sábado, 23 de febrero de 2013

EL PROBLEMA DE GIBRALTAR

El País | Paz Andrés Sáenz de Santa María

Cuando un conflicto dura 300 años, se refiere a un territorio de muy reducida extensión, las estrategias intentadas no han dado resultado y además se sufre una crisis económica importante, se puede tener la tentación de pensar que lo mejor es abandonar la controversia. Si a ello se añade que el conflicto en cuestión fue utilizado como elemento externo de distracción durante la dictadura, por lo que siempre puede haber quien relacione con el régimen anterior al que proponga abordarlo, el pretexto para defender que lo mejor es dejarlo estar está servido. Éste podría ser el caso de Gibraltar.

Sin embargo, existen razones objetivas que aconsejan no dejarse llevar por esa impresión. La primera es la cuestión de la soberanía, respecto de la cual el Reino Unido incumple sistemáticamente su obligación de negociar de buena fe, proclamada por las Naciones Unidas. Tras la aprobación en 2006 de su Constitution Order, el Gobierno de Gibraltar pretende haber ejercido ya su presunto derecho de libre determinación y viene pidiendo ante el Comité de Descolonización de esa organización, con el apoyo del Reino Unido, ser excluido de la lista de territorios no autónomos; sin embargo, la decisión que cada año aprueba la Asamblea General invariablemente insta a los Gobiernos español y británico a que lleguen a una solución definitiva del problema a la luz de las resoluciones pertinentes. Desde la perspectiva del derecho internacional, si hay algo anacrónico es el mantenimiento de la situación colonial, de forma que dada la inequívoca posición de Naciones Unidas, la renuncia a la reivindicación constituiría el primer caso en el que un Estado lo hiciera pese a contar con el apoyo de la comunidad internacional.

Pero si se considera que invocar los principios resulta anticuado, también se pueden señalar razones de carácter práctico, porque las hay y muchas. Si no, que se lo pregunten a los pescadores de la bahía de Algeciras, que en marzo de 2012 vieron interrumpido el ejercicio de la pesca tal como venían haciendo desde el acuerdo informal de 1999 y luego creyeron haber alcanzado otro a comienzos de agosto, para poco después encontrarse con que el Gobierno de Gibraltar se desdecía esgrimiendo unos motivos medioambientales que durante mucho tiempo no le han impedido permitir las gasolineras flotantes que practican el bunkering a gran escala. Tampoco fue baladí el episodio del Odyssey, que obligó al Estado español a pleitear en Florida, mientras hay sospechas de la existencia actual de otros buques cazatesoros que podrían operar desde Gibraltar. Por no hablar de los rellenos que desde hace tiempo se vienen realizando en la zona este del Peñón.

Capítulo aparte merece la cuestión fiscal. La calificación de Gibraltar como paraíso fiscal no es una leyenda inventada por España, es lo que piensan la Unión Europea y la OCDE. Desde 1999, la Comisión Europea viene considerando que las ventajas fiscales de que disfrutan las sociedades y empresas en Gibraltar no se ajustan al régimen comunitario de ayudas públicas. El Gobierno gibraltareño va aprobando nueva legislación a medida que la Comisión adopta decisiones y el Tribunal de Justicia dicta sentencias declarando la incompatibilidad de la normativa gibraltareña. En el momento presente, la Comisión está estudiando el régimen fiscal implantado por la Income Tax Act de 2010, en el que al reducido tipo impositivo se añade el hecho de que siguen sin tributar las empresas que tienen su domicilio fiscal en la colonia, pero no ejercen su actividad allí.

La opacidad es otro elemento de competencia desleal del sistema gibraltareño que permanece pese a la celebración de algunos acuerdos de intercambio de información fiscal y actúa como instrumento de atracción de capitales a través de la constitución de trusts y fondos de inversión. Un Consejo Ecofin celebrado en diciembre de 2012 aprobó una propuesta elaborada por el grupo que en la Unión Europea se ocupa de la aplicación del Código de Conducta sobre fiscalidad de las empresas, en el que se afirma que la ley gibraltareña de 2010 es perniciosa bajo los criterios del Código. A su vez, la OCDE está estudiando esa normativa y ya ha señalado deficiencias en cuanto a la disponibilidad de información contable de las empresas y de los datos que identifican a los propietarios de los trusts. La distorsión que todo ello implica para los mercados financieros español y comunitario es evidente; las razones por las que puede haber cerca de 80.000 empresas domiciliadas en ese territorio de 4,8 km2 en el que apenas están censadas 30.000 personas, también son claras. Gibraltar nos crea problemas importantes y eso no es en absoluto irrelevante.

Los últimos Gobiernos de Gibraltar están adoptando una política expansiva que cuenta con la complicidad del Reino Unido, cómodamente parapetado tras las acciones gibraltareñas. En ejecución de esa política, reivindican espacios marítimos y aspiran a la condición de miembro en los organismos deportivos internacionales, desconocedores del derecho internacional. La intervención de Fabian Picardo ante el Comité de Descolonización en junio pasado, en la que calificó a la Guardia Civil como fuerza paramilitar y tildó de hipócrita a la diplomacia española, es muy expresiva de esta orientación. Además, la ofensiva gibraltareña tiene una apreciable dimensión de propaganda, destinada a presentar la posición de España como una rancia reminiscencia de tiempos pasados y a inocular en la opinión pública, en particular en la española, lo que podríamos denominar la fatiga de Gibraltar, aprovechando el pesimismo provocado por la crisis. No es infrecuente tampoco oír decir —en un notable ejercicio de cinismo— que hay españoles, ya sea empresas o incluso contrabandistas de tabaco, que se benefician de las oportunidades que ofrece el Peñón, insinuando así que la pervivencia de la situación es un interés compartido aunque inconfesable.

En este contexto, el balance del seguramente bienintencionado pero ingenuo Foro Tripartito de Diálogo –hoy en un acertado impasse- es que España concedió mucho a cambio de casi nada: mediante los Acuerdos de Córdoba de 2006, Gibraltar consiguió grandes ventajas para el aeropuerto —en particular el levantamiento de las restricciones a la aplicación de la normativa europea mantenidas por España hasta entonces—, así como facilidades en materia de telefonía fija y móvil, lo que favorece sus florecientes negocios de apuestas por Internet. El pago de las pensiones a los españoles que trabajaban allí cuando el cierre de la verja y la sede del Instituto Cervantes,  conseguidos a cambio, no parecen una contrapartida remotamente equivalente; a lo que hay que añadir que la proyectada terminal conjunta del aeropuerto nunca ha visto la luz. Como muestra de desagradecimiento por lo mucho obtenido, el entonces ministro principal, Caruana, esgrimió el Foro Tripartito para declarar extinto al Proceso de Bruselas y recrudeció la reclamación sobre las aguas. La innecesaria visita a Gibraltar realizada en 2009 por el entonces ministro español de Asuntos Exteriores fue un generoso regalo añadido por nuestra parte.

