martes, 5 de julio de 2016

¡VIVA EL NEOLIBERALISMO!


Ni es una secta de peligrosos extremistas ni está arruinando el planeta. Al contrario. Sus ideas han hecho posible el periodo de mayor crecimiento que ha vivido la humanidad. Arrumbarlas sería una irresponsabilidad.

La bestia negra de la izquierda: el neoliberalismo. La palabra ha terminado asociada a una defensa tan extrema del mercado que incluso sus promotores renunciaron a usarla. El propio Milton Friedman, que tituló con ella un artículo en 1951 ("El neoliberalismo y sus perspectivas"), se refería a sí mismo como monetarista o, simplemente, liberal. Lo paradójico es que el movimiento surgió como un compromiso entre la planificación soviética y el individualismo exacerbado. En el encuentro que se convocó en París en 1938 para establecer una nueva agenda liberal, se discutió mucho sobre el nombre que debía adoptar la nueva corriente. A aquella cita asistieron Ludwig Von Mises y Friedrich Hayek, que no son conocidos por sus medias tintas, pero el punto de vista que prevaleció fue el mucho más moderado de Alexander Rüstow, que propuso el adjetivo neoliberal para dejar claro que no se trataba del liberalismo manchesteriano.

El término reaparecería casi medio siglo después, impulsado esta vez desde la izquierda. Charles Peters, un admirador confeso del New Deal, publicó un Manifiesto neoliberal en el que expresaba su desencanto por la impotencia de las respuestas keynesianas ante los "problemas que empezaban a asolar el país en los años 70: la caída de la productividad, las fábricas cerradas y las carreteras llenas de baches [...], las agencias gubernamentales ineficientes".

Esta corriente moriría de éxito. Bill Clinton y Tony Blair incorporaron casi todos sus planteamientos, salvo la etiqueta. Ellos siempre prefirieron presentarse a sí mismos como la "tercera vía". Neoliberal era una palabra contaminada.

¿De dónde le viene tan terrible reputación? Desde luego, no de los contenidos que intentaron adjudicarle sus defensores, de derechas o de izquierdas. Lejos de ser peligrosos extremistas, unos y otros instaban a suavizar las aristas de manchesterianos y keynesianos. Pero la propaganda socialista ha logrado identificarlos en el imaginario popular con un complot para desmantelar los impresionante avances de la posguerra.

Una vez más, la evidencia no avala su denuncia. "El balance de Milton Friedman es muy positivo", afirma en la revista el historiador de la economía Gabriel Tortella. Si el neoliberalismo es el ideario que domina nuestras vidas, como apuntan sus detractores, la humanidad no puede por menos que estarle agradecido. No solo los cientos de millones de asiáticos, latinoamericanos y africanos que han salido de la miseria. En Occidente tampoco nos ha ido mal. Basta entrar en cualquier web de macro economía para comprobar que el PIB per cápita no ha dejado de crecer desde los años 80, ni en Estados Unidos ni en Europa ni en España.

Para desmontar los ataques contra la llamada revolución conservadora, resulta especialmente ilustrativa la comparación entre Reino Unido y Francia. En vísperas de la Segunda Guerra Mundial el PIB per cápita de los británicos era un 12% superior al francés (5.406 dólares anuales frente a 4.793). Las posiciones se invirtieron tras la política dirigista y nacionalizadora iniciada por Clement Attlee en la posguerra. En 1979, cuando Thatcher llegó a Downing Street, los galos eran un 11% más ricos (14.240 dólares frente a 12.828). La Dama de Hierro empezó entonces a desmantelar la herencia laborista al mismo tiempo que su vecino del Elíseo, François Mitterrand, se dedicaba a regular y expropiar y, tres décadas después, la renta de los ingleses era nuevamente un 10% mayor que la francesa (23.777 dólares frente a 21.477).

Por mucho que cenizos como Paul Krugman o Pablo Iglesias reiteren que la humanidad es un desastre, la realidad objetiva es que nunca estuvo mejor. ¿Y no cabe la posibilidad de que hayamos tocado techo? ¿No ha sido la Gran Recesión un siniestro aldabonazo, la advertencia de que "el neoliberalismo se está cayendo en pedazos", como escribe en The Guardian George Monbiot? "Muchos americanos piensan que sus hijos vivirán peor que ellos", explica Warren Buffett en su última carta a los accionistas de Berkshire Hathaway. "Es una opinión totalmente errónea: los niños que están ahora mismo naciendo en Estados Unidos son los más afortunados de la historia". De hecho, a muchos de ellos "ya les va muy bien. Todas las familias de mi vecindario de clase media alta disfrutan de un tren de vida superior al que llevaba John D. Rockefeller cuando yo vine al mundo". 

Y concluye: "Durante 240 años ha sido una terrible equivocación apostar contra Estados Unidos, y ahora no es el momento de empezar".

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