El Washington Post en un editorial, también pidió esa investigación. 

¿Y España? España nada. Pese a estar implicada doblemente. Porque por un lado se imputa a un español, a Carromero, haber cometido un homicidio imprudente con una conducción a velocidad excesiva. Pero además, una víctima, Oswaldo Payá, tenía también la nacionalidad española. Los intentos de desacreditar el testimonio de Carromero y prestar credibilidad a la versión del aparato policial de la dictadura es la reacción propia y miserable de cierta izquierda española siempre cómplice de la corrupta estructura de poder comunista de La Habana. Desde sus órganos de prensa a sus atestados policiales, desde sus discursos oficiales a sus estadísticas económicas, el régimen cubano no dice una verdad ni en fiestas extraordinarias. ¿Por qué iba a decirla en este caso? 

Los cómplices de la dictadura pueden apoyar una mentira así. Con la procacidad propia de quienes dicen que allí reina la libertad y la prosperidad. Pero nadie debería pensar ni por un instante tan mal del Gobierno español como para sospechar que participa de esa actitud. ¿O sí, ministro? ¿Ha decidido el Gobierno que vive más cómodamente con esta mentira que vierte oprobio sobre un español vivo, deja impune el asesinato del español muerto, pero no causa problemas a todos los españoles que, de una forma u otra, están implicados en la gran maquinaria de colaboración con la dictadura cubana?

La infamia continuada del Gobierno Zapatero en su política hacia Cuba nos hizo mucho daño en Europa. Otros países miembros de la UE tomaron el relevo como músculo moral de la Europa defensora de la libertad y los derechos humanos en las relaciones con Cuba. Un papel que Zapatero había rechazado de forma oprobiosa para dedicarse a colaborar con el régimen criminal y hacer de su abogado defensor en la escena internacional. Ahora vuelve a pasar. Senadores USA exigen una verdad y una dignidad que aquí no encuentra defensores. Ya es trágico que las únicas lealtades que se le conocieran a Zapatero fueran las demostradas hacia los terroristas de ETA y hacia el régimen de terror de Cuba. Pero es un hecho.

Muchos pensaron que la ruptura de aquellas dos vergonzosas alianzas, con ETA y con Cuba, era una de las grandes razones, principal acicate moral, para acabar con Zapatero y votar al Partido Popular. A estas alturas son muchos los votantes del PP que creen que su voto ha sido despreciado por el Gobierno formado gracias a ellos. Y menos por causa de la economía que de la política. Muchos creen que hay decisiones económicas del Gobierno del PP contrarias a su programa y principios que podían ser inevitables. Pero nunca lo puede ser la obsequiosidad ni con Bildu y ETA ni con la dictadura cubana. El Gobierno comete muchos errores, pero los peores son aquellos que revelan continuidad de las peores miserias del Gobierno anterior. Sin un mínimo de músculo moral muchos esfuerzos ni siquiera valen la pena.

EL ZORRO ROJO. LA VIDA DE SANTIAGO CARRILLO.

Antidemócrata, cacique, mentiroso y maquiavélico. Paul Preston desmonta a Santiago Carrillo sin ambages en la biografía "El zorro rojo. La vida de Santiago Carrillo" (Debate). En el libro Preston recupera sus investigaciones sobre la vinculación de Carrillo en la mayor atrocidad cometida en territorio republicano durante la Guerra Civil, en Paracuellos. El hispanista explica que Carrillo era el responsable de Orden Público y que él nombró como director de Seguridad a Segundo Serrano, quien “organizó a diario las sacas”. Por eso no concibe que el líder del Partido Comunista no lo supiera.

Pero más allá de esta tesis sostenida en su anterior libro, "El Holocausto español. Odio y exterminio en la Guerra Civil y después", Preston afina sus aceradas críticas en el relato de la destrucción de cualquier disidencia y desobediencia que mantuvo el antiguo secretario general del PCE en su propio partido. Explica el historiador que una de las frases que más repetía Carrillo era la que mejor le define: “En la política, el arrepentimiento no existe. Uno se equivoca o acierta, pero no cabe el arrepentimiento”.

Preston acude a las entrevistas y memorias con las que Carrillo derramó y reinventó su biografía para aclarar que “en ninguno de esos libros se advierte nada parecido al arrepentimiento, y sí abundantes falsedades y confusiones deliberadas”. “Se podría llegar a la conclusión de que, si tuviera la posibilidad de vivir otra vez su vida, lo único que cambiaría sería la crónica de sus actos”, prescribe el historiador inglés nacido en Liverpool hace 67 años.

Ambición desmedida

Para Preston, Carrillo ha sido un hombre “tan pagado de sí mismo” que rechazó cualquier necesidad de contrición, pero no justifica “la constante necesidad de reinventar la historia de su vida”. Es precisamente en el capítulo titulado Una ambición sin límites (1930-1950), en el que narra las múltiples traiciones que lleva a cabo en el partido desde el exilio, empezando por su propio padre Wenceslao Carrillo. Cuando pides ponerte en comunicación conmigo olvidas que yo soy un comunista y tú un hombre que ha traicionado a su clase, que ha vendido a su pueblo. Entre un comunista y un traidor no puede haber relaciones de ningún género”, escribe con indignación en una carta contra su padre por haber secundado el intento de golpe de Estado de Segismundo Casado, el 5 de marzo de 1939 contra el presidente Negrín, y expresada en una “retórica estalinista absurdamente exagerada”, opina Preston.

Como Wenceslao no da crédito y se niega a creer que sea su hijo el autor de la misiva, piensa más en el dictado de La Pasionaria y Jesús Hernández, aunque inspirada por “el señor Stalin”. La carta del padre termina así: “Yo, Señor Stalin, había educado a mi hijo en el amor a la libertad, ustedes me lo han convertido a la esclavitud. Como le sigo queriendo, a pesar de tan monstruosa carta, procuraré, con el ejemplo, que vuelva al lugar del que no debiera haber salido nunca”. Transcurrieron casi veinte años hasta que Carrillo vio de nuevo a su padre.

La nueva publicación de Preston aparece al poco de "Mi testamento político", publicado por Galaxia Gutenberg unos meses después de la muerte del líder comunista, en el que se justificaba y revisaba su evolución personal a partir de las circunstancias que le tocaron vivir. Complaciente consigo mismo, no apunta sus denuncias a los trotskistas, a sus ex compañeros socialistas o incluso a su padre, como señala Preston. El historiador revisa la vida de Carrillo en varias fases, en las que públicamente pasó de ser un agitador revolucionario, líder estalinista y héroe nacional gracias a su contribución al restablecimiento de la democracia.

Un tesoro nacional

Sin embargo, recuerda que sembró su camino de traiciones, además de la mencionada, a “Largo Caballero, Jesús Monzón, Carmen de Pedro, Joan Comorera, Francisco Antón, Fernando Claudín, Jorge Semprún, Javier Pradera y muchos, muchos más”. “Y hubo mentiras: sobre Paracuellos, Val d’Aran, la guerrilla, las diversas variantes de la gran huelga general y su relación con la Unión Soviética”, añade.

Preston acude a los informes de Carrillo a las asambleas sucesivas del Politburó y el Comité Central para mostrar su triunfalismo y falta de visión, en los que declaró que no podía esperarse nada de una monarquía inventada por Franco. “No obstante, a pesar de sus errores, llegado el momento de su muerte, Carrillo se había convertido en un tesoro nacional, ensalzado por destacadas figuras de la derecha”.

Tampoco es indulgente el historiador con la figura del político cuando abandona el partido en 1985, momento en el que Carrillo pasa a ganarse la vida como comentarista en los medios de comunicación y como escritor: “Sus lentas y meditadas aportaciones a programas de radio y televisión potenciaron su imagen de figura nacional reflexiva. Con su voz ronca y fumando un cigarrillo tras otro hasta el último día, su manera de manejarse ante los medios denotaba una honda satisfacción con su carrera”. Preston no tiene ninguna duda, la de Carrillo fue una vida de “fracasos sazonada por un optimismo imperecedero y recordada entre mentiras”.