Algunos han criticado los cambios de estrategia atribuibles a los sucesivos Gobiernos españoles; se ha denunciado también la inexistencia de una política de Estado en relación con Gibraltar. Es cierto que este contencioso debería ser objeto de un consenso que lo coloque más allá de las luchas partidistas, pero también lo es que tener una política de Estado no significa tener una política inamovible. Cambiarla o reforzarla puede ser oportuno si se comprueba que la previamente adoptada no ha dado frutos. En este sentido, España no debería limitarse a reaccionar de forma defensiva frente a los constantes problemas, sino que tendría que desarrollar una política proactiva que, sin innecesarias estridencias, defienda con firmeza la posición de España, aprovechando los foros internacionales que comparte con el Reino Unido, en los que puede cooperar o —por qué no—  presionar, utilizando los medios legales y políticos que tiene a su disposición.

No se puede acusar de patriotismo trasnochado a un Estado que defiende sus legítimos intereses, sobre todo cuando la legalidad internacional está de su parte.

Paz Andrés Sáenz de Santa María es catedrática de Derecho internacional público. Universidad de Oviedo

LOS EFECTOS DEL DERECHO A DECIDIR

El Mundo | Araceli Mangas

La conmovedora noticia de la renuncia del Papa Benedicto XVI sepultó la publicación en el mismo día de un informe del Gobierno británico sobre «las implicaciones de la independencia escocesa», basado en el dictamen de dos especialistas independientes (un australiano y un británico) del Derecho Internacional. Muchos aspectos del informe podrían ser aplicables a la pretensión independentista de algunos partidos catalanes. Es cierto que hay una radical diferencia entre ambos casos: el Reino Unido reconoce que Escocia tiene derecho a separarse si una mayoría de la población lo decide. Pero no acepta que lo decida uno o varios partidos ni el parlamento escocés. Anoten esta plausible idea; nada al estilo Kosovo, como pretende ERC.

Sobresale dicho informe por su filosofía de fondo: conocer la verdad. El Gobierno británico entiende que en el debate que precederá al referéndum tiene que haber veraz información de todos los efectos internos e internacionales. La clave es dar a conocer con claridad las consecuencias constitucionales y legales: la independencia es un cambio legal determinante y, por complejas que sean, es vital que cada ciudadano conozca, al detalle y de forma fiable, las consecuencias domésticas, europeas e internacionales. Ya ven, la misma preocupación que en España. El Gobierno español esconde la cabeza ante una tragedia histórica para todos los españoles y el de Cataluña manipula y miente groseramente a su opinión pública: erre que erre sobre la «independencia en el marco de la Unión Europea».

También tenemos que aprender de la insistencia en la lealtad y neutralidad de los dos gobiernos hasta que la población decida en el referéndum. Me admira la elegancia y contundencia del Gobierno británico cuando advierte que, hasta que no haya decisión del pueblo escocés, los dos gobiernos mantendrán plenamente sus responsabilidades y sus competencias respectivas en Escocia (como en los actos oficiales de Cataluña en los que el Estado ha aceptado la desaparición de sus símbolos o que los oculten con una tela negra). El Reino Unido no retrocederá antes de tiempo en Escocia; exige al gobierno escocés que no tome ninguna medida de transición nacional. Advierte que Escocia no puede actuar como si ya fuera independiente ni puede preparar el acceso a la independencia. Ello vulneraría el derecho a decidir del pueblo escocés. Y aún en el caso de referéndum positivo, ambas partes (Reino Unido y Escocia) se tomarán el tiempo necesario para preparar la transición al nuevo Estado y resolver «miles» de cuestiones de Derecho interno e internacional que les afectan; sólo después cobrará vigor la independencia. Con ese afán pedagógico el informe se emplea para mostrar qué significa independencia. Dejar de ser parte del Reino Unido (España) y constituirse Escocia (Cataluña) en un Estado nuevo e independiente tiene enormes consecuencias. No sucede sin que le pase nada a la gente, sus derechos, empresas, vínculos internacionales… Si se quieren separar de un Estado (Reino Unido, España) no pueden aferrarse a los derechos del Estado o a los que la población tenía dentro del Estado del que se desgaja. No se les expulsa, se van por propia decisión…

El informe es claro: como la inmensa mayoría del territorio y de la población permanece bajo el Reino Unido, el Estado existente es el continuador con todas las consecuencias (mantiene su estatus en las organizaciones internacionales y en los miles de tratados). El principio de la continuidad de los derechos y obligaciones del Estado existente (Reino Unido) es aplicable a situaciones como las que plantea Escocia. Escocia al lanzarse a la vida internacional tiene que trabajar mucho, dice el informe, para ganarse su propia posición y negociar en miles de tratados internacionales (fronteras, extradición, cooperación judicial y civil, fiscalidad, comercio, inversiones, espacio aéreo, etc.). No puede cobijarse tras la tutela del Estado del que se separa. Precisamente, la tabla rasa protege la soberanía del Estado de reciente independencia: ya sin ataduras decidirá el nuevo Estado sus obligaciones y sus derechos.

Reconoce que Escocia tendrá que solicitar, una a una, el ingreso en las organizaciones internacionales (ONU, OTAN, Consejo de Europa, FMI, OIT, Unión Europea…). El problema mayor está en la exigencia de la unanimidad de todos los Estados miembros para que se les admita a negociar el ingreso y, de nuevo, unanimidad para el ingreso definitivo en la UE.

Las normas de la UE no son ambiguas, como se quiere hacer ver para ocultar las consecuencias. Una cosa es que nunca haya habido una secesión dentro del territorio metropolitano de un Estado miembro de la UE y otra cosa (la mentira) es que no haya reglas claras. Las hay: sólo incluir el nombre de Escocia o de Cataluña en el Tratado (no se puede ser Estado miembro de la UE sin que el nombre oficial figure en el Tratado) requiere una revisión del Tratado por unanimidad de todos los Estados miembros. La adhesión no es automática aunque ya se aplique el acervo o se reúnan las condiciones exigidas. Cada Estado goza de discrecionalidad al emitir su voto y no es un acto recurrible ante ninguna instancia judicial. El veto puede ser eterno o durar décadas. Entre otras razones porque es una incongruencia y una insensatez, y desde luego una deslealtad, separarse de un Estado de la UE para, a la par, querer volver al seno de la organización de unidad europea. La gobernabilidad y prosperidad de Europa no la garantizarán las casi 300 regiones europeas.

La comisión se pronunció a requerimiento del Reino Unido y fue tajante: si hay una secesión, se constituye un nuevo Estado y se deja de aplicar en ese territorio escindido el Derecho de la Unión. Sus productos son extraños al territorio aduanero, sus nacionales dejan de ser ciudadanos de la UE puesto que el Tratado establece que la ciudadanía europea es indisoluble de una nacionalidad de un Estado miembro y se adquiere o se pierde de forma automática con ella. No hay derechos adquiridos ni de la organización política del territorio escindido ni de su población cuando se sale de un Estado de la UE.

Es admirable la franqueza y confianza en el Derecho Internacional con la que el Gobierno británico encara el problema. Como en España… Por ello, la opinión pública española y su clase política deben saber que sea un derecho o no, la independencia es un hecho político objetivo, un hecho histórico constatable. Es funcionar de facto como un Estado. Los Estados no son legales o ilegales; existen o no existen: y existen cuando se constata que una entidad política organizada tiene pleno control sobre un territorio y una población sin otra sumisión que a las normas internacionales.

Por ello, debemos tomarnos muy en serio lo que sucede en Cataluña, País Vasco y fuera de nuestras fronteras (Gibraltar) y su camino hacia la estatalidad. La debilidad del Estado español es de tal magnitud, no sólo por la crisis económico-financiera, sino por la falta de decencia, ejemplaridad y patriotismo de las altas instituciones del Estado y de los dos grandes partidos políticos nacionales, hasta el punto que una gran nación, con más de 500 años de existencia, se va a ir por el sumidero de la insaciable corrupción e ineptitud de su clase política. La Península Ibérica puede pasar, en poco tiempo, de estar formada por dos a tener cinco Estados. A los políticos españoles sólo les importa el poder para el «enriquecimiento patriótico». Las palabras de Cicerón son un clamor popular… ¿Hasta cuándo podrán seguir abusando de nuestra paciencia? No debemos resignarnos a la fatalidad del Cantar de Mío Cid: qué gran pueblo si tuviese buen señor…

Araceli Mangas es catedrática de Derecho Internacional y Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid.

NUESTROS ACTORES CAPITALISTAS ANTICAPITALISTAS

Las muchas empresas y propiedades inmobiliarias que acumulan nuestros actores más contestarios demuestran que el capitalismo que tanto denostan no les sienta nada mal. Del análisis de las cuentas de los interprétes que dieron la nota en la pasada gala de los Goya se extraen cuatro conclusiones: 
  1. tienen una situación económica envidiable; 
  2. acumulan empresas pero no trabajadores (la mayoría de ellas carece de empleados); 
  3. tienen por costumbre no presentar las cuentas en el Registro Mercantil, pese a que es obligatorio; 
  4. y gozan de una especial protección por parte de algunos registradores de la propiedad, que niegan información de famosos, prebenda de la que el ciudadano de a pie no disfruta.
La mayor incongruencia de la noche la protagonizó la extraordinaria Maribel Verdú, mejor actriz por su papel en «Blancanieves»: «Me gustaría dedicar este Goya a toda esa gente que ha perdido sus casas por culpa de un sistema quebrado que permite robar a los pobres para dárselo a los ricos». En 2010, la misma Maribel Verdú prestó su imagen -cobrando, claro- para vender hipotecas.

Su discurso era otro: «El mundo cambia, el mercado inmobiliario también cambia, se mueve, y es bueno contar con apoyos. En UCI (Unión de Créditos Inmobiliarios) lo saben y por eso son líderes en financiación de viviendas». Ella ha invertido en ladrillo: un piso en Madrid de 144 metros cuya propiedad comparte con sus dos hermanas, otros dos inmuebles en la capital de los que el Registro de la Propiedad no ha tenido a bien informar y una mansión en Marbella. Esta última propiedad es una casa de 474 metros cuadrados cuya propiedad la actriz comparte con su marido, el productor Pedro Larrañaga, y la hermana de éste, la actriz Amparo Larrañaga.

A Maribel Verdú sólo le faltó criticar a la sanidad pública, teniendo en cuenta que es accionista de las Clínicas Premium, con centros en Marbella y Estepona. Más allá de esta participación, la protagonista de «La buena estrella» no tienen cargos en empresas, «carencia» que suple con creces su marido, Pedro, hijo de los actores Carlos Larrañaga y María Luisa Merlo. Empresario de éxito, administra once productoras, la inmensa mayoría sin empleados, y tiene cargos en otras tres. De las sociedades que controla, cinco de ellas no presentan cuentas y en las seis restantes contabiliza activos por más de cuatro millones de euros. Su firma con mayor capital es Trasgo Producciones SL, que acumula 2,4 millones de euros en activos, entre ellos un piso y un local.

También destaca Ver Teatro SL, la firma con la que Pedro Larrañaga explota el Teatro Maravillas, la sala madrileña que ahora mismo tiene en cartel una obra en la que participa su hermanan Amparo. Ver Teatro maneja 1,7 millones de euros y ganó en 2011, el último depósito contable disponible, 164.000 euros antes de impuestos.

La más ácida de la gala de los Goya fue Candela Peña. Aseguró que vio morir a su padre en un hospital público que carecía de mantas y de botellas de agua, algo que fue desmentido por el director del centro médico. También pidió a gritos trabajo para enderezar las cuentas de su empresa, Churripampi SL, denominada así, suponemos, en homenaje a las churripampas, un antiguo baile popular andaluz. María del Pilar Peña, de nombre artístico Candela, creó esta firma en 2007 para explotar sus derechos de imagen, pero nunca ha presentado los balances contables, así que no se puede saber qué tal va. En cuanto a inmuebles, la actriz ganadora de tres Goya por «Te doy mis ojos» (2003) «Princesas» (2005) y «Una pistola en cada mano» (2012), posee dos viviendas: un apartemento de 50 metros cuadrados en su localidad natal, Gavà (Barcelona) y un piso de 90 metros en pleno centro de Madrid.

Javier Bardem es uno de los actores más partidarios de utilizar actos culturales para sus reivindicaciones políticas... en España, porque cuando recogió el merecidísimo Oscar por su gran papel en «No es país para viejos», de los geniales hermanos Cohen, se limitó a los agradecimientos y no hizo ni una sola crítica al máximo exponente de los excesos del capitalismo, los Estados Unidos de América. En España, Bardem tiene dos empresas, la productora Pingüin Films, con la que ganó el pasado domingo el Goya al mejor documental, y Pura Ficción, que no presenta actividad. Pingüin tiene bienes por valor de 3,28 millones de euros y un único empelado. Parece que Bardem utiliza esta firma también como sociedad patrimonial, pues cuenta con tres inmuebles, un dúplex de más de 200 metros cuadrados en Madrid y otras dos propiedades en el norte de la Comunidad, en San Agustín de Guadalix, cuyo registrador de la propiedad se ha negado a informar por no considerar legítimo el interés periodístico.

La familia Bardem nunca ha ocultado su ideología izquierdista, comenzando por la matriarca, Pilar Bardem, que también es empresaria. Administra desde el año 2000 una sociedad con denominación casi guerracivilista: Rama 1939 SL. Se supone que es una productora, pero en realidad se trata de una sociedad patrimonial que no presenta cuentas. Tiene un capital social de 363.000 euros y sirvió a Pilar Bardem para comprar dos importantes inmuebles y ahorrar impuestos, gracias a las ventajas que proporciona el régimen tributario de las empresas respecto al de las personas físicas. Rama 1939 es propietaria de un chalet de más de 360 metros cuadrados construidos sobre una parcela de mil en Conil de la Frontera (Cádiz) y un piso de 101 metros cuadrados en Madrid.

Por su parte, su nuera, Penélope Cruz, tiene dos empresas en España, una que no presenta cuentas y otra bastente adinerada: Buble Gold SL, dedicada a la «compraventa de ropa, regalos, complementos e inversiones inmobiliarias», suma activos por más de dos millones de euros. La administradora es la madre de la actriz y tiene a su padre como apoderado. El mentor de la actriz, Pedro Almodóvar, dueño del emporio cinematográfico El Deseo, tiene hasta una SICAV, una sociedad de inversión de las que sólo tributan un uno por ciento del beneficio. Invirtió en ella 2,4 millones de euros, una pequeña parte de su fortuna, ya que sólo la sociedad cabecera de sus negocios cinematográficos, El Deseo SA, atesora más de 43 milllones de euros en activos.