El zorro rojo es un monumento a la cara menos amable de Santiago Carrillo, en el que Preston se explaya en descubrir el andamiaje de las mentiras con la que el protagonista remodeló su pasado. A pesar de todo, dice el hispanista que lo único que destaca de él es que “desempeñó un papel crucial en la transición a la democracia”, pero que su máxima prioridad fue él mismo y su propio interés. Así traicionó a camaradas y se adueñó de sus ideas. “Su ambición y la rigidez con la que la puso en práctica malbarataron los sacrificios y el heroísmo de las decenas de miles de militantes que sufrieron en la lucha contra Franco”, remata Preston. Si el arrepentimiento no existe, habrá que crearlo a la fuerza.

jueves, 28 de marzo de 2013

LOS SEÑORES DEL PODER: HISTORIA DE ESPAÑA

Historiador de fuste y presidente de la Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón, José Varela Ortega acaba de publicar su nuevo y enjundioso ensayo, «Los señores del poder» (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores), que plantea algunas interrogantes de la Historia española contemporánea desde la Guerra de la Independencia mientras buena parte de España se había echado al monte contra el francés y otros soñaban con la Pepa, la Constitución de 1812.

Varela Ortega recuerda, por ejemplo, la alternancia de partidos políticos en el último tercio del XIX como un «pacto entre políticos profesionales», repasa el papel de la Monarquía española, en muchas ocasiones un árbitro de poder entre los partidos, antes de situarse en las puertas de la República, el régimen que murió en la Guerra Civil.

«En primer lugar -explica-, debemos subrayar que la República no es una persona, es un régimen, y quienes llevaron a la República al fracaso fueron los políticos, republicanos, socialistas y también los de una derecha no del todo constitucionalista. La responsabilidad fue de los políticos de la época que manejaron una realidad complicada en un contexto internacional explosivo de una manera poco prudente, poco cautelosa. En cualquier caso cabe resaltar que la república es una forma de gobierno y por cierto para una democracia la más coherente, lo que sucede es que en muchos países europeos nos ha ido bastante bien usando estas muletas que llamamos monarquía parlamentaria».

Más adelante, José Varela Ortega ofrece un plano esclarecedor de la España de Franco. «En principio, no creo que fuera un régimen especialmente corrupto. Por supuesto, no hay nada más corrupto que una guerra, y desde 1936 a 1950 aproximadamente, creo que más que ante un régimen corrupto nos encontramos ante un régimen de botín de guerra, de vencedores que se repartieron el país como una finca, pero después empezó a rehacerse una administración civil independiente y se fue reconstruyendo cierto estado de derecho, fraccionado y limitado, claro, pero no me parece un régimen particularmente corrupto. Más bien al contrario, en los sesenta y setenta es un régimen de abogados del Estado, de economistas del Estado, de técnicos comerciales, del Banco de España, una administración independiente de funcionarios que son los que llevan el país. Gracias a ello se puede hacer la Transición, porque la Administración no era franquista, los servidores del Estado no eran falangistas, las oposiciones no eran de uniforme y pistola como en los 40».
 
El gran mito de la España contemporánea

Llegamos, pues, ante el gran mito de la España contemporánea, la Transición. Varela Ortega reflexiona sobre este período tan apasionante. «Quienes dieron los primeros pasos de ese proceso, aunque no la hubieran vivido directamente, tenían muy presente la Guerra Civil, tanto en la izquierda como en la derecha, y sabían de la necesidad de una democracia pactada, que no es una democracia traicionada. El pacto es la expresión de un acuerdo y así debe ser una Constitución si quiere ser estable, así ha sido desde los griegos. El pacto no se consideró nefando, ni que sirviera para tapar vergüenzas, se hizo voluntariamente, con conocimiento y paso firme. La Transición fue un acto positivo, democrático, del que nadie se avergonzaba; la vergüenza era la guerra, no el pacto».

Y llegamos a este presente de fotocopias, de descreimiento en la política tradicional por una parte de la ciudadanía, de corruptelas y apaños. «No creo -subraya José Varela Ortega- que el problema de los políticos sea la venalidad, la codicia y la corrupción. El problema de los políticos es su soberbia y su abuso de poder, en contra de esa versión popular sobre su corrupción. Estos corruptos son gente que no son políticos, pero se aprovechan de los resquicios del sistema. No creo que Rajoy ni Rubalcaba sean corruptos ni que tengan el menor interés en llevar y traer maletas, pero sí hay gente dispuesta a hacerlo. Resumiendo, no creo que los políticos maximicen el dinero, maximizan el poder, que creo que casi es más peligroso».

A lo largo de las últimas décadas, su obra ha estado marcada por la voluntad de aportar, desde el análisis, ideas que permitieran tapar los agujeros negros del régimen democrático español abiertos tras la muerte de Franco. La violencia y la presión nacionalista, la guerra mundial y sus derivaciones, la problemática europeísta han requerido la toma de posición de un historiador liberal preocupado por la naturaleza del poder en los sistemas democráticos y los afanes y capacidades de integración o exclusión.

Varela tiene muy claro, como Hobbes, que «la primera inclinación de toda la humanidad es un perpetuo e incansable deseo de conseguir poder». La Historia no es otra cosa que la trayectoria de la integración de la discrepancia, la resistencia al sacrificio de la pérdida del poder como monopolio natural. El sueño de la hegemonía del poder como aspiración de los que lo detentan, la «libido dominandi» como eje de conducta.
 
La libertad individual

Varela, en los convulsos tiempos que vivimos los españoles, con la reproducción de viejos fantasmas de corrupción, crisis económica y agónica falta de autoestima nacional, nos brinda ahora un ensayo espléndido acerca de la Historia de España a lo largo de los siglos XIX y XX.

Tres ideas motoras planean por el libro. La primera es la permanente búsqueda de la comparación con otras realidades estatales o nacionales paralelas en el tiempo y hasta con referencias retrospectivas que al autor le gusta situar en la Hispania romana. Especialmente interesantes son sus reflexiones comparativas entre nuestra experiencia republicana y la de la III República francesa.
 
La segunda idea es que el libro, más que una historia del poder en abstracto, plantea la historia de unos hombres con poder. Varela es alérgico a las grandes explicaciones en términos socioeconómicos, teñidas o no de marxismo, a las que hemos sido tan dados. En esta obra se desmitifican los tópicos conceptuales de la izquierda y la derecha en su consideración de las revoluciones.

El autor no participa del fatalismo autodestructivo con el que algunos historiadores describen nuestro pasado y piensa que la Historia deja márgenes al voluntarismo decisorio de los hombres. La libertad individual por encima del determinismo estructural. Más allá de las experiencias trágicas guerracivilistas, está convencido de que siempre «fue posible la paz».
 
El 18 de julio de 1936

La tercera idea en la que pone el acento incide en los riesgos de la épica bélico-nacionalista. Todo empezó con la Guerra de la Independencia, el saqueo francés y la militarización de la política. De la solución del problema de Estado a la incapacidad para gobernar. El legado de la guerra serían los pronunciamientos militares, la incapacidad para la alternancia, el golpismo y la exclusión. La Restauración y su estela caciquil y clientelista intentó separar al ejército de la política y sentó las bases de la estabilidad articulando una alternancia fundamentada en el «pacto de resultados» con sus transacciones y concesiones.

El sistema tuvo sus costes, que devinieron en el golpe de Primo de Rivera, con la emergencia, de nuevo, del poder militar. La República se hundió por su propia exaltación milenarista. A ese hundimiento contribuyó la incapacidad de la derecha republicana para aglutinar a una parte importante de la derecha sociológica en su proyecto. La disolución del centro integrador estaría en los fundamentos del golpismo del 18 de julio de 1936. La guerra surgió entre la temeridad de unos y la incompetencia de otros y, desde luego, no fue una catástrofe sísmica imprevisible ni el fruto de una conjura militar patógena, sino una calamidad que tenía mucha lógica detrás. La Transición recuperó la capacidad de integración política perdida.

El autor termina con sutiles reflexiones sobre los tiempos recientes, caracterizados por la nostalgia de la ruptura y la descalificación de la Transición como fundamento del discurso de la llamada impropiamente «memoria histórica». Al final, se apuesta firme y decididamente por la competencia y el consenso como origen y destino de la democracia, la aceptación del adversario como principio inalienable. Aprendizaje de la Historia para no repetir errores, para evitar que la democracia sea sólo, como dice Varela, «una construcción de exiliados para no volver a ser desterrados».

GUERRA ACTUAL Y FUTURA Y LOS ROBOTS MILITARES, DRONES Y SISTEMAS DE ARMAS AUTÓNOMOS

En la segunda parte de la saga Terminator, la protagonista Sarah Connor y el robótico Arnold Swarzenegger quieren matar al científico que, en el futuro, creará la red Skynet con la que las máquinas se levantarán contra los humanos. Algo antes, en abril, una gran campaña busca prohibir el diseño y desarrollo de robots para la guerra, aunque aún no existen. Y esto último no es ninguna película.

Tras el neutro nombre de sistemas de armas autónomos se esconden robots programados para disparar sin intervención humana. Aún no existen armas así. Los 'drones', como el Predator que usa Estados Unidos en Afganistán, son operados desde bases estadounidenses como si fueran un videojuego.