En el recorrido por los actores más contestatarios no podía faltar el que ya es mucho más famosos por sus actividades de piquete en las huelgas que por su discreto talento como intérprete: Willy Toledo. El más rojo entre los rojos tiene una productora con su amigo Alberto San Juan que factura 400.000 euros y otra sociedad con 124.00 euros en activos. Willy Toledo tiene en Madrid una casa de protección oficial y un piso, a los que sumamos otra casa en un pueblo de Ávila y una finca rústica de más de 30.000 metros cuadrados en Tenerife.

Retomando a los más críticos de la pasada gala de los Goya, encontramos al cómico José Corbacho, que cargó contra todo lo que pudo. En su patrimonio aparece un inmueble unifamiliar de 260 metros cuadrados y una parcela de 500 en Vilassar de Mar (Barcelona), que compró en 2005 gracias a un préstamo de La Caixa de 694.000 euros.

sábado, 16 de febrero de 2013

GIBRALTAR QUIERE QUE SE RECONOZCA SU DERECHO DE AUTODETERMINACIÓN

Nueva maniobra británica para intentar incluir en la ONU y que no se apliquen las diversas resoluciones que instan a Reino Unido a abordar la descolonización de sus colonias.

Reino Unido lleva un tiempo intentando buscar argumentos históricos para que Naciones Unidas ampare la no descolonización de sus colonias. Y Gibraltar y Malvinas están presionando para defender su britanicidad.
 
Samantha Sacramento ha viajado hasta las islas Malvinas como representante del Gobierno de Gibraltar para asistir a la conferencia de la Asociación Parlamentaria de la Commonwealth, que se ha celebrado esta semana durante dos días, con el tema central de la “autodeterminación y su papel en el autogobierno y la descentralización”. El objetivo de este encuentro es reforzar la estrategia británica para justificar ante la ONU el principio de autodeterminación de los pueblos aplicado a sus colonias, aunque Naciones Unidos no reconoce la autodeterminación de los colonos, sino de los pueblos sujetos a colonialismo. Es decir, la autodeterminación que pretende Reino Unido no cabe para Gibraltar ni para las Malvinas.

Hay que recordar que Malvinas tiene convocado un referéndum para este año con el que pretende presentarse ante el Comité de Descolonización de la ONU y defender la autodeterminación de sus colonias.

Por otra parte, España insistirá en la necesidad de convertir el Foro Tripartito en un Cuatripartito. El Gobierno de Mariano Rajoy está preparando una ofensiva diplomática para dar voz a un nuevo agente, el Campo de Gibraltar, hasta ahora marginado de todas las negociaciones.

La introducción del Campo de Gibraltar en las reuniones supondrá la creación de un Foro Cuatripartito, compuesto además por el Gobierno de España, el de Reino Unido y las autoridades del Peñón. Es una vieja reivindicación española que ahora el Gobierno impulsará. La intención de los responsables del Ministerio de Exteriores es insistir en la idea de crear un foro con cuatro voces y dos banderas, de esta forma, España no se opondrá a la presencia de Gibraltar en las reuniones con Reino Unido, sino que introducirá a una parte interesada en el conflicto para que también tenga voz.

Las autoridades del Peñón siempre se han opuesto a la presencia del Campo de Gibraltar en las negociaciones argumentando que debe ser representado por el Gobierno español. Precisamente, ese mismo razonamiento es el que empleará el Ministerio de García-Margallo: en ese caso, Gibraltar también puede ser representado por el Gobierno de Reino Unido.

Celebrar un Foro Tripartito entre Reino Unido, Argentina y Malvinas. Es la propuesta que elevó el Gobierno de David Cameron intentando reeditar el malogrado encuentro a tres bandas con Gibraltar. Pero el Ejecutivo de Kirchner ya ha comunicado que no va a caer en los errores que cometió Zapatero.

Reino Unido tiene dos problemas: varias resoluciones de la ONU instan a Londres a negociar el futuro de Gibraltar y las Malvinas con España y Argentina, respectivamente. Y los británicos pretenden solucionar ambos sentando en la mesa a sus respectivas colonias. El Gobierno de Rajoy se mantiene firme en su negativa y ahora ha sido el de Cristina Kirchner quien ha hecho lo propio.

Héctor Timerman, ministro de Exteriores argentino, estuvo en Londres durante esta semana y en los encuentros que mantuvo con los responsables británicos les ha comunicado la decisión de su país de no aceptar una reunión a tres bandas. ‘No vamos a cometer los errores de Moratinos con Gibraltar’, es el mensaje que ha transmitido Argentina a Reino Unido como contestación a la pretensión del Londres.

Buenos Aires, por tanto, no quiere reproducir el modelo que sí aceptó Miguel Ángel Moratinos durante su etapa de ministro: un Foro Tripartito compuesto por España, Reino Unido y Gibraltar. Kirchner se muestra inflexible.

FALSOS ESTUDIANTES ANTIFASCISTAS, SOCIALISTAS ESPÍAS Y NACIONALISTAS DERROCHADORES

Vaya izquierda que nos ha tocado sufrir a los españoles en estos años de crisis.

Los mayores nos destrozan los oídos utilizando machaconamente, como la gota malaya, el concepto libertad como arma política y arrojadiza, mientras vitorean a Castro, a Chávez, espían a la oposición, utilizan a la Policía y a los jueces, manejan las cloacas del Estado, se alían con terroristas y nacionalistas racistas, etc.

Ahí tenemos al Sr. José Zaragoza, que encarga a las agencias de detectives (a Método 3) que espíe a los rivales políticos, aunque para esta clase de individuos no existen los rivales, sólo los enemigos.

Los jóvenes, pequeños ignorantes de la política europea del Siglo XX y de las nefastas y sangrientas consecuencias de la puesta en práctica del sueño socialista, siguen alimentando a la bestia a golpe de mentira, engaños y con una total ausencia de autocrítica.
 
Un pequeño ejemplo de estos admiradores de los regímenes soviético y castrista, es el "supuesto estudiante" Tohil Delgado, el secretario general del Sindicato de Estudiantes, alma del 15-M, martillo de fascistas y machacador del Ministro Wert, férreo defensor de las libertades públicas al tiempo que admirador de los regímenes comunistas asesinos. U es que el probrecito Tohil no tiene tiempo de estudiar. Ya lo hacen por él los 20.000 estudiantes de Secundaria, Bachillerato, FP y universidad a los que dice que representa, pero sus obligaciones en el sindicato le impiden coger los libros. 

La comisión ejecutiva del sindicato admite abiertamente que su máximo representante no es estudiante desde hace cuatro años. Lo hace en su página web en un largo escrito en el explica que «el compañero Tohil, que es licenciado en Sociología, tiene un compromiso militante en defensa de la enseñanza pública desde hace tiempo... y desde que fue elegido secretario general él, junto a miles de afiliados, ha dedicado lo mejor de sus esfuerzos a la tarea de extender la organización e impulsar la movilización en defensa de la enseñanza pública... En los últimos cuatro años se ha dedicado a cumplir con las obligaciones para las que fue elegido democráticamente por sus compañeros y esto le ha llevado a interrumpir el estudio de otra carrera». 

La carrera interrumpida en la UNED de la que habla el sindicato es Antropología. Se matriculó sólo de una asignatura en el curso 2008-2009: Estructura Social, pero no se presentó al examen. Lo que no explica el sindicato es por qué Tohil Delgado asegura que estudia en la UNED, como hizo recientemente a un grupo de periodistas, cuando hace cuatro años que dejó los libros. El Sindicato también niega que Delgado se haya embolsado 3.240 euros por acudir a las sesiones del Consejo Escolar del Estado en los años 2011 y 2012, lo mismo que cobra el resto de representantes de otras organizaciones educativas por acudir a estas reuniones. Es más, aclara que en 2011 recibió cero euros, entre otras cosas porque Tohil Delgado no acudió a ninguna de las reuniones a las que le convocaron a pesar de que el Consejo Escolar del Estado es el máximo órgano de representación y de participación de la comunidad educativa. En 2012 debió cambiar de opinión y reconsiderar su asistencia, ya que la organización estudiantil aclara que cobró «546,10 euros» ese año.

Otra joya más es esa joven socialista que se quiere convertir en la voz de la conciencia de sus mayores, esa Pepito Grillo que les acusa de vivir como reyes desde sus palacios de cinco estrellas. Como informa Chani Pérez Henares en su blog: La "rebelde" Beatriz Talegon,30 años, de las Juventudes Socialistas: Concejal Cabanillas del Campo (Guadalajara) 2007, asesora en Bruselas (2008-11) oficina Junta Castilla-La Mancha (Barreda) y luego asesora de de la delegación socialista del Parlamento Europeo. Otros cargos en Guadalajara: Oficina de Emancipación de la Junta de Comunidades y departamenteo de recursos de sanciones en la Comisaria de Guadalajara. ¿Algun trabajo fuera de la politica? Pues según sus declaraciones a los alumnos del Instituto Arcipreste de Hita en 2011: "Hasta ahora no he recibido ningún dinero por la política

Y qué decir de estos catalanes nacionalistas de pacotilla, estos paletos fascistas con barretina enroscada, que después de acusarnos a todos los españoles de robarles, siguen malgastando su dinero, el nuestro, en dar forma y vida a sus húmedos sueños nacionalistas que no son sino el medio de forrarse, ellos y sus familias. Siguen aumentando gastos creando un nuevo organismo para la política exterior, ellos que tanto exigen respetar las competencias de la Generalitat olvidan que la política exterior es competencia exclusiva del estado central, y se niegan a rebajar los sueldos de alcaldes y ediles de sus municipios.

 

viernes, 1 de febrero de 2013

NUEVAS AMENAZAS DEL GOBIERNO LOCAL DE GIBRALTAR

Gibraltar pretende consensuar con Reino Unido retirar la pensión que están cobrando los ciudadanos españoles que trabajaron durante su vida laboral en el Peñón. El Gobierno de Fabian Picardo está presionado a Londres para que no reconozca a los jubilados de España.

Que el Gobierno de Gibraltar no pague mensualmente la pensión a los españoles que cotizaron en la colonia. Es la petición que han trasladado los gobernantes del Peñón al gabinete de David Cameron, como respuesta a la intención del Ejecutivo de Mariano Rajoy de excluir el aeropuerto de Gibraltar del cielo único europeo.

Según explican fuentes diplomáticas consultadas por El Confidencial Digital, la estrategia de Gibraltar es convencer a Londres de que, si España retira el aeropuerto de la Roca del espacio europeo, queden automáticamente en suspenso los llamados acuerdos de Córdoba, firmados en septiembre 2006 por Miguel Ángel Moratinos.

En aquel Foro de Diálogo, ambos países cerraron las dos cuestiones que ahora enfrentan a España y Gibraltar: por un lado, el reconocimiento a los trabajadores españoles que han desempeñado su labor en el Peñón a percibir una pensión; y, por otro, que el aeropuerto del Peñón tendría una terminal única y dos salidas: uno a suelo español y otro a territorio británico.

El actual ministerio de Exteriores no reconoce el acuerdo al que llegó el equipo de Moratinos, de ahí que haya planteado con firmeza a la Unión Europea la exclusión de Gibraltar del cielo comunitario.

Unas pensiones “justas”

La táctica de Gibraltar, explican las mismas fuentes diplomáticas, es hacer ver a la opinión pública que la concesión de las pensiones a los trabajadores españoles forma parte de los acuerdos alcanzados en Córdoba en 2006.

Por tanto, según la versión gibraltareña, si España rompe esos acuerdos retirando el aeropuerto de Gibraltar del cielo único europeo, los pensionistas españoles también deberían quedarse sin su paga de jubilación.

El Gobierno español, no obstante, considera que estas pensiones provenientes de las arcas gibraltareñas son “justas” porque los españoles han cotizado durante años, y por tanto no se pueden suspender bajo ningún concepto.

La pasada semana, el Gobierno de Gibraltar publicó en un diario local que ha pagado a los pensionistas españoles que trabajaron en el Peñón un total de 74 millones de euros -unos 63,6 millones de libras- entre abril de 2007 y diciembre de 2012.

A día de hoy, 3.592 españoles perciben su pensión de las arcas gibraltareñas por haber trabajado más allá de la Verja.

ROCROI, EL PRINCIPIO DEL FIN DE LOS TERCIOS DE FLANDES

En Rocroi nos dieron lo nuestro, pero aun despanzurrados y descoyuntados nosotros también les dimos lo suyo, exactamente hasta la última gota de sangre. Han pasado trescientos setenta años desde que las tierras de Rocroi fueran regadas tan generosamente por los nuestros con un derroche de vidas, valor y gallardía como pocas veces se han conocido.

Fue allá en Rocroi, entre Francia y Bélgica, sí, en las Ardenas, justo donde los norteamericanos se enfrentaran hace siete décadas con una terrible contraofensiva nazi, donde nuestros Tercios lo perdieron todo menos el honor y la gallardía. Hasta el último suspiro, cuando sus cuerpos ya estaban martirizados por heridas y magulladuras sin número, resistieron nuestros compatriotas, aquellos españolazos que a miles de kilómetros de su Patria (tanto la chica como la grande) consiguieron que con su sangre, su sudor y sus lágrimas (los hombres valientes no temen llorar) que en España no se pusiera el sol durante larguísimos y gloriosos años. Ardor guerrero legendario, que ni cuando se nos pusieron más que tiesas perdimos.

Pero el día no había amanecido, ni siquiera la del alba sería, cuando aquel 19 de mayo de 1643, y en la dicha Rocroi (que teníamos sitiada, prestos ya para el asalto) la gabachada innumerable se lanzó, cuentan que al hilo de las tres de la madrugada, contra nuestros paisanos.