Tanto Israel como Corea del Sur tienen máquinas en sus fronteras capaces de detectar un intruso, pero sólo disparan a la orden de un humano. Los expertos estiman que aún quedan 10 o 20 años para que veamos robots completamente autónomos en una guerra. Pero ya hay quien quiere acabar con ellos antes de que los construyan.

Un frente internacional contra los robots de la guerra

“Queremos conseguir un acuerdo internacional vinculante que prohíba el desarrollo y despliegue de sistemas de armas autónomos que una vez activados puedan seleccionar y acabar con objetivos sin una posterior intervención humana”, dice el profesor de inteligencia artificial y robótica de la Universidad de Sheffield, Noel Sharkey. El británico es también miembro del Comité Internacional para el Control de Armas Robóticas (ICRAC, por sus siglas en inglés). 

Esta organización lanzará una campaña en abril para que la sociedad civil, empezando por los ingenieros que trabajan en el campo de la robótica y acabando con los políticos, imponga la prohibición de los robots de la guerra. En este esfuerzo contarán con grupos tan significados como Pugwash, creada hace más de medio siglo por Bertrand Russell y Albert Einstein, espantados por la amenaza para la civilización que suponía el uso militar de una energía nuclear que ellos mismos habían animado.
La ong Human Rights Watch (HRW) coordinará la campaña Stop Killer Robots en todo el mundo. “Creemos que las decisiones sobre la vida y la muerte en el campo de batalla no las deben tomar robots letales armados”, sostiene el director de la división de armas de HRW, Steve Goose

“Si bien los avances en autonomía y robótica no son en sí mismos criticables, siempre debería haber una adecuada intervención humana. Un ser humano tendría que poder decidir a qué apuntar y cuándo disparar, no un robot”, añade.

Pero las objeciones a la robótica militar no son sólo éticas. Son fundamentalmente prácticas. Los militares de Estados Unidos, la principal potencia en estos sistemas autónomos, han asegurado en varias ocasiones que los humanos tendrán siempre la última palabra. 

La postura de Estados Unidos

En noviembre pasado, el Gobierno de Estados Unidos establecía una nueva directiva sobre estas armas en la que declaraba que los sistemas de armas autónomos “deberán diseñarse para permitir a los mandos u operadores ejercer el adecuado nivel de juicio humano sobre el uso de la fuerza”. También declara que los humanos que controlen las máquinas tendrán que cumplir con las leyes de la guerra y las normas de enfrentamiento.

“El principal problema es que los robots autónomos no pueden discriminar”, critica Sharkey. La tecnología disponible no les permitirá cumplir con el principio de discriminación, amparado por la Convención de Ginebra. “No cuentan con los adecuados sensores para separar combatientes de los civiles o reconocer a los que están heridos o a los que se han rendido”, añade.  
Tampoco parece probable que sepan lo que es el principio de proporcionalidad. “Por ejemplo, en cuanto a la munición usada cerca de una escuela donde había 200 niños, el 'software' puede estimar que sólo morirían 50 y no todos si se hubiera usado otro tipo de bomba”. Puede parecer un cálculo racional pero no parece una lógica muy humana.

Hay un tercer aspecto al que Sharkey da mucha importancia y es el de la responsabilidad. “Un robot no tiene capacidad legal, moral o de otro tipo y, por tanto, no puede ser responsable de sus acciones”, recuerda. Entonces, en caso de un fallo o un crimen de guerra, ¿quién es el responsable, el programador, el militar que lo opera o el político que autorizó su despliegue?

30.000 millones para diseñar robots

Uno de los grandes incentivos para el desarrollo de robots de la guerra es su promesa de una guerra limpia, al menos para quien los controla. Con su concurso, Estados Unidos puede que haya reducido el número de sus soldados muertos en combate. Y aquellas imágenes de aviones cargados de ataúdes cubiertos por la bandera de las barras y las estrellas hacían mucho daño a los gobernantes estadounidenses. Quizá por ello, ese país piensa dedicar mas de 30.000 millones de dólares a la investigación en estos sistemas hasta 2015.

Sin embargo, los robots autónomos pueden traer aún más guerra. “Reducen el umbral de conflicto llevando a los Gobiernos a creer que pueden acabar con sus enemigos sin arriesgarse a que sus propios soldados regresen a casa en una bolsa de plástico”, argumenta el filósofo australiano especializado en teoría de la guerra, Robert Sparrow

Este profesor de la universidad de Monash hizo el año pasado un llamamiento a los científicos e ingenieros para que no aceptaran dinero de origen militar en sus trabajos con robots.
Para Sparrow, los sistemas armados autónomos también pueden elevar el riesgo de una guerra por accidente o elevación del nivel de confrontación. Por el simple hecho de que los 'drones', por ejemplo, no llevan un piloto a bordo, pueden ser desplegados con mayor frecuencia y en posiciones más agresivas. 

“En el futuro veremos guerras que empezaron porque un dron disparó a otro o incluso un sistema de armas autónomo eligió atacar a otro sin ninguna intervención humana”, vaticina. 

La visión de Sparrow puede estar sesgada por su militancia, no en vano es uno de los fundadores del ICRAC. Pero no difiere mucho de un experto en guerra moderna como Peter Singer. El estadounidense, que ha asesorado al Senado de Estados Unidos, fue el primero en destacar el papel de las empresas privadas de defensa en Irak

En la web de su último libro, Wired for War: The Robotics Revolution and Conflict in the 21st Century, aparece una encuesta sobre si los robots harán más fácil que haya una guerra. El respondió que sí.

Sobre la campaña de abril contra los robots de la guerra, Singer reconoce que puede atraer la atención sobre el problema que se nos viene encima pero asegura: “desafortunadamente, la historia no me deja confiar demasiado en que tenga éxito. Tenemos un patrón, desarrollamos la tecnología y sólo después pensamos en sus consecuencias”.

CIBERGUERRA Y LA OTAN: LOS HACKERS SON OBJETIVOS

De momento, no es vinculante, pero representa el primer acercamiento serio a una postura oficial de una organización militar transnacional relevante sobre cómo debe actuarse ante los 'hackers' y 'hacktivistas' civiles en una contexto bélico. 

Hablamos del Manual Tallinn sobre el Derecho Internacional Aplicable a la Guerra Cibernética, un documento de 302 páginas auspiciado por la OTAN que estos días ha dado la vuelta al mundo levantando un polvorín entre la comunidad de internautas, sobre todo por la dureza de los términos que maneja cuando se refiere a los activistas virtuales no alineados en ningún bando, a quienes se considera también blancos militares legítimos, sobre los que se puede aplicar una fuerza letal.

El manual, redactado por un comité de veinte expertos en derecho internacional, en colaboración con el Comité Internacional de la Cruz Roja y el Cibercomando de Estados Unidos (USCYBERCOM), y por encargo del Cooperative Cyber Defence Centre of Excellence (CCD COE) de la OTAN, extiende por primera vez la 'ciberguerra' a la categoría de conflicto armado, recomendando respuestas concretas a los ataques a lo largo de 95 reglas.

Las leyes de la 'ciberguerra'

Aunque no siempre se respetan, lo cierto es que las guerras convencionales cuentan con ciertas reglas acordadas entre los Estados a lo largo del tiempo en distintos tratados y convenciones internacionales. Sin embargo, los conflictos en la red son, a día de hoy, la ley de la selva en lo que se refiere al derecho internacional. Las reglas de la guerra no están escritas, y el Manual de Tallinn es, al menos, un primer intento para comprender los nuevos escenarios bélicos digitales. No en vano, el documento ha sido redactado en base a la Declaración de San Petersburgo (1868) y a la Convención de Ginebra (1949).

En primer lugar, el nuevo manual establece que, si puede ser probado que una acción virtual ha causado muertes o una destrucción notable de propiedades, es "aceptable" reaccionar con una acción militar convencional, con armamento, siempre que esta acción sea proporcional a la causa de origen, aunque la recomendación de la OTAN es, en general, dar respuesta a un 'ciberataque' por las mismas vías digitales.

"Un ataque 'cibernético' puede ser estrictamente definido como un 'ciberoperación' en la que se espera razonablemente que cause lesiones o incluso la muerte a personas, o bien daños o la destrucción de objetos", reza uno de los extractos del documento.

Los 'hacktivistas' civiles: blancos legítimos

No obstante, el aspecto más polémico del Manual de Tallinn tiene que ver con la consideración, tanto de los 'hackers' a sueldo de las naciones como de los 'hacktivistas' civiles independientes, como blancos legítimos en una guerra.