Mandaba a los franceses Luis II de Borbón-Condé, Duque de Enghien, y a la tropa hispana el caballero de origen portugués Francisco de Melo, a la sazón entonces Capitán General de los Tercios de Flandes, que esperaba la llegada del apoyo de Jean de Beck. Durante seis larguísimas y dantescas horas, veintipicomil contra otros veintipicomil por cada lado, se clavaron picas, espadas, lanzas, hubo arcabuzazos, balas de cañón, caballos destripados, heridas espantosas, legiones de héroes sobre el polvo, mandoblazos, estacadas, puñadas y puñaladas, orina y barro... y una gigantesca legión de muertos por ambas partes. Pocos, aunque los hubo pero apenas ninguno con un apellido de los nuestros, rechazó aquel terrible envite de la Historia. Allí había que dejarse la piel y las entrañas y a fe que los españoles de aquellos Tercios memorables se la dejaron,

Pero pongámonos ya de una vez sobre cruel tablero de la terrible partida de Rocroi. Cuentan las crónicas que el flanco izquierdo franchutón lo comandaba La Ferté, que el centro lo capitaneaba L'Hôpital, y que a la derecha se situaba un tal Gassion. La retaguardia, a las órdenes del Marqués de Sirot.

Los nuestros pensaban en principio que los franceses se disponían a reforzar la ciudad y que al menos de momento no pensaban en una batalla a campo abierto. Así que nuestros paisanos colocaron a los temibles Tercios españoles en vanguardia, el privilegio que se habían ganado peleando como fieras durante décadas, mientras que los mercenarios valones y alemanes formaban la retaguardia dirigidos por el Conde Paul-Bernard de Fontaine, un tipo de Lorena, es decir, francés, de sesenta y seis años entonces, pero que servía al rey de España lo mejor que Dios le daba a entender.

En tanto, la caballería imperial se situaba en los flancos. El derecho, repleto de tropa alsaciana a las órdenes del Conde de Isenburg, mientras que la jinetería flamenca, mandada por el Duque de Alburquerque quedaba a la izquierda y, por delante de todos, la artillería.

Por supuesto y no siempre con lealtad, a lo largo de los siglos se han escrito crónicas y cronicones de esta batalla. Se ha dicho y escrito de todo, pero el transcurso de la Historia ha ido aclarando muchas cosas y dando las pistas suficientes para que hoy se pueda construir bastante aproximadamente el relato de aquella carnicería.

Los franceses encabalgaron, picaron espuelas y se lanzaron al galope con fuerza nutrida contra nuestra ala derecha. Se las veían muy felices, banderas al viento, espadas afiladas en la noche, pero de pronto dieron con una nutrida hueste de arcabuceros imperiales envalentonados sobre una pequeña colina. La pólvora española cayó como un rayo sobre la caballería francesa, haciéndole importantes desperfectos. Para rematarlos llegaron al galope los centauros flamencos mandados por Alburquerque, que tras repartir sablazos y lanzadas se lanzaron hacia la artillería gabacha a la que robaron varias piezas.

Estrategas a posteriori

Cuentan expertos estrategas (a sabiendas y a posteriori, claro) que tal vez entonces, desorganizados y maltrechos los franceses, nuestro jefe, el tal Melo, debió jugarse entonces el todo por todo y dar cumplido finiquito del enemigo. Pero no lo hizo, mientras sí que anduvo presto y atinado el jefe de los galos, Enghien, que supo restablecer el orden en sus líneas y pasar al contraataque y consiguió hacer mucho mal entre nuestra gente.

Muchos españoles dejaron allí mismo esta tierra, otros se retiraron a toda la velocidad que les permitieron sus fuerzas, mientras el Duque de Alburquerque resistía al frente de sus jinetes como un toro, que ese apellido siempre ha sido de confianza y de genial cabalgar como mucho tiempo después demostraría en nuestros hipódromos uno de los herederos de este Duque, el también Duque de Alburquerque, decimoctavo de la estirpe, genial jinete llamado Beltrán de Osorio, y a la sazón fiel escudero de Don Juan de Borbón durante toda su vida.

Pero hora es de volver al campo de martirio de Rocroi, allí donde Marte quiso vestir sus mejores pero siempre siniestras ropas de combate.

El siguiente y terrible embate de los franceses comandado por Gassion vino a dar contra buena compaña de nuestra leal infantería en forma de varios escuadrones. La lucha fue cuerpo a cuerpo y hasta diríamos que alma contra alma. En ella se nos fueron un buen puñado de españoles de a pie, de corazón sublime, y también algunos de sus capitanes, como el Conde de Fontaine y oficiales como el Conde de Villalba y Antonio de Velandia, denodados comandantes de Tercio hasta ese día que firmaron el último contrato, el que se sella ante la Parca, en aras de la amada España.

Las cosas se estaban poniendo más que feas en nuestro costado izquierdo y el propio general en jefe, Francisco de Melo, se lanzó al galope hacia allí a fin de recomponer la situación, mientras los franchutes caían sobre la retaguardia española, nutrida de alemanes y valones, y producían en ella un gigantesco escarmiento. Heridos, muertos, prisioneros componían un gigantesco cambalache de espanto.

Ya no quedaba zona en el campo de Rocroi donde no se combatiera hasta el último aliento. Franceses y españoles demostraban sobre el campo con su sangre y con sus generosísimas agallas porque eran naciones a las que temer cuando hay una zurra de por medio. Allí, en Rocroi, hasta los jefes caían prisioneros, como el gabachón de La Ferté. Otro de los comandantes principales, La Barre, pasó allí mismo a mejor vida, mientras L’Hôpital también resultaba herido y el propio Capitán General en aquel día, Enghien, no daba abasto para poder animar a su tropa, ahora aquí, luego allá, luego acullá. Pero por muy españoles que seamos, y no olvidemos nunca lo del Dos de Mayo, hay que reconocer que aquel franchute de Enghien los tenía bien puestos.

Y no pequeños. Se la jugó en aquel momento de la batalla. Tiró de las bridas de lo que le quedaba de caballería y allí que se fue contra los adentros del ejército español, hincándole una terrible colmillada en su centro y aislando de paso a los Tercios españoles de los aliados extranjeros. Estábamos jodidos. La caballería de Isenburg, desparramada, los Tercios italianos huyendo en desbandada y Melo, que desde luego no tuvo su día, esperando que llegaran los supuestos refuerzos mandados por Beck, que tampoco sale muy bien parado de esta mañana, pues algunos cuentan que llegó a tiempo pero al enterarse de que las cosas iban de mal en peor no se metió en faena, mientras otros aseguran que apareció en la lid cuando ya nada se podía hacer.

A Melo casi lo pillan in fraganti los franceses, aunque pudo cobijarse junto a una tropa de un Tercio italiano que no hacía otra cosa que salir por piernas cada vez que aparecían los gabachos. Los nuestros, mientras tanto, reunieron las pocas huestes que quedaban más o menos ilesas, pero llenas la mar de los casos de costurones, tajos, golpazos, y se unieron formando un gran rectángulo con las picas trabadas y los mosquetones preparados, unidos en un solo cuerpo como ya hicieran las falanges macedónicas muchos siglos atrás. A las primeras y mientras fue posible tiraron de la mosquetería y resquebrajaron los primeros ataques franceses, hasta el punto de que casi le destapan la sesera al generalísimo Enghien, que recibió un disparo en la coraza y besó el suelo de Rocroi, pues su caballo quedó allí mismo hecho trizas.

Reconozcamos que también la gabachada estuvo a la altura de las circunstancias, y a pesar de la bravura de nuestros compatriotas volvían a la carga una y otra vez. Erre que erre. Y allí ya no se hablaba de pólvora, arcabuces ni mosquetes. Había llegado la hora de que el acero dirimiera quién había de llevarse la victoria. Cuerpo a cuerpo, cuchillada va, estocada viene, españoles y franceses se mataron a conciencia. Tras varios asaltos y acometidas, tan solo quedaban en pie algunos veteranos de los Tercios de Garcíez y Villalba, que ya, con las armas melladas, se defendían a mordiscos, hincándole las ponzoñosas dentaduras a cualquier cosa que por allí oliera a francés. Sin embargo, llegaba el final.

Y sobre este punto, los historiadores, cuatro siglos después, aún siguen discrepando. Parece ser no obstante que el astuto Enghien ofreció una negociación honrosa a nuestra gente, antes de que las cosas pudieran darse la vuelta por la llegada de los refuerzos. Se asegura que generoso, el adalid francés ofreció respetar la vida y libertad de los todavía supervivientes, dejarles ondear sus banderas y portar sus armas, e incluso si querían tomar el camino de la amada España tenderles un puente de plata.

Algunos de los nuestros aceptaron. Pero otros no y siguieron al pie del cañón, aunque cañones, lo que se dice cañones, no nos quedaba ni uno. Finalmente, tuvieron que rendirse pero no perdieron el honor ni el orgullo, y los franceses siguieron fieles a sus generosas ofertas de rendición. Cinco mil de los nuestros ya nunca volverían a ver nuestro sol, ni nuestra tierra, para siempre quedaron, desaparecidos pero inmortales, en las arenas de Rocroi. A pesar del destrozo, los Tercios todavía darían mucha guerra, y obtendrían victorias resonadas y resonantes como la de Valenciennes, también ante el francés.

Para la historia, quizá mejor para la leyenda, ha quedado la respuesta de un superviviente de los nuestros cuando fue preguntado por un oficial francés sobre la cuantía de nuestra gente en Rocroi. «Contad los muertos», le contestó aquel español gallardo, honroso hasta en las últimas. Zurramos y nos zurraron. Perdimos la batalla, sí, pero no perdimos la vergüenza
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FRANCISCO DE ALDANA: POETA Y SOLDADO

El capitán participó en las campañas de Flandes, intervino en las negociaciones con la soldadesca en el Saco de Amberes y murió en Marruecos durante la batalla de Alcazarquivir (1578). Francisco de Aldana fue uno de esos tipos que nos forjaron como nación. Uno de esos hombres cuajados en acero, que siempre supo por dónde se ponen los pantalones, o las calzas, por mejor decir. Uno de esos españoles con las gónadas bien puestas y generosísimas en su ánimo y su esfuerzo. Un español de aquellos del siglo XVI, valientes, titánicos y hercúleos, que derrochando su sangre, su sudor y sus lágrimas levantaron en nombre de Dios y de España aquel Imperio en el que no se ponía el sol.

Francisco de Aldana se ganó la vida repartiendo estopa a manos llenas, espadazo va espadazo viene, jugándose una y otra vez el pellejo ante los herejes, primero, más tarde ante la morisma, que sería la encargada de finiquitarle en Marruecos, en la trágica derrota de los portugueses en Alcazarquivir.

Más de una vez le escabecharon el cuerpo en el combate, más de una vez fue objeto de envidia, más de una vez también le tocó lidiar con los bravos y feroces soldados de los Tercios, cuando a estos las exhaustas arcas de Felipe II no les pudieron abastecer de sus pagas.

Aunque viniera de gente de moderada alcurnia, el capitán era querido por la tropa, el mayor halago para un militar, probablemente más allá del valor y la fiereza en el combate. El coraje le venía de antiguo. Uno de sus tíos, Juan de Dios de Aldana, a la sazón alférez del rey Alfonso V de Portugal, fue espanzurrado y pasó a mejor vida en la batalla de Toro, sosteniendo la bandera de su señor con los dientes, pues ya le habían desmembrado los brazos. Y su padre, fue oficial de altísimo rango de la tropa española en la Florencia de Cosme I de Médicis.

Pero no solo fue uno de nuestros más brillantísimos comandantes, uno de nuestros más firmes adalides, uno de nuestros más aventajados militares. Porque Francisco de Aldana fue también uno de los más grandísimos literatos de su época, un hombre renacentista, políglota, educado en la enjundia, la fineza y la sabiduría de la cultura clásica.

Fue poeta de pro, además de combatiente. Como lo había sido el gran Garcilaso, como lo serían después soldados y vates en una misma piel española: Quevedo (más bien espía que militar), Cervantes, Lope de Vega y Calderón. Tipos que empuñaban con el mismo ánimo y envite el arcabuz y la pluma, la daga y el tintero. Cervantes tenía a Aldana por «El Divino», Quevedo lo llamó «doctísimo español, elegantísimo soldado, valiente y famoso soldado en muerte y en vida» y Lope de Vega le dedicó encendidos versos: «Tenga lugar el Capitán Aldana / entre tantos científicos señores, / que bien merece aquí tales loores / tal pluma y tal espada castellana».

Poco se sabe sin embargo de la vida de este héroe que se dejó la piel en media Europa batiéndose por España como un titán. Algo nos informa el propio memorial que un día el mismísimo Aldana le remitiera a Felipe II, manuscrito que ahora descansa en el Archivo General de Simancas. Y sobre todo nos ponen al día las vibrantes páginas que Fernando Martínez Laínez dedica a este literato y soldado en su libro «Escritores 007» (Atanor Editores). Del hilo de Laínez tiraremos de aquí en adelante para perfilar el dibujo de aquel español de verso y estocada.

En 1537 llegó Francisco de Aldana a este mundanal ruido. Unos apuntan que en Alcántara, otros que en Valencia de Alcántara, y no faltan los que sugieren que su alumbramiento sería en la villa de Nápoles, donde su padre servía entonces al Duque de Alba. Coinciden todos en que de una u otra manera el origen de su familia era extremeño. Su vida estaba destinada a la milicia, y su bravura no se hizo esperar, y antes de los dieciséis años ya calzaba peto, se jalonaba la testa con un casco y orlaba su cintura un espadón de fiel acero toledano, fiel espada triunfadora.

No tardaría Aldana en conocer la gloria castrense apenas siendo un veinteañero (entonces los hombres crecían más deprisa), en aquella batalla llamada de San Quintín (1557), gran victoria sobre la tropa gabacha que conmemoraría Felipe II construyendo la octava maravilla del mundo, el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

Después de ser lugarteniente de su propio padre, aquel descollante soldado no podía ya escapar al imperial destino y marchó a Flandes para servir al tercer Duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, esforzado entonces en dura pelea con los rebeldes holandeses. Francisco de Aldana fue uno de sus principales oficiales y así se le encomendó dirigir la artillería en uno de los momentos más terribles de aquella contienda, el sitio de Haarlem, comenzado en diciembre de 1572, una escabechina de proporciones gigantescas entre la gente de los Países Bajos y los nuestros.