En el caso del primer grupo podría considerarse una postura lógica teniendo en cuenta que, aunque su idiosincrasia es diferente, se trata, al fin y al cabo, de personal al servicio de un bando en un conflicto. En ese sentido, la OTAN establece que es legítima la aplicación de fuerza letal contra aquéllos piratas que, a través de sus acciones, causen muertes o daños relevantes en determinadas infraestructuras.

Si hablamos de civiles, la OTAN define a un 'hacktivista' como "un ciudadano particular que por su propia iniciativa se involucra en actividades de 'hacking' por razones, entre otras, ideológicas, políticas, religiosas o patrióticas". 

En este caso, la organización militar argumenta que también pueden ser considerados blancos legítimos sobre los que dirigir un ataque armado mortal, incluso más allá del marco temporal en que se ha producido el ataque cibernético. "A falta de una indicación clara de que el 'hacktivista' ya no se dedica a este tipo de ataques, él o ella seguiría siendo un objetivo más allá de este período", explicita el documento en otro de sus apartados.

LA BATALLA DE COVADONGA, 300 ASTURIANOS CONTRA LA INVASIÓN MUSULMANA

Con acero, valor, sangre y muerte. Así vencieron los 300 soldados al mando de Don Pelayo, el primer monarca del reino de Asturias, a los miles de musulmanes que osaron asediar Covadonga, el último enclave cristiano que aún resistía en la Península Ibérica tras la invasión árabe

Por aquel entonces, el año 722, una pequeña parte de Asturias era lo único que quedaba en el mapa de la tierra que un día habían dominado los visigodos. No obstante, en ella habitaba un ínfimo reducto de soldados que, tras derrotar y poner en huida al ejército musulmán, inició hacia el sur la Reconquista cristiana, aventura que acabaría ocho siglos después cuando los musulmanes fueran expulsados de Granada.

Covadonga fue el pistoletazo de salida del proceso que llevaría al nacimiento, en un futuro, de los diferentes reinos ibéricos a costa de la expulsión de los musulmanes. Sin embargo, fue también la reacción tardía de un pueblo que, en tan sólo diez años, había perdido a manos del invasor la mayoría del territorio en el que un día se había asentado.

Para conocer las causas por las que Don Pelayo tuvo que iniciar la Reconquista es necesario remontarse hasta el año 711. En aquel tiempo, el control de la Península Ibérica, Hispania, pertenecía a los visigodos, un pueblo cristiano al mando del cual se encontraba el rey Don Rodrigo. Este, se había hecho con el trono después de mantener una fuerte guerra civil con los partidarios del anterior y fallecido líder Witiza, la cual finalmente había vencido.
Comienza la invasión

El sabor de la victoria no duraría demasiado a Don Rodrigo, como bien explica el periodista y profesor de bachillerato Domingo Domené Sánchez en su libro «Año 711, La invasión musulmana de Hispania». «En (…) el año 710 posiblemente llegaron a Ceuta (territorio musulmán) la viuda e hijos de Witiza en busca de ayuda para recuperar el trono», determina el experto.

Al parecer, los descendientes de Witiza, obsesionados como estaban por conseguir el trono de «Hispania» -el que consideraban suyo por derecho-, no tuvieron reparos en pedir ayuda a los musulmanes. «La llamada a fuerzas que podríamos llamar extranjeras para conseguir el poder o afianzarse en él no era nueva (…). En las ocasiones anteriores, en cambio, los extranjeros no habían aspirado a dominar toda Hispania, habían cobrado su ayuda en dinero (…) o en territorio (…) y habían dejado las cosas como estaban», añade Domené.

No sería este el caso de los musulmanes que, sabedores de la debilidad cristiana, vieron en esta lucha interna un momento perfecto para invadir la Península Ibérica. Así, Musa ben Nusayr -gobernador musulmán de Ifriqiya (Túnez)-, decidió que era el momento de hacerse con las riquezas de Hispania, empresa que encargó a un ejército de 11.000 bereberes al mando de Tariq, uno de sus más reconocidos generales.

Para hacerles frente, el recién coronado Don Rodrigo partió a marchas forzadas hasta Cádiz, lugar en el que plantaría batalla junto al río Guadalete al mando de una inmensa hueste de soldados visigodos.
 
«Don Rodrigo llegó a Córdoba y allí concentró su ejército para la expedición bélica. Se cree que llevaba 40.000 hombres (…) y que tomó la vía romana Córdoba-Écija-Cádiz, mientras que Tariq avanzaba por la de Algeciras-Sevilla (…). El 19 de Julio se encontraron cerca de las ruinas de la ciudad de Lacea, en el Wadi-Lakka musulmán que nosotros llamamos el río Guadalete», explica el experto en su texto.

Sin embargo, y en contra de lo que pueda parecer a primera vista, el bando cristiano no contaba ni mucho menos con una ventaja abrumadora. «En cualquier actividad los profesionales tienen ventaja sobre los aficionados y el ejército musulmán estaba formado por soldados profesionales, mientras que el godo estaba constituido en gran parte por esclavos forzados a combatir. No había pues ventaja para ninguno de los dos bandos», añade Domené.

A su vez, lo que finalmente decantó la balanza en la batalla fue la traición de los dos oficiales que manejaban los flancos del ejército de Don Rodrigo, algo que se explica en el libro «Colección de tradiciones: Crónica anónima del S.XI». «Encontráronse Rodrigo y Tariq (…) en un lugar llamado el lago, y pelearon encarnizadamente; más las alas derechas e izquierdas, al mando de Sisberto y Obba, hijos de Gaitixa (Witiza), dieron a huir, y aunque el centro resistió algún tanto, al cabo Rodrigo fue también derrotado y los musulmanes hicieron una gran matanza».

Tras la gran derrota, nunca se volvió a saber el paradero de Don Rodrigo. Muchos afirman que huyó para morir poco tiempo después de sus heridas, mientras que algunos historiadores musulmanes determinan que falleció en un combate singular contra Tariq, quien acabó con él de un lanzazo

Independientemente del destino del rey, lo que es indiscutible es que, tras su derrota, no quedó nadie para hacer frente al ejército bereber. De esta forma, y en apenas 10 años, los musulmanes llevaron a cabo una rápida conquista de Hispania que relegó a los visigodos al norte.

«Aunque cuando, tanto los romanos como los musulmanes conquistaron Hispania, (…) los historiadores se han preguntado (…) cómo el tiempo empleado en la conquista fue tan diferente en los dos casos (200 años por parte de los romanos y 10 en el caso los musulmanes)», determina el experto.

No obstante, para Domené las causas están claras: «La Hispania prerromana no era una unidad política (…) No había pues, una autoridad suprema para todo el país capaz de aglutinar la resistencia o proponer la rendición frente al invasor, sino múltiples jefes supremos a los que era preciso ir sometiendo uno a uno. Por el contrario, la Hispania gobernada por los godos sí era una unidad política», afirma Domené. De esta forma, con la desaparición de Don Rodrigo, el territorio entero se vino debajo de un solo golpe.
 
A su vez, el pueblo hispano no opuso demasiada resistencia a los musulmanes, pues en un principio entendían que su llegada les libraría del abuso de los nobles godos, quienes solían exigir grandes tributos a la población. De esta forma, los invasores supieron ganarse la confianza de la sociedad eliminando varios impuestos.

Finalmente, una de las principales causas de la rápida conquista fue el sustento que los musulmanes tenían en la Península. «Los romanos no contaron con un apoyo interior significativo y los musulmanes sí. Además de los witizanos, los musulmanes contaron con el colaboracionismo de los judíos», añade Domené en su texto.
 
Comienza la resistencia

A pesar de la rápida conquista, los cristianos todavía guardaban una desagradable sorpresa a los musulmanes pues, en el norte, se empezó a gestar una resistencia en contra de la invasión. Concretamente, centenares de godos comenzaron a asentarse sobre las cordilleras cantábricas y pirenaicas.

«Bajo el hecho geográfico de la división de la franja cantábrico-pirenaica en cuatro zonas (…) podemos considerar que hubo cuatro núcleos de resistencia antimusulmana que, por simplificar, llamaremos el núcleo astur-cántabro y, en los Pirineos, el vasco-navarro, el aragonés y el catalán», señala el experto en su libro.

Aunque estos pequeños grupos de cristianos todavía no podían plantar cara a los invasores, se decidieron a defender a ultranza sus territorios, de manera que los musulmanes no tuvieron más remedio que abandonar la idea de conquistarles. En contra, se limitaron a exigirles duros impuestos y establecer fortificaciones cerca de ellos para controlar su expansión.

Al fin, la primera resistencia se empezaba a gestar en todo el territorio montañoso, aunque sobre todo en el núcleo astur. De hecho, no pasó mucho tiempo hasta que este pequeño grupo del norte vio subir al poder a un líder que les llevaría a la victoria: Don Pelayo.

Este supuesto noble tomó el poder a finales del año 718 cuando, cansado de los fuertes tributos a los musulmanes, convenció a sus compatriotas para dejar de pagar los impuestos. «Pelayo les debió animar a no pagar con un argumento tan simple y poderoso como el de que, si los musulmanes querían dinero, que fueran a buscarlo allí, a la montaña», determina Domené.
 
Covadonga, inicio de las hostilidades

No obstante, los musulmanes reaccionaron como cabía esperar: formaron un poderoso ejército y se dirigieron con decisión hasta el núcleo astur decididos a acabar de una vez con la rebelión. Por su parte, los cristianos, de manos de Don Pelayo, decidieron plantar cara al ejército musulmán. El enclave para resistir los ejércitos arábigos fue Covadonga, un paraje situado cerca de Cangas de Onís (al este de Asturias).

Concretamente, Don Pelayo protegió este territorio con los escasos soldados que pudo reunir. «Ante el acoso musulmán, Pelayo y sus hombres, unos 300, se refugiaron en Covadonga, una cueva del monte Auseba que está al fondo de un estrecho valle en los Picos de Europa», explica el experto.

En este punto la historia se diluye y varía dependiendo de si el cronista es cristiano o musulmán. Esto se debe a que los primeros trataron el suceso como una batalla de dimensiones épicas mientras que los segundos pasan por alto este suceso y lo consideran de escasa importancia.


Según los cronistas cristianos, antes de la batalla un antiguo obispo visigodo llamado don Oppas -comprado por los musulmanes- trató de convencer a Don Pelayo de rendirse. Sin embargo, este se mantuvo firme hasta el final.

«Pelayo estaba con sus compañeros en el monte Auseva y el ejército de Alqama llegó hasta él y alzó innumerables tiendas frente a la entrada de la cueva. El predicho obispo (el arzobispo don Oppas, hijo de Witiza) subió a un montículo situado ante a la cueva de la Señora y habló así a Pelayo: (…) “Juzgo, hermano e hijo, que no se te oculta cómo hace poco se hallaba toda España unida bajo el gobierno de los godos y brillaba más que los otros países por su doctrina y ciencia, y que, sin embargo, reunido todo el ejército de los godos, no pudo sostener el ímpetu de los ismaelitas. ¿Podrás tú defenderte en la cima de este monte? Me parece difícil. Escucha mi consejo: vuelve a tu acuerdo, gozarás de muchos bienes y disfrutarás de la amistad de los caldeos», explican las crónicas cristianas escritas en tiempo de Alfonso III.

Pelayo respondió: «¿No leíste en las Sagradas Escrituras que la iglesia del Señor llegará a ser como el grano de la mostaza y de nuevo crecerá por la misericordia de Dios?». El obispo no pudo más que contestar que así era. La decisión estaba tomada, don Oppas sabía que habría que combatir para expulsar a los astures y así se lo hizo saber a los invasores.

El oficial musulmán ordenó entonces que sus soldados armaran las catapultas y acabaran con la débil defensa cristina. «Se prepararon las hondas, brillaron las espadas, se encresparon las lanzas e incesantemente se lanzaron saetas», narran los antiguos textos.
 
Sin embargo, y según los cronistas cristianos, en ese momento una fuerza divina se unió a Don Pelayo dándole la victoria frente a los 188.000 soldados del ejército musulmán. «Al punto se mostraron las magnificencias del Señor: las piedras que salían de los fundíbulos (catapultas) y llegaban a la casa de la Virgen Santa María, que estaba dentro de la cueva, se volvían contra los que las disparaban y mataban a los caldeos (musulmanes). (…) En el mismo lugar murieron 125.000 caldeos y los 63.000 restantes subieron a la cumbre del monte Auseba», determinan las escrituras.

A continuación, y siempre según los escribanos de Alfonso III, Dios volvió a intervenir: «Ni estos escaparon a la venganza del Señor; cuando (los musulmanes) atravesaban por la cima del monte que está a orillas del río Deva (…) se cumplió el juicio del Señor: el monte, desgajándose de sus cimientos, arrojó al río a los 63.000 caldeos y los aplastó a todos».
Covadonga, según los musulmanes

Por el contrario, las escrituras musulmanas guardan una visión mucho menos heroica. En ella, se afirma que unos pocos miles de soldados acudieron a Galicia para combatir contra «un asno salvaje llamado Pelayo». De hecho, en palabras de los islamistas, los soldados árabes cercaron a las tropas cristianas hasta que estas murieron casi en su totalidad de hambre.

«Los soldados (musulmanes) no cesaron de atacarle hasta que sus soldados (los de Pelayo) murieron de hambre y no quedaron en su compañía sino treinta hombres y diez mujeres. (…) La situación de los musulmanes llegó a ser penosa y al cabo los despreciaron diciendo: “Treinta asnos salvajes. ¿Qué daño pueden hacernos?», afirman las crónicas traducidas por los españoles Alcántara y Albornoz.

¿Qué sucedió en realidad?

A pesar de las múltiples versiones, Domené Sánchez expone una versión más realista y posible dentro del texto: Según el profesor, Al Qama y los suyos se vieron obligados a penetrar por un angosto valle para plantar cara a los astures. «La estrechez del terreno no les permitía desplegarse. Tenían pues que avanzar en fila. A los seguidores de Pelayo, situados en las laderas, les fue relativamente fácil hacerlos retroceder por un procedimiento tan simple como el de arrancar peñas y lanzarlas ladera abajo», afirma el experto.

A su vez, determina que lo que las crónicas cristianas explican como un milagro, -el que la ladera y el río se tragaran a miles de musulmanes-, pudo haber sido más bien un afortunado desprendimiento de tierra. Finalmente, el profesor es bastante escéptico con respecto al gran número de soldados musulmanes fallecidos: «El cronista (….) fue excesivo al decir que el ejército musulmán tenía 188.000 soldados». Fuera como fuese, lo cierto es que la victoria de Covadonga supuso el inicio de la Reconquista cristiana, la cual duraría nada menos que ocho siglos. Y ya saben lo que dice el dicho: «Asturias es España y lo demás tierra conquistada»
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LA PELIGROSA LACRIMÓGENA ADA COLAU Y SUS PROGRES ANTIDEMÓCRATAS

CONMOVERÍA a un muerto. Esa foto de Ada Colau en lágrimas reclamando la paralización de los desahucios, dándose toda ella en defensa de los más débiles, enternece a cualquiera. Casi me emociona a mí… Pero al final lo que provoca es arcadas. Cuando termine toda esta sucia campaña el resultado será que para poder gestionar un mercado de hipotecas que genere un legítimo beneficio a los millones de accionistas que tiene un banco y que han invertido sus ahorros de toda una vida en ser copropietarios de ese negocio, se hará necesario cobrar unos intereses mucho más altos que dificultarán las condiciones de acceso al crédito. Es decir, que el resultado de la operación de la señora Colau será que menos gente podrá acceder a las hipotecas, no más. Claro que a ella, que vive de alquiler, eso no le afecta.

Esta mujer, que recibe en twitter el respaldo de Arnaldo Otegi -y yo, como Hermann Tertsch, me preguntó por qué Otegi tiene twitter en la cárcel- es la que ha decidido impartir credenciales de demócrata a quien piense como ella. Está llevando la violencia del acoso hasta los domicilios de los servidores públicos con la única justificación de presionarles para que cambien su línea de actuación y en lugar de seguir el mandato recibido de sus electores en las urnas, obedecer las indicaciones de quienes fueron derrotados. Demócratas, se dicen. Y ello por una sola razón: Colau y sus comandos están en posesión de la Verdad, como lo estaban los Camisas Pardas. Así que quienes tenemos el privilegio de poder expresar nuestra opinión en ABC o en cualquier medio de comunicación podemos ir poniéndonos la venda, porque la herida está próxima: es idéntica la legitimidad que se tiene para presionar a un diputado sobre lo que tiene que votar y la que se requiere para acosar a quien manifiesta puntos de vista discrepantes con Colau. 

Si no plantamos cara a Lacrimógena Colau entre todos, discrepantes y adhirientes, todos seremos pronto sus objetivos. Porque con los impuestos de todos -3,75 millones de Euros, según la información de Javier Chicote en ABC- le hemos financiado un chiringuito para promover la revolución sostenida por el contribuyente. Ya se sabe. 

Vivimos en un tiempo en el que ante los problemas que debemos enfrentar, una parte de la población (la derecha, con perdón) se empeña en trabajar y en sacar adelante su familia y todos los necesitados que se le han ido adosando durante la crisis. Mientras que otra parte de la sociedad (la izquierda, con mucho más perdón) toma la calle para que la solución le venga dada. Porque de sacrificios propios, ni mijita, oiga. Que si eso funciona luego resulta una fórmula muy cansada. Y Lacrimógena Colau se quedaría sin posibilidad de seguir cobrando de nuestros impuestos. Vade retro.

Ramón Pérez Maura en ABC

viernes, 15 de marzo de 2013

EL NUEVO PAPA Y LOS ODIADORES DE LA IGLESIA

Ya tenemos Papa. Francisco I. 

A todos ha sorprendido una vez más la Iglesia. Todas las quinielas, todos los augurios y las deducciones de los ejércitos de vaticanistas se han ido literalmente al garete. Creen que la curia es el comité central del Partido Comunista de la Unión Soviética, el consejo de administración de una multinacional en el Club Bilderberg, la Logia del Gran Oriente o el casino de un pueblo. Interiorizan su propia propaganda, según la cual, en el Vaticano no se dirimen más que cuestiones de poder. Un poder sofisticado, implacable, que hace de la Iglesia otra organización humana más, marcada por la competencia, los intereses y la ambición. 

Al final resulta que sí, que la iglesia es una organización humana y mundana, llena de pecadores, con juegos de poder, con cálculos e intrigas, lucha de intereses, banderías y trampas. Pero siempre pasan por alto quienes miran desde fuera con frivolidad u hostilidad y conceptos y ritmos propios, que si bien es cierto que en la Iglesia hay todo eso, mucho y en demasía, hay además algo más. Mucho más. 

Se les olvida con frecuencia a vaticanistas aficionados como a los enemigos más devotos de la Iglesia, que ahí dentro hay gente, mucha gente, que se cree lo que predica y lo que hace. Y cree en la vida que vive para su fe, para la Iglesia y los demás. Que hay allí mucho trasiego de poder y dinero, que está la banca y el comercio de bulas y recomendaciones tan activo como en tiempos de Lutero. Pero se les olvida que además de eso, hay allí mucha gente que cree en Dios. Y en Jesucristo. Y en el verbo sagrado. 

En una historia insólita que como ninguna en la historia de la humanidad fue un superventas en las popularización de cualidades humanas que siguen siendo incuestionadas. Y admiradas por otras religiones y por quienes no son creyentes. Que esa gente de púrpura y los decenas de miles de hombres y mujeres que dedican su vida a la Iglesia creen en ese mensaje que arranca tanta sonrisa condescendiente a gran parte del hombre moderno educado sin Dios. Creen en ese mensaje que desde que lo propuso aquel judío de Galilea ha sido imbatible. Con su osada vocación de amor incondicional al prójimo, es más, también al enemigo. Y de perdón, de compasión, concordia y solidaridad, de respeto a todos los humanos sin distinción, de paz, de mansedumbre, de amor a la verdad, de humildad. Son una oferta difícil de superar y hasta ahora no lo ha sido. Y no deja de intentarse imitar, en parte o en todo. 

Desde hace siglos una guerra enfrenta a la razón con la fe. Y la fe no ha dejado de perder terreno. Pero ha sido en los campos de batalla más primitivos. La fe del carbonero es derrotada en las sociedades pero también por una razón de vuelo bajo, por una razón de carbonero. Por desgracia, la propia naturaleza del arco de fe y razón que Benedicto XVI quiso exponer, tiene claves complejas que la hacen poco accesible para el hombre cada vez más alejado de la propia intuición del gozo del hecho religioso. 

Los devotos odiadores de la Iglesia que tanto interés y tiempo le dedican buscando, con torpes consejos, su debilidad y destrucción son el menor de los problemas de la Iglesia. Esos devotos enemigos obsesionados por hacer daño tienen mensajes tan perecederos y obsoletos como mil proyectos de redención humana enterrados en estos dos mil años. Pobre gente, pobre mensaje frente a la humilde grandeza de la esperanza que se despliega ahora en Roma.

Hermann Terstch en ABC

El portavoz vaticano, Federico Lombardi, ha dicho este miércoles que las críticas aparecidas en medios argentinos e internacionales, algunos españoles, contra el papa Francisco, referentes al periodo de la dictadura argentina, provienen de "una izquierda anticlerical para atacar a la Iglesia y son rechazadas con decisión". "Se trata de una campaña difamatoria, bien conocida".

Lombardi salió así al paso de las informaciones aparecidas en estos días, tras la elección del cardenal Jorge Mario Bergoglio como papa, referentes a sus actuaciones durante la dictadura militar argentina. "Jamás ha habido una acusación creíble contra él. La justicia argentina lo interrogó pero como persona informada de hechos y jamás fue imputado por algo", subrayó el portavoz. Lombardi agregó que Bergoglio "hizo mucho para proteger a las personas durante la dictadura" y una vez nombrado arzobispo de Buenos Aires "pidió perdón en nombre de la Iglesia por no haber hecho bastante durante el periodo de la dictadura".
 

"En paz" con Bergoglio

Las acusaciones se refieren a una supuesta colaboración de Francisco con la dictadura argentina. Insinúan que el Papa pudo ayudar a la detención de dos jesuitas. Sin embargo, se ha difundido que uno de los afectados, el jesuita Franz Jalics, uno de los sacerdotes secuestrados por la dictadura argentina siendo Jorge Mario Bergoglio Provincial de Buenos Aires de la orden, vive en Alemania y está "en paz" con el papa Francisco, según fuentes de la orden.

El sacerdote, desde 1978 en Alemania y actualmente en la pequeña localidad bávara de Wilhelmsthal, junto a Kronach, viajó hace unos años a Buenos Aires, por invitación del arzobispado de la capital argentina, y "abordó la cuestión", indicaron fuentes de esa orden en Múnich a la edición digital del semanario Der Spiegel. "Está en paz con Bergoglio", añade el portavoz jesuita, Thomas Busch, sin especificar el contenido de la conversación. Jalics fue secuestrado en 1976, junto con el también jesuita Orlando Yorio, cuando ambos ejercían en una villa miseria bonaerense en tiempos de la dictadura argentina (1976-1983).

La cuestión de la presunta colaboración del papa Francisco con la Junta, concretamente en ese caso, fue unos años atrás abordada por el periodista argentino Horacio Verbistky y ahora resurgió tras la elección del pontífice. El propio Bergoglio contestó a las acusaciones en 2010, en el libro El jesuita y rechazó tal colaboración.

Los dos jesuitas fueron liberados tras cinco meses de torturas. Yorio murió en 2000 en Uruguay, mientras que Jalics se refugió en la meditación y el rezo para sobrellevar la experiencia sufrida. El sacerdote, de origen húngaro, se trasladó a vivir a Alemania en 1978 y ahí escribió un libro sobre su retiro espiritual, situación en la que sigue.

El propio Jalics ha rehuido hacer declaraciones sobre ese capítulo y el único pronunciamiento ha sido a través del portavoz de la orden jesuita de su distrito a Der Spiegel, así como a medios bávaros. El sacerdote tiene actualmente 85 años y sigue consagrado a los ejercicios espirituales contemplativos, apunta la radio pública bávara Bayerischer Rundfunk (BR). Jalics está ahora de viaje en Hungría, hacia donde partió "recientemente", al parecer para una estancia de varios meses largamente planeada, indicaron las fuentes jesuitas a la emisora pública bávara. El portavoz de la orden dejó asimismo claro que Jalics no se ha "escondido" para evitar el revuelo mediático, que su viaje no tiene nada que ver con la elección del Papa y que se espera regrese a Alemania el 10 de mayo. De acuerdo con ese portavoz, Jalics no tiene intención de hacer declaración alguna sobre Bergoglio.
 

LA RAGAZZONA, ENCONTRADA EN EL FERROL.

La aparición esta semana en la Ría de Ferrol de los restos de una galeaza hundida en 1588, «La Ragazzona» (una de las más grandes naves de la Gran Armada, la mal llamada Armada Invencible) ha puesto de actualidad uno de los episodios más épicos de nuestra historia. Aquel año, Felipe II intenta derrocar a la Reina protestante de Inglaterra, Isabel I, con un ambicioso plan combinado: desembarco anfibio de los Tercios de Flandes, 30.000 hombres desde los Países Bajos, coincidiendo con la llegada de una Armada colosal desde la península.

Desgraciadamente todo falló. Pero embarquémonos en «La Ragazzona» (la «muchachona») y vivamos de primera mano toda aquella triste aventura. Aquí contaremos la historia más completa disponible de la nave capitana de la flota levantina, porque tenemos la fortuna de tener al mejor guía, el contraalmirante José Ignacio González-Aller Hierro, quien ha leído y transcrito durante las últimas décadas todos los documentos históricos relativos a aquella empresa.

Dios de su lado

¿Por qué falló todo el plan, si Felipe II creía que Dios estaba de su lado? Mensajes que no llegaron, tempestades, falta de coordinación, además de la agresiva respuesta del inglés; y más tarde el durísimo regreso por los confines del mar del norte y la costa de Irlanda, azotada por pavorosas galernas. Todo ello resultó ser el final de un sueño, y del empeño del Rey, que por supuesto empujó a infernales costas a buena parte de la flota que fue dejando a su paso un reguero herrumbroso de sufrimiento, naufragios, batallas, hambre y privaciones.

El corpus documental de la época publicado por González Aller se llama «La batalla de la mar oceana», y es un mar de datos históricos, que transcribe ordenadamente todo lo procedente de los distintos archivos españoles. Los mejores manuales sobre este episodio, sin excepción, han utilizado esa impresionante montaña de palabras escritas con salitre y sangre hace más de 400 años y que hoy vamos a paladear. Pasen y lean la aventura.

Capitana de la escuadra de Levante

El barco que hoy asoma sus cañones como colmillos fantasmales en medio de las turbias aguas de Ferrol se llamaba también «La Regazona», y era la capitana de la escuadra de Levante de la armada de 1588. El contraalmirante González-Aller nos dice que su origen y construcción «eran venecianos; era un buen buque y bien marinado, era de los mejores navíos y más bien armados de las escuadras concentradas en Lisboa en mayo de 1588, y dispuestas por Felipe II» después de mucho esfuerzo y gastos importantes para las arcas reales. Y también muchos retrasos, por la muerte de Álvaro de Bazán, por el nombramiento del duque de Medina Sidonia, Alfonso Pérez de Guzmán, hombre sin la experiencia necesaria que se pasó meses tratando de dimitir, provocando la ira del Rey Prudente».

Dice González-Aller: «Según Cristóbal de Barros 'La Regazona' tenía de porte 1.067 toneladas y tres cuartos, con unas dimensiones de eslora, 59 codos; manga, 21 codos y 1/6; puntal, 12 codos. En la jornada de 1588 debió montar las 32 piezas de artillería de bronce, que tenía al ser embargada. Entre otras armas y municiones que recibió en Lisboa figuraba un cañón de batir, fundición de Alemania por Gregorio Loeffer Agustanus en la época del emperador Carlos V, de 52 quintales de peso para tirar pelotas de hierro de 40 libras y dos encabalgamientos de campaña. Además embarcó posteriormente dos cañones, también de batir, de más de 50 quintales de peso procedentes de la nave 'La Juliana'.»

Más datos de matrícula: «Su dueño era Jácome Regazona y estaba al mando del capitán y maestre Santo Corzo. La dotación en Lisboa se componía de 80 marineros; y 344 soldados de infantería (134 de la compañía de Pedro Camacho, 76 de la de Francisco de Céspedes y 134 de la de Pedro Sandoval Ponce de León).»

Sea como fuere, 'La Ragazzona' llegó a Lisboa procedente de Alicante y otros puertos el primero de febrero de 1588 «cargada de vinos de Candía y malvasía. Allí fue embargada de nuevo por el proveedor general Francisco Duarte el 16 del mismo mes para ser agregada a la armada como capitana de las levantiscas».

Un temporal dispersa a los nuestros

En Lisboa se incorpora a la Armada del duque de Medina Sidonia. Pero ya hubo mal arranque: La Regazona siguió los movimientos del galeón San Martín desde la salida de Lisboa el 30 de mayo de 1588 hasta que un temporal dispersó las escuadras del 18 y 19 de junio. Llevaría mucho tiempo reunir la flota de nuevo. «El día 24 la galeaza ya había tomado el puerto de La Coruña. Una vez reaprovisionada de bastimentos y aguada salió a la mar el 22 de julio con el resto de la armada».

Fuego y escarceos en la costa británica

«Alcanzada la costa británica, y tras los primeros encuentros con la flota inglesa del día 31 de julio, al amanecer del 2 de agosto, a eso de las 05.00 horas saltó viento escaso del NE y la armada, situada a la altura de Portland, se encontraba a barlovento de la inglesa», nos recuerda González-Aller. Escuchemos el sabroso relato de un marino: «Howard trató entonces de doblar la armada por el norte y arrumbó al NW ciñendo el viento todo lo que podía, acercándose a la costa. Medina Sidonia se hallaba en este momento con las galeazas en vanguardia y acompañado por varios navíos. Para atajar las intenciones de Howard y mantener el barlovento, el Duque puso también proa hacia tierra, seguido por otros navíos de la armada, aunque un tanto alejados. Al observar Howard lo inútil de la maniobra de doblar a los españoles arrimado a tierra, viró por avante con el Ark y arrumbó hacia el SSE o el sur seguido por unos quince navíos en total, posiblemente para volver a ganar el barlovento (luchar con el viento a favor) a los españoles por la banda de la mar de la armada. La maniobra fue observada por el general español, el cual viró a babor para impedir las intenciones del Almirante, lo que provocó el contacto artillero entre ambas formaciones».

La Regazona en el primer primer combate

«Con su movimiento, el grupo de Howard quedó más cerca de la retaguardia de Alonso de Leyva, que del propio San Martín. De esta forma, las primeras naves en combatir a los ingleses fueron las levantiscas de Martín de Bertendona y los galeones de Portugal que acababa de asignar el Duque como refuerzo de Leyva. En este duelo artillero generalizado se distinguió, entre otras naves La Regazona de Bertendona».

«Como siempre, los navíos españoles intentaban inútilmente llegar al abordaje, pero los ingleses, muy maniobreros, mantenían la distancia y rehusaban llegar al alcance del tiro de mosquete. Martín de Bertendona acometió al Ark Royal, capitana de Howard, hasta llegar bien cerca, aunque el inglés se zafó del ataque con soltura dándole la popa. El fuego por ambas partes fue muy vivo, siendo grande el consumo de municiones, sobre todo por parte británica por su mayor rapidez en la recarga y disparo de la artillería. Sin embargo, no existe constancia de averías o bajas notables en ambos contendientes», reflexiona el contraalmirante.

El inglés lanzó 8 brulotes incendiados contra nuestra flota en Calais

Días más tarde, tras el episodio de los brulotes incendiados que fueron lanzados en Calais contra la armada la noche del 7 al 8 de agosto, «avanzada la mañana de este último día, un escuadrón inglés a cargo de Henry Seymour a bordo del Rainbow, acompañado por el Vanguard de William Winter, el Antelope de Henry Palmer y otros se dirigieron hacia el ala de estribor de la retaguardia española para combatir los navíos que se iban quedando rezagados, alcanzándolos entre las 09.00 y 10.00 horas, a la altura de Gravelinas».

Mas de 500 proyectiles

Rodearon estos navíos atrasados, cuya identidad se desconoce – posiblemente el galeón San Cristóbal, La Regazona de Bertendona, el galeón San Juan y la nave San Juan de Sicilia – sometiéndolos a un fuerte cañoneo. Sólo el Vanguard disparó 500 proyectiles a distancias que llegaban al alcance de la mosquetería y arcabucería e incluso menores, lo que permitió estar a la voz entre los barcos. Con este procedimiento que duró casi seis horas, los ingleses causaron daños a tres de los navíos españoles no obstante su fuerte resistencia. Según el embajador Hierónimo Lippomano, el Duque comunicó a Su Majestad que La Regazona había combatido muy bien en la acción del 8 de agosto.

Regreso por el mar del Norte

En la Grande y Felicísima Armada hay cientos de historias cruzadas. Entre las de mayor patetismo figuran las singladuras de los días pasados mientras bordeaban la costa escocesa e irlandesa, donde tantas naves naufragaron y donde, según se dice, los náufragos españoles introdujeron la patata, además de recibir el auxilio de los católicos irlandeses.

Como todas sus compañeras, nuestro barco pasó las de caín en el viaje de vuelta: «Emprendió el regreso a España manteniendo la conserva del galeón San Martín hasta apartarse del grueso de la armada el 2 de septiembre. La nave arribó a Muros (Galicia) el 10 de octubre muy destrozada y la gente con muchas necesidades. Estando surta en este puerto, Martín de Bertendona, contra su propia voluntad y la del capitán y piloto de la nave partió de allí el 4 de diciembre para trasladarla a La Coruña en cumplimiento de las órdenes del marqués de Cerralbo, gobernador de Galicia. El día 6 con mal tiempo perdió dos anclas al fondear sobre las islas Sisargas; logró levar a duras penas gracias a la ayuda de dos pinazas vizcaínas, y el 7, muy tarde, estaba ya en medio del puerto de destino», nos recuerda González-Aller.

En Ferrol, con luz de luna

El viento impedía tomar puerto ni tan siquiera con el auxilio de las galeras Diana y Princesa. «A las once de la noche cargó el tiempo tanto que corrió riesgo de ir sobre unas peñas. Con esfuerzos Bertendona libró el peligro y a las tres de la madrugada del día 8 de diciembre lograba entrar en Ferrol “con una poquita claridad de la luna.” Una vez dentro de la ría varó a causa del fuerte viento y falta de anclas. Tan sólo los marinos que han barajado aquellas costas y entrado en Ferrol de noche con temporal deshecho del sudoeste pueden apreciar el mérito de aquellos hombres de mar del siglo XVI».

Su útima batalla


Y acaba el relato del contraalmirante: «La Regazona quedó adrizada y con esperanzas de una posible recuperación, pero al dar a la banda fueron inútiles los esfuerzos realizados para sacarla en las mareas vivas.» Se hundió. Y unos arqueólogos dicen que han encontrado sus restos. En los viejos documentos de los archivos se dice, sin embargo que antes de perder el barco, «se pudieron salvar la artillería, parte de los bastimentos y municiones. Una vez finalizadas las obras del fuerte de la isla de San Antón (La Coruña), se montó en él la artillería gruesa procedente de la nave, justo a tiempo para poderla emplear eficazmente contribuyendo al fracaso del ataque inglés de Norris y Drake en mayo de 1589.»

Así fue como «La Ragazzona» o Regazona ganó su última batalla después de muerta, o de hundida, pues su fuego rechazó al famoso pirata inglés Sir Francis Drake. Porque cabe recordar que ni el fracaso de esta Grande y Felicísima Armada fue una victoria inglesa, ni las flotas que Isabel I y Felipe II fueron enviándose determinaron la hegemonía entre las dos naciones.

POR QUÉ ESPAÑA HA OLVIDADO SUS HÉROES HISTÓRICOS

Cuando Henry Kamen presentó hace dos años su obra "Poder y Gloria. Los héroes de la España Imperial" (Ed. Espasa) se quejó de que en este país, por culpa de la falta de consenso a la hora de interpretar la Historia, se le ha negado a los héroes “un papel reconocible”. Cierto es que nuestras referencias más importantes del pasado se nutren sólo de mitos, como El Cid, y algunos grandes marinos como Colón o Magallanes, pero nuestras lagunas, ¿se deben a una politización del pasado o, simple y llanamente, al olvido en un país poco interesado en su propia cultura?

El almirante Blas de Lezo es el autor de la gesta militar española más importante de toda la Historia. Al menos, cuantitativamente. Derrotó en Cartagena de Indias a una flota británica cuya magnitud no volvió a verse surcando los mares hasta el desembarco de Normandía. No encontrará el lector biografías publicadas de este marino hasta el presente siglo. En Cartagena tiene una estatua, numerosas calles en Andalucía, el País Vasco, Canarias y la Comunidad Valenciana, pero en Madrid, la capital del Reino, no ha sido hasta 2010 que se le ha dado su nombre a una avenida. En Vicálvaro y por una iniciativa popular, una recogida de firmas. En el boletín del Ayuntamiento en el que se anunció la medida también se otorgaban calles a personajes como Mario Moreno ‘Cantinflas’, Enrique Urquijo de Los Secretos, Imperio Argentina, Jesús de Polanco y hasta Coco Chanel, un variopinto saco de nombres que no deja de ser irónico y representativo del olvido en el que había caído el militar “de heroísmo inverosímil”, como dijo refiriéndose a él José María de Areilza, ex ministro de Exteriores en el marco de las celebraciones de 1992.

No obstante, hace un mes, se ha acordado de él Fernando Savater en El País. Y de su elogioso artículo se hizo eco también Esperanza Aguirre días después. El filósofo se sonreía, a la luz de la ferocidad en la batalla de Blas de Lezo, de que nadie se atrevería hoy día a “decirle a la cara a este vasco aguerrido que no era español”. Y la ex presidenta de la Comunidad de Madrid le felicitaba por sus palabras en un artículo titulado "El orgullo de ser españoles". Aquí está el ejemplo paradigmático de cómo digerimos la Historia. U olvido, o instrumentalización política. No caben estadios intermedios. Ahora sólo faltaría un telefilm sobre el almirante, atento a su biografía sentimental, para completar el círculo.

La ideologización de la historia

Guillermo López, profesor de Periodismo de la Universidad de Valencia, relaciona esta dinámica con la tendencia natural de los medios de comunicación a explicar la actualidad acomodando la Historia a su orientación ideológica, y no al revés: “La Historia es muy importante para forzar conciencias, por eso en los medios masivos aparece para, básicamente, tirarse los trastos a la cabeza. En nuestro país los ejes están muy claros y diferenciados, son izquierda/derecha o separatismo/unionismo, pero en general la prensa no es muy consciente de la perspectiva histórica que adopta para estudiar las cosas”.

El ejemplo más evidente para este profesor es el de la Guerra Civil Española: “En los últimos veinte años ha ocurrido un hecho muy significativo, los historiadores han conseguido por fin contar las víctimas de la contienda, pueblo a pueblo, es un hito muy importante porque encima es información objetiva, pero no ha tenido un reflejo en los medios de comunicación, que han estado pendientes de la interpretación política del contexto, sumidos en polémicas que no han creado los historiadores. De hecho, con esta clara instrumentalización, los periodistas han llegado a arrinconar a los profesionales de la Historia. César Vidal, un habitual de estos temas, por ejemplo, no publica porque sea un historiador, sino porque antes se ha destacado como periodista”.

De esta manera, los soldados españoles que participaron en la toma de París en la II Guerra Mundial o las gestas militares de la División Azul, si no son temas tabú, su consideración sí que está circunscrita al ámbito ideológico. El consenso hay que encontrarlo en casos como el del diplomático franquista Ángel Sanz Briz, también prácticamente desconocido entre los españoles hasta que el presidente de Hungría, Arpad Gonzc, colocara una placa en su honor en Budapest. Después llegó un artículo en la revista especializada La Aventura de la Historia a finales de los 90, cuando se imprimió un sello de correos donde aparecía, una biografía de Diego Carcedo en 2005 y un telefilm de Televisión española en 2011 protagonizado por Francis Lorenzo. A su gesta, salvar judíos de las garras de Hitler por su cuenta y riesgo, nadie le pone peros ni interpretaciones interesadas, no como a otros hechos protagonizados por españoles en aquel periodo.

Las historias ocultas de la Guerra Civil

Esta falta de de consenso tal vez explique el hecho de que los personajes relevantes o héroes olvidados de nuestra Historia aparezcan presentados en trabajos realizados ex profeso. A menudo, como meras listas de nombres. Al hilo de la Guerra Civil, destaca, por ejemplo, el libro "Católicos del bando rojo" (Styria) del investigador y periodista Daniel Arasa. En sus páginas encontramos la historia del general Antonio Escobar Huerta. El que terminara siendo Jefe del Ejército de Extremadura de la República mantuvo intacta la profesión de su fe durante los años de la guerra. La sublevación le sorprendió en Barcelona y se encontró luchando en el mismo bando que los anarquistas de la FAI que despreciaban y perseguían sus creencias. Ni renegó de ellas ni las ocultó. Escondió monjas en su casa y, tras curarse de las heridas que sufrió en la Batalla de Madrid, le hizo a Azaña una petición insólita: poder viajar a Lourdes a dar gracias a la Virgen. La tendencia a denunciar el anticlericalismo de su bando ha conseguido ocultar la existencia de personajes de su perfil.
 
O como en el caso de Manuel de Irujo, ministro de Justicia de la República durante un tramo de la guerra, que evitó persecuciones de religiosos firmando una orden que sancionaba las acusaciones falsas y las denuncias por ser sacerdote, además de luchar para restaurar el culto en la zona controlada por el Gobierno republicano. Otro personaje con una reputación cortada por el mismo patrón, que no encaja en los prejuicios que nos dictan los medios, que tienden a alimentarse de una polarización esquemática.

O en el otro bando, donde cualquiera que vistiese el uniforme de las tropas nacionales o los políticos afines fueron y son encuadrados dentro del marco fascista, independientemente de sus valores y actitudes durante y después de la Guerra.