Una carnicería en la que no faltaron toques a degüello, decapitaciones y crueldades terribles por ambas partes. Nuestro propio Aldana tampoco salió indemne de la espeluznante refriega, un disparo de mosquete le atravesó un pie. Mientras se curaba en el hospital, calló el soldado y habló el genial poeta: «¡Oh galanamente y bien / está mi mal remediado. / Herido y despedazado / y habrá de quedar también / tras cornudo, apaleado». Se refería con cruel ironía a las críticas recibidas por su gestión artillera en aquella industria de Haarlem.

Siguió Aldana en Flandes, como principal ayudante del duque hasta que el de Alba fue sustituido por Luis de Requesens, y el bravo oficial recibió un encargo lejos de sus dotes guerreras, aunque no humanas: intermediar con la soldadesca que andaba rebelada por no cobrar durante meses y meses su soldada. Los amotinados acabaron organizando una gresca formidable conocida como el Saco de Amberes, donde se dieron a descoyuntar holandeses de lo lindo, con aquella terrorífica frase que pasó a la Historia para mostrar su ira: «Cenaremos en Amberes o desayunaremos en el infierno».

A la postre, Francisco de Aldana consiguió mediar ante la tropa, pero la desilusión entre lo que veía en la guerra y lo que se imaginaba que vivían otros en la corte afiló su lengua y su pluma: «Mientras, cual nuevo sol, por la mañana / todo compuesto andáis ventaneando / en jaca sin parar, lucia y galana, / yo voy sobre un jinete acá saltando / el andén, el barranco, el foso, el lodo, / al cercano enemigo amenazando».

Aldana estaba cansado. Habían sido veinte años partirse la crisma por Dios, por España, por el Rey, por el Imperio. Había matado por doquiera, había peleado como gato panza arriba a cientos de leguas de la Patria, las cicatrices, los resquebrajos, los destrozos en el cuerpo y en el alma recordaban las dos décadas de encarnizada lucha en los Tercios. Y en los momentos libres, apenas un rato para sus tercetos encadenados. Ya era hora de volver al terruño, y esperar la merecida recompensa por su denuedo, y por su generosa demostración de agallas en la lucha.

Llegado a Madrid, Su Majestad Católica le tiene por uno de sus más bravos capitanes, le tiene en alta estima, y también sus versos comienzan a ser conocidos más que bien reconocidos. Escribe entonces Gil de Polo, otro escritor de la época: «Este es Aldana, el único monarca que junto ordena versos y soldados». Pero aquel soldado ha perdido media vida en sus esfuerzos. Y quiere soledad, quiere sosiego, quiere la paz que no ha tenido, sentirse a gusto en contacto con la Madre Natura, acercarse por fin a Dios. Y así escribe su Epístola a Arias Montano, el sabio secretario de Felipe II: «Y porque vano error más no me asombre,/ en algún alto y solitario nido / pienso enterrar mi ser, mi vida y nombre...».

Pero el viejo guerrero no descansa. El combatiente imperial permanece atento, siempre alerta ante los manejos de los muchos enemigos de España y dado su carisma ante el monarca le avisa vivamente, y da nombres de los que acechan: Francia, El Turco, los protestantes europeos, los ingleses y Marruecos. Incluso, presiente que hasta los moriscos puedan rebelarse: «Entonces la morisma que está dentro/ de nuestra España temo que a la clara/ ha de salir con belicoso encuentro». Por si no fuera suficiente prevenir al rey, también lo hace con el gran jefe militar Don Juan de Austria: «Dígote que la ibera monarquía / veo a los pies caer de la fortuna; / crece la rebelión y la herejía..». Se cuenta que se le hizo caso, y que la Armada Invencible que cruelmente destrozaría la Mar Océana fue una de las consecuencias de sus avisos y cautelas.

Mientras don Francisco de Aldana combate desde la razón, sin armas de por medio, otros y cercanos se preparan para la lucha: el rey Sebastián de Portugal quiere tirar de espada contra el Moro que anda liándola y jorobándola en tierras marroquíes. Sebastián quiere echarse al mar por el Alentejo y el Algarve y plantarse allá por Larache a darle escarmiento al sarraceno. Al menos tiene la precaución de mandar antes allí al bueno de Aldana para que eche un buen vistazo. Nuestro querido caballero no dice que no, y disfrazado de comerciante judío y aprovechando su don de lenguas (y unas cuantas triquiñuelas que le enseñara su nodriza, una negra africana) inicia las pesquisas.

Volverá con un detallado informe de la tropa musulmana que pronostica duros quebrantos para los cristianos si se afanan en combatir allí. El rey, joven, impetuoso y valiente cruzado no se arredra aunque su tío Felipe le pide que desista. Pero el cuerpo le pide sangre al audaz lusitano, le pide sangre del Islam. La tropa se embarca, con Francisco de Aldana al frente de la infantería. Sus designios se cumplen. Un calor insoportable se incrusta en las corazas y los cascos cristianos, la marcha es agónica, los moros acechan, aunque nuestro poeta soldado aún tenga palabras de ánimo para el rey portugués: «Guárdele Dios y proporcione su poder a su valor, que es el que tiene menester la soldadesca cristiana para levantarse del abismo a do va cayendo».

Sin embargo, el enemigo es cuantioso en caballos y en peones y está bien mandado por un militar experto: Abdel Malik. Las tropas de unos y de otros por fin se ven las caras en el lugar que acabaría siendo el camposanto de los nuestro y que la historia llamará Alcazarquivir. Los infantes más que lusos son ilusos, gente novata, apenas preparada, que no ha visto un moro en su vida. Aldana se lamenta: «Los portugueses no tenían la rigurosa obediencia que profesa la nación española en la guerra».

El capitán castellano viendo que todo se ponía más negro que el carbón insta a Sebastián a que abandone la batalla, porque «no quedará hoy hombre con vida de nosotros». Pero Sebastián, aunque fuera imprudente y harto osado, los tenía en su sitio. Bien puestos, y se apresta a morir como un caballero, como un valiente, como un cristiano con las entrañas bien curtidas. Y allí que los morunos lo pasaportan al lado de Dios Padre, finiquitado como un héroe, muerto en plena lid. Francisco de Aldana no le va a la zaga. Con la «espada tinta en sangre» como recordará alguno de los pocos testigos «se metió a morir matando entre la morisma y allí quedó».

En tierra mora y sin cristiana sepultura per secula seculorum, carne de las alimañas quien fuera bravísimo alférez y adalid de nuestros Tercios. Allí moría el poeta y el soldado castellano, sin dar un paso atrás, peleando como un poseso, con la mano sobre la Cruz de San Andrés, la bandera de la Patria y del Imperio.

El poeta Aldana nunca quiso publicar sus poesías, que bien se las guardaba nada más que para los grandes amigos. Pero su hermano Cosme tenía otras y mejores intenciones. Recopiló todo lo que encontró y consiguió hacer dos ediciones, una en Milán, en 1589, y la segunda en Madrid, en 1591. Desde entonces quedaron entre lo más florido y admirado de la lengua y la literatura españolas. No lejos del talento de Boscán, de Garcilaso, ni de los que luego vinieran con Cervantes y Lope a la cabeza.

Allá, en tierra extraña, los huesos de Francisco de Aldana quedaron para la eternidad. Su orgullo, su patriotismo, su audacia, su valor de soldado español hasta los huesos jamás debemos olvidarlo. Si lo hacemos, entonces sí que Francisco de Aldana habrá muerto para siempre